Iraq

Fracaso militar en Basora

EL general Petraeus responsabiliza a Irán

Análisis de Gareth Porter (*)
Inter Press Service (IPS), 07/04/08

Washington.– Un objetivo clave del testimonio que dará esta semana ante el Congreso legislativo de Estados Unidos el comandante de las fuerzas de ocupación en Iraq, David Petraeus, será insistir en que Irán libra una "guerra por delegación" en suelo iraquí.

El general presentará este martes y el miércoles un informe sobre la situación en Iraq, y se someterá a las preguntas de dos senadores del opositor Partido Demócrata que a la vez se disputan la candidatura a la presidencia: Barack Obama y Hillary Clinton, así como del candidato del gobernante Partido Republicano, John McCain.

Petraeus testificará que la sorprendentemente efectiva resistencia armada a una operación militar estadounidense en la meridional ciudad de Basora fue orquestada por Irán y ejecutada por un grupo de milicianos chiitas disidentes del insurgente Ejército Mahdi, liderado por Moqtada al Sadr.

Esta afirmación fue negada por el propio Sadr en una entrevista el 29 de marzo para la cadena televisiva panárabe Al Jazeera, en la que además reclamó la liberación de un hombre que Petraeus identificó como líder de esa facción rebelde.

La idea de que grupos milicianos chiitas disidentes, respaldados por Irán, socavan los esfuerzos de Sadr por darle un curso más moderado a la lucha contra la ocupación fue introducida por Estados Unidos a inicios de 2007. Estas milicias fueron llamadas "grupos especiales", término que no provino de Teherán ni de los propios chiitas, sino de la administración de George W. Bush.

En abril, luego de que las fuerzas estadounidenses detuvieron a un ex portavoz de Sadr, Qais al–Khazali, el propio Petraeus anunció que había capturado al jefe de una "red de células secretas extremistas", a la que llamó "la red Khazali".

El portavoz de las fuerzas estadounidenses, Kevin Bergner, señaló a inicios de julio pasado que la red de Khazali era un "grupo especial" financiado, armado, entrenado y a veces hasta "dirigido" por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.

Además, señaló que el movimiento chiita pro–libanés Hezbolá estaría siendo usado por Irán para organizar este tipo de grupos en Iraq.

La identificación de Khazali como jefe de la facción "hostil" despertó muchas dudas. Ese hombre, uno de los aliados de mayor confianza de Sadr, jugó un papel clave en el reclutamiento del Ejército Mahdi durante su etapa formativa en 2003.

Khazali pasó a la clandestinidad a fines de 2004, luego de una dura batalla en la que el Ejército Mahdi sufrió un gran número de bajas y cuando Sadr inició un largo período de repliegue.

En conferencia de prensa el 30 de marzo de 2007, el general Michael Barbero, del Estado Mayor Conjunto, dijo que tanto Khazali como su hermano estaban vinculados con la "organización Sadr".

Bill Roggio, administrador de una página editorial en Internet a favor de la guerra y quien mantiene estrechas relaciones con el comando estadounidense en Bagdad, reveló en febrero de 2007 que el propósito real de difundir la idea de una "guerra por delegación" en Iraq era servir a la estrategia de Petraeus de dividir al Ejército Mahdi.

"El discurso del ‘elemento hostil’ le ofrece a los combatientes y comandantes del Ejército Mahdi una posibilidad de salida", escribió Roggio.

Un comandante del Ejército Mahdi puede "elegir oponerse al gobierno y ser objeto de ataques o dar un paso al costado e integrarse al proceso político", añadió.

El primer comentario del embajador estadounidense Ryan Crocker sobre la resistencia armada en Basora en una entrevista del 26 de marzo fue negar que las milicias armadas representaran al Ejército Mahdi.

"Lo que están viendo no es un levantamiento del Jaish al–Mahdi (Ejército Mahdi)", insistió Crocker. "Se trata de una facción del Jaish al–Mahdi, los llamados ‘grupos especiales’, que en realidad son básicamente milicias criminales muy duras", sostuvo.

Sin embargo, un artículo de la historiadora militar neoconservadora Kimberly Kagan publicado por el periódico The Wall Street el 3 de este mes sugiere que Petraeus reformuló el argumento de la "guerra por delegación" a la luz del evidente papel que desempeñó el propio Ejército Mahdi en la resistencia a la operación estadounidense en Basora.

La historiadora es esposa de Fred Kagan, uno de los principales arquitectos de la estrategia militar "surge" (embate) para fortalecer la seguridad en Bagdad y miembro de un equipo especial del gobierno de Bush encargado de presentar y explicar al público la línea política–militar de la administración.

Su artículo evidentemente revela que mantuvo conversaciones con Petraeus y otros funcionarios en Bagdad durante la semana previa a su publicación.

Kimberly Kagan, a diferencia de Croker, no hace ningún esfuerzo para negar que el Ejército Mahdi estuvo plenamente involucrado en la resistencia armada en Basora, Bagdad y otras ciudades. Pero señala que fueron los "grupos especiales", y no la organización de Sadr, los que "coordinaron los ataques del regular Ejército Mahdi en la capital y en las provincias".

Además, Kagan describió al Ejército Mahdi como "una reserva de la que los grupos especiales se nutrirán en tiempos de crisis". "Debido a todo su discurso nacionalista, Sadr evidentemente no está en control del movimiento", añadió.

La nueva versión del discurso de la "guerra por delegación" le atribuye el control del Ejército Mahdi a los "grupos especiales".

Pero en una entrevista para Al Jazeera, grabada justo antes del operativo estadounidense en Basora y transmitida el 29 de marzo, Sadr exigió la liberación de Qais al Khazili, a quien Petraeus identificó como jefe de los supuestos "grupos especiales".

Esto confirmó los indicios ya existentes de que Khazali nunca estuvo involucrado con una facción disidente y de que lo que el comando estadounidense llama "grupos especiales respaldados por Irán" nunca existieron.

Leila Fadel, representante en Bagdad del grupo de periódicos estadounidenses McClatchy, sostuvo en un artículo publicado el 30 de marzo que la estrategia de Teherán en Iraq no tiene nada que ver con la denunciada por Estados Unidos.

Fadel informó que el general Qassem Suleimani, comandante de las Brigadas Al Qods (Jerusalén) de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, auspició una tregua con Sadr después de que representantes de los partidos chiitas que ahora apoyan al gobierno del primer ministro iraquí Nuri Al Maliki viajaran secretamente a la ciudad iraní de Qom el 29 y 30 de marzo para pedir su intervención.

El papel de Suleimani en la reducción de la violencia en Basora indica que el poder de Irán en el Iraq chiita está basado sobre sus buenas relaciones con todas las facciones. Teherán se ha convertido así en árbitro en sus conflictos.

Por otra parte, Irán no tiene razones para apoyar a un pequeño grupo disidente para alcanzar sus intereses, cuando ya disfruta relaciones de cooperación estratégica con el gobierno de Maliki.

El Ejército Mahdi recibió entrenamiento en Líbano e Irán, y sin duda asistencia financiera de iraníes para conseguir armas. Pero Sadr reveló en la entrevista con Al Jazeera que en una ocasión le dijo al líder supremo iraní Alí Jamenei que discrepaba con los "intereses políticos y militares" de Teherán.

Esto habría sido una referencia al pronunciamiento de Irán a favor de chiitas rivales de Sadr que permanecen en el poder con apoyo de Estados Unidos.


(*) Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.


Fuerzas de EEUU atrapadas sin salida

Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 07/04/08

Washington.– Pese a la reducción de la violencia en los últimos 15 meses, "Estados Unidos corre el riesgo de quedar empantanado en Iraq por un largo tiempo, con serias consecuencias para sus intereses en otras partes del mundo", alertaron expertos que en 2006 asesoraron al Congreso legislativo.

El análisis destaca que los menores niveles de violencia han reportado muy limitados progresos hacia la reconciliación nacional y que los avances en materia de seguridad son "frágiles y están sujetos a la presencia de las fuerzas estadounidenses".

"Los progresos en el terreno político son tan lentos, vacilantes y superficiales, la fragmentación social tan marcada", que Washington "no se encuentra más cerca de estar en condiciones de abandonar Iraq que hace un año atrás", según el informe divulgado por el Instituto Estadounidense de la Paz (USIP, por sus siglas en inglés).

"Alcanzar un desarrollo político duradero puede tomar de cinco a 10 años de un completo e incondicional compromiso de Estados Unidos", que tendrá "un altísimo costo, tanto económico como humano, que se sumará al que implica el sacrificio" de otros intereses globales de Washington a causa de su presencia en Iraq, señaló el estudio.

Incluso si se verificaran progresos, advirtió la evaluación, "los resultados podrían no justificar el costo".

El informe se conoció en vísperas del testimonio que brindarán este martes ante el Congreso en Washington el embajador estadounidense en Bagdad, Ryan Crocker, y el general David Petraeus, máximo comandante militar de las fuerzas de ocupación en Iraq.

Ambos pedirán a los legisladores que la reducción de fuerzas iniciada hace meses se suspenda a fines de julio, cuando se llegará a un nivel de 140.000 soldados, frente a los 170.000 existentes en el momento de máximo despliegue militar. Argumentarán que la medida es necesaria para sostener los avances en materia de seguridad alcanzados durante el último año.

Esta recomendación parece contar con el apoyo del presidente George W. Bush, pero seguramente enfrentará una fuerte oposición de los legisladores del opositor Partido Demócrata, quienes están a favor de continuar con el retiro de unos 5.000 soldados por mes desde hasta fin de año.

El Estado Mayor Conjunto comparte en privado el punto de vista de la oposición. Incluso advirtió públicamente que mantener un elevado número de tropas en Iraq tendrá un costo insostenible, tanto para la moral de los soldados como para la capacidad de Washington de responder a otras potenciales crisis militares.

El estudio del USIP representa la opinión de los expertos militares y en asuntos regionales que asesoraron hace dos años al bipartidista Grupo de Estudio de Iraq (ISG, por sus siglas en inglés), designado por el Congreso. Seguramente ofrecerá argumentos a los legisladores que buscan cuestionar a Crocker y Petraeus.

El ISG, que estuvo presidido por el ex secretario de Estado (canciller) James Baker (1989–1992), del oficialista Partido Republicano, y el ex diputado demócrata Lee Hamilton, había reclamado en diciembre de 2006 una retirada de todas las tropas de combate de Iraq para abril de este año.

Según su propuesta, sólo deberían permanecer alrededor de 8.000 soldados, cuya función sería la de entrenar y equipar a las fuerzas de seguridad iraquíes, realizar operaciones contra la red terrorista Al Qaeda y proteger a los civiles estadounidenses.

Bush rechazó esas recomendaciones y optó por su estrategia de "escalada", que incrementó el número de tropas en unos 30.000 hombres, con la esperanza de reducir la violencia sectaria y lograr que las facciones políticas y religiosas llegaran a los compromisos necesarios para alcanzar una reconciliación nacional.

Aunque se han logrado mejoras importantes en materia de seguridad, los avances hacia la reconciliación se han limitado a concesiones tácticas destinadas a asegurar que Washington mantenga su apoyo, según el estudio del USIP.

"No se han superado las causas subyacentes de la inestabilidad política ni se facilitó la formación de un verdadero gobierno nacional", según la evaluación, que advirtió asimismo que "muchos de los éxitos se deben a factores que están fuera del control de Estados Unidos y son, por lo tanto, susceptibles a un cambio".

Entre ellos, el estudio menciona al cese de fuego declarado por la mayor milicia iraquí, el Ejército Mahdi, liderado por el clérigo chiita Moqtada al–Sadr, y la voluntad de ex insurgentes sunitas de cooperar con Estados Unidos a causa de su visceral oposición al gobierno de Bagdad.

El informe sugiere dos posibles alternativas a la actual política de compromiso "incondicional" con Iraq.

La primera plantea una participación estadounidense "reducida y condicional", que apoyaría al gobierno iraquí en el logro de unos pocos objetivos de mínima: la creación de un mecanismo de coparticipación de los ingresos petroleros, la realización de elecciones provinciales para lograr una estructura de poder descentralizada y la profesionalización de un ejército no sectario, para "proteger al Estado y controlar la violencia entre facciones".

Según el USIP, si Bagdad no realiza avances importantes hacia esos objetivos para fines de este año, Washington retiraría sus tropas de acuerdo con su propio calendario. Si se verifican progresos, igualmente se reduciría el número de tropas y se pondría el acento en el entrenamiento y equipamiento del ejército iraquí, para ayudarlo a prevenir la violencia sectaria.

La segunda opción sería una "incondicional y prácticamente total reducción del compromiso militar" estadounidense, que iría acompañada de "una mayor presencia en la región, un reforzado esfuerzo diplomático, dirigido particularmente hacia Arabia Saudita e Irán, y la continuidad del apoyo político al gobierno iraquí".

El estudio identifica cinco "intereses primordiales" de Washington: prevenir que Iraq se convierta en un "paraíso" para el terrorismo internacional; restaurar la credibilidad, prestigio y capacidad de Estados Unidos para actuar en todo el mundo; fortalecer la estabilidad regional; limitar y reorientar la influencia iraní y mantener a Iraq como un Estado único e independiente.

La evaluación del USIP concluye que mantener la actual estrategia tendrá un "fuerte impacto negativo" en la capacidad estadounidense de actuar en todo el mundo. Un compromiso limitado, agrega, tendría un efecto positivo en ese aspecto, mientras que las consecuencias de una casi total reducción de la participación en Iraq acarrearía consecuencias diversas.

Por un lado, liberaría la capacidad militar de Estados Unidos, pero al mismo tiempo plantea el riesgo de instalar "la percepción de una derrota", concluyó el USIP.