Afganistán

Fantasmas

Por Juan Gelman
Bitácora, 29/01/09

El presidente Barack Obama acaba de encargar al ex senador demócrata George Mitchell que procure un arreglo a la cuestión palestina. Es un hábil negociador: encabezó la comisión que logró pacificar Irlanda del Norte, pero su visión del problema difícilmente coincida con la de Dennis Ross, designado enviado especial a todo el Medio Oriente, o con la de Richard Holbrook, hoy representante de Obama en Pakistán y Afganistán, países en los que el nuevo mandatario se propone centrar la guerra “antiterrorista”.

Meses antes de las elecciones estadounidenses, Holbrook –un diplomático de turbio desempeño en Kosovo– publicó un artículo en el que señala: “La situación en Afganistán está lejos de ser desesperada. Pero como la guerra entra en su octavo año, hay que decir la verdad a los estadounidenses: durará mucho tiempo, más que la guerra más larga que libró EE.UU. hasta ahora, el conflicto de Vietnam: se prolongó catorce años (1961–1975)” (Foreign Affairs, septiembre–octubre 2008). El fantasma de Lyndon Johnson se pasea por la Casa Blanca.

Barack tardó poco en aplicar su nueva estrategia: tres días después de que asumiera, dos aviones estadounidenses no tripulados arrojaron misiles en una zona tribal paquistaní que linda con Afganistán. El número de muertes ascendió a 22. El ataque fue autorizado “en virtud de un plan de actividades encubiertas aprobado por Obama”, declaró un funcionario norteamericano de alta jerarquía (www.timesonline.co.uk, 25–1–09). Un detalle: las víctimas eran civiles.

La reacción de los pobladores, de la que poca cuenta dieron los medios, muestra la indignación que EE.UU. despierta: “Miles de habitantes asistieron a las oraciones fúnebres por las víctimas, condenaron las muertes y demandaron al presidente Obama que gaste el dinero en el bienestar de las tribus en vez de asesinar a sus miembros con armas avanzadas.

Líderes religiosos del lugar censuraron los ataques aéreos y señalaron que los caídos eran aldeanos locales inocentes”, informó la edición en inglés del diario paquistaní The News (25–1–09). Hasta el gobierno de Islamabad, que el general David Petraeus –jefe del comando central de EE.UU.– visitó y presionó el mismo día de la asunción de Obama, subrayó que esos bombardeos eran “contraproducentes y deben cesar” (AP, 24–1–09). Difícil que cesen.

Pareciera que Obama ha adoptado el plan de acción que Holbrook propone en su artículo: éste afirma que una debilidad fundamental de EE.UU., algo que debe superar a fin de jugar su papel de líder mundial, es la caída de su prestigio en todo el planeta. BO declaró el martes 27 a la TV Al Arabiya que desea ser amigo de los países árabes, una meta ardua si las hay después de Gaza.

Y luego: continúa la matanza de civiles en Afganistán: el cuarto día presidencial de BO, las fuerzas invasoras anunciaron el aniquilamiento de un comando talibán que realizaba “actividades terroristas” en la provincia de Laghman: quince “militantes” muertos. Sólo que el presidente del concejo municipal local informó que las víctimas eran 21 civiles, incluidos dos mujeres y dos niños (AFP, 24–1–09).

Miles de pobladores de la capital de esa provincia recorrieron sus calles exigiendo que los ocupantes dieran término a una intervención militar que ha costado ya la vida de unos 1100 civiles en el 2008. Hamid Karzai, el débil presidente afgano, confirmó el hecho y expresó una obviedad: “La muerte de inocentes está fortaleciendo al terrorismo” (msnbc.msn.com, 25–1–09).

Holbrook formula la necesidad de reducir la dependencia energética de EE.UU.. BO habló del tema en los mismos términos. También, de afrontar los riegos del cambio climático. Obama lo dijo. Idem respecto del programa nuclear iraní. Si es verdad que el primero dicta las políticas del último –quizá fue al revés–, el proyecto es peligrosamente ambicioso.

Holbrook subraya que la columna vertebral de los desafíos geopolíticos de la Casa Blanca radica en cinco países que tienen fronteras en común –Turquía, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán– y constituyen el centro del arco crítico que amenaza la seguridad nacional de EE.UU. Agrega que las políticas del Departamento de Estado hacia Afganistán y Pakistán han carecido de coordinación (bajo W. Bush) y creado situaciones confusas. Ahora conoce la satisfacción de articularlas.

“Afganistán puede definir rápidamente el gobierno de Obama”, opinó The New York Times (25–1–09). En medio de una crisis económica que no apagan los billones de dólares arrojados a las fauces de los bancos, BO quiere invertir más recursos duplicando el número de efectivos estadounidenses en Afganistán.

Como dijera el periodista Bob Herbert (www.nytimes.com, 6–1–09): “Enviar miles de hombres y mujeres adicionales (algunos, a morir, otros a ser heridos horriblemente) a un vagabundeo disparatado por el paraíso guerrillero de las montañas de Afganistán sería locura”. Lo loco de las locuras es que se dan. A veces.