Medio Oriente,
se extienden
las protestas

El pasado reciente se caracteriza por luchas obreras brutalmente reprimidas
que se han incrementado

Lo que no se conoce sobre Egipto

Por Vicenç Navarro (*)
Blogs.Público.es, 17/02/11

La caída del dictador Mubarak como resultado de la movilización popular es un motivo de alegría para toda persona con sensibilidad democrática. Pero esta misma sensibilidad democrática debiera concienciarnos de que la versión de lo ocurrido que ha aparecido en los medios de información de mayor difusión internacional (desde Al Yazira a The New York Times y CNN) es incompleta o sesgada, pues responde a los intereses que los financian.

Así, la imagen general promovida por aquellos medios es que tal evento se debe a la movilización de los jóvenes, predominantemente estudiantes y profesionales de las clases medias, que han utilizado muy exitosamente las nuevas técnicas de comunicación (Facebook y Twitter, entre otros) para organizarse y liderar tal proceso, iniciado, por cierto, por la indignación popular en contra de la muerte en prisión, consecuencia de las torturas sufridas, de uno de estos jóvenes.

Esta explicación es enormemente incompleta. En realidad, la supuesta revolución no se inició hace tres semanas y no fue iniciada por estudiantes y jóvenes profesionales. El pasado reciente de Egipto se caracteriza por luchas obreras brutalmente reprimidas que se han incrementado estos últimos años. Según el Egypt’s Center of Economic and Labor Studies, sólo en 2009 existieron 478 huelgas claramente políticas, no autorizadas, que causaron el despido de 126.000 trabajadores, 58 de los cuales se suicidaron. Como también ocurrió en España durante la dictadura, la resistencia obrera democrática se infiltró en los sindicatos oficiales (cuyos dirigentes eran nombrados por el partido gobernante, que sorprendentemente había sido aceptado en el seno de la Internacional Socialista), jugando un papel clave en aquellas movilizaciones. Miles y miles de trabajadores dejaron de trabajar, incluidos los de la poderosa industria del armamento, propiedad del Ejército. Se añadieron también los trabajadores del Canal de Suez (6.000 trabajadores) y, por fin, los empleados de la Administración pública, incluyendo médicos y enfermeras (que desfilaron con sus uniformes blancos) y los abogados del Estado (que desfilaron con sus togas negras). Uno de los sectores que tuvo mayor impacto en la movilización fue el de los trabajadores de comunicaciones y correos, y del transporte público.

Los centros industriales de Asyut y Sohag, centros de la industria farmacéutica, energía y gas, también dejaron de trabajar. Las empresas en Sharm El–Sheikh, El–Mahalla Al Kubra, Dumyat y Damanhour, centros de la industria textil, muebles y madera y alimentación también pararon su producción. El punto álgido de la movilización obrera fue cuando la dirección clandestina del movimiento obrero convocó una huelga general.

Los medios de información internacionales se centraron en lo que ocurría en la plaza Tahrir de El Cairo, ignorando que tal concentración era la cúspide de un témpano esparcido por todo el país y centrado en los lugares de trabajo –claves para la continuación de la actividad económica– y en las calles de las mayores ciudades de Egipto.

El Ejército, que era, y es, el Ejército de Mubarak, no las tenía todas consigo. En realidad, además de la paralización de la economía, tenían temor a una rebelión interna, pues la mayoría de soldados procedían de familias muy pobres de barrios obreros cuyos vecinos estaban en la calle. Mandos intermedios del Ejército simpatizaban también con la movilización popular, y la cúpula del Ejército (próxima a Mubarak) sintió la necesidad de separarse de él para salvarse a ellos mismos. Es más, la Administración Obama, que al principio había estado en contra de la dimisión de Mubarak, cambió y presionó para que este se fuera. El Gobierno federal ha subvencionado con una cantidad de 1.300 millones de dólares al año al Ejército de aquel país y este no podía desoír lo que el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, estaba exigiendo. De ahí que el director de la CIA anunciase que Mubarak dimitiría y, aunque se retrasó unas horas, Mubarak dimitió.

Ni que decir tiene que los jóvenes profesionales que hicieron uso de las nuevas técnicas de comunicación (sólo un 22% de la población tiene acceso a internet) jugaron un papel importante, pero es un error presentar aquellas movilizaciones como consecuencia de un determinismo tecnológico que considera la utilización de tecnología como el factor determinante. En realidad, la desaparición de dictaduras en un periodo de tiempo relativamente corto, como resultado de las movilizaciones populares, ha ocurrido constantemente. Irán (con la caída del sha), el Muro de Berlín, la caída de las dictaduras del Este de Europa, entre otros casos, han caído, una detrás de otra, por movilizaciones populares sin que existiera internet. Y lo mismo ocurrió en Túnez, donde, por cierto, la resistencia de la clase trabajadora también jugó un papel fundamental en la caída del dictador, cuyo partido fue también sorprendentemente admitido en la Internacional Socialista.

El futuro, sin embargo, comienza ahora. Es improbable que el Ejército permita una transición democrática. Permitirá establecer un sistema multipartidista, muy limitado y supervisado por el Ejército, para el cual el enemigo número uno no es el fundamentalismo islámico (aunque así lo presenta, a fin de conseguir el apoyo del Gobierno federal de EEUU y de la Unión Europea), sino la clase trabajadora y las izquierdas, que son las únicas que eliminarían sus privilegios. No olvidemos que las clases dominantes de Irán, Irak y Afganistán apoyaron el radicalismo musulmán (con el apoyo del Gobierno federal de EEUU y de Arabia Saudí) como una manera de parar a las izquierdas. Una de las primeras medidas que ha tomado la Junta Militar ha sido prohibir las huelgas y las

reuniones de los sindicalistas. Sin embargo, esta movilización obrera apenas apareció en los mayores medios de información.


(*) Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University.


En Egipto persisten las huelgas

Associated Press (AP), 20/02/11

El Cairo.– Los trabajadores egipcios reanudaron ayer las huelgas que habían comenzado el fin de semana, en demanda de mejoras laborales en varias ciudades del país. Desoyeron así el llamado de las fuerzas armadas, que gobiernan el país tras la caída de Hosni Mubarak, el viernes pasado, a restablecer la normalidad económica.

En El Cairo, cientos de empleados aeroportuarios se concentraron en la terminal de arribos del aeropuerto internacional para reclamar aumentos salariales y seguro de salud. La protesta no afectó los vuelos.

En Mahala, una ciudad industrial en el Delta del Nilo, los trabajadores de la mayor fábrica textil del país se declararon en huelga para reclamar un aumento salarial.

La vida está por ahora lejos de volver a la normalidad en Egipto. Las autoridades aplazaron una semana la reanudación de las clases en escuelas y universidades. Los bancos permanecen cerrados y la bolsa, sin sesiones desde hace tres semanas, todavía no anunció cuándo reanudará sus actividades.

Por otro lado, el primer informe oficial divulgado ayer por el Ministerio de Salud de Egipto señaló que, por lo menos 365 personas murieron y 5500 resultaron heridas durante los 18 días de protestas que derrocaron a Mubarak.

La cifra de muertos es todavía preliminar, según apuntó el ministro de Salud, Sahmed Farid, y no incluye a los policías y presos fallecidos también durante las revueltas.

Una vez que se haya reunido toda la información de centros hospitalarios en todo el país, el número de muertos podría aumentar, explicó el ministro en un comunicado.


Huelgas desafían a los militares en Egipto

Por Cam McGrath
Inter Press Service (IPS), 17/02/11

El Cairo.– La caída del presidente Hosni Mubarak dio nuevo impulso al movimiento de trabajadores, que estuvo bajo un estricto control de las autoridades durante casi seis décadas.

Insatisfechos con sus escasos salarios, las malas condiciones de trabajo y la corrupción, los trabajadores han tomado las calles de varias ciudades.

"Nuestra revolución no está completa", dijo el activista por los derechos laborales Kareem El–Beheiry. "Aún estamos bajo el control del mismo ejército y gobierno que antes, y todavía se niegan a reconocer nuestros derechos… Si no pueden arreglar las cosas ahora, entonces deberían decirnos cuándo, pero en cambio quieren obligarnos a dejar de protestar", añadió.

Decenas de huelgas y sentadas han sido reportadas en todo Egipto desde el 9 de este mes, dos días antes de que Mubarak cediera el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

En las protestas participan unos 50.000 trabajadores, incluyendo empleados de los sectores bancario, público, petrolero, médico, textil y de transporte.

"La inestabilidad laboral se ha venido gestando desde hace un tiempo, al menos desde 2006", dijo Alia El Mahdi, decano de la Facultad de Economía y Ciencia Política en la Universidad de El Cairo. "La Revolución del 25 de Enero hizo que las personas se involucraran más y les dio fuerza para demandar sus derechos".

Los trabajadores exigen el pago de beneficios pendientes e iguales oportunidades para ascender, así como el juicio a empleadores corruptos. Pero en el centro del conflicto, según El Mahdi, está la gran disparidad económica entre los empresarios y sus empleados, algunos con sueldos inferiores a 30 dólares por mes.

"Hay una profunda brecha salarial en muchas instituciones", dijo El Mahdi a IPS. "Las diferencias en el sueldo son asombrosas".

Después de años de letargo, el estatal Consejo Nacional para los Salarios anunció en octubre pasado que elevaría el sueldo mínimo de 20 a unos 70 dólares mensuales.

Este salario está por debajo de la línea de pobreza reconocida por la Organización de las Naciones Unidas de dos dólares diarios y muy lejos de los 200 dólares mensuales exigidos por los trabajadores. "Nadie representó a los trabajadores en esas negociaciones", dijo El–Beheiry.

La última ola de protestas laborales claramente preocupó al vicepresidente Omar Suleiman, quien advirtió duras medidas para desalentar la desobediencia civil. Pero debió abandonar el cargo junto a Mubarak antes de que pudiera cumplir sus amenazas. Ahora todo está en manos de los militares.

En su primera semana de gobierno, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas instó a los trabajadores a retornar a sus actividades y apeló al sentido de deber nacional. Pero no prohibió las huelgas, como muchos esperaban.

"Las Fuerzas Armadas llaman a los honorables egipcios a reconocer que las actuales protestas en este tiempo crítico tendrán consecuencias negativas y dañarán la economía del país", dijeron los militares en un comunicado leído en la televisión estatal.

"Los militares afrontan un dilema", señaló Mohamed Ezzat, de 28 años, quien participó de las manifestaciones en la capitalina plaza Tahrir la semana pasada. "Si permiten que los trabajadores hagan huelga se arriesgan a un deterioro aun mayor de la economía, pero si las reprimen se exponen a otro levantamiento popular".

Muchos egipcios señalan que la administración interina no puede ser responsabilizada por las políticas y los problemas heredados de los 30 años de gobierno de Mubarak.

Pero otros señalan que es el gabinete designado por Mubarak poco antes de renunciar el que debe resolver los problemas económicos, y afirman que las soluciones son conocidas por todos, pero el gobierno intenta mantener el status quo.

Hasta ahora, el gobierno administrado por los militares ha respondido en forma selectiva a los trabajadores, atendiendo las demandas en algunos sectores pero negando las de otros.

"La inestabilidad laboral es un desafío, no sólo para el ejército, sino para el gobierno, que intenta afrontar las huelgas poco a poco", dijo El Mahdi. "Necesitan una estrategia o agenda para reestructurar los salarios o todas las manifestaciones se propagarán", alertó.

Las huelgas también llegaron a la ciudad de Mahalla El Kubra, en el delta del Nilo, donde más de 20.000 trabajadores textiles demandan mejores pagas y que se investiguen supuestos actos de corrupción en la fábrica.

La huelga en esa norteña ciudad es significativa. Fue en Mahalla El– Kubra donde hace tres años trabajadores textiles responsabilizaron públicamente al régimen de Mubarak por su situación económica y ganaron la solidaridad del público en general.

En abril de 2008, protestas en Mahalla El Kubra fueron duramente reprimidas por la policía, aunque finalmente el gobierno debió hacer concesiones a los trabajadores. Allí nació el Movimiento Juvenil 6 de Abril, actor clave en las revueltas que terminaron por sacar del poder a Mubarak.


Mubarak se fue, la indignación sindical queda

Análisis de Emad Mekay
Inter Press Service (IPS), 15/02/11

El Cairo.– Hosni Mubarak cometió en los últimos cinco años uno de los mayores errores de sus tres décadas como gobernante de Egipto: no aprender las lecciones de los cientos de pequeñas huelgas que se registraron en ese lapso. Eso le costó el poder.

Estos hechos fueron los verdaderos precursores del levantamiento que comenzó el 25 de enero y que el 11 de este mes puso fin a un gobierno de tres décadas (1981–2011).

"Fuimos afortunados de que, en su arrogancia y su actitud distante, el régimen no aprendiera ninguna lección de las muchas huelgas y protestas que tuvieron lugar en los últimos cinco años", dijo Mohammad Fathy, un sindicalista de 46 años radicado en la norteña ciudad de El–Mahala.

Su postulación para la Unión General de Trabajadores ––patrocinada por el gobierno––, se vio obstaculizada por su opinión contraria al régimen.

"Fuimos incluso más afortunados de que ellos (los gobernantes) no comprendieran que había genuinos problemas económicos, profesionales y laborales, especialmente aquí, en El–Mahala, el 6 de abril de 2008", dijo.

En esa fecha Egipto experimentó el primer ejemplo en décadas de una acción sindical que se convirtió en un levantamiento popular, una minirrevolución en las calles de esta ciudad industrial que atrajo a hombres, mujeres, niños y niñas.

Fue aquí que los activistas por los derechos laborales organizaron dos días de protestas masivas en que los residentes del lugar abandonaron sus hogares y retiraron imágenes y afiches de Mubarak por primera vez desde su llegada al poder.

Estos hechos señalaron el nacimiento del grupo de activistas anti–Mubarak en Internet, el Movimiento 6 de Abril, que tomó su nombre de ese día histórico.

Casi tres años más tarde, ese grupo ayudó a organizar los acontecimientos del pasado 25 de enero. Esta vez, no sólo lograron retirar las imágenes de Mubarak, sino al propio gobernante.

Si Mubarak hubiera tomado nota de las protestas sindicales, podría haber aprendido algunas maneras de prevenir o frustrar la revolución del 25 de enero, sostienen varios dirigentes sindicales.

"La reacción de los partidarios de Mubarak fue que nosotros éramos apenas un puñado de muchachos que podíamos ser fácilmente abatidos por la policía. Su única respuesta fue cada vez más seguridad; nada político y nada económico. Ellos no se dieron cuenta de cuán alterada estaba la fuerza laboral del país", dijo Fathy.

De hecho, esa fuerza laboral continúa alterada incluso días después del derrocamiento de Mubarak.

Años de acoso policial, políticas desfavorables a los trabajadores y malas condiciones económicas dejaron una profunda cicatriz en los obreros egipcios, que hasta ahora sienten que han quedado fuera del lugar que les corresponde.

No sorprende entonces que las manifestaciones sindicales hayan continuado, alentando al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que gobiernan el país, a emitir su quinto comunicado, llamando específicamente a los dirigentes de este sector a atenuar sus protestas.

El gobierno interino de Ahmed Shafiq se quejó ante el Consejo Supremo de que las continuas huelgas no ayudan a que esta nación de 85 millones de habitantes vuelva a la normalidad. Casi todos los sectores de la economía se ven afectados.

El Banco Central de Egipto tuvo que conceder un feriado bancario improvisado el lunes, que se sumó al feriado religioso de este martes, en una apuesta por frustrar las crecientes huelgas en el sector, cuyos trabajadores reclaman que se investiguen los altos sueldos de los principales ejecutivos.

Incluso la policía culpa de sus bajos salrios a la corrupción dentro de la fuerza, y demanda más beneficios laborales.

Esta oleada de huelgas posteriores a la caída de Mubarak pone de relieve la división existente entre los líderes sindicales, entre quienes quieren beneficios inmediatos para los trabajadores y quienes quieren darle tiempo al nuevo gobierno provisional para satisfacer sus demandas laborales.

Esto no quiere decir que el sector obrero deje de pelear por sus derechos, dijo el trabajador ferroviario Mohammad Mourad, sindicalista de El–Mahala.

Mourad señaló que la caída de Mubarak es una buena noticia para la fuerza laboral del país, dado que significa el fin de algunas de las políticas desfavorables a los trabajadores.

Entre esas políticas, Mourad mencionó específicamente las privatizaciones de empresas estatales ––lo que saboteó las elecciones sindicales–– y la interferencia policial como obstáculos que desaparecerán junto con el derrocamiento de Mubarak.

Aunque es posible que esto sea cierto, de todos modos no ofrece un alivio inmediato a los trabajadores impacientes.

En El–Mahala, el salario mínimo promedio de los 25.000 trabajadores textiles de la Egyptian Spinning & Weaving Company, la mayor fábrica textil de Medio Oriente, es de apenas 102 dólares. La mayoría de los trabajadores terminan buscando otros empleos con los que complementar ese sueldo.

Para que esa situación cambie, sugieren que el nuevo gobierno confisque miles de millones de dólares a los miembros corruptos del régimen anterior, y que los invierta para beneficio de los trabajadores.

Mubarak gastó mucho dinero en seguridad, y esos fondos también podrían redestinarse a los trabajadores pobres, según el sindicalista Hamdi Hussein.

Los dirigentes sindicales sostienen que la mayoría de las huelgas y protestas laborales tienen tres objetivos: poner fin a la corrupción en las altas esferas de algunas empresas, aumentar el salario mínimo a por lo menos 255 dólares y realizar elecciones sindicales libres.

"Si esos tres reclamos no se cumplen pronto, los trabajadores continuarán actuando hasta que la revolución signifique un cambio real para ellos", dijo Hussein, quien trabaja para el Comité Coordinador para las Libertades y Derechos Laborales.


15.000 obreros de la Compañía Hilos y Tejidos desafían a la junta militar

Huelga en la mayor fábrica del país a pesar
de las advertencias

Rojo y Negro / AFP, 21/02/11

Los trabajadores de la fábrica más grande de Egipto se mantendrán en huelga, según declaró el sábado un sindicato independiente, desafiando las advertencias de la junta militar de que no tolerará más protestas.

Alrededor de 15.000 trabajadores de la Compañía Hilos y Tejidos de Egipto —que emplea a 24.000 personas en la ciudad Al–Mahalla al–Kubra, en el delta del Nilo— están llevando a cabo una concentración por cuarto día consecutivo frente al edificio de la administración”, informa el Centro de Sindicatos y Servicios de los Trabajadores (CSST) en un comunicado.

“Los trabajadores se han negado a poner fin a su protesta hasta que se vea satisfecha su demanda principal que consiste en la destitución del presidente de la empresa Fuad Abdel Alim”, acusado de corrupción.

El viernes, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que tomó el poder tras la renuncia del presidente Hosni Mubarak el 11 de febrero, declaró que las huelgas dañan la seguridad nacional y no serán toleradas, tras dos advertencias más suaves emitidas previamente.

Algunos grupos “organizan protestas que obstaculizan la producción y crean condiciones económicas críticas que pueden conducir a un empeoramiento de la economía del país”, afirmó el Consejo Militar en un comunicado. “El mantenimiento de la inestabilidad y sus consecuencias provocarán perjuicios a la seguridad nacional”, añadía. “El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no permitirá la continuación de tales actos ilegales que constituyen un peligro para la nación y se enfrentará a ellos tomando medidas legales para proteger la seguridad de la nación”.

Los aproximadamente 24.000 empleados de la Compañía Hilos y Tejidos de Egipto se manifestaron el 10 de febrero en apoyo de las manifestaciones contra Mubarak, expulsado al día siguiente tras más de dos semanas de protestas masivas en todo Egipto.

La huelga fue suspendida brevemente tras la renuncia de Mubarak pero se reinició el miércoles, 16 de febrero, reivindicando los trabajadores salarios más altos y una nueva administración.

La Compañía Hilos y Tejidos de Egipto es la fábrica más grande de la industria textil egipcia, que emplea al 48% por ciento del total de la fuerza laboral del país, según el CSST).