Iraq

Después de las “elecciones”

¿Quién puede más, Arabia Saudita o Irán?

Análisis de N Janardhan
Inter Press Service (IPS), abril 2010

Dubai.– Las negociaciones para formar un nuevo gobierno en Iraq, tras las elecciones de marzo, se complicaron por las presiones de varios actores internacionales.

Estados Unidos se abstiene por ahora de tratar de incidir de forma directa, aunque su opinión pesa. Pero los actores clave son Arabia Saudita e Irán, con Siria y Turquía tratando de hacer lo suyo.

"En Iraq vemos dos agendas opuestas, encabezadas por Irán y Arabia Saudita, que se disputan la supremacía", según Abdel Jaleq Abdulah, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Emiratos Árabes Unidos.

"Irán pretende que Iraq sea un país sectario, débil y dividido. Arabia Saudita pretende plasmar los deseos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y de otros países árabes de que sea laico, fuerte y unido", señaló Abdulah.

Tras conocerse el viernes el resultado de los comicios, Irán se esfuerza para que en Iraq gobierne una figura afín a Teherán y el predominio sea chiita, una de las corrientes del Islam. Por su parte, Arabia Saudita pretende que tome las riendas del país el ex primer ministro Ayad Allawi, un chiita laico, pero cercano a los árabes y a los sunitas.

El Movimiento Nacional Iraquí, de Allawi, obtuvo 91 escaños, superando al Estado de Derecho del ex primer ministro Nuri Al Maliki, que logró 89 asientos, pero aun así no son suficientes para gobernar solo.

Los partidos comienzan un complicado proceso de negociaciones para formar alianzas sobre la base de afinidades ideológicas, étnicas, religiosas o de cuestiones más pragmáticas.

A fines de marzo, Allawi acusó a Irán de tratar de impedir que él fuera primer ministro.

"Teherán tiene más cartas a su disposición que Arabia Saudita, dada la influencia que Irán ha tenido en Iraq desde el derrocamiento de Saddam Hussein" (1937–2006), quien gobernó de 1979 a 2003, según Abdulah.

Estados Unidos tiene más influencia que Arabia Saudita como para frenar a Irán en Iraq, sostiene el especialista. "De hecho, los países árabes del Golfo cuentan con que los estadounidenses hagan el trabajo por ellos", señaló.

Washington y Teherán tienen diferencias históricas, además del actual conflicto por las pretensiones nucleares iraníes. En cambio, la batalla entre los países del CCG e Irán es de carácter más sectario.

Los países del CCG –Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos, Kuwait, Omán y Qatar—son mayoritariamente sunitas, en cambio Irán e Iraq, chiitas.

Hasta que Saddam Hussein, quien era sunita, fue derrocado en 2003, Iraq ofició de contrapeso contra Irán. Pero desde entonces, Teherán extendió su influencia hacia ese país, y también hacia Líbano, los territorios palestinos e, incluso, Yemen, para la gran inquietud del CCG y de otros estados árabes.

Dado que Maliki impidió que cientos de políticos, la mayoría de ellos sunitas, pudieran ser candidatos por sus supuestos vínculos con el régimen de Saddam Hussein, los países del CCG creen que si Allawi es primer ministro será más fácil vigilar de manera más efectiva la influencia chiita y regional de Irán.

Independiente del resultado de la crisis de liderazgo, Abdulah señaló que las elecciones de Iraq fueron una agradable sorpresa para el mundo árabe.

"La votación dividida dejó al descubierto la influencia iraní en los asuntos de de ese país. El electorado demostró a las claras su preferencia por un menor dominio iraní en la política y la sociedad iraquíes", indicó.

La buena votación de los sunitas en las elecciones de Iraq fue recibida con entusiasmo en el mundo árabe. El influyente periódico saudita Asharq Al Awsat las calificó de "despertar de la moderación".

La gira que realizó Allawi por varias naciones árabes durante la campaña, incluida Arabia Saudita, fue calificada de "arabismo" por el partido de Maliki, que también las acusó de interferir en los asuntos internos de su país.

"Desde la perspectiva árabe y del CCG, no se trata de Maliki ni de Allawi, sino más bien de un líder moderado, y de que Iraq sea estable, laico y seguro. Los países miembro, y en especial Arabia Saudita, se habrían mantenido neutrales si Maliki hubiera sido moderado", sostuvo Abdulah.

Allawi debería tener primero la oportunidad de formar gobierno, de acuerdo con lo ocurrido en otras oportunidades. Pero Maliki alega hay una decisión judicial que le permite formar antes una "asociación nacional" y luego revindicar el derecho a conformar la coalición gubernamental.

"Dado el factor chiita en las relaciones entre Irán e Iraq, Teherán desempeñará un papel importante en la política de Bagdad", señaló el analista kuwaití Ali Jaber Al Sabah. "Es alentador que no haya unanimidad entre ambos sobre quién o cual de los dos está más autorizado a ser la voz del Islam chiita", apuntó.

No hay un acuerdo sobre quien tiene más influencia sobre los chiitas, si el gran ayatolá Ali Al Sistani, porque en Iraq está la ciudad sagrada de Najaf, a unos 160 kilómetros de Bagdad, o el líder supremo de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, porque en ese país está Qom, otro sitio importante para esa corriente del Islam.

El primero no suele involucrarse en asuntos políticos, en cambio el segundo desempeña un papel muy activo.

Sistani se negó en reiteradas oportunidades a involucrarse en estas elecciones tras trabajar por una coalición chiita unificada en los primeros comicios nacionales de 2005. Los sunitas tuvieron una ventaja competitiva para convertirse en actores importantes.

"Mientras Sistani se mantenga así, la democracia iraquí estará segura y, en cierta forma, también los intereses árabes. Si cambiara de opinión, sería apocalíptico para Iraq y para la región", sostuvo Al Sabah, en alusión a que sería más difícil controlar a Irán.