Iraq

La crisis de "gobierno" después de las "elecciones" se resolvería
a favor de las corrientes proiraníes

 

Y el ganador es… Muqtada

Por Pepe Escobar (*)
Asia Times, 20/10/10
Rebelión, 21/10/10
Traducido por Sinfo Fernández

El Primer Ministro iraquí Nuri al–Maliki llegó este lunes a Teherán. Fue debidamente recibido por el Líder Supremo, el Ayatolá Ali Jamenei, y habló ampliamente con el Presidente Mahmud Ahmadineyad, a quien no se le ha borrado aún la sonrisa del rostro tras su gira por el Líbano, estilo estrella del rock, de la pasada semana.

Maliki visitó la ciudad santa de Qom, describió las relaciones Irán–Iraq como “estratégicas” y pidió incluso una cooperación más profunda entre los dos países. Todos estuvieron encantados excepto, desde luego, la brigada de alerta del Armagedón en Washington.

Ahora, arrojemos algo de luz sobre un contexto más amplio. Tomemos el titular de Antiwar.com: “White House demands Maliki oust [Shi’ite cleric Muqtada al–] Sadr from coalition” [“La Casa Blanca exige a Maliki que expulse al clérigo chií Muqtada al–Sadr de la coalición”]. Todo aquel que consiga reprimir las ganas incontrolables de reír… ¡gana un shish kebab!

A lo largo de todos estos interminables siete meses desde que el 7 de marzo se celebraron las elecciones iraquíes, la administración Obama ha venido repitiendo que “no iba a interferir” en la política interna iraquí. Incluso los fantasmas de las putas de Babilonia sabían que Washington quería instalar en el poder su propia coalición, una que favoreciera sus designios, ligeramente prooccidental: una “cohabitación” Maliki–Iyad Allawi, como señalaron los franceses, con esa versión árabe de Tony Soprano, ex activo de la CIA y ex “carnicero de Faluya”, Allawi, como Primer Ministro. (Véase “The new Saddam, withouth a moustache, Asia Times Online, 16 julio 2004).

Ahora resulta que Washington aparece implicado, ¿adivinan en qué?, en una total y absoluta interferencia. Maliki está preparado para seguir en el poder, gracias al apoyo del bloque sadrista. La Lista Iraqiya de Allawi consiguió unos pocos escaños más (91) que la lista de Maliki (89), pero no los suficientes para poder formar gobierno. Al mismo tiempo, los sadristas dominan en el Consejo Supremo Islámico Iraquí y en la Alianza Nacional Iraquí (10% de los 325 peleados escaños). Llegó hasta a decirse que los fantasmas de las putas de Babilonia sabían también que, tras las elecciones, sería Muqtada quien continuaría teniendo realmente la última palabra en Iraq.

Jaque

Oh, aquellos eran los días en que Muqtada, el “agitador”, era el gran hombre del saco del Pentágono, un hombre del saco aún peor que Osama bin Laden, descrito rutinariamente como “el hombre más peligroso en Iraq”. Era mucho más fácil intentar liquidarle que negociar con su llamamiento nacionalista.

Ahora, sólo los “estrategas” de opereta en Washington pueden creer que Maliki se pondrá a temblar de miedo y le mostrará la puerta a Muqtada; porque, en ese caso, ya puede irse preparando Maliki para decirle adiós a su mayoritaria coalición.

Por mucho que la administración Obama quiera una cohabitación Maliki–Allawi, Teherán quiere una cohabitación Maliki–Muqtada. ¿Adivinan de nuevo quién es el ganador? No sólo el régimen de Teherán sino también los clérigos chiíes de Iraq. Con un importante punto de vista a considerar: sólo porque el mismo Muqtada esté estudiando en Qom para convertirse en ayatolá, no significa que se vaya a gobernar Bagdad desde Teherán.

Los medios occidentales han referido a menudo que Irán planeó y dirigió una especie de golpe de estado en Bagdad. Pero es mucho más sutil que eso.

Teherán conocía perfectamente las muchas razones por las que Muqtada no alinearía a los sadristas con Maliki. Por eso, pusieron en marcha una jugada diplomática muy hábil que iba a funcionar en un primer momento a través de los canales religiosos.

El ayatolá Kazem al–Haeri, el consejero espiritual de Muqtada, le pidió que le diera una oportunidad a Maliki. A continuación, el mes pasado, Maliki envió a su jefe de gabinete a Qom, junto con Abdul Halim al–Zuhairi, de su partido Dawa, para hablar en persona con Muqtada.

Mohamed Kawzarani, de Hizbollah, llegó desde Beirut, y a todos ellos se les unió el General Qassem Suleimani, el comandante de las Brigadas de al–Quds del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos.

Más tarde, Ahmadineyad se reunió con el Presidente sirio Bashar al–Asad en Damasco camino de las Naciones Unidas en Nueva York. Ahmadineyad hizo un tour de force para convencer a Asad de que Maliki era algo bueno.

En lo más alto de todo, el Líder Supremo Jamenei –por no mencionar a los eminentes miembros del consejo de Qom– y el secretario general de Hizbollah, Hasan Nasrallah, dieron su imprimátur  a la cohabitación Muqtada–Maliki.

No es extraño, pues, que los estrategas de Washington lancen ahora una advertencia bien directa, una vez más, acerca de la “media luna chií”, ese producto de la imaginación de todos esos paraísos tan salvajemente democráticos como son Arabia Saudí, Jordania y Kuwait. En cuanto al campo de Allawi, su mantra –muy popular en los medios corporativos estadounidenses– es que Irán se está apoderando de Iraq. En una entrevista de finales de septiembre al semanario alemán Der Spiegel insistió en que el temor reinaba por doquier y que podía estallar pronto una guerra que afectaría a todo Oriente Medio.

Puede que Obama haya declarado el final de la guerra iraquí ante todos esos que son lo suficientemente crédulos como para tragárselo, pero el hecho real es que miles de soldados estadounidenses van a continuar en Iraq incluso después de la fecha límite de retirada de diciembre de 2011, sobre la cual hasta son capaces de ponerse a pelear en el Pentágono a bordo de un [carro de combate] Bradley. Nadie sabe desde hace bastante tiempo a qué clase de acuerdo militar llegarán los –todavía– ocupantes estadounidenses y un gobierno iraquí en teoría soberano. Ni que decir tiene que el Pentágono –que sigue religiosamente la doctrina del “dominio total”– tocará todos los registros para mantener al menos un puñado de bases militares dentro de Iraq.

En cualquier caso, estos recientes desarrollos parecen estar originando tres hechos inalterables:

Número uno: Bagdad tendrá un gobierno que se mostrará amistoso con Teherán y con los chiíes, con intereses estratégicos entrecruzados. Pero eso no significa que será Teherán quien gobierne. Tendrán que incorporar a los sunníes; si no lo hacen, volverá la guerra civil (no la que nunca se fue, lo que la “contrainsurgencia” del General Petraeus consiguió hacer fue vender un “incremento”, disfrazado de falsa victoria, a una crédula opinión pública estadounidense).

Número dos: Todo ese petróleo. Las reservas probadas de petróleo iraquí alcanzan ahora los 143.100 millones de barriles desde la anterior cifra de 115.000. Eso las convierte en las terceras más grandes del mundo, por encima de Irán, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Las exportaciones de petróleo representan el 95% de los ingresos de Bagdad. Y serán las compañías chinas, rusas y asiáticas, no las Grandes del Petróleo, las que exploten ese nuevo petróleo. Demasiado para el sueño neoconservador de un Iraq bajo control de EEUU convertido en “la nueva OPEP”.

Número tres: Es el punto final de la fantasía neoconservadora de un Gran Oriente Medio como lago propiedad de Estados Unidos. Y pensar que toda esa gente tiene todavía la oportunidad de estar de nuevo al frente del gobierno estadounidense en noviembre de 2012. Tío Marx, ¡te echamos tanto de menos!; la historia prefiere repetirse a sí misma como farsa.


(*) Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalizad World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a shapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es: “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com