Se inició Af-Pak,
la guerra de Obama

Vivir a lo grande de la “ayuda” internacional

La nueva élite de Kabul

Por Patrick Cockburn (*)
Counter Punch, mayo 2009
Boletín Entorno, Año 7 Número 38, 14/05/09
Traducido por Beatriz Morales Bastos

Las agencias de ayuda occidentales están gastando generosamente vastas cantidades de dinero en sus propios altos cargos en Afganistán al tiempo que la extrema pobreza está llevando a jóvenes afganos a luchar junto a los talibán. La tasa normal que pagan los talibán por un ataque a un checkpoint de la policía en el este del país es de 4 dólares, pero los asesores extranjeros en Kabul, a los que se les paga con los presupuestos de ayuda extranjeros, pueden disponer de salarios de entre 250.000 a 500.000 dólares al año.

Los altos gastos para pagar, proteger y alojar en un estilo de vida fastuoso a los altos cargos de las agencias de ayuda occidentales ayuda a explicar por qué Afganistán ocupa el puesto 174 de 178 en la clasificación de Naciones Unidas de la riqueza de los países. Ello a pesar del enorme esfuerzo de ayuda internacional en el que sólo Estados Unidos ha gastado 31.000 millones desde 2002 hasta finales de este año.

Durante mucho tiempo ha sido un secreto a voces el alto grado de gasto del dinero de la ayuda en Afganistán. En 2006 Jean Mazurelle, entonces director en el país del Banco Mundial, calculó que entre el 35% y el 40% de la ayuda se había “gastado mal”. “El despilfarro de la ayuda está por las nubes”, dijo. “Se está produciendo un auténtico saqueo, fundamentalmente por parte de las empresas privadas. Es un escándalo”.

La reputación que el esfuerzo de la ayuda estadounidense en Afganistán tiene de disfuncional es crucial desde el punto de vista político porque Barack Obama, con el firme apoyo de Gordon Brown, ha prometido que se enviará a Afganistán una “oleada civil” de expertos no militares para fortalecer a su gobierno y hacer que la corriente cambie en contra de los talibán. El número de estos expertos podrían llegar hasta 600, incluyendo agrónomos, economistas y expertos legales, aunque Washington admitió esta semana que estaba teniendo dificultades para reclutar a personas suficientes con el perfil adecuado.

Se han tomado distritos enteros de Kabul o se han reconstruido para alojar a los trabajadores occidentales de la agencias de ayuda o las embajadas. “Acabo de alquilar este edificio por 30.000 dólares al mes a una organización de ayuda”, afirmó Torialai Bahadery, director de Property Consulting Afganistán, especializado en alquileres a extranjeros. “Era tan caro porque tiene 24 habitaciones con baño adjunto, así como puertas blindadas y ventanas a prueba de balas”, explicó al tiempo que mostraba una foto de una mansión grande y tenebrosa.

Aunque el 77% de los afganos carece de acceso a agua limpia, el sr. Bahadery afirmó que las agencias de ayuda y los contratistas extranjeros que trabajan para ellas habían insistido en que cada habitación debía tener baño adjunto lo que suele hacer que se duplique el precio del alojamiento.

Además de este alojamiento caro, los trabajadores extranjeros en Kabul están invariablemente protegidos por compañías de seguridad caras y cada casa se convierte en una fortaleza. Los extranjeros tiene una libertad de movimientos muy limitada. “Ni siquiera puedo ir al mejor hotel de Kabul”, se quejaba una mujer que trabaja para una organización de ayuda gubernamental extranjera. Añadió que para viajar a una zona que los afganos consideran completamente libre de talibán tuvo que ir en helicóptero y después la llevaron en un vehículo blindado hasta donde ella quería ir.

En Kabul ha habido muchos ataques a extranjeros y los atentados suicida han sido eficaces desde el punto de vista talibán para llevar a la mayoría de los trabajadores extranjeros a complejos bien defendidos que pueden ser lujosos pero en los que están tan confinados como en una cárcel. Esto significa que la mayoría de los extranjeros enviados a Afganistán para ayudar a reconstruir el país y la maquinaria estatal tienen escaso contacto con los afganos, aparte de sus chóferes y de los nuevos afganos con los que trabajan.

“El evitar riesgos está inutilizando el esfuerzo de ayuda internacional”, afirmó un experto en Kabul. “Si le gobierno está verdaderamente preocupado por el riesgo, entonces no debería mandar a la gente aquí y hacerla trabajar en estas condiciones de trabajo tan limitadas”.

La efectividad de los asesores y expertos extranjeros en Iraq con frecuencia es aún más limitada debido al poco tiempo que permanecen en el país. “Muchas personas se trasladan al cabo de nueve meses”, dijo un trabajador extranjero que quería permanecer en el anonimato. “Además, algunos trabajadores de las embajadas tienen dos semanas libres por cada seis de permanencia en el país, además de sus vacaciones habituales”.

A algunos altos cargos que trabajan para organizaciones no gubernamentales en Afganistán les preocupa la cantidad de dinero que los altos cargos de los gobiernos extranjeros y sus agencias de ayuda gastan en personal en comparación con la pobreza del gobierno afgano.

“Estuve en la provincia de Badakhshan al norte de Afganistán, que tiene una población de 830.000 habitantes, la mayoría de los cuales depende de la agricultura”, afirmó Matt Waldman, director de política y servicios legales de Oxfam en Kabul. “Todo el presupuesto del departamento local de agricultura, irrigación y ganadería, que es extremadamente importante para los agricultores de Badakhshan, es de sólo 40.000 dólares. Esto es lo que cobraría en unos pocos meses un consultor extranjero en Kabul”

Matt Waldman, autor de varios artículos muy detallados acerca del fracaso de la ayuda en Afganistán, afirma que se invierte gran cantidad de dinero en las esferas más altas de Afganistán, pero se desvía antes de que llegue a los afganos ordinarios que están en los niveles más bajos. Está de acuerdo en que los problemas a los que hay que hacer frente son horribles en un país que siempre ha sido pobre y que ha sido arruinado por 30 años de guerra. Aproximadamente el 42% de los 25 millones de afganos vive con menos de un dólar al día y la esperanza de vida es de sólo 45 años. El índice total de alfabetización es de 34%, y en el caso de las mujeres del 18% .

Pero la mayor parte del dinero de la ayuda va a las compañías extranjeras que entonces subcontratan hasta cinco veces y cada contratista, a su vez, busca entre un 10% y 20% de beneficio antes de hacer trabajo alguno para el proyecto. El mayor donante en Afganistán es Estados Unidos, cuyo departamento de ayuda al extranjero, USAID, entrega a cinco grandes contratistas estadounidenses casi la mitad de su presupuesto de ayuda a Afganistán.

Los ejemplos citados en un informe de Oxfam incluyen la construcción de una carretera corta entre el centro de Kabul y el aeropuerto internacional en 2005 que después de que el contratista principal estadounidense lo subcontratara a una compañía afgana, costó 2.4 millones de dólares el kilómetro o lo que es lo mismo, cuatro veces el costo medio de construcción de una carretera en Afganistán. A menudo la ayuda se condiciona a gastarla en el país donante.

Otra consecuencia del uso de contratistas extranjeros es que la constricción no ha tenido impacto alguno en el paro entre jóvenes afganos, lo cual es crucial para derrotar a los talibán. Según un informe del Instituto para Informar sobre la Guerra y la Paz, en las provincia del sur como Farah, Helmand, Uruzgan y Zabul, más del 70% de los combatientes talibán son hombre jóvenes parados y sin motivación ideológica a los que se entrega una pistola y se les paga una miseria antes de cada ataque. Al utilizar a estos combatientes a tiempo parcial como carne de cañón, los talibán pueden tener pocas bajas entre sus propios combatientes veteranos al tiempo que infligen pérdidas a las fuerzas del gobierno.

Se han descuidado algunas maneras sencillas y obvias de gastar dinero en beneficio de los afganos. Will Beharrell de la organización de caridad Turquoise Mountain, que fomenta la artesanía tradicional afgana y la reconstrucción de la ciudad vieja, afirma que las mejoras tangibles y visibles son importantes. “Hemos participado en la limpieza de la basura porque es sencillo y proporciona empleo. En algunos lugares hicimos que disminuyera unos dos metros el nivel en la calle y las limpiamos”, afirmó.

Un hecho sorprendente en Kabul es que mientras que las principales calles están pavimentadas, las calles laterales con frecuencia no son más que tierra aplastada con altas crestas, profundos baches y balsas verdes de agua sucia. Se han construido carreteras nuevas entre las ciudades, como Kabul y Kandahar, pero a menudo son demasiado peligrosas de usar debido a los checkpoints móviles de talibán en los que cualquiera que tenga que ver con el gobierno central es asesinado al momento.

El programa de ayuda internacional es particularmente importante en Afganistán porque el gobierno tiene pocas fuentes de ingresos que no sean ésa. Las donaciones de los gobiernos extranjeros constituyen el 90% del gasto público. La ayuda es mucho más importante que en Iraq, donde el gobierno tiene ingresos procedentes del petróleo. Un salario mensual de un policía en Afganistán es de sólo 70 dólares, que no es suficiente para vivir de él sin cobrar sobornos.

Desde la caída de los talibán el gobierno afgano ha tratado de dirigir un país en el que la infraestructura física ha sido destruida. Kabul recibe ahora la electricidad de Uzbekistán, pero el 55% de los afganos no tienen en absoluto electricidad y sólo un 20% la tiene todo el día. El ejército estadounidense puede distribuir el dinero más rápidamente, pero puede que esto no acabe con el apoyo político a los talibán en la medida esperada.

Los propios afganos están entusiasmados con los planes del presidente Obama de una mayor implicación civil y militar de Estados Unidos en Iraq. Y el fracaso de la ayuda extranjera a la hora de proporcionar una vida mejor a los afganos también ayuda a explicar la caída en picada del apoyo al gobierno de Kabul y a sus aliados extranjeros. Matt Waldman, de Oxfam, cree que una ayuda mejor organizada todavía podría proporcionar los beneficios que los afganos esperaban obtener cuando se derrocó a los talibán en 2001, pero advierte: “Está empezando a ser demasiado tarde para hacer bien las cosas”.

Veamos las cifras: gasto occidental en Afganistán:

57 dólares de ayuda extranjera per cápita a Afganistán, frente a 580 dólares per cápita tras el conflicto bosnio.

250.000 dólares es el salario medio de los consultores extranjeros en Afganistán, incluyendo un 35% de plus por trabajo en condiciones difíciles y un 35% de plus de peligrosidad. Los funcionarios afganos suelen tener un sueldo de menos de 1.000 dólares al año.

22.000 millones de dólares es el déficit de donaciones en relación a lo que calcula la comunidad internacional que necesita Afganistán, aproximadamente un 48%.

Un 40% es el porcentaje del presupuesto de ayuda internacional que retorna a los países de los que procede la ayuda en forma de beneficio para las empresas y sueldos de los consultores, más de 6.000 millones de dólares desde 2001.

7 millones de dólares de ayuda gastados al día en Afganistán. El gasto militar diario del gobierno estadounidense es de aproximadamente 100 millones de dólares.


(*) Patrick Cockburn, periodista de The Independent de Londres, es autor de “The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq”, finalista del Premio National Book Critics’ Circle al mejor libro de no ficción de 2006. Hoy es corresponsal en Afganistán.