Haciendo memoria

Paraguay: “Revolución y Genocidio”

El mal uso de la historia

Por Mario Maestri[1]
Para Socialismo o Barbarie, 01/05/2012
Traducción del portugués de
Martiniano Massacanne, revista por el autor

"Asistir a un baile oficial en Asunción era como estar en Paris"
(Núñez, Ronald León. "Guerra do Paraguai: revolução e genocídio")

1. Paraguay, el combate historiográfico

Entre la población paraguaya, hay un fuerte condicionamiento de los sentimientos contemporáneos a partir de las visiones sobre el pasado, en general, y la Guerra Grande (1864-1870), en especial. Desde la mitad del siglo XIX, subsiste en la población la memoria sobre una especie de edad de oro perdida en aquella confrontación. Con el pasar de los años, la opacidad creciente sobre aquellos sucesos fue sustituida más y más por tradiciones construidas que dificultan la comprensión de las raíces del drama histórico paraguayo y sud-americano.

Después de 1870, fueron impuestas al país lecturas sobre la formación del Paraguay independiente y el gran conflicto, según las necesidades de los vencedores de aquella guerra: el Estado Imperial; la Argentina liberal-unitaria; el Uruguay colorado; los liberales paraguayos. Esas visiones condenaban la era "francista" (1813-1840), eran apenas algo más condescendientes con el gobierno de Carlos Antonio López (1841-1862) y acusaban a Francisco Solano López de ser el único responsable de la guerra fratricida.

La lectura liberal del conflicto no suplía las necesidades político-ideológicas del Estado nacido después de la guerra y no garantizaba consenso mínimo entre una población que guardaba en la memoria la inquebrantable resistencia a los invasores realizada en torno a Solano López. En oposición aquella apología se presentó una verdadera saga nacional-patriótica que tenía el Mariscal como gran demiurgo. Contra el lopizmo negativo liberal, se levantó el lopizmo positivo populista-autoritario[2].

El revisionismo nacional-patriótico delineó un nuevo escenario histórico idílico donde la sociedad paraguaya emergía en el interior de América del Sur con vocación predestinada, debido a un clima, a una raza, a una tradición, a una lengua, etc. excepcionales, que habían producido un país sin miserias, sin crímenes, sin locos, de fertilidad, salubridad y abundancia únicas, donde todos (o casi todos) eran alfabetizados. Manuel Domínguez (1868-1935) sintetizó esa lectura idílica-fantasiosa en su conocida conferencia, del 29 de Enero de 1903, proferida en Asunción, sobre las "causas del heroísmo paraguayo"[3].

Para aquella historiografía patriótica, la realidad paraguaya extraordinaria se habría acelerado fuertemente en el largo gobierno de Carlos Antonio López, superando el atraso del periodo autoritario francista. Este último conoció una recuperación historiográfica más tardía, más contenida y siempre condicional[4]. Bajo las ordenes de López padre e hijo, el Paraguay creciera, siendo pionero en la introducción de las modernas industrias metalúrgica, naval y textil; de los ferrocarril, de las líneas telegráficas, etc., despuntando como la nación más avanzada y progresista de América Latina, como mínimo.

Expulsión del paraíso

Para la lectura nacional-patriótica paraguaya, la Guerra de 1864-70 fue una agresión contra un país exuberante, querida por la Inglaterra o por la alianza Argentina-Brasil-Uruguay. A pesar de la resistencia heroica, comandada por Solano López, general inigualable, la agresión aniquilara literalmente la población adulta masculina; se llevara extensas parte del territorio patrio, endeudara el país para siempre, iniciando el periodo de decadencia jamás superado. Para muchos paraguayos contemporáneos, la recuperación de los territorios perdidos e las indemnizaciones de guerra constituirían el único camino para la regeneración nacional.

De fuerte efecto sobre las consciencias, esa interpretación historiográfica vulgar procuraba también encubrir las explicaciones esenciales de aquellos acontecimientos históricos y de sus secuelas. Sin embargo, incluso en su relatividad esencial, ella se encuentra más próxima a la realidad histórica que la narrativa liberal. La fuerte singularidad del pasado paraguayo y de aquella confrontación se mantuvieron como una fantasmagoría ideologica, comúnmente objeto de culto casi religioso, apoyado sobre todo por el régimen dictatorial colorado paraguayo.

En 1979, el periodista J.J. Chiavenato realizó una versión americanista de aquella interpretación, introduciendo en forma pionera la problemática historiográfica revisionista en Brasil, con su libro Genocídio americano: uma historia da guerra do Paraguai[5], de estruendoso suceso. Hasta entonces, en ese país, se conocía apenas la versión nacional-patriótica brasilera sobre la guerra. O sea, en general, relatos minuciosos de las glorias militares patrias y de la responsabilidad de la guerra exclusiva del dictador paraguayo[6]

Genocídio Americano explicó el conflicto como iniciativa esencialmente de Inglaterra (la gran y única victoriosa de la guerra), para destruir un país que hacía sombra en aquella región del mundo a la gran nación industrial y comercial[7]. Recordamos que el más célebre lopizta positivo, el paraguayo J.E. O´Leary (1879-1869), se alejó de esa versión, al dominar las menudencias diplomáticas e históricas de la fuerte disputa entre las naciones y en el interior de las naciones del Río de La Plata, protagonizadas sobre todo por el Imperio Brasilero y por Buenos Aires liberal-unitario[8].

Raíces Profundas

Durante la guerra y en los años posteriores a ella, intelectuales argentinos, brasileros y uruguayos habían apuntado algunas de las razones estructurales del conflicto, superando las apologías liberales aliancistas, sin caer en las fantasías populistas y popular-autoritarias posteriores. Entre ellos se destacaron Juan Bautista Alberdi (1810-1884); José Hernández (1834-1886); Luis Alberto de Herrera (1873-1959); Raimundo Teixeira Mendes (1855-1927); Adolfo Saldías (1849-1914), etc.

En el siglo XX, pensadores e historiadores marxistas y americanistas ensayaron explicaciones esenciales de la Gran Guerra del Plata, sobre todo cuando analizaban la génesis del Estado unitario argentino, fuertemente influenciada por aquellos sucesos. Inicialmente, Enrique Rivera, José María Rosa, Milciades Peña, etc.; más tarde, León Pomer, Moniz Bandeira, etc.

Oscar Creydt (1907-1987), en ese momento secretario general del Partido comunista de Paraguay, esbozó un primer ensayo general de interpretación de la historia paraguaya (“Formación histórica de la nación paraguaya”), publicado en 1963. El texto fue escrito el año anterior, en la URSS, como esbozo de tesis de doctorado jamás defendida, debido a la ruptura de Creydt con la orientación reformista soviética[9].

El texto constituye un importante esfuerzo de comprensión de la formación social paraguaya. Retomando la vulgata estalinista de las etapas necesarias para la evolución social, Oscar Creydt definió la “burguesía nacional” (formada sobre todo  por estancieros y comerciantes) como protagonista de la independencia, em 1811.  Esto a pesar de haber indicado el carácter contra-revolucionario de aquellos segmentos sociales[10].

Igual à Europa

A pesar de esa contradicción, que se arrastra durante toda su interpretación, Oscar Creydt  señaló con claridad que la clase de los pequeños y medianos campesinos, dedicada a la economía de subsistencia, era el factor determinante de la génesis y desenvolvimiento de la singular formación social paraguaya. Señaló igualmente el Doctor José Gaspar de Francia (1776-1840) como el conductor de la fundación del Paraguay moderno, a través de su defensa intransigente de la autonomía nacional.

En otra contradicción importante, Oscar Creydt definió el acceso al comercio mundial y la amplia mercantilización de la producción como las grandes necesidades para el desarrollo económico y social paraguayo, en el momento en que señaló como el Estado francista restringió aquel comercio, para garantizar la independencia nacional, con apoyo de las clases campesinas, de fuertes raíces guaraníes, desinteresadas en las relaciones e truecas exteriores.

Oscar Creydt propuso igualmente la continuidad  entre el orden francista y el lopizta, mientras enfatizaba la restauración parcial emprendida por Carlos Antonio López, en relación al alto clero, a los comerciantes, a los estancieros, a la intervención paraguaya en la política del Río de la Plata, etc. Medidas que determinaron  el relativo retroceso de los segmentos campesinos, igualmente eliminados en el nuevo orden de los congresos periódicos, desde entonces monopolio de las clases oligárquicas.

Las contradicciones expresadas en la lectura de Oscar Creydt apuntaban a la necesidad de superar, en el análisis de la formación de las naciones americanas, la aplicación meramente mecánica de los esquemas interpretativos propios a la Europa. En efecto, como utilizar sin mediaciones categorías como revolución burguesa, cuando la burguesía (en la acepción marxista) no existía, incluso en forma embrionaria, en un país como el Paraguay. Burguesía comprendida como clase engendrada en la producción manufacturera-industrial, asentada en la proletarización del productor directo, obligado a vender su fuerza de trabajo como mercancía.

Poca repercusión

Por múltiples razones nacionales e internacionales, el ensayo pionero de Oscar Creydt no inspiró otros trabajos que superasen sus contradicciones y afirmasen sus conquistas. Apenas una década mas tarde, el pasado paraguayo fue objeto de análisis materialista de alta calidad, de parte de Richard Alan White, restringida al periodo francista – La primera revolución popular en America: Paraguay (1810-1840)[11]. En el mismo sentido interpretativo, se destaca también la obra del historiador alemán Peters Heinz, El sistema educativo paraguayo desde 1811 hasta 1865, de 1984, traducida al español en 1996[12].

En La primera  revolución radical de América, el historiador estadounidense emprende una erudita lectura de la génesis del Estado francista como resultado de la lucha por la independencia, contra españoles, españolistas, porteñistas y, finalmente, estancieros criollos, capitaneada por Francia.  Lucha sostenida por los campesinos y productores domésticos, artesanos y pequeño-manufactureros, desinteresados en el comercio internacional, cuando no opuestos a él. Segmentos sociales igualmente opuestos a las intervenciones militares exteriores, tradicionalmente apoyadas en las milicias populares, por lo tanto prejudiciales al mondo campesino.

Richard White señala que las restricciones del gran comercio, sobre todo por la oligarquía mercantil porteña, debilitó económica y socialmente la oligarquía comercial y exportadora paraguaya (de hierba mate, de maderas, etc) y fortaleció la economía de los campesinos, de las aldeas de indios y de la producción domestica, artesanal y pequeño-manufacturera, de raíces guaraníes. Fenómeno registrado en forma reiterada por observadores contemporáneos a los hechos.

El médico suizo J.R. Rengger vivió en Paraguay de 1819 a 1825. Este fuerte crítico del francismo escribió: “La interrupción del comercio produjo otro feliz resultado”, “el crecimiento de la industria manufacturera. Hasta entonces solo habían utilizado el algodón para fabricar una especie de tela delgada que servía para hacer camisas, pero la necesidad llevó a los fabricantes a hacer tejidos para toda suerte de ropajes. Los ponchos y las mantas para caballos, que eran de lana, y costaban crecidas sumas  que salían anualmente del Paraguay, se fabricaban entonces en el país: hasta los telares se perfeccionaron”[13].

Oscar Creydt señalará que la chacra (pequeña propiedad campesina) constituyó el eje central de la sociedad paraguaya, debido a los límites de la producción latifundista monocultora de exportación, incluso antes de la era francista. Sociedad campesina de indiscutible dinamismo, en el contexto de su carácter fuertemente autárquico y de su simplicidad y rusticidad relativas, características destacadas por Oscar Creydt, Richard White y Raúl de Andrada y Silva[14].

Enfatizado durante el período francista y todavía sólido bajo el período restaurador lopizta, el carácter fuertemente campesino de la sociedad paraguaya era una diferencia esencial en relación a las otras naciones de la cuenca del Plata, dominadas por la gran propiedad y por el trabajo esclavizado, servil, semi-servil, etc. Entretanto, era objetivamente imposible que la sociedad paraguaya, apoyada fuertemente en el pequeño productor libre e independiente, alcanzase al nivel hiperbólico de crecimiento propuesto por la historiografía patriótica, debido a la rusticidad relativa de su producción agrícola-artesanal.

2. "Revolución y Genocidio": el mal uso de la historia

En el 2011, se celebraron los doscientos años de la independencia nacional de Paraguay, bajo una presidencia constitucional que llegara a despertar las esperanzas de las clases populares y trabajadoras. Las celebraciones motivaron importantes reediciones y ediciones, privadas y públicas, de fuentes y de trabajos historiográficos sobre el pasado de aquel país, con el punto más alto en la publicación, por las Ediciones del Bicentenario, de la colección Doroteo Bareiro, en cuatro grandes volúmenes, con documentos relacionados a la administración del Doctor Francia[15].

Hechos muy auspiciosos fueron los lanzamientos del los trabajos de dos jóvenes  investigadores, Bernardo Coronel[16] y Ronald León Núñez[17], que se propusieron analizar la formación paraguaya desde una óptica marxista, respectivamente de 1537 a 2011 y de 1811 a 1870. En otras palabras, ensayos que se buscaban retomar y profundizar las lecturas interpretativas de Oscar Creydt, Richard White, León Pomer, etc.

En el presente trabajo, discutiremos el libro Revolución y Genocidio: el mal ejemplo de la independencia paraguaya y su destrucción, lanzado en Asunción en Julio de 2011, en el año del bicentenario, con una versión sintética en portugués, publicada en la misma época en San Pablo, Brasil. Se trata de un  trabajo explícitamente político-ideológico, donde el autor, Ronald L. Núñez, que se declara militante del pequeño Partido de los Trabajadores paraguayo, asociado a la Liga Internacional de los Trabajadores, afirma guiarse por el “marxismo” y por los “postulados centrales” de la “revolución permanente” de León Trotsky[18].

Trotsky va a la guerra

Las dos versiones del libro son dedicadas al Partido de los Trabajadores y a la LIT, y presentan un “prefacio” de Nazareno Godeiro, argentino,  miembro de de la dirección del PSTU y de la LIT, que habría vivido por varios años en el Paraguay[19]. Destacamos inicialmente que el trabajo, a pesar de las abundantes referencias a Trotsky y el trotskismo, ignora paradójicamente la importante bibliografía histórica marxista-revolucionaria, principalmente argentina, sobre el tema en cuestión.

Apoyado sobre todo en revisión de obras historiográficas, el estudio no hace referencia a marxistas-revolucionarios que produjeran reconocidos clásicos abordando el tema en debate, como José Hernández y  la guerra del Paraguay, de Enrique Rivera, y La era de Mitre: de Caseros a la guerra del la triple infamia, de Milciades Peña, este último reconocido por muchos como el más creativo historiador trotskista argentino[20].

Revolución y Genocidio jamás se construye como interpretación marxista. A pesar del autor se proponer a analizar las “causas económicas” subyacentes en la historia, el no analiza las relaciones de producción y elude los conflictos de clase. Las contradicciones clasistas en el Paraguay independiente son olvidadas en favor de una pretendida concordancia nacional de intereses entre opresores y oprimidos, que substituye la lucha de clases por la lucha entre naciones. Las categorías interpretativas no son usadas en la acepción marxiana (manufactura, industria, burguesía, etc). Y, a todo esto, se pegan citas y referencias a Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

El autor no aborda la encomienda, las aldeas de indios, los obrajes de hierba mate y de maderas, las chacras, las estancias, formas específicas de organización de la producción y de materialización de la explotación, determinadas fuertemente por el periodo francista, en favor de los explotadores. Hay apenas referencias telegráficas a la disolución, por Carlos Antonio López, de las aldeas de indios. Ronald. L. Núñez circunscribe su desconocimiento de la estructura económica paraguaya al presentar la extracción de hierba mate como “agricultura (sic) basada en el monocultivo (sic) de la hierba mate”[21].

No hace referencia a las granjas de pastoreo, base económico-social de la oligarquía criolla (ganaderos uniformados) que emprendió la última resistencia al francismo y fue un importante sector social del movimiento de restauración que entronizó a Carlos Antonio López. La “Estancia de la  Patria”, propiedad pública dedicada sobre todo al financiamiento de la defensa, es presentada como una especie de Koljos – “producía de forma colectiva y diversificaba los productos  agrícolas  y el ganado bovino que el pueblo necesitaba, más allá del cuero curtido para la exportación”[22]. Al contrario de lo dicho por el autor, las distribuciones de bienes públicos a la población eran realizadas apenas excepcionalmente cuando había epidemias, crisis alimentarias, etc.

Ronald L. Núñez violenta la especificidad de la propiedad estatal de la tierra en el período gubernamental del doutor Francia, que literalmente nacionalizó inmensos territorios, arrendados comúnmente a los campesinos, sin plazo, en pequeñas parcelas, a precios módicos, sin enajenación de la propiedad (en otras palabras, jamás se entregó la tierra como propiedad privada)[23]. Un procedimiento que, posteriormente a la guerra y la restauración liberal, facilitó la expropiación campesina, con la venta de las tierras que explotaban. “Una parte de las inmensas  extensiones de las tierras confiscadas fueron entregadas como propiedades (…) a los campesinos pobres” que “recibían del Estado ropas y herramientas para trabajarlas”[24].

Historia y ficción

Abandonando los ricos matices de Oscar Creydt, Ronald L. Núñez retoma el peor de la lectura del ex secretario del PCP: la transposición mecánica de la realidad europea y la literal  creación de una dirección burguesa para la revolución democrática paraguaya, en frontal contradicción con la interpretación de la realidad a partir de la concepción de la revolución permanente, que afirma abrazar. Para Ronald L. Núñez, las grandes tareas de la revolución paraguaya (que propone abusivamente haber sido perseguidas pelo doutor Francia) serían “formar y consolidar  una burguesía nacional independiente” y garantizar la “libre vinculación del país al mercado internacional”[25]. En otras palabras, ¡sin burguesía nacional  nada de revolución nacional!

Adaptando la realidad a la ficción de la historiografía nacional-patriótica, Ronald L. Núñez propone una “burguesía rural” como la clase “más beneficiada por las medidas económicas de Francia”. Burguesía rural que define, inconsciente de la contradicción que establece, como “pequeños propietarios y campesinos libres”. En verdad, el trabajo vacila siempre entre “burguesía rural” y la “pequeña burguesía rural y urbana”, como la base social francista[26].

En el mundo de los hechos históricos, los pequeños y medios campesinos, de fuertes raíces guaraníes, poseían, ocupaban o arrendaban parcelas de tierra dedicadas a la economía de subsistencia, enviando al mercado el pequeño excedente producido. En el período colonial, ellos habían sufrido permanentemente una fuerte presión por parte de los terratenientes, sobre todo estancieros, deseosos de las propiedades y de la fuerza de trabajo de los chacareros  y de las aldeas de indios. Presión claramente restringida por el francismo, debido a la represión vivida por los grandes propietarios y al decaimiento de la economía de exportación.

Ronald L. Núñez retoma la propuesta de Oscar Creydt, siempre sin los matices de aquel autor, de continuidad armónica entre francismo y lopizmo. “Era [Carlos Antonio López] el sucesor de Francia en su trabajo rumbo a la consolidación de un Paraguay cada vez  más sorprendente (sic)”. Contra esta propuesta, ¿como interpretar la prisión y asesinato de Policarpo Patiño, el primer hombre de Francia, días después del la muerte del Dictador? ¿O como explicar la derrota del francismo y de su candidato, Norberto Ortellado, por los lopiztas, en el congreso de Marzo de 1841?

Lopizmo versus Francismo

La propuesta de armonía estructural entre francismo y lopizmo no permite igualmente comprender el sentido de la represión al programa francista, a través del bando consular lopizta, del 31 de diciembre de 1841, que prohibió las discusiones sobre el francismo, por que era utilizada para mostrar al dictador como “necesario en la república, echando de menos su régimen, con desaire de la presente administración”, en otras palabras, “con desaire”  de la administración de Carlos Antonio López[27].

Ronald L. Núñez ignora las contradicciones políticas y sociales, en favor de su tesis de “burguesía progresista”, en la dirección del Estado, sin contradicciones con los explotados. No justifica igualmente su propuesta del “carácter burgués”, “claramente progresista”, de la oligarquía pre-capitalista surgida en torno a Carlos Antonio López, con énfasis para su familia, enriquecida con la apropiación de los bienes y de derechos públicos.

Después de 1852, con la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Monte Caseros, con el retorno del comercio internacional, se valorizaron en el Paraguay los precios de los trabajadores esclavizados, deprimidos durante el francismo. Entonces, los hijos del presidente, en especial Solano López, hacían compras abundantes al Estado, de cautivos, estancias, etc., a precios de padre para hijo[28]. Esto fue apenas una de las diversas vías de apropiación de bienes y de derechos públicos por el núcleo social oligárquico organizado en torno de Carlos Antonio López.

Las aldeas de indios se fortalecieron durante el periodo francista, debido a la defensa de los derechos de las mismas por el Dictador y la debilidad de los estancieros y del comercio internacional. Ronald L. Núñez aborda en forma telegráfica la disolución de las mismas y la declaración de “sus tierras como propiedad” del Estado, por Carlos Antonio López.

Aquello fue un proceso de enorme importancia que entregó tierras de las aldeas a los segmentos nativos superiores y puso en marcha la proletarización de los inferiores[29]. La disolución de las aldeas de indios era reivindicada por los encomenderos y latifundistas desde el periodo colonial, interesados en las tierras y la fuerza de trabajo de esas unidades productivas comunitarias.

Historia nacional-populista

Ronald L. Núñez retoma sin problemas los desvaríos de la historiografía patriótica  sobre la grandeza y el esplendor nacional, que retrocede paradójicamente a los primeros tiempos del francismo! Ignora en forma absoluta los límites impuestos al crecimiento material del Paraguay francista y lopizta por el desarrollo real de las fuerzas productivas materiales y de las relaciones sociales de producción.

Para él, ya en el inicio del francismo, el bloqueo comercial porteño había forzado “el proceso embrionario de industrialización de algunas materias primas. La industria manufacturera doméstica (sic), como las de tejidos, zapatos,  herrería, metal, plata, joyería” habría avanzado “notablemente debido al crecimiento del campo en su máximo grado (sic)”. Se iniciaba entonces “moderado, pero progresivo, proceso de industrialización[30].

Es monstruosidad historiográfica proponer para el inicio del  francismo desarrollo de la “industrial estatal” que habría crecido “a tal punto que en 1815” (después de apenas dos años del gobierno de Francia!) eran lanzados “los primeros navíos”; “programa de la construcción de carreteras y puentes” de “pavimentación de calles”, de “iluminación”, de “mercados públicos”, etc[31].

Apoyado en importante investigación en los archivos históricos, Richard White reveló el comprometimiento de los escasos recursos públicos, sobre todo en el ejército, durante la era francista. Destacó que la formación de un ejército profesional, en un país que, en el período colonial apoyara su defensa en las milicias populares no pagadas, era una iniciativa sostenida por las clases campesinas, depauperadas en su fuerza de trabajo y en sus recursos económicos por el servicio militar.

En 1816, el cuarto año de la era francista, 84% de los recursos públicos fue invertido en el ejército y apenas el 6,8% en las obras públicas; en 1818, respectivamente, el 77,3% y el 7,8%;  en 1820, el 80,6% y el 14%, etc. En los últimos cuatro años de gobierno francista, hubo una fuerte caída en la inversión pública: apenas 3,4% del presupuesto, en promedio, fueron aplicados en las obras públicas. ¡Realidad circunscripta por la permanente disminución de los impuestos promovida pelo francismo![32]

Destacamos igualmente la enorme  impertinencia de la propuesta del autor de industrialización, aunque moderada, para un país aislado, de mercado minúsculo, de población limitada (unos 200 mil habitantes en el inicio del periodo francista), con medios de transporte rústicos y materias primas escasas. Un país dominado por la agricultura rudimentaria de subsistencia que tenía, como principal instrumento de producción, raramente el arado de madera, utilizando mas comúnmente,  como “azada”, los “omoplatos de vacas o caballos, rígidamente atados a un cabo de madera”! [33]

Por otro lado, ¿cómo sería posible la industrialización en un país privado de clase obrera? Era común en los relatos de los viajantes, noticias sobre prisioneros y soldados trabajando en las obras públicas. Fenómeno debido al alto precio de la fuerza de trabajo libre, nacido de la inexistencia de ejército de reserva [rural e urbano], gracias al relativamente fácil acceso a la tierra, radicalizado en el periodo francista, cuando los braceros se transformaron en grande número en arrendatarios. Una realidad todavía considerable en el lopizmo.[34]

¡Asunción es una fiesta!

La retorica nacional-patriótica de Ronald L. Núñez se acelera todavía más al describir el gobierno de Carlos Antonio López. Entonces, el Paraguay habría sido el “primer país de América del Sur que contó con una empresa siderúrgica y metalúrgica (…)[35]” Habría lanzado “el primer navío construido en América Latina, el Iporá, de 226 toneladas fundidas (sic) en Ybycuí.” Sería señal de desarrollo nacional el envío como becarios de “un grupo [muy pequeño] de jóvenes promisores rumbo a Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos[36]”.  “Don Carlos dejó un país próspero e independiente (…) el único con astilleros, industrias metalúrgicas, textiles, de armas y municiones, telégrafo, flota mercante, marina de guerra, ferrocarril y prensa gráfica (…)[37]” ¡un país de “economía casi totalmente planificada[38]”!

La fundición de hierro de Ybicuí, a más de 120 kilómetros de Asunción, era sustentada por el Estado, para fines militares, non constituyendo en un sentido estricto producción industrial capitalista. El Iporá, finalizado en 1856, era un barco fluvial, de casco de madera, de tímidos 30 metros y 4 cañones, de 70HP, y capacidad de desplazamiento de 226 toneladas (¡que el autor presenta como fundidas en Ybycuí¡) No hay cualquiera primacía en la construcción de barcos por el Paraguay. Un ejemplo: en 1767, en el Arsenal Real de la Marina de Río de Janeiro, entre otras embarcaciones, se construyó la Nao San Sebastián, con capacidad de desplazamiento de 1400 toneladas, con 64 cañones. Y el Brasil era, en esa época, país esclavista colonial atrasado!

Educación Superior Inexistente

El puñado de becarios enviado al exterior no mostraba un avance, más bien atraso relativo de la enseñanza superior en Paraguay, que había contado apenas con el Seminario de San Carlos, para formar clérigos, cerrado por el doctor Francia, por su enorme inutilidad[39]. Hándicap negativo debido en buena parte a las limitadas exigencias culturales de una sociedad esencialmente campesina. ¡La Universidad de Córdoba, en la actual Argentina, donde estudió el Doutor Francia, fue fundada en 1621! En 1808, el Brasil esclavista comenzó a tener facultades de Medicina, Ingeniería, Derecho, Farmacia. Ya en el período colonial poseía una Escuela Militar.

Las primeras ferrovías de América Latina fueron inauguradas en Perú y Chile en 1851, en Brasil en 1854, en Argentina en 1857, etc. Todas anteriores a la paraguaya, que entró en funcionamiento en 1861. Tres años después del fin de la guerra, el Imperio del Brasil tenía más de mil kilómetros de vías férreas. El Paraguay, al final del conflicto, jamás pasó de los 80 kilómetros! Destacamos que las vías férreas brasileñas no aydaron a disolver, más bien a consolidar, por largos años, el carácter esclavista de la formación social brasilera y, por tanto, su atraso social relativo.

La primera prensa gráfica fue inaugurada en Paraguay durante el gobierno de Carlos Antonio López, también con inmenso atraso en relación a las otras naciones vecinas. En un país dominado por la pequeña producción campesina de subsistencia, era imposible y sin sentido una economía planificada. Lo que no quiere decir que no existiesen políticas económicas (tributarias, agrarias, etc), lo que es algo completamente diferente.

Tonelaje Modesto

En su libro El presidente López, Julio Cesar Chaves sintetiza en forma ponderada las principales obras materiales de los diez primero años del lopizmo: “(…) en el campo de la cultura la apertura de muchas escuelas primarias en la campaña; el mantenimiento por cuentas del Estado de tres casas destinadas a la educación de jóvenes insolventes. La inauguración de una imprenta (…). En materia de obras públicas, presenció Asunción la construcción de la nueva casa de gobierno (…),  además de otros edificios destinados a oficinas públicas (…). Se puso término al arreglo de las calles, asignándoles por decreto sus respectivos nombres.”

Sigue el historiador liberal paraguayo, siempre simpático con Carlos Antonio López: “En la campaña se cumplió un modesto aunque intenso plan de obras de vialidad. Abriéronse nuevos caminos, se rectificaron otros, ensanchándose algunos más, se construyeron puentes, se canalizaron arroyos. En el orden industrial, fueron ampliada las fábricas de pólvora y tercerolas, estableciéndose otras para la producción de proyectiles de artillería.” Propone sobre la marina:“ Se armaron barcos de guerra de modesto tonelaje, al mismo tiempo que se procedía a la construcción por cuenta del Estado de varios buques mercantes igualmente de escaso calado[40].”

Se trataba de rústicas escuelas rurales, de una pieza, de paredes de barro y techos de paja; de arreglo de calles de la capital, y no de pavimentación; de abertura y conservación de caminos, y no de carreteras; de fábricas públicas necesarias para la defensa, y jamás de industrias apoyadas en el mercado consumidor interno; de barcos fluviales de limitado tonelaje, de cascos de madera, etc[41]. A esas iniciativas gubernamentales se asociaron, sobre todo, la fundición de Ybycuí; unos 80 kilómetros de vías férreas; sistema de telégrafo. Todo producto de esfuerzo de modernización del país, comandado por el Estado, de acuerdo con las posibilidades del nivel de crecimiento paraguayo, apoyado en el aumento de los impuestos de la población.

¿Por que la Guerra?

No son gratuitas las narrativas fantasiosas de Ronald L. Núñez acerca del crecimiento extremo del Paraguay. Para el, la gran razón de la guerra fue la conspiración del capital inglés contra la burguesía progresista que emprendiera la industrialización única en el mundo, en esa pequeña parcela del interior sudamericano. Segundo Ronald Núñez, el Paraguay era “la nación más progresista de América”, con una “burguesía nacional autónoma” en formación. Bajo el gobierno de Solano López, el país “estaba evolucionando de forma independiente hacia el capitalismo industrial”, el que era, según el autor, “inaceptable para la burguesía monopolista inglesa[42]”. Destacamos que, en el inicio del gobierno de Solano López, ¡Paraguay tenía poco más de 400 mil habitantes!

“Su majestad” comenzó “a sentirse incomodo en sus zapatos”, exigiendo que el  portentoso “mercado paraguayo” fuese “abierto bajo la descarga de los cañones[43]”. “(…) la causa central de la guerra contra la Triple Alianza” sería el “apetito insaciable de la burguesía inglesa”, que exigía que el mercado paraguayo consumiese los “productos manufacturados provenientes del Imperio [británico]” y produjese “materias primas” para la industria inglesa. Por tanto, fuera imprescindible destruir la burguesía progresista e industrialista, ¡farol del pueblo y la nación paraguaya![44]

Esa visión contradice el propuesto por el propio Ronald L. Núñez, de que la “guerra promovida por la Triple Alianza fue (…) de exterminio”. Si el imperialismo quería vender mercancías y comprar materias primas, ¿porque exterminar los consumidores y los productores? Esta tesis del autor también se opone al real proyecto del Estado lopizta: insertar a Paraguay en el comercio mundial, como exportador de materias primas (Yerba mate, tabaco, maderas duras, cueros, etc) e importador de bienes manufacturados, sobre todo ingleses. Para este fin, el 2 de Enero de 1846, Carlos Antonio López bajó las tajas aduaneras francistas sobre la importación de manufacturas e intervino en el Plata a favor de la conexión comercial con el mercado exterior, invirtiendo la orientación de neutralidad de la política externa de Francia[45].

Según Ronald L. Núñez, Inglaterra no fue a la guerra directamente con Paraguay por que disponía “de lacayos” “codiciosos” y “sumisos en la región[46]”. Consecuentemente, delegó a Argentina, Brasil y Uruguay para hacer su trabajo, sin obtener ventajas, ya que el gran y único ganador habría sido Inglaterra. “El único vencedor del mayor conflicto armado en América del Sur fue el naciente imperialismo británico”, que promovió igualmente “la mayor matanza de seres humanos (…)[47]

La tesis imperialista

En su antiimperialismo simplista, la tesis de la guerra luchada esencialmente por delegación de los intereses ingleses tenía gran aceptación en la historiografía río platense, antes mismo de ser consagrada en Genocidio americano, en 1979. Su gran influencia proviene del hecho de eludir la necesaria (y compleja) explicación esencial del conflicto, a partir de las grandes contradicciones entre las naciones de la región, expresiones de proyectos divergentes de las clases dominantes de los países envueltos en aquellos sucesos.

Esa visión de la determinación imperialista inexorable de los fenómenos nacionales desconoce el papel de las confrontaciones entre las clases dominantes y de estas últimas con las clases dominadas de las naciones coloniales y semi-coloniales. En los hechos, ella niega la existencia de una historia propia a aquellas naciones, siempre reducida a una copia mecánica de las influencias y de las determinaciones de las potencias hegemónicas[48].

Sin embargo, impugnar la explicación imperialista de la Guerra Grande no significa proponer que Inglaterra no se colocaba en la perspectivas de la Argentina liberal-mitrista y del Imperio liberal-esclavista,  contra Paraguay, realizando excepcionales negocios con el suministro de armas y los empréstitos. No significa, mucho menos, aceptar la impugnación de cualquier acción imperialista en esa región, o del propio concepto de imperialismo, como propuesto por el historiador inglés Leslie Bethell[49].

Ya en 1955-57, Milciades Peña refutaba con sensibilidad la explicación de la guerra como iniciativa inglesa, responsabilizando sobre todo por ella a las clases dominantes del Imperio del Brasil y a la oligarquía liberal-unitaria porteña.  “Ni la monarquía coronada brasileña ni la oligarquía mitrista [argentina] hicieron la guerra del Paraguay por encargo de Inglaterra, aunque al terminar la guerra el principal beneficiario de la destrucción del Paraguay y la miseria de sus vencedores fue el capital londinense.” ¡Destáquese la idea de Milciades Peña de Inglaterra como principal (y jamás único) beneficiario del conflicto!

El joven historiador marxista-revolucionario argentino destacaba con razón que el disparador coyuntural del conflicto, la invasión de Uruguay por el Imperio, violentaba la “posición británica”, que no quería a Uruguay bajo la bota de un Imperio brasileiro hegemónico en el Plata[50]. Milcíades Peña apunta igualmente para las contradicciones internas en el seno de las propias clases dominantes inglesas sobre el conflicto en el Plata, que llevaran a la divulgación del vergonzoso tratado secreto de la Triple Alianza, causando enormes dificultades diplomáticas para los firmantes del acuerdo.

Las razones del Imperio

No es aquí el lugar para presentar las razones profundas del conflicto. Destacaremos apenas la necesidad del Imperio de imponer su hegemonía sobre el Uruguay, ya que se interesaba, por un lado, en el comercio del Plata, sobre todo después de ser expulsado de la costa de África por los ingleses, em 1850, y por otro, su interés en los cueros y charqui garantizados por la fértil pampa oriental, necesarios para la producción de café a base de esclavos que estaba en expansión. Era también antigua la voluntad imperial de abrir la navegación en los ríos tributarios del Plata, permitiendo el comercio con sus provincias occidentales, sobre todo la provincia de Mato Grosso.

La Villa de Corumbá, fundada en 1778, en la margen izquierda del río Paraguay, en el último trecho navegable por embarcaciones de gran porte, se desarrolló significativamente apenas después de la Guerra Grande, cuando el Imperio dominaba ya aquella navegación.  Entonces, se transformó en uno de los mayores puertos fluviales de América del Sur, recibiendo vapores llegados de Brasil, de otros puertos de América y Europa, trayendo manufacturas y llevando cueros , charqui, pieles, etc.

Las clases dominantes del Imperio reclamaban del Paraguay importantes porciones de tierras en litigio, como parte del proceso territorial expansionista impulsado en detrimento de prácticamente todas las naciones con que Brasil tenía fronteras. Frontera y navegación fueron los motivos de la gran intervención naval del Imperio en  Paraguay, de 1854-5, aventura que resultó en un enorme fracaso, en buena parte por motivos logísticos, demostrando la dificultad de las fuerzas imperiales brasileras de imponerse, en forma aislada, al Paraguay[51]. No tenemos hasta ahora ningún indicio de que esa primera guerra contra Paraguay hubiese sido minimamente ordenada por Inglaterra.

Para el liberal-mitrismo, expresión de los intereses de la oligarquía mercantil porteña y de los estancieros bonaerenses, ambos grandes socios del comercio y del capital británico, la derrota del Uruguay constitucional y del Paraguay autónomo aniquilaría las fuerzas federalistas orientales y de las provincias del Interior y del Litoral argentino[52]. Los liberales-mitristas argentinos soñaban con la anexión de al menos parte de Paraguay, frustrada por la oposición del Imperio después del fin del conflicto.

Las razones del Paraguay

Tradicionalmente, al discutir las razones y los sentidos del conflicto, desde el punto de vista de Paraguay, se analiza la Guerra Grande como un solo bloque, que habría iniciado con la declaración de guerra al Imperio y, acto seguido, a la Argentina, y la intervención en defensa del gobierno Blanco uruguayo, y terminaría con la muerte de Solano López, en Cerro Corá en 1870.

Creemos que analíticamente el conflicto debe ser dividido en dos momentos de calidad distinta: la campaña ofensiva, emprendida por iniciativa del Estado lopizta y de las clases dominantes paraguayas, interesados en la consolidación y expansión del export-import y, por tanto, en la libertad comercial, amenazada por la eventual hegemonía imperial sobre el puerto de Montevideo y por el control liberal-mitrista del puerto de Buenos Aires, consolidado después de la derrota federalista en la batalla de Pavón, en 1862.

La primera fase de la guerra resultó un enorme fiasco, debido a la escasa visión diplomática, militar, política y estratégica de la administración de Solano López, que trazó planos de campaña irrealistas, apoyado  apenas en el probable sostén del General Urquiza y de los federalistas argentinos y la eventual resistencia de las fuerzas blancas orientales. Los segmentos campesinos fueron mantenidos al margen de la decisión sobre aquella campaña desordenada, en la cual fue aniquilada gran parte de las tropas de líneas del ejército paraguayo. Es sintomático que las tropas paraguayas habían mostrado escasa creatividad y belicismo en la campaña ofensiva, se rindieron en la villa Uruguaiana, en el Rio Grande del Sur, casi sin combatir.

Em 1846, durante la expedición militar de Carlos Antonio López, contra Juan Manuel de Rosas, en alianza con el General unitario Paz y las fuerzas correntinas, parte de las tropas paraguayas se sublevaron, el 28 de Febrero, en Payubré, en la provincia de Corrientes, dispuestas a marchar para Asunción, para exigir un pronunciamiento del Congreso sobre la intervención militar fuera de las fronteras nacionales.

Debelado el movimiento entre las tropas, Francisco Solano López, con 19 años, comandante de las tropas expedicionarias paraguayas, mandó a fusilar a los que estaban a la cabeza de la sublevación y, posteriormente, disolvió los escuadrones insubordinados. La sublevación militar ciertamente influenció la suspensión de la campaña y la interrupción de la política  intervencionista de Carlos Antonio López[53]. Como hemos señalado, los campesinos paraguayos odiaban las aventuras militares extra-nacionales.

Una guerra Campesina

Después de la derrota en Uruguaiana, durante la campaña defensiva, luchada totalmente en territorio paraguayo, se materializó la enorme belicosidad de las tropas paraguayas, formadas entonces sobre todo por la población campesina armada, en otras palabras, principalmente por las milicias auxiliares, de fortísimas raíces guaraníes. Más allá de sus disparates patrióticos, a pesar de no desarrollar su reflexión, el citado Manuel Domínguez vislumbra las profundas bases del radicalismo en la defensa de las fronteras nacionales: la comprensión o la intuición por la población rural de que en la guerra se jugaba su suerte como clase, asentada en la posesión o detención de la tierra.[54]

Entenderemos las consecuencias sociales esenciales de la derrota paraguaya en la Guerra Grande apenas si comprendemos la segunda etapa de los combates como una guerra campesina, en la cual los pequeños y medianos productores rurales se servirían de Solano López (más de lo que él se servía de ellos) para defender lo que habían conquistado, sobre todo durante el periodo francista, y que no fuera esencialmente confiscado por el lopizmo. El carácter social de esta guerra nacional-campesina fue y ha sido encubierto, a la vez, por el lopizmo positivo y negativo, a través de la abusiva personalización del conflicto, emprendida en torno de la figura de Solano López, visto como un personaje histórico totalmente maléfico o prometeico.

La disolución de la antigua formación social paraguaya no se debe a la perdida de inmensas posesiones que, en los hechos, no eran mayoritariamente parte de los territorios nacionales históricos paraguayos, argentinos o brasileros. En general eran regiones que cabían a España, segundo os Tratado de Tordesillas, Madrid e Santo Idelfonso, y eran motivo de disputas desde el periodo colonial entre las dos potencias ibéricas, reivindicadas por el Paraguay cuando se fraccionó el Virreinato de Río de la Plata. Eses territorios, poco habitados, no poseían asentamientos humanos significativos paraguayos, argentinos o imperiales.

No fue, también, la indiscutible mortandad en la guerra que constituyó la decadencia de la nación paraguaya. Ella jamás alcanzó la dimensión propuesta por muchos analistas y por Ronald L. Núñez, que sugiere un verdadero genocidio, con la muerte de la mitad de la población, en otras palabras, unos 225mil paraguayos, ¡con la sobrevivencia de apenas “mujeres, niños y ancianos”! Registramos la corroboración por Ronald L. Núñez de la afirmación tradicional irresponsable de la muerte de todos los hombres. Mismo habiendo una fuerte mortandad entre la población masculina, sobre todo  adulta, la guerra salvó a la población femenina, que garantizó rápidamente el crecimiento de la demografía paraguaya[55].

La gran derrota de la formación social paraguaya fue esencialmente político-social. Ella se debió a la derrota, masacre y desorganización de su inmensa clase campesina, golpeada fuertemente durante los años de conflicto. Lo que permitió que, en los años siguientes al final de la guerra, ya bajo el dominio de las clases dominantes liberales y nacionalistas paraguayas, la clase campesina autónoma fuera destruida socialmente cuando de las inmensas privatizaciones de las tierras, por ella ocupadas, en general sin título de propiedad, como señalado.

Por una de esas paradojas de la historia, el golpe mortal a la maltrecha clase campesina paraguaya fue dado con la ley del 16 de Julio de 1885, quince años después del fin del conflicto, por el mayor héroe lopizta que sobrevivió a la guerra, el general Bernardino Caballero (1839-1912), durante su gestión presidencial (1880-1886). La ley permitió “enajenar todas las tierras públicas”[56].

Con el aniquilamiento final de la clase campesina autónoma, impulsado esta vez por Bernardino Caballero, destacado representante de las clases dominantes paraguayas, en gran parte a favor del capital extranjero, se inauguró el Paraguay moderno, con sus miserias sin fin.  No fue paradojo histórico que el agente de la destrucción final de la clase campesina autónoma paraguaya fuera el fundador del Partido Colorado, populista-autoritario, que apoyó fuertemente la génesis, crecimiento y consolidación de las tesis nacional-patrióticas sobre la guerra del Paraguay. Tesis – abrazada por Ronald L. Núñez –, que niega el papel histórico fundamental de los campesinos en la formación social paraguaya y en la Guerra Grande.

 


[1] Doctor en Historia por la UCL (Bélgica), es Profesor de PPGH de la UPF, Brasil. maestri@via-rs.net

[2] Maestri, Mario. “A Guerra Contra o Paraguai: História e Historiografia: Da instauração à restauração historiográfica [1871-2002]” Revista digital Estudios Históricos – CDHRP- Agosto 2009 - Nº 2 – ISSN: 1688 – 5317. http://www.estudioshistoricos.org/

[3] Domínguez, Manuel. El alma de la Raza. Buenos Aires, Ayacucho, 1946. Pp. 17-39.

[4] Báez, Cecilio. Ensayo sobre el Dr. Francia y la dictadura en Sudamérica. 2° ed. Revisada y aumentada. Asunción, Paraguay, 1985.

[5] Queiroz, Silvânia de. “Revisando a Revisão: Genocídio Americano: a guerra do Paraguai de J.J. Chiavenato”, PPGH-UPF, diciembre de 2010. (disertación de maestria).

[6] Maestri, Mário. Guerra Contra o Paraguai [...] Ob.cit.

[7] Chiavenato, J.J. Genocídio Americano: A guerra do Paraguai. 27 ed. São Paulo, Brasiliense, 1987.

[8] O´Leary, J.E. El Mariscal Solano Lopez3° ed. Asunción, Paraguay, 1970. [1ed 1922]; El Paraguay en la unificación argentina [1924] y La guerra de la Triple Alianza. Asunción, Instituto Colorado de Cultura, 1976.

[9] Creydt, Oscar. Formación histórica de la nación paraguaya: pensamiento y vida del autor 3° ed. Asunción, Servilibro, 2007. Pp. 47-119.

[10] Maestri, Mário. “A Singularidade do Estado Francista: a Leitura de Oscar Creydt” História: Debates e Tendências. Revista do Programa de Pós-Graduação em História, [2012], no prelo.

[11] White, Richard Alan. La primera revolución popular en America: Paraguay (1810-1840). 2° ed. Asunción, Carlos Schauman, 1989.

[12] Heinz, Peters. El sistema educativo paraguayo desde 1811 hasta 1865. Asunción, Instituto Cultural Paraguayo-Alemán, 1996.

[13] Rengger, J.R. “Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay” en Rengger, Carlyle y Demersay. El doctor Francia. Asunción, El Lector, 1987. p. 51.

[14] Andrada e Silva, Raul. Ensaio sobre a Ditadura do Paraguai. [1814-1840]. São Paulo, Coleção Museu Paulista, 1978. 267 pp.

[15] Francia, Edición comentada, aumentada y corregida de la Colección Doroteo Bareiro del Archivo Nacional de Asunción. Asunción, Tiempo de Historia, 2009-2010. vol. I [1762-1816], II [1817-1830], III [1831-40].

[16] Coronel, Bernardo. Breve interpretación marxista de la historia paraguaya. (1537-2011). Asunción, Arandurã, 2011.

[17] Núñez, Ronald León. Guerra do Paraguai: revolução e genocídio. São Paulo, Sundermann, 2011. Agradecemos el gentil cadencia del autor de la copia de la edición paraguaya del libro.

[18] Núñez, R.L. id.ib. p. 15.

[19] En nuestro análisis, al citar el trabajo de Núñez, utilizaremos la versión abreviada en portugués.

[20] Rivera, Enrique. José Hernández y la Guerra del Paraguay. Buenos Aires, Colihue, 2007. [1° Ed. 1954]; Peña, Milciades. La era de Mitre: de Caseros a la Guerra de la Triple Infamia. 3° ed. Buenos Aires, Fichas, 1975.

[21] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...].Op. cit. p. 23.

[22] Id.ib. P. 59.

[23] Por ejemplo, Susnik, Branislava. Una visión socio-antropológica del Paraguay del siglo XIX. Asunción, Museo etnográfico Andrés Barbero, 1992. P. 31.

[24] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...].Op. cit. P. 59, el destacado es nuestro.

[25] Id.ib. P. 43.

[26] Id.ib. P. 71.

[27] Archivo Nacional de Asunción, Asunción, Vol. 246, n. 1.

[28] Plá, Josefina, Hermano negro: la esclavitud en el Paraguay, Madrid, Paraninfo, 1972. P. 60.

[29] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...].Op. cit. P. 81.

[30] Id.ib. P. 66, el destacado es nuestro.

[31] Idib. cit. P. 66.

[32] White, Richard, La primera revolución []. Op.cit. p. 213 y siguientes.

[33] Andrada e Silva, Raul, Ensaio sobre a ditadura do Paraguai: 1814-1840. São Paulo, Coleção Museu Paulista, 1978. p. 59, 209 y seguintes.

[34] CHAVES, Julio Cesar. El presidente López: vida y gobierno de Don Carlos. Buenos Aires, Ayacucho, 1955. P. 215.

[35] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...]. Op. cit. P. 82

[36] Id.ib. P. 83 y 84.

[37] Id.ib. P. 89.

[38] Id.ib. P. 110.

[39] Heinz, Peters. El sistema educativo paraguayo desde 1811 hasta 1865. Op.cit. p. 83 y siguientes.

[40] Chaves, Julio Cesar, El presidente López: vida y gobierno de Don Carlos. Buenos Aires, Ayacucho, 1955. P. 131.

[41] Sobre la educación en Paraguay, ver, Heinz, Peters, El sistema educativo paraguayo[…]. Op. cit., 1996.

[42] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...].Op. cit. P. 95.

[43] Id.ib. P. 135.

[44] Id.ib. P. 135.

[45]El Paraguayo Independiente”, n° 28, Asunción, sábado, 17 de enero de 1846.

[46] Núñez, R.L.  Guerra do Paraguai [...].Op. cit. P. 104.

[47] Id.ib. P. 178 y 181 el destacado es nuestro.

[48] Por ejemplo, Bandeira, Moniz, O expansionismo brasileiro e a formação dos estados na bacia da Prata: da colonização à guerra da Tríplice Aliança. São Paulo, Ensaio, 1995.

[49] Bethell, Leslie, “O imperialismo britânico e a Guerra do Paraguai” en Castro, M.E. & Marques, M. [Org.] Guerra do Paraguai: 130 anos depois, Rio de Janeiro, Relume-Dumará, 1995. Pp. 133-150.

[50] Peña, Milciades, La era de MitreOp cit. P. 61 o en Maestri, Mario: Circulo de Ferro, Milcíades Peña e o capitalismo pastoril argentino. Socialismo o Barbárie, Buenos Aires, junio de 2010. http://www.socialismo-o-barbarie.org/historias/100620_milciadespenia.htm.

 

[51] Teixeira, Fabiano Barcellos, “Uma estratégia contestada: a missão imperial ao Paraguai (1854-1855)”, Revista Brasileira de História Militar, año II, n° 6, Diciembre 2011, www.historia militar.com.br/artigo4RBHM6.pdf

[52] Pomer, León, Cinco años de guerra civil en la Argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.

[53] Chaves, Julio Cesar. El presidente López, Op. cit. p. 109.

[54] Domínguez, Manuel. El alma de la Raza. Buenos Aires, Ayacucho, 1946. p. 34.

[55] Núñez, R.L. Guerra do Paraguai…” Op. cit. P. 168

[56] Pastore, Carlos. La lucha por la tierra en el Paraguay. 3 ed. Asunción, Intercontinental, 2008, p. 225 y siguientes.