Medio Oriente

Regímenes árabes temen la "Intifada del pan"

Análisis de Cam McGrath
Corresponsal en Egipto
Inter Press Service (IPS), 18/01/11

El Cairo.– "Rompe mi corazón, pero no toques mi pan", reza un proverbio árabe. No observarlo puede tener un alto costo político. Sólo hay que preguntarle al derrocado presidente de Túnez, Zine El–Abidine Ben Ali.

Durante varias semanas, los tunecinos protestaron contra el alto desempleo, la corrupción endémica y la represión política. También se quejaron del alto costo de alimentos básicos como el trigo, el azúcar y la leche, cuyos precios se dispararon aproximadamente 25 por ciento en la primera semana de este mes. "Queremos pan, agua y a Ben Ali fuera", entonaba un grupo de manifestantes.

El viernes pasado, luego de que una brutal represión y concesiones de último minuto no lograran contener a los manifestantes, el presidente huyó con su familia a Arabia Saudita.

Analistas coinciden en que Ben Ali, quien gobernó con mano dura ese país del norte de África durante 23 años, subestimó el malestar público. Fue un error capital para un gobernante veterano que, según un cable diplomático divulgado por Wikileaks, no tenía casi contacto con su pueblo.

El presidente debió haber recordado las protestas de 1984 por el precio del pan, que dejaron 80 muertos y casi acabaron con el gobierno de su predecesor, Habib Bourguiba.

Manifestaciones similares ya habían estallado en Egipto en 1977, en Marruecos en 1981 y en Jordania en 1989. Fueron también protestas contra el aumento del precio del pan las que casi les dieron a los islamistas el control del parlamento en Argelia, situación que derivó en una guerra civil de una década.

Procurar alimentos baratos es parte de un pacto no escrito entre los regímenes árabes y su pueblo. Desde los años 50, los gobernantes de Medio Oriente y el norte de África han entregado alimentos básicos subsidiados, como pan, leche y huevos, para mantener en calma a las masas.

"Aunque funcionarios reconocen la carga que suponen estos subsidios en los presupuestos nacionales, temen reducirlos o eliminarlos", señaló el economista Abdel Fatah El–Gebali, del Centro Al–Ahram para Estudios Políticos y Estratégicos. "Tienen miedo de causar una inflación y una agitación social".

En los corredores del parlamento de Egipto, país que destina alrededor de siete por ciento de su producto interno bruto a subvencionar combustibles y alimentos, se habla de planes para reestructurar este beneficio.

El gobierno quiere reemplazar el actual sistema "en especie" por uno de pagos en efectivo a los que más lo necesitan. Sin embargo, el plan es constantemente demorado por funcionarios de gobierno que temen causar malestar público.

Los anticuados e ineficientes sistemas de subsidios aplicados desde Rabat hasta Riyadh ahora son cuestionados debido a los altos precios internacionales de los alimentos y los combustibles.

Los gobiernos árabes afrontan un dilema: absorber los costos extra de la inflación en los programas nacionales de subsidios, con riesgo de aumentar el déficit presupuestal, o permitir que los precios se disparen, con la amenaza de que se desate un levantamiento popular. Túnez parece haber elegido mal.

Por supuesto, la inflación no es el único factor. Es la mezcla de pobreza, alto desempleo, disparidad económica y creciente costo de vida lo que ha convertido a la región en un barril de pólvora.

Datos de la Organización Árabe del Trabajo indican que los países de Medio Oriente y el norte de África tienen los más altos índices de desempleo en el mundo: un promedio de 14,5 por ciento en el año fiscal 2007–2008, contra el promedio internacional de 5,7 por ciento. Y las tasas podrían ser aun más altas según estimaciones no oficiales.

En Egipto, 20 por ciento de la población sobrevive con dos dólares diarios (la línea de pobreza reconocida por la Organización de las Naciones Unidas), en Argelia 23 por ciento, en Marruecos 14,3 por ciento, en Túnez 12,8 por ciento y en Yemen más de 45 por ciento.

El levantamiento que derrocó al presidente de Túnez no fue un movimiento político, sino una revuelta espontánea de ciudadanos que no podían satisfacer sus necesidades básicas. Comenzó cuando Mohammad Bouazizi, un joven de 26 años con título universitario, se inmoló con fuego luego de que la policía le confiscara la carreta sin licencia que usaba para vender alimentos y sobrevivir.

"Los tunecinos y los argelinos están hambrientos. Los egipcios y los yemeníes están justo detrás de ellos", escribió el analista Mishaal Al Gergawi en el periódico The Gulf News, de Emiratos Árabes Unidos

"Mohammad Bouazizi no se inmoló porque no podía tener un blog o votar. La gente se prende fuego porque no puede ver a su familia marchitarse lentamente, no de tristeza, sino de profunda hambre", añadió.

La inmolación de Bouazizi el 17 de diciembre desató una agitación popular que derrocó al gobierno tunecino y ahora amenaza con extenderse a otras naciones árabes.

¿Deberían preocuparse los regímenes de la región? Hasta ahora han logrado retener el poder a través de elecciones fingidas y neutralizando y desmoralizando a la oposición política. Pero una Intifada (levantamiento popular) por el pan podría ser una fuerza imparable.


La grave situación económica podría provocar otras revueltas

Túnez sacude a los demás países árabes

Por Catrina Stewart y Kim Sengupta
The Independent, 19/01/11
Página 12, 20/01/11

Traducción de Celita Doyhambéhère

El derrocamiento del dictador tunecino ha inspirado manifestaciones similares en otros lugares de la región, como Egipto y Jordania. Y desatado una ola de inmolaciones.

Túnez comenzó ayer la búsqueda de millones de dólares que se cree que fueron robados al país por el destituido líder y su familia, mientras los líderes árabes eran advertidos de que las graves condiciones económicas podían provocar una revuelta estilo tunecino en otras partes de la región. Suiza también congeló los activos relacionados con el ex presidente Zine el-Abidine Ben Alí, y de alrededor de otras 40 personas relacionadas con el régimen.

Ben Alí y su mujer, Leila Trabelsi, que huyeron del país el viernes pasado después de las amplias protestas callejeras, han acumulado supuestamente un fortuna de 3.500 millones de dólares durante su autoritario gobierno de 23 años. Sus amistades también están acusadas de ganar enormes fortunas por medios ilícitos.

Las protestas continuaron en el país ayer contra miembros del nuevo gobierno vinculados con el viejo régimen. En su última concesión, el liderazgo encabezado por el primer ministro Mohamed Ghannuchi –quien ocupaba ese cargo bajo el régimen– anunció que en un “gesto de reconciliación”, alrededor de 1.800 prisioneros que cumplían sentencias de menos de seis meses serán liberados. En Ginebra, el comisionado por los derechos humanos de las Naciones Unidas, Navi Pillay, dijo que se estaba enviando a Túnez un equipo de evaluación para comenzar a trabajar registrando los abusos durante los actuales disturbios, en los que según la estimación de la ONU murieron alrededor de cien personas.

Los acontecimientos en Túnez han inspirado manifestaciones similares en otros lugares en la región, a menudo en riesgo de que las poderosas fuerzas de seguridad, que son rápidas para aplastar a los disidentes, tomen drásticas medidas. En Argelia, miles han salido a las calles para expresar su enojo por el aumento de los precios de los alimentos, mientras que los jordanos han hecho manifestaciones contra al alto desempleo. Egipto, Omán, Yemen y Libia han sido testigos de protestas en gran escala.

“La revolución tunecina no está lejos de nosotros –dijo Amr Moussa, el secretario general de la Liga Arabe, en una reunión de la liga en el sitio de veraneo egipcio de Sharm-el-Sheik–. El ciudadano árabe entró en un estado de enojo y frustración sin precedentes.”

Los comentarios del diplomático egipcio fueron una cruda advertencia a los líderes árabes para tratar urgentemente la creciente desesperación por el alto índice de desempleo, el aumento en los precios de los alimentos y otros males económicos. “El alma árabe está quebrada por la pobreza, el desempleo y la recesión general –dijo Moussa–. Está en la mente de todos nosotros.”

Pocos creen que una revolución al estilo tunecino arrasará la región mañana, en parte por la dificultad de canalizar las frustraciones económicas en estrategia política. Los manifestantes y la oposición política están envalentonadas.

Un vendedor callejero gatilló la revuelta tunecina cuando se prendió fuego después de que la policía confiscara su puesto desató una ola de inmolaciones. Por lo menos 12 personas se prendieron fuego –siete de ellas en Argelia, tres en Egipto– la semana pasada en un último acto de desesperación.

Claire Spencer, jefa de Programa de Medio Oriente y de Africa del Norte en Chatham House, describió los comentarios de Moussa como “un llamado de alerta” a la región. “Es una advertencia para decir que se debe quitar algo de la presión sobre la población para que tengan espacio para respirar”, dijo. En un intento de dar algo de alivio a sus problemáticas economías, los países de la Liga Arabe dijeron que apoyarían un programa de asistencia de 2 mil millones de dólares. Los fondos irán para crear posibilidades de empleos en un momento en que el mundo árabe está experimentando una “crisis histórica sin precedentes”, dijo el gobernante de Kuwait, Emir Sabah al-Ahmed al-Jaber al-Sabah.

Los fondos obtuvieron un apoyo limitado cuando se establecieron el año pasado, especialmente de estados ricos en petróleo, Kuwait y Arabia Saudita.