Iraq

Iraq desde adentro de un BMW blindado

El “Mafioso de Teflón” de Iraq

Por Dahr Jamail (*)
TomDispatch, 12/02/09
Tlaxcala, 14/02/09
Traducido por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch

Ya ha comenzado – la interminable no–partida de Iraq. El plan Obama, replanteado muchas veces durante la campaña presidencial, involucraba un programa de 16 meses para retirar no todas las fuerzas de EE.UU., sino solo las “tropas de combate” estadounidenses. Ahora sus generales (y por cierto, los de George W. Bush) muestran una evidencia visible de que están arrastrando sus botas en la arena al respecto. Nos lo advirtieron debidamente. Durante los últimos dos años, numerosos personajes militares han afirmado que, por rápido que hayan llegado a Iraq, sería terrible sacar todas las cosas estadounidenses que están empotradas en ese país, y eso sin siquiera tener en cuenta la situación política local. Recientemente, según filtraciones militares a los medios, “planificadores militares de EE.UU.” presentaron dos guiones alternativos al plan de 16 de meses de Obama. Uno, según dicen, dura 19 meses, el otro 23 meses, y – ahora viene el choque – los dos máximos generales a cargo, el comandante de Centcom David Petraeus y el comandante de EE.UU. en Iraq, general Ray Odierno, favorecen el enfoque de 23 meses.

“Odierno y Petraeus han dicho que realmente necesitamos 23 meses para hacerlo sin poner en peligro las ventajas de seguridad que hemos adquirido,” fue como lo describió un típico oficial anónimo. El presidente Obama todavía tiene que mostrar alguna señal de estar de acuerdo con ello, pero la presión evidentemente no hace que comenzar. Gareth Porter de Inter Press Service indica que una “red de altos oficiales militares también se prepara, según las informaciones, para apoyar a Petraeus y a Odierno movilizando la opinión pública contra [el plan de 16 meses de] Obama… Si Obama no cambia la política, según la fuente, esperan haber plantado las semillas para una futura narrativa política que culpa a su política de retirada por el ‘colapso’ que esperan en Iraq sin tropas de EE.UU.” ¿Quién habla de puñalada en la espalda?

Oh, y ya que estamos, los generales también planean evidentemente el cambio de nombre de algunas de esas fuerza retirables entre los todavía impresionantes 144.000 soldados en Iraq – la fuerza de invasión estadounidense de 2003 fue de sólo 130.000 – como ser “tropas de apoyo” o consejeros, no de combate. Serían, escribe Robert Burns de Associated Press, “reformados y reconfigurados como unidades de uso múltiple para proveer entrenamiento y asesoría a la fuerza de seguridad iraquí” y así serían “considerados como unidades no combatientes.” ¿Qué importa un nombre, después de todo?

A fin de cuentas, según el New York Times, los generales esperan dejar un tercio de las tropas estadounidenses, unos 50.000 soldados, en Iraq durante un período indeterminado (y esa cifra, por supuesto, no incluye a los contratistas privados de seguridad) después que los soldados de combate sean retirados.

Dahr Jamail, autor de “Beyond the Green Zone” y colaborador regular de TomDispatch, vuelve ahora a Iraq y, con su modo típico, incisivo, ofrece otra visión de lo que significa precisamente el “éxito” para los estadounidenses, por lo menos en el corazón del territorio suní de Iraq. Así que subámonos con él a un BMW bien blindado y veamos por nosotros mismos la escena. Es la única manera como darán la bienvenida a un “turista” en esa parte de Iraq. (Tom)

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El "Don de Téflón" de Iraq

Por Dahr Jamail

Faluya, Iraq – Conduciendo por Faluya, otrora la ciudad suní más rebelde en este país, vi poca evidencia de que tenga lugar alguna reconstrucción. Por lo menos un 70% de las estructuras de la ciudad fueron destruidas durante ataques masivos de los militares de EE.UU. en abril, y de nuevo en noviembre de 2004, y más de cuatro años después, en el “nuevo Iraq,” la ciudad sigue languideciendo.

Los cascarones de edificios pulverizados por las bombas, la artillería, o el fuego de morteros de EE.UU., en aquel entonces siguen flanqueando la calle principal de Faluya, o más bien, lo que queda de ella. Como una de las pocas señales visibles de reconstrucción en la ciudad, esa calle – en gran parte destruida durante el sitio de noviembre de 2004 – comienza lentamente a ser excavada para volver a ser pavimentada.

El desempleo es descontrolado en esta ciudad, la infraestructura sigue en gran parte en ruina, y decenas de miles de residentes que huyeron en 2004 siguen siendo refugiados. ¿Cómo podría ser de otro modo, en vista de todo el esfuerzo invertido en su destrucción y no, subsiguientemente, en su reconstrucción? Es un sitio en el que un residente todavía tiene que llevar encima una tarjeta de identidad biométrica personal emitida por EE.UU., que también hay que mostrar cada vez que uno entra o sale de la ciudad si es local. Una tarjeta semejante sólo puede ser obtenida después que personal militar de EE.UU. ha escaneado tus retinas y tomado tus huellas digitales.

El trauma de los ataques de 2004 sigue visible por doquier. En vista de los innumerables muros de restaurantes, negocios y casas llenos de agujeros de balas, es imposible ver la ciudad desde algún punto de observación, o mirar en alguna dirección, sin observar señales de los combates.

Todo en Faluya, y todos en la ciudad, han sido tocados hasta el tuétano por la experiencia, pero no todos sienten las secuelas de la devastación de la ciudad de la misma manera. En los hechos, durante gran parte de mi “tour” de Faluya, estuve dentro de un BMW fuertemente blindado, hecho especialmente, de un valor de 420.000 dólares, con todos los accesorios necesarios en el Iraq del Siglo XXI, incluyendo un compartimiento para tragos y cristales a prueba de balas.

Una de las últimas veces que me habían conducido por Faluya – en abril de 2004 – fue con un pequeño grupo de periodistas y activistas. Habíamos llegado a la ciudad, entonces bajo sitio, en un autobús desvencijado que llevaba ayuda humanitaria. Después de ver horrorizados como un F–16 de EE.UU. lanzaba bombas dentro de Faluya mientras buscábamos nuestro camino por tierras de labranza rurales, llegamos y encontramos sus calles totalmente vacías, con la excepción de puntos de control de los muyahidín.

Decir que mi más reciente modo de transporte representaba una mejora que me dejó un poco desorientado sería (por decir lo menos) un eufemismo. El BMW pertenecía al Jeque Aifan Sadun, jefe del Consejo del Despertar de Faluya. Gracias al movimiento del Despertar que comenzó a formarse en 2006 en la provincia al–Anbar, entonces un caldo de cultivo de la insurgencia suní – en la que las fuerzas de ocupación estadounidenses rápidamente vertieron cantidades importantes de dinero, armas, y otros tipos de apoyo – la violencia en la mayor parte de esa provincia está ahora en su punto más bajo. Es sorprendentemente obvio en Faluya, conocida otrora como la ciudad de la resistencia, ya que los combates más duros de los años de la ocupación estadounidense tuvieron lugar allí.

Actualmente, el Jeque Aifan, de 34 años, podría ser el hombre más rico en la ciudad, gracias a su alianza por su interés personal con las fuerzas de ocupación de EE.UU. La buena suerte de Aifan fue que fue el jeque adecuado en el sitio adecuado en el momento adecuado cuando los estadounidenses, desesperados por sus fracasos en Iraq, decidieron apoyar la reconstitución de una elite tribal en la provincia en la cual la insurgencia suní se movilizó con especial ferocidad de 2004 a 2006.

Milicianos del Consejo del Despertar colaboracionista

En el “negocio de la construcción”

No me malentendáis. No fue un plan cuidadosamente hecho en EE.UU., situado estratégicamente. Fue un remedio rápido, sobre la marcha, improvisado. Después de todo, para cuando los planificadores decidieron apoyar al Movimiento del Despertar, ya era algo como un trato hecho.

A fines de 2006, por así decirlo, meses antes de que la estrategia de la “oleada” de George W. Bush enviara otros 30.000 soldados estadounidenses a Bagdad y áreas circundantes, EE.UU. comenzó a hacer pagos a cuenta por la cooperación de jeques tribales locales de al–Anbar y comenzó a financiar y a armar a las milicias suníes que entonces estaban organizado. Como resultado, la cantidad de ataques insurgentes comenzó a disminuir rápidamente, y por lo tanto los estadounidenses ampliaron el programa a otras provincias. Creció hasta incluir a cerca de 100.000 combatientes suníes, la mayoría de los cuales recibían 300 dólares al mes – una suma considerable en una ciudad devastada como Faluya con tasas de desempleo que andan por las nubes.

El programa fue pronto saludado como un éxito, y los grupos eran apodados de cualquier manera desde El Despertar, hasta Hijos de Iraq (al–Sahwa), o como los militares de EE.UU. prefirieron durante un cierto tiempo, Ciudadanos Locales Preocupados. Sea cual sea el nombre, la mayoría de sus miembros eran ex combatientes de la resistencia, muchos de ellos ex miembros del Partido Baaz de Sadam Husein y muchos de ellos eran – y, por supuesto, siguen siendo – las dos cosas.

Hubo una historia aún más profunda respecto al camino que los estadounidenses terminaron por elegir a fin de dominar a la insurgencia y a al–Qaeda–en–Iraq (AQI) de origen local y los grupos que derivaron de esta última. En una entrevista con David Enders y Richard Rowley, colegas míos, en el verano de 2007, el Jeque Aifan lo describió con gran claridad: “Sadam Husein apoyaba a algunas tribus y a algunos jeques. Con algunos de esos jeques, utilizó su poder en sus áreas. El primer apoyo fue mediante dinero. Los apoyó con grandes proyectos, con dinero, y los enriqueció considerablemente. Así que ya ve, se puede llegar a acuerdos con cualquiera en Iraq mediante dinero. Los estadounidenses siguieron el mismo plan con todos los jeques.”

El objetivo principal de los estadounidenses no fue nunca la reconstrucción de la devastada provincia al–Anbar. Esa fue sólo la etiqueta que colocaron a un proyecto cuyo objetivo – desde el punto de vista de EE.UU. – era salvar vidas estadounidenses y aplastar la violencia en Iraq antes de la elección presidencial de 2008 en EE.UU.

Actualmente, jeques dominantes como Aifan dirán que están en “el negocio de la construcción.” Es una frase cortés para lo que están haciendo, y la rúbrica bajo la cual tiene lugar gran parte de los pagos (por modesto que sea el verdadero trabajo de reconstrucción). Hay que verlo de esta manera: Cada traficante necesita un testaferro. EE.UU. compró a los jeques y fue una ventaja inmediata para ellos que los comprara. Recuperaron una especie de poder que se había estado desvaneciendo, mientras que todo el dinero y las armas les permitieron usar verdadera fuerza en el reclutamiento de gente en las tribus que controlaban y en la construcción del Movimiento del Despertar.

Los motivos – y ciertamente son varios – por los cuales los líderes tribales estuvieron tan dispuestos a colaborar con los ocupantes de su país son, por lo menos en retrospectiva, relativamente claros. Aquellos, en al–Anbar que habían otrora apoyado, y sido apoyados por, Sadam Husein, y luego habían inicialmente apoyado la resistencia, se sintieron más ansiosos de trabajar con las fuerzas de ocupación al ver que su poder era erosionado por al–Qaeda–en–Iraq (AQI).

AQI resultó ser una amenaza para los jeques, muchos de los cuales habían trabajado inicialmente con ellos, cuando comenzaron a tratar de arraigar su propia aguerrida ideología extremista suní en la región – y tal vez de modo más significativo, cuando comenzaron a afectar el comercio de contrabando a través de la frontera que había mantenido la riqueza de muchos jeques tribales. A medida que crecía AQI y amenazaba sus bases financiera y de poder, les quedó poca alternativa que unirse con los estadounidenses.

Como resultado, obtuvieron respaldo para sus milicias privadas, rebautizadas como grupos del Despertar, y además, firmaron contratos de “construcción” con los estadounidenses que llenaron sus bolsillos con millones de dólares, aunque no siempre en obras reales de construcción. Ya en abril de 2006, Rand Corporation publicó un informe: “El despertar de Anbar,” identificando a los potenciales nuevos aliados de EE.UU. como un grupo de jeques acostumbrados a controlar redes de contrabando y el crimen organizado en el área.

Un ejemplo impactante fue el Jeque Abdul Sattar Abu Risha, quien fundó los primeros grupos del Despertar en al–Anbar y después dirigió todo el movimiento hasta que fue asesinado en 2007, poco después de reunirse con el presidente Bush. Era bien sabido en la región que Abu Risha era sobre todo un contrabandista que defendía sus negocios al unirse a los estadounidenses.

No es sorprendente, en vista de la naturaleza lucrativa de la relación cooperativa que se desarrolló, que cada vez que un jeque del grupo del Despertar es asesinado, haya siempre otro para ocupar su lugar. Abu Risha, fue, en los hechos, rápidamente reemplazado como “presidente” del Despertar de Anbar por su hermano el Jeque Ahmad Abu Risha, quien también está ahora en el “negocio de la construcción.”

El Jeque Abdul Sattar Abu Risha fue ejecutado por la resistencia diez días después de su encuentro con su Protector, que no logró protegerlo.

Sueños del Nuevo Dubai

A mi anfitrión en mi tour de Faluya, el Jeque Aifan, le encantó conocer a George W. Bush cuando éste visitó Iraq en septiembre de 2007. Bush, afirmó, era “muy listo y un hermano.” Durante el verano de 2008, también conoció a Barack Obama. Cuando le preguntó lo que pensaba de Obama, dijo a Richard Rowley: “La política exterior de EE.UU. tiende a no cambiar con un nuevo presidente.” Una foto suya con el primer ministro iraquí Nouri al–Maliki es exhibida orgullosamente, junto a muchas otras, en su casa en Faluya.

Para entender cabalmente por qué líderes tribales como Aifan comenzaron a trabajar de un modo tan estrecho con las fuerzas estadounidenses, también hay que tener en cuenta las olas de sorprendente violencia sectaria que se propagaron por Iraq en 2006. Tal como atentados suníes, suicidas y con coches bomba, masacraron a chiíes, así también milicias y escuadrones de la muerte chiíes asesinaban a diario a numerosos suníes.

Antes de la invasión de EE.UU. en 2003, los suníes tenían casi la mayoría en Bagdad, la capital. En 2006, eran una minoría en rápida disminución, expulsada en gran parte de los numerosos vecindarios mixtos suníes–chiíes que existían en la ciudad y también de algunos que eran sólo suníes. Cientos de miles fueron desplazados de sus casas sólo en Bagdad.

En su blog Informed Comment, Juan Cole informa que es posible que los suníes representen ahora sólo entre 10 y 15% de la población de la capital. No es ninguna maravilla que sus líderes tribales, excedidos por todas partes en número y en potencia de fuego, hayan sentido la necesidad de buscar ayuda y, con pocas alternativas, la hayan encontrado en las fuerzas armadas más poderosas del planeta. Con sus finanzas, su sustento, e incluso sus vidas bajo amenaza, recurrieron a una táctica clásica de los asediados, resumida en el dicho: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo.”

¿El resultado actual? El Jeque Aifan es multimillonario. Y sus sueños, como corresponde, ya no son los de un contrabandista local. Quiere “hacer de Anbar el próximo Dubai,” me dijo, junto a dos de mis colegas, mientras acelerábamos por las calles estropeadas de Faluya.

Su casa es, como corresponde, una mansión masiva, fuertemente protegida, completa con su propio punto de control cerca de la calle, dos torres de guardia, e incluso dos pesadas ametralladoras colocadas cerca de la puerta de su oficina. Un grupo de guardias lo rodea a toda hora y vive permanentemente en la mansión para protegerlo.

Durante nuestra primera visita a su casa, mis compañeros y yo terminamos por quedarnos por la noche, ya que no habíamos completado nuestras entrevistas al ponerse el sol. Fue sólo unos días antes de las recientes elecciones provinciales en las que una lista de miembros del Despertar de la que formaba parte, llegó en segundo lugar. Mientras comíamos deliciosos kebabs, habló orgullosamente de su propia campaña de la que esperaba que lo hiciera llegar muy arriba en el concejo municipal. “Soy candidato,” insistió, “porque si no lo hago, la gente mala conservará sus mandatos. No podemos cambiar las cosas si no nos presentamos.”

Mientras la mayoría de los grupos suníes boicoteó la elección de 2005, el Partido Islámico Iraquí (IIP), un grupo fuertemente religioso, tomó el control de los puestos de poder en Faluya. Cuando estuve con Aifan, estaba visiblemente ansioso y molesto por rumores de que el IIP estaba intentando de presionar a los votantes y de amañar las elecciones. “Lucharemos con todos los medios necesarios si ganan por fraude,” dijo firmemente – y, como no tardé en descubrir, ya estaba llevando el reto al IIP.

John Gotti en Iraq

Al avanzar la noche, Aifan decidió repentinamente que deberíamos acompañarlo a una rápida visita a la capital provincial, Ramadi. Quería consultar con un compatriota, el Jeque Abu Risha, a fin de presentar una carta conjunta de queja contra el presunto fraude que el IIP estaba realizando en la preparación para las elecciones. Fue interesante notar que, sólo dos años y unos pocos meses después de la formación del Movimiento del Despertar, los dos jeques temían a un partido electoral suní más que a al–Qaeda–en–Iraq.

En ruta ostentó orgullosamente los extras del BMW, incluyendo sus cristales de 5 cm a prueba de balas (tan útiles si se teme ser asesinado), el útil compartimiento retráctil para el whiskey que contenía Johnny Walker y algunas sodas, y un sistema de música de los mejores. Mientras conducía, con su celular en una mano y un transmisor–receptor portátil a su lado en contacto permanente con sus guardias de seguridad en vehículos todo terreno que iban por delante y detrás de nosotros, siguió hablando acaloradamente con nosotros. Yo iba adelante, y no podía dejar de estar muy consciente de la pistola depositada convenientemente cerca, sobre el asiento. Atrás, en el suelo había una escopeta y un rifle de asalto AK–47.

El complejo de Abu Risha en Ramadi era aún mayor que la mansión del Jeque Aifan – e incluso más fuertemente protegido. Llegamos y encontramos a un funcionario electoral que ya estaba esperando para registrar la queja escrita de Aifan sobre las acusaciones de manipulación fraudulenta. También estaba presente el jefe de policía de la provincia, señal del poder e influencia de esos dos hombres que comparten un lazo de poder y dinero. (Abu Risha incluso posee una granja de camellos.)

Una vez concluida la visita, fuimos de vuelta a Faluya, y comimos un bocadillo nocturno en la casa del Jeque Aifan antes de retirarnos para pasar la noche como invitados suyos. Su hija, una niña tímida de unos siete años, estaba sentada a su lado mientras comíamos. En un determinado momento, Aifan sacó repentinamente un billete nuevo de 100 dólares de un fajo que hubiera sorprendido a cualquier jefe de la mafia de película, sonrió benignamente, y agregó que no le contara a su madre del regalo.

El jeque, claro está, tenía montones de billetes de 100 dólares, ya que millones de dólares han llegado a sus manos para así llamados proyectos de construcción. Es como paga a los cerca de 900 hombres que según sus cálculos componen su milicia privada. Todo gracias a los militares de EE.UU., que le hacen pagos regulares – “ladrillos· de esos billetes de 100 dólares empaquetados en plástico – porque Iraq posterior a la invasión sigue siendo en gran parte una economía basada en dinero en efectivo.

Antes de nuestro viaje a Ramadi, una patrulla de marines de EE.UU. había visitado al Jeque Aifan. Mientras los soldados subían la escalera a su sala de reuniones, quitaron los clips de munición al equipo de seguridad del jeque, y los conservaron hasta que abandonaron su complejo. Fue un simpático recuerdo de quién manda en esta parte de Iraq y hasta dónde llega la confianza entre esos socios por necesidad.

El Jeque Aifan dio acogió calurosamente al comandante de marines, y los dos se sentaron a hablar. Los dos estaban visiblemente distraídos, mirando ansiosamente alrededor. El Jeque Aifan jugaba ansiosamente con su rosario, meneando sus piernas como un escolar nervioso, mientras contaba a su invitado lo bien que iba todo. La reunión fue interrumpida varias veces por llamados al teléfono móvil para el jeque quien, en un momento, se fue brevemente a saludar a otro visitante.

Después de la reunión, llevaron bandejas de comida y todos celebraron. Cuando se iban, pregunté a uno de los marines si reuniones semejantes ocurrían regularmente. “Es nuestro trabajo,” respondió. “Visitamos jeques. Y este tipo es como John Gotti.” [Gotti, llamado el “Don de Teflón,” dirigía la familia criminal Gambino en la Ciudad de Nueva York antes de ser encarcelado.]

John Gotti, un modelo para los jeques colaboracionistas

Yo no me sentía ansioso de quedarme a pasar la noche, pero no había alternativas – por lo menos seguras. Aunque estábamos en medio del lujo, vivimos algo del más reciente dilema iraquí: teníamos una cierta “seguridad”, pero ninguna libertad.

Delante de las puertas del bien protegido complejo del Jeque Aifan, los generadores zumbaban en la noche suministrando electricidad en un país en el que uno tiene problemas si no puede pagar por un generador propio o compartir uno con su vecino. En Faluya, como en Bagdad, un día con cuatro horas de electricidad de la red nacional es considerado un buen día. Generalmente, un toque de queda auto–impuesto mantiene las calles relativamente libres de tráfico después de que llega la oscuridad total.

La ciudad en la que vive el Jeque Aifan, por cierto, sigue en escombros, su gente en gran parte en un estado de estoicismo existencial. Los grupos del Despertar han logrado el respeto de muchos iraquíes al proveer “seguridad,” ¿pero a qué precio?

La reconstrucción todavía tiene que comenzar realmente en las áreas suníes y el movimiento, jeques y todo, sólo funciona mientras EE.UU. sigue canalizando “fondos de reconstrucción” a los líderes tribales. ¿Qué pasará cuando eso acabe, como tendrá que suceder algún día? ¿Le irá mejor a la gente de Faluya? ¿O ha establecido este proceso la base para más derramamientos de sangre en el futuro?


[Gracias a: Bhashwati Sengupta, Richard Rowley, Jacqueline Soohen, y David Enders que contribuyeron investigación para este artículo.]

(*) Dahr Jamail, periodista estadounidense, para Inter Press Service (IPS) y otras agencias y publicaciones. Se destacó especialmente por su crónicas de la ocupación yanqui de Iraq.