Iraq

“Las fuerzas de EEUU pueden seguir en Iraq después
de 2011”, afirma el “primer ministro”
títere

Por James Cogan
WSWS, 30/07/09
Rebelión, 02/08/09
Traducido por Sinfo Fernández

El aspecto más sobresaliente de la visita efectuada la pasada semana por el Primer Ministro iraquí Nuri al–Maliki a Washington fue el improvisado comentario que hizo el 23 de julio, mientras se dirigía a los componentes del think tank de política exterior The United States Institute for Peace (USIP).

En respuesta a una pregunta sobre la fecha del 31 de diciembre de 2011, en la que expira el Acuerdo sobre el Estatuto de Fuerzas (SOFA, por sus siglas en inglés) –la base legal para que las tropas estadounidenses permanezcan en suelo iraquí–, Maliki dejó claro que esa fecha podría ampliarse.

Afirmó: “Según el acuerdo, en 2011 se pondrá fin a la presencia estadounidense en Iraq. No obstante, en ese momento tendremos que examinar la situación, basándonos en las necesidades de Iraq, para ver si las fuerzas iraquíes requieren más entrenamiento y apoyo… Así pues, se revisará y discutirá entonces la naturaleza de la relación, así como las funciones y el número de efectivos”.

La declaración de Maliki supuso la pública admisión del resultado de las prolongadas negociaciones del pasado año entre la Casa Blanca de Bush –con el apoyo del presidente electo Obama– y las diversas facciones que componen el gobierno iraquí. La supuesta “fecha límite” para la retirada de todas las fuerzas estadounidenses sigue sin encontrar aún un documento donde poder escribirse.

Junto al documento del SOFA, se firmó también un Acuerdo–Marco Estratégico por el que EEUU e Iraq se comprometen en una “relación a largo plazo en los campos económico, diplomático, cultural y de seguridad”. El elemento clave de la cooperación en materia de seguridad era que las fuerzas estadounidenses proporcionaran “entrenamiento y apoyo” al ejército iraquí, la formula exacta que Maliki utilizó la pasada semana.

Merece la pena recordar la valoración que en noviembre de 2008 hizo el ministerio de defensa iraquí de los planes respecto a su fuerza aérea. El ministerio determinó que iba a depender de la asistencia y logística directa estadounidense hasta al menos 2020. John Nagl, un ex oficial estadounidense que tomó parte en la redacción de las tácticas del incremento estadounidense en Iraq, declaró en aquella época al Washington Post: Todo el mundo sabe que las fuerzas de seguridad iraquíes no van a ser autosuficientes en 2011. Va a haber estadounidenses ayudando a los iraquíes a mantener sus F–16 en el aire al menos durante una década”.

Al preguntársele el martes si las fuerza aérea iraquí podría operar con independencia después de 2011, el comandante en Iraq, General Ray Odierno, dio su propia y rotunda respuesta: “Lo mismo que ahora. No”.

Barack Obama, en una conferencia conjunta con Maliki el 22 de julio declaró: “Como ya he dicho antes, no buscamos tener bases en Iraq ni hacer ninguna reclamación sobre el territorio o los recursos de Iraq”. Dijo eso sabiendo que no necesitaba hacer nada. Obama está seguro de que el gobierno de Bagdad, que depende del apoyo de Washington, le “pedirá” al ejército estadounidense que se quede.

Las principales instalaciones que han sido reparadas y ampliadas durante los seis años y medio de la ocupación estadounidenses son una serie de bases aéreas estratégicas: la denominada “Super Base”, en Balad, al norte de Bagdad; Ali (antes Tallin), al sur de la capital; al Asad, en la provincia occidental de Anbar y el mismo Aeropuerto de Bagdad.

Desde esos sitios, el potencial aéreo estadounidense –que se mantiene en el país sobre la base de la debilidad de las fuerzas aéreas iraquíes– puede proyectarse en cualquier momento por todo el Oriente Medio y gran parte de África y Asia Central, así como contra objetivos iraquíes. Después de 2011, el Acuerdo–Marco Estratégico exige que EEUU responda a las supuestas “amenazas internas y externas” de Iraq, i.e. cuestiona la supervivencia de un estado clientelista pro–EEUU, utilizando “medidas económicas, diplomáticas o militares, o de cualquier otro tipo, para disuadir de tal amenaza”.

Mantener la presencia estadounidense en esas bases aéreas necesitará sólo de una parte de los 130.000 soldados que aún ocupan Iraq. En efecto, el plan original de la administración Bush, explicado con todo detalle en 2002 por el entonces vicesecretario de defensa Paul Wolfowitz, defendía que sólo habría entre 40.000 y 60.000 tropas en el país a los seis meses de la invasión.

Pero el ejército estadounidense tuvo que enfrentarse a una inesperada y extendida resistencia, que todavía no ha logrado suprimir completamente a pesar de los años de asesinatos, intimidación y devastación. Incluso después de la “retirada” del 30 de junio de las ciudades iraquíes, las tropas estadounidenses han sido llamadas una vez más para ayudar a las fuerzas gubernamentales iraquíes en Mosul, donde la insurgencia sigue activa. Este mes, tres soldados estadounidenses murieron en un ataque con cohetes contra la base estadounidense situada en el aeropuerto, en la sureña ciudad de Basora.

La administración Obama confía en que la situación se estabilice lo suficiente como para reducir las cifras de tropas en Iraq a 50.000 en agosto de 2010, liberando tropas para la escalada de la guerra en Afganistán, pero dejando suficiente personal para proteger y servir en las bases. La clara intención de la Casa Blanca, en nombre de la elite dominante estadounidense, es cumplir los depredadores y criminales objetivos que estaban tras la invasión de 2003 y la subsiguiente carnicería.

Establecer bases a largo plazo que consolidaran la hegemonía militar estadounidense en Oriente Medio era precisamente uno de esos objetivos. Otro factor clave era el dominio de las reservas de gas y petróleo iraquíes: entre las más grandes del mundo. Obama no necesita “reclamar” esos recursos en nombre de las transnacionales globales estadounidenses. Ahí está ya el gobierno de Maliki “invitándoles” a realizar inversiones más importantes.

Además de los encuentros con Obama y miembros importantes de la administración, Maliki mantuvo conversaciones con personalidades del mundo de los negocios, ofreciendo el 24 de julio un discurso en la Cámara de Comercio de EEUU. Anunció una “Cumbre Comercial y de Inversión EEUU–Iraq”, que la Cámara está preparando para las fechas del 20 y 21 de octubre próximo. Su objetivo será intentar convencer a los inversores de que Iraq es un espacio seguro para los negocios. Maliki prometió que el derecho de las compañías extranjeras a conseguir beneficios sería “protegido por legislación vinculante”.

Sin embargo, la situación actual en Iraq continúa siendo delicada, amenazando las perspectivas de inversiones sustanciales y cualquier reducción importante en las cifras de tropas estadounidense. Cada vez hay tensiones más fuertes entre el gobierno central de Maliki y el gobierno regional kurdo que gobierna el norte de Iraq como estado autónomo. Hay también un antagonismo apenas reprimido entre las facciones rivales árabes chiíes y sunníes que protagonizaron una guerra civil asesina durante 2006 y 2007, que obligó a desplazarse a cuatro millones de personas.

Sin embargo, la cuestión más explosiva es la social. Millones de iraquíes –de todas las etnias y religiones– se enfrentan al desempleo, a la ausencia de servicios básicos, a los cortes de electricidad y agua y a una pobreza desoladora.

El Programa de Asentamientos Humanos de Naciones Unidas estimó este mes que el país carece de 1,5 millón de casas, la mitad de la población vive en “condiciones miserables” y la situación empeorará en los próximos años. Se necesitan también 4.000 colegios y el sistema hospitalario sigue luchando por sobrevivir a causa de la ausencia de personal, camas y equipamiento.

Las fuerzas de seguridad iraquíes creadas por la ocupación estadounidense se utilizarán para reprimir cualquier oposición a esas atroces condiciones. El carácter del aparato de seguridad se refuerza con el sistema de prisiones, heredero de Abu Ghraib. Fawizya al–Yashami, representante del Comité de Derechos Humanos de Iraq, dijo a Azzaman el pasado mes, tras una misión de investigación en un centro de detención en la provincia sureña de Babilonia, que “había visto unos tipos de tortura tan viciosos y horrendos que, como mujer, no puedo ni describirlos… Cada preso cuenta con sólo alrededor de 30 centímetros cuadrados de espacio debido al hacinamiento”.

A partir de infames mentiras con las se envió a las tropas estadounidenses a Iraq diciendo que era una guerra para impedir que el régimen de Saddam entregara “armas de destrucción masiva” a Al Qaida, han muerto 4.300 soldados estadounidenses y cientos de miles han sufrido heridas mentales y físicas que les afectarán de por vida.

Obama mantendrá las tropas en Iraq en los próximos años utilizando otra mentira: que su presencia es una invitación de, y para defender, un gobierno “democrático”. La verdad es que están protegiendo los intereses estratégicos y económicos del imperialismo estadounidense, representados allí por Maliki, o quien le suceda, contra las aspiraciones democráticas y sociales de la clase trabajadora y campesina iraquíes.