Afganistán

Farsa electoral afgana en un clima de terror

Por Mar Centenera Garcón
Boletín Entorno, Año 7 Nº 66, 20/08/09

En EEUU la mayoría está contra la guerra

AFP, 20/08/09

Washington.– Algo más de la mitad de los estadounidenses considera que la guerra en Afganistán no vale la pena y se opone al envío de más soldados para luchar contra la milicia talibán, según un sondeo publicado esta semana.

Interrogados sobre si valía la pena continuar la guerra en ese país asiático, el 51% de los consulados respondió negativamente contra un 47% que respondió de manera afirmativa, según la encuesta publicada por el diario The Washington Post y ABC News realizada entre 1.001 adultos. El margen de error es de más o menos tres puntos.

El pasado mes de julio una corta mayoría de estadounidenses consideraba aún que la guerra de Afganistán sí era necesaria.

Además, sólo un 24% de los interrogados en el último sondeo estuvo a favor de enviar más soldados a Afganistán, mientras el 27% consideró que ya estaban allí los soldados necesarios. El 45% de los consultados se expresaron a favor de reducir el contingente, mientas que el pasado mes de febrero los que tenían esta opinión llegaba al 29%.

Pese a la violencia que ha recrudecido en los últimos días en Afganistán, con una cantidad de atentados, el presidente estadounidense, Barack Obama, defendió esta semana la intervención militar en el país asiático como de gran importancia para la seguridad de Estados Unidos.

El jefe de la Casa Blanca preparó a la población para nuevos "días difíciles". La nueva estrategia tiene metas muy claras, centradas en la destrucción de la red Al Qaeda y los elementos extremistas vinculados a ella, explicó Obama ante veteranos en Arizona, el lunes. "No será rápido. No será fácil", advirtió. "Pero no debemos olvidar que ésta no es una guerra por opción. Es una guerra por necesidad", remarcó.

"La vida que tenía en Afganistán desapareció, los talibanes la destrozaron. Mi marido, mis hijos, mis hermanos y yo huimos a Pakistán sin nada, sabiendo que lo habíamos perdido todo ", dice Shahla Lalee, una abogada afgana exiliada en Sydney que ha llegado a Kabul  por primera vez en nueve años. Como ella, muchos habitantes de la capital recuerdan con terror el régimen talibán, pero la democracia que imaginaban cuando el mulá Omar fue derrocado en 2001 tiene poco que ver con la violencia, la corrupción generalizada y la discriminación que siguen sufriendo las mujeres en el país convocado  a las urnas.

"Me avergüenzo del Gobierno corrupto que hay en mi país. Si no fuese por mi madre, que sigue viviendo en Kabul, no volvería nunca más a Afganistán", continúa Shahla. Las cifras le dan la razón. En sólo cuatro años, Afganistán ha pasado de ser el vigésimo cuarto país más corrupto del mundo a entrar en el top 5 del índice de la organización Transparency International.

La corrupción planea también  la cita electoral. La inexistencia de un censo impide comprobar la edad y el domicilio de las personas que se registran y la organización afgana Fundación para unas elecciones limpias y justas (FEFA) ha encontrado pruebas de compra–venta de carnés electorales falsos en el 20% de los colegios visitados. Algunos estudiantes tendrán el privilegio de votar sin haber cumplido los 18 años. Otros electores pueden en teoría hacerlo dos o más veces.

La mayoría de votantes duplicados son mujeres, ya que los familiares varones han podido inscribirlas y obtener sus carnés electorales sin que ellas estuviesen presentes, simplemente facilitando su nombre. Como resultado, en provincias como Logar, el 72% del electorado es femenino, una cifra más alta de la real.

Los habitantes de Kabul están muy agradecidos a Karzai por haber devuelto la calma y la libertad a las calles tras décadas de guerra y opresión. Pero la paz parecía ayer un espejismo. Calles desiertas. Tiendas cerradas. Policías nerviosos y armados hasta los dientes en cada esquina del centro de Kabul. Los talibanes ocuparon un banco de Kabul y el tiroteo se alargó durante horas, aumentando la tensión.

Apagón informativo

El Ministerio del Interior informó primero de la muerte de tres talibanes y tres policías, pero después negó las bajas policiales. Por su parte, el portavoz de los talibanes advirtió de que otros 15 insurgentes están en la capital, preparados para atacar.

Si llevan a cabo su amenaza, muchos afganos no se enterarán. El Gobierno ha ordenado por decreto un apagón informativo sobre cualquier incidente violento "para no asustar a quienes quieren votar".

Naciones Unidas ha intentado sin éxito levantar la censura. " La gente necesita acceso a la información , no sólo el día de las elecciones pero también los días posteriores. La credibilidad de estas elecciones está directamente relacionada con la información a la que tengan acceso", declaró a Reuters el portavoz de la ONU en el país, Aleem Siddique. "No está claro qué base legal tiene el decreto, cuando la Constitución afgana garantiza la libertad de expresión y libertad de prensa ", añadió Siddique.

La ONU también ha criticado los pactos ofrecidos por Karzai a algunos de los señores de la guerra más poderosos del país. A cambio de puestos ministeriales, el comandante de etnia uzbeka Abdul Rashim Dostum, el tayiko Mohamed Qasim Fahim y el hazara Muhamad Mohaqiq han aceptado dar su apoyo y el de las comunidades que lideran a Karzai, de la mayoritaria etnia pastún.

Poder a las provincias

Sin embargo, varios diplomáticos occidentales reconocen en privado que los señores de la guerra pueden ser más peligrosos para lograr la pacificación de Afganistán fuera del poder que  dentro de él.

"Karzai está sacrificando la Justicia para obtener estabilidad y mantenerse en el poder", advierte Mir Ahmad Joyenda, del Comité de Relaciones Internacionales del Parlamento. Joyenda reconoce que Karzai no controla gran parte del país y que tarde o temprano se tendrá que ceder más poder a las provincias , "pero no a criminales. Y tampoco prematuramente, porque la corrupción se dispararía".

Shahla está de acuerdo: "Es muy difícil imaginar en el poder a personas a las que considero asesinos. No me creo que puedan reconvertirse en demócratas. Por eso prefiero vivir fuera. Prefiero no verlo".

Karzai vende a las mujeres para ganar el voto conservador

Las madres no dejan que sus hijas vayan al colegio por miedo a que las secuestren o les tiren ácido.

Una adolescente vestida de negro se retira furtivamente el velo y enseña dos grandes cicatrices que sobresalen en su cabeza rapada y en el cuello. Vuelve a colocárselo en un par de segundos, temerosa de que alguien haya visto el movimiento, y clava los ojos en el suelo. Antes de que se le pueda preguntar quién le causó esas heridas y por qué, desaparece veloz en el interior de la tienda en la que vive, en un campo de desplazados a las afueras de Kabul.

Su gesto, para el que ha aprovechado un ruido por el que se han desviado todas las miradas, ha ocurrido después de que los hombres que hablaban frente a su tienda alardeasen de maltratar a sus esposas. "¿Quién es un juez para decirme cómo tengo que tratar a mi mujer? La castigo porque se porta mal. Y ahora dice que va a ir a la Comisión de Derechos Humanos, pero ésa no se escapa de ahí", advierte Rahmatullah Janati, apuntando hacia su casa, unas tiendas más allá.

Janati es el portavoz del campo de desplazados procedentes de la provincia de Helmand. Asegura que no va a votar en las elecciones "porque en Helmand el presidente no tiene ningún poder". "Mi mujer tampoco votará". ¿Por qué? "Porque lo decido yo".

Cambio de régimen

Tras el 11 de septiembre liberar a las mujeres de Afganistán de la brutalidad de los talibanes se convirtió en uno de los motivos más aireados de Estados Unidos y la OTAN para justificar la necesidad de un cambio de régimen en el país. Ocho años más tarde, las mujeres han entrado en el Parlamento, donde ocupan el 10% de los escaños, millones de niñas han vuelto a las escuelas tras el paréntesis talibán y muchas de las que se vieron forzadas a abandonar sus trabajos los han recuperado. Pero la mayoría de afganas siguen siendo ciudadanas de segunda, sometidas a la voluntad de padres, maridos e hijos.

Desde hace un mes, las mujeres chiíes el 15% de las afganas están obligadas por ley a satisfacer los deseos sexuales de sus esposos. Si se niegan, éstos tienen derecho a dejarlas morir de hambre.

La ley familiar chií recién aprobada permite, además, que los violadores eviten la cárcel si compensan económicamente a la familia de la víctima y da la custodia de los hijos al padre en caso de divorcio.

"Creíamos que este tipo de leyes bárbaras eran parte del pasado, que murieron con el derrocamiento de los talibanes, pero Karzai las ha revivido y les ha dado su aprobación", denuncia el director para Asia de la organización Human Rights Watch, Brad Adams.

La fuerte condena internacional no logró detener la aprobación de una ley con claros fines electorales. "Karzai ha hecho un pacto para vender a las mujeres afganas a cambio del apoyo de los fundamentalistas", destaca Adams.

Según la activista Fatemeh Hosseini, "Karzai ha intentado contentar a los mulás y a las mujeres, pero finalmente ha decidido que los líderes religiosos eran más importantes".

Esta ley retrógrada pone la puntilla al claro retroceso de derechos que ha causado el aumento de la violencia. "La situación en Kandahar ha empeorado muy rápido desde 2005. Durante un par de años me pude mover con total libertad, incluso sin burka, por toda la provincia. Ahora no me atrevo a cruzar ni una calle sola y voy siempre tapadísima", explica por teléfono Rangini Hamida, quien regresó a Afganistán en 2003 después de un exilio de 22 años y fundó la ONG Kandahar Treasure.

"Muy pocas mujeres se van a atrever a ir a votar. El miedo ha encogido sus corazones. Por eso tampoco envían a sus hijas al colegio. Han dejado de ir, no sólo en los pueblos, sino incluso en la ciudad. Las madres tienen miedo de que las secuestren, las agredan o les deformen la cara con ácido".