Afganistán

“Democracia” de ocupación: el show de las “elecciones libres

Las urnas del invasor


IAR Noticias, 19/08/09

Afganistán, un país invadido y ocupado militarmente desde hace ocho años, con más de 200.000 cipayos colaboracionistas afganos y 100.000 soldados extranjeros desplegados en la guerra de ocupación contra los rebeldes del Talibán, celebra elecciones “libres y democráticas” (a decir del Departamento de Estado USA) el jueves. Esta farsa (que la prensa del sistema ni siquiera analiza), ya repetida en Irak y en otros teatros de masacre y de ocupación militar, pone al descubierto la impunidad del invasor imperial  que convierte al país ocupado en un show grotesco con los propios verdugos colaboracionistas convertidos en  “candidatos” electorales.

“Si la guerra de 1999 contra Yugoslavia fue la primera operación “fuera del área” de la OTAN –es decir, fuera de Norteamérica y de aquellos países de Europa que participan en la Alianza– la guerra en Afganistán marcó la transformación de la OTAN en una maquinaria bélica global”, señala Rick Rozoff en un articulo para Global Research.

Por su parte, el secretario general de la OTAN Fogh Rasmussen afirmó que, a pesar de que se está pagando “un precio elevado” en vidas, espera que se entienda que estas pérdidas tienen lugar en “una causa vital” para la seguridad de los 42 países que contribuyen a ISAF (Fuerza de Asistencia Internacional para la Seguridad de la OTAN).

Rasmussen recalcó que prevenir el retorno del “terrorismo” a Afganistán es una cuestión “crítica”, y señaló que el trabajo de los miembros de la fuerza internacional está centrado desde hace semanas en las elecciones presidenciales y provinciales del próximo jueves.

Tanto EEUU como la OTAN justificaron un aumento  de soldados invasores en Afganistán en los últimos días argumentando que se trata de un esfuerzo para asegurar que las elecciones en ese país se realicen sin interrupción o sabotajes por parte de los rebeldes talibanes.

De manera tal, que los comicios del jueves se van a realizar con más presencia de tropas, tanques y otros vehículos blindados, helicópteros artillados, aviones de guerra y en medio  de una ofensiva militar en gran escala contra los talibanes que ya amenazan a la capital, Kabul.

Tras los atentados del 11–M, en el 2001, la administración Bush invadió Afganistán contando con el apoyo de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), lo que –a diferencia de Irak donde la organización no actúa– supuso a posteriori para la organización atlántica, un involucramiento directo en la “guerra contraterrorista” de Bush en el país ocupado.

A lo largo de casi 6 años de ocupación las tropas conjuntas de la OTAN y EEUU aún no han podido controlar a la guerrilla talibán que en los últimos meses lanzó una feroz contraofensiva que ya causó enormes bajas y daños a las fuerzas ocupantes y posicionó a la resistencia en el control de la mayoría del territorio afgano.

La estrategia de conquista capitalista y militar que Bush y los halcones imperiales lanzaron detrás de la pantalla de la “guerra contraterrorista”, emergente del 11–S, comienza claramente  a resquebrajarse en Afganistán donde la resistencia talibán y los muertos estadounidenses y europeos crecen en simétricas proporciones.

Las bajas de las tropas internacionales –sobre todo estadounidenses y británicas– han alcanzado cifras récord desde julio, tras la puesta en marcha de operaciones para terminar con la resistencia  en el sur afgano, bastión de los rebeldes talibanes.

De acuerdo con un informe de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) 1.103 civiles murieron en el conflicto armado durante los seis primeros meses de 2009, un incremento de un 24% con respecto a 2008. La cifra en el mismo periodo durante 2008 fue de 818 personas muertas mientras que en 2007 la represión imperial se cobró 684 vidas.

Como es de uso, en la prensa internacional nadie se pregunta lo obvio: ¿Cómo se pueden realizar elecciones “democráticas” en un país ocupado y masacrado militarmente desde hace ocho años?.

El imperio estadounidense y sus socios en la ocupación (la OTAN y las potencias centrales) llegan al máximo nivel de alienación y de demencia: Hacer “votar libremente” a un pueblo conquistado, masivamente pobre e ignorante, cuya única motivación diaria es el sufrimiento, la guerra y la muerte.

Esta farsa (que la prensa del sistema ni siquiera analiza), ya repetida en Irak y en otros teatros de masacre y de ocupación militar, pone al descubierto la impunidad del invasor imperial que convierte al país ocupado en un show grotesco con los propios verdugos colaboracionistas convertidos en candidatos electorales.

El grotesco electoral está dotado de marketing y de encuestas. El “favorito” en los sondeos es el presidente títere saliente, Hamid Karzai, llevado al poder por la coalición invasora internacional liderada por EEUU que a finales de 2001 derrocó al régimen talibán, y elegido en los primeros “comicios” del país ocupado, en 2004.

Pero sus principales “rivales” electorales, empezando por su ministro de Relaciones Exteriores, Abdulá Abdulá, realizaron rutilantes (y grotescas) campañas como si estuvieran en Europa o EEUU, de la que se ocuparon no menos grotescos y absurdos “analistas” que se encargaron de proyectar sus performances en las urnas.

En medio de las bombas, los atentados diarios  Abdulá cerró su campaña el lunes por la mañana con un espectacular mitin en el estadio de Kabul, ante más de 10.000 personas con gorras azules que enarbolaban la bandera de su partido y coreaban su nombre, mientras la prensa realizaba la cobertura “informativa” del acto como si estuviera en París o en Nueva York.

Según relata Reuters, hasta un helicóptero de combate (distraído de los ataques a poblaciones civiles) sobrevoló el estadio y lanzó miles de panfletos con la foto de Abdulá y papeletas con el nombre del candidato marcado para ayudar a una gran mayoría de votantes analfabetos. “¡Compatriotas!, Despertad, es hora del gran cambio”, rezaba el panfleto, escrito en los tres idiomas mayoritarios en el país.

Es más, y al mejor estilo de una democracia del “primer mundo” tampoco faltó el show del “debate” televisado durante el cual  Karzai fue criticado por sus rivales que centraron sus dardos en la “corrupción” imperante en su gobierno abocado a gerenciar la ocupación militar y a legitimar la presencia de las tropas invasoras.

“La logística de las elecciones presidenciales y provinciales del jueves es una pesadilla para las autoridades afganas, que en plena guerra con los talibanes deben transportar el material de votación en helicópteros y burros a remotas regiones montañosas”, señala este martes (sin ningún comentario) la agencia AFP.

Según la agencia, las segundas elecciones presidenciales por sufragio universal en la sangrienta historia de este país costarán 223 millones de dólares, financiados por los países implicados en la ocupación de Afganistán.

Una parte del presupuesto se destinará al transporte del material electoral a las casi 7.000 oficinas de voto, algunas de las cuales están ubicadas en profundos valles, en abruptas montañas o en zonas infestadas de rebeldes talibanes que intentan boicotear la farsa.

Afganistán sufre de una pobreza extrema, y en 1995 ocupó el puesto 192º entre 192 en el ranking de países según el consumo de calorías de su población. Millones de personas carecen de alimentos, vivienda, asistencia sanitaria y educación, y más de dos tercios de la población viven con menos de dos dólares al día.

En general, la economía afgana tiene muy bajo desarrollo debido a la situación de dominación militar y de guerra permanente, a la existencia de un gobierno colaboracionista con el invasor y a la fragmentación de la sociedad en grupos tribales empobrecidos.

Con una alta tasa de enfermedades provenientes de la desnutrición, la población del país asciende a 26.000.000 de personas, cuya esperanza de vida es de 47,3 años.

Entre 1979 y 2000 una tercera parte de su población abandonó el territorio, huyendo de la guerra, estimándose que son cerca de seis millones los refugiados afganos establecidos en Pakistán e Irán.

Planteado el “escenario electoral” del próximo jueves, tres helicópteros, unos 3.000 vehículos y 3.000 burros, caballos o mulas entregarán millones de papeletas, toneladas de lapiceros y el material necesario para el desarrollo de la votación, según las autoridades electorales.

Que las propias fuerzas colaboracionistas o las tropas invasoras (que masacran a diario población civil, incluidos mujeres, niños y ancianos) transporten las urnas a lomo para a hacer “votar libremente” a personas desposeídas que ni siquiera saben leer y escribir, demuestra que el “sistema democrático” imperial se ha salido de los marcos de una estrategia de “dominio sin las armas” para convertirse en una enfermedad mental trasmitida por el sometedor al sometido.

“Afganistán es un país (...) que intenta reponerse de casi tres décadas de guerra”, justifica Aleem Siddique, portavoz de la Misión de Naciones Unidas para Afganistán (UNAMA), que ayuda al país ocupado a organizar las elecciones y “legitimar” internacionalmente la farsa.

“Repartir material electoral confidencial es un verdadero desafío en este ambiente”, asegura como si Afganistán fuera una país más del patio trasero latinoamericano.

Otro “desafío” es “hacer tomar conciencia a la numerosa población analfabeta de la importancia de las elecciones y explicar cómo funciona el proceso electoral”, añade con total impunidad el demente Siddique.

Más allá de toda consideración política o estratégica del escenario de ocupación militar, el sólo hecho de que los afganos vayan a “elegir  democráticamente” en una urna, a quien los gobernará,  es una soberana bofetada a la lógica y a la inteligencia humana.

Que el imperio capitalista (con EEUU y la UE a la cabeza) exporte “sistema democrático” con “elecciones libres” a un país empobrecido y oprimido militarmente es una señal –o por lo menos un síntoma– de que la sanidad mental de los invasores ha tocado niveles extremos de decadencia y deterioro mental.

Y en medio de esa maraña, entre la demencia “democrática”  y la criminalidad de los invasores “globales”, los talibanes ya proyectan su sombra combatiente y fundamentalista sobre Kabul.