Medio Oriente

Dos soldados libaneses, uno israelí y un periodista libanés mueren en la frontera

Choque mortal entre Israel y el Líbano

Página 12, 04/08/10

La violencia derivó de la decisión del ejército israelí de cortar un árbol cerca de la “valla técnica” que separa a ambos países. Los gobiernos se acusaron mutuamente de haber empezado a disparar. Es el hecho más grave desde 2006.

Dos soldados libaneses, un teniente israelí y un periodista libanés murieron ayer en el fuego cruzado entre Israel y Líbano. El conflicto se produjo supuestamente por un árbol en la localidad fronteriza de Addaiseh. Fue el peor enfrentamiento desde que en 2006 el ejército israelí invadiera por 34 días el suelo libanés.

La violencia derivó de la decisión del ejército israelí de cortar un árbol cerca de la llamada “valla técnica” que separa a Líbano de Israel. A diferencia de la guerra que se produjo hace cuatro años, esta vez los milicianos chiítas del Hezbolá no participaron de los choques. Desde Beirut, se denunció que el enfrentamiento arrancó cuando los soldados cruzaron al territorio libanés para podar el árbol, a pesar de que integrantes de la misión de paz de las Naciones Unidas en el Líbano le habrían pedido a uno de los oficiales israelíes que no lo hiciera porque serían repelidos a tiros.

Los libaneses insisten en que efectuaron unos disparos al aire para amedrentar al militar hebreo que estaba sobre una grúa para cortar la planta. Como las tropas israelíes contestaron con artillería y apuntando directamente a los soldados, se desató un tiroteo e intervino hasta un tanque, destacaron las fuentes libanesas.

Por su parte, los israelíes afirman que sus soldados fueron atacados cuando estaban en su propio territorio. Tel Aviv dijo que sus hombres estaban realizando trabajos de mantenimiento de rutina en un espacio de la llamada Línea Azul, que es reconocida internacionalmente como el límite que divide los dos países. Los israelíes remarcaron que respondieron al fuego libanés. El jefe de las tropas israelíes en el norte del país, el general Gadi Eizenkot, acusó a las fuerzas libanesas de disparar hacia soldados que estaban dentro de Israel y calificó el hecho como un incidente aislado.

El saldo del tiroteo que se prolongó hasta el mediodía fue trágico. Dos soldados y un periodista libanés resultaron muertos. También, un teniente coronel israelí de 45 años, Dov Harari. El periodista Assaf Abu Rahal, del diario local Al Akhbar, murió en el tiroteo. Otro periodista de la cadena televisiva Al Manar resultó herido. “Estamos conmocionados por la muerte de Rahal. Condenamos este error garrafal de los militares israelíes”, dijo la organización Reporteros Sin Fronteras en un comunicado.

Después de los disparos vinieron las acusaciones cruzadas entre el gobierno de Benjamín Netanyahu y de Michel Suleiman. El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, advirtió: “Israel no tolerará ataques a sus soldados ni a sus civiles dentro de su territorio soberano”. Al mismo tiempo, Barak dijo que su país “desea la paz” y puso como prueba la retirada de sus tropas del sur del Líbano en 2000, tras 22 años de ocupación. El canciller israelí, Avigdor Lieberman, instruyó a la delegación en Naciones Unidas para pedir una reunión inmediata del Consejo de Seguridad.

Horas después, el órgano expresó su preocupación por los choques entre las fuerzas del Líbano e Israel y pidió a los dos países que respetaran la resolución que terminó con la guerra de 2006, que dejó unos 1200 libaneses muertos y unos 158 israelíes. De todas maneras, los quince países miembro del Consejo de Seguridad pidieron un informe de la misión de la ONU en Beirut. El vocero de esa fuerza de paz, el comandante Andrea Tenenti, dijo a Radio Israel que ya estaban investigando las circunstancias y concretamente si Israel había cruzado la frontera.

La Casa Blanca salió a calmar los ánimos. El vocero del Departamento de Estado norteamericano dijo que lo último que quiere Washington es que este incidente se expanda hacia algo más significativo.

En oposición, Hezbolá, que niega haber participado del incidente, salió a advertir al ejército israelí. El jeque Hassan Nasrallah dijo que su movimiento intervendrá si Líbano vuelve a ser atacado. “Cualquier brazo israelí extendido contra el ejército libanés será cortado con la resistencia”, disparó Nasrallah. Siria y la organización palestina Hamas se solidarizaron con Beirut y remarcaron que el objetivo de Israel con el ataque es desestabilizar la región.

La frontera norte de Israel y sur del Líbano se mantuvo relativamente calma desde la guerra entre el ejército israelí y Hezbolá de 2006. Una guerra que duró 34 días. Hace cuatro años, la ONU desplegó la Unifil, formada por doce mil soldados y liderada por España, Francia e Italia. Pero las tensiones crecieron en los últimos meses, cuando Israel acusó a Hezbolá de expandir su arsenal y a Damasco y a Teherán de haberle enviado misiles Scud. En el último año, más de setenta personas fueron arrestadas en el Líbano acusadas de colaborar con Israel. El jueves pasado detuvieron a un supuesto espía israelí que trabajaba en la empresa libanesa de telecomunicaciones.


Árbol de guerra

Por Robert Fisk
The Independent, 04/08/10
Página 12, 04/08/10

¿Puede un árbol comenzar una guerra en el Medio Oriente? Casi lo logró ayer. Que una pregunta así pueda ser formulada es símbolo del estado incendiario de la región, de la desconfianza mutua entre árabes e israelíes y de la peligrosa frontera del sur del Líbano, que –como es habitual– se empapó ayer de sangre. La localidad llamada Addaiseh se tiñó con la sangre de tres soldados libaneses, un teniente coronel israelí y un periodista libanés.

Después de los bombardeos de los tanques, de los ataques con misiles del helicóptero israelí, de las granadas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llamó a ambas partes a “ejercitar la moderación”. Así la batalla se apagó ante los fríos ojos de un batallón español y de unos pocos soldados de Malasia.

Pero esto sucedió después de una cumbre árabe tripartita, de misteriosos ataques de misiles en las fronteras de Jordania, Israel y Egipto ocurridos dos días atrás, de que el Hezbolá denunciara que la investigación de la ONU sobre el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri era un “proyecto israelí” y de que el lunes descubrieran a otro presunto espía israelí en las telecomunicaciones libanesas.

Pero, de vuelta al árbol. Era una cosa miserable, mínima, probablemente un abeto. Después de una ola de calor de 46 grados en el Líbano, sus hojas bloquearon las cámaras de seguridad israelíes en la frontera con el Líbano, cerca de Addaiseh. Los israelíes decidieron usar una grúa para arrancarlo. Pero hubo un problema: nadie sabe exactamente dónde queda la frontera entre Israel y el Líbano.

En 2000, la ONU dibujó una “Línea Azul” entre lo que por esos días era el límite entre el mandato francés del Líbano y el mandato británico de Palestina. Atrás de la divisoria, desde el punto de vista libanés, se levanta la “valla técnica” israelí, una masa de las alambres de púa, cables electrificados y calles arenosas (para detectar huellas). Entonces, cuando los libaneses vieron ayer a la mañana cómo los israelíes maniobraban con una grúa por sobre el cerco empezaron a gritarles que se retiraran.

En el momento en que el brazo de la grúa cruzó el “cerco técnico” –y aquí uno debe explicar que la “Línea Azul” no necesariamente coincide con el “cerco”–, los soldados libaneses abrieron fuego y dispararon al aire. Los israelíes, de acuerdo con los libaneses, no dispararon al aire. Dispararon hacia los soldados libaneses.

Para el ejército libanés vérselas con los israelíes, y sus 264 misiles nucleares, era una orden arriesgada. Pero para los israelíes arreglárselas con las tropas de uno de los países más pequeños del mundo era seguramente absurdo. No lo hacía más absurdo que dos días antes, en el Día del Ejército, el presidente del Líbano, Michel Suleiman, hubiese ordenado en Beirut a sus soldados que defendieran la frontera.

Para ese momento, el corresponsal del diario local Al-Akhbar, Assaf Abu Rahal, llegó a Addaiseh para cubrir la historia. Un poco más tarde, un helicóptero hebreo –aparentemente disparando desde el lado israelí de la frontera (pero eso todavía debe ser confirmado)– lanzó un cohete a un vehículo blindado, matando a tres soldados y a un periodista.

Las tropas libanesas, obedeciendo órdenes de Beirut, respondieron al fuego y mataron a un teniente coronel israelí. Hezbolá, la milicia chiíta subvencionada por Irán y que no participó en la batalla, anunció la muerte del militar cinco horas antes de que Israel la confirmara. La información de los milicianos, aparentemente, provino de un soldado israelí que usó un teléfono móvil. Era la principal noticia en Al-Manar, la estación televisiva del Hezbolá.

Durante toda la tarde, los israelíes y los libaneses se acusaron unos a otros de ser los agresores. Israel afirmó que todo el asunto fue un malentendido. Saad Hariri, el primer ministro libanés y el hijo de Rafiq, llamó por teléfono al presidente egipcio. Estaba justo denunciando ante Hosni Mubarak “las violaciones israelíes a la soberanía libanesa” cuando Israel anunció que llevaría la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU. “Israel ve al gobierno libanés como responsable de este serio incidente y advierte que estos hechos pueden continuar”, dijo un vocero. ¿Todo por un árbol? Claro, los israelíes quieren tener un archivo de “incidentes” antes de la próxima guerra con Hezbolá, en la que han prometido derribar la infraestructura libanesa por sexta vez en 32 años, sobre la base de que el Hezbolá está ahora representado (sí, lo está) en el gabinete libanés.

Y todo esto mientras el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad –uno de los promotores del Hezbolá– pide conversaciones cara a cara con el presidente Barack Obama por el programa nuclear iraní. Todo esto ocurre justo cuando el Grupo de Crisis Internacional ha salido con un nuevo informe que advierte que la próxima guerra entre Israel y el Líbano será más violenta que nunca.

Los israelíes usaron tanques y helicópteros ayer; los libaneses emplearon obuses de morteros en la dirección opuesta. Por un rato, el sistema de telefonía móvil libanés estuvo por colapsar. No lo hizo por Milad Ein, el supuesto espía que trabajaba en Ogero, la compañía que administra las comunicaciones en Beirut. Sí colapsaron las líneas porque todos querían saber si estaba por comenzar otra guerra. Todo por un árbol.