Medio Oriente,
se extienden
las protestas

Gadafi, el nuevo amigo de EEUU

Por Pedro Rojo (*)
Revista Nación Árabe Nº 51, primavera (boreal) 2004, pág. 61

[Presentación de SoB: La justificada rebelión del pueblo libio contra el régimen de Gadafi no sólo está siendo reprimida a sangre y fuego por el dictador, entre otras formas mediante el bombardeo aéreo de la población civil inerme. Pero, además de eso, Gadafi tiene también el desparpajo de ensayar una defensa política: trata de legitimar esa bestial represión, presentándose no como blanco de una justificada rebelión popular, sino como víctima de un ataque o complot de los imperialismos yanqui y europeos.

Evidentemente, Gadafi cree que los pueblos árabes y del resto del planeta no tienen memoria. Que han olvidado que hace ya mucho tiempo abandonó toda veleidad de antiimperialismo (aunque fuese de opereta), que traicionó la lucha de los pueblos árabes, en especial de los palestinos, y que hizo las paces con EEUU y los imperialismos europeos, sometiéndose a sus exigencias y convirtiéndose en uno de sus más importantes socios financieros y petroleros.

Con eso, Gadafi cumplió un ciclo frecuente de los nacionalismos burgueses de la región y del resto del mundo: amanecen como “antiimperialistas”, para después en su ocaso transformarse en socios locales de las metrópolis.
La particularidad de Libia es que esta órbita clásica se recorrió bajo la jefatura de un solo personaje, Muamar Gadafi.
En cambio, en Egipto fue diferente: la fase “antiimperialista” la encabezó Nasser; la fase de capitulación y sociedad con el imperialismo la cumplieron Sadat y Mubarak.

Buenos muchachos: Gadafi con Berlusconi, Sarkozy, Mevedev,
Obama y Ban Kee Moon.

El artículo que va a continuación, de hace siete años, analiza aspectos de la sociedad “Gadafi, USA, EU & Co.”. Y en esta foto, vemos recientemente a Gadafi posando con sus amigos, la plana mayor de los imperialismos de Occidente. (Comentario de Roberto Ramírez)]

La renovación política y económica llega a Libia sin que haya sido necesario un relevo generacional. Muamar Gadafi, líder de la revolución de la Yamahiria (“Estado de las Masas”), está dispuesto a seguir dirigiendo los cambios de su país.

Delega poco; de hecho, su hijo Seif el–Islam, no le hace sombra sino que ejecuta los cambios que adaptados a las circunstancias geoestratégicas del momento pretenden que Libia sea de nuevo un país respetado y aceptado por la comunidad internacional.

Dispuestos todos a olvidar el denominado “Caso Lockerbie”, que terminó con la vida de 270 personas y sumió al país magrebí en un embargo cuyas consecuencias recayeron fundamentalmente en la población, la nueva actitud y entramado de relaciones exteriores ha comenzado.

En septiembre, Naciones Unidas levantó las sanciones políticas tras el anuncio de las autoridades libias de que habían alcanzado un acuerdo para indemnizar a las familias de las víctimas del atentado de Lockerbie.

EEUU y Gran Bretaña mostraron su satisfacción por el cambio de actitud, mientras que el presidente francés Jacques Chirac no fue capaz de mantener un cruce de miradas con el líder libio en la denominada Cumbre 5+5 de Túnez (celebrada el 5 y 6 de diciembre de 2003) y volvió a asegurar que las relaciones con Libia siempre son complejas. Francia alcanzó a principios de enero un acuerdo por un valor de 170 millones de dólares (que se suman a los 32 millones de euros que percibieron las familias en los años noventa) para indemnizar a las familias francesas de un atentado a otro avión en Níger.

Además, los países de la Unión Europea –y en especial los de la cuenca del Mediterráneo– se han dado cuenta de la necesidad de incrementar la cooperación con el país magrebí no sólo política y económicamente sino en aspectos tan cambiantes y preocupantes como la inmigración clandestina. La política de puertas abiertas hacia los ciudadanos africanos ha hecho que de una población de apenas seis millones de habitantes, más del 30% sean inmigrantes (la mayoría en situación irregular) que cruzan a Europa de forma ilegal. Pero para interesar al líder libio será necesario algo más que el Proceso Euromediterráneo en el que se niega a participar.

En la misma línea de apertura, de necesidad de reconocimiento y de esforzarse por dejar de ser “la bestia negra” de Occidente, Libia dio el pasado mes de diciembre otro golpe de efecto que fue rápidamente asumido y agradecido por políticos como el ministro de Asuntos Exteriores británico, Jack Straw. Libia reconoció que estaba desarrollando un programa de armas de destrucción masiva y se ha comprometido a su paralización y desmantelamiento, una decisión que, tras meses de negociaciones secretas, está ya siendo verificado por inspectores británicos y estadounidenses.

Las autoridades libias ya han permitido la entrada de inspectores de la Organización Internacional para la Energía Atómica para que certifiquen que las intenciones del país magrebí son las anunciadas. Según fuentes oficiales estadounidenses, el programa más importante que estaba desarrollando Libia consistía en el enriquecimiento de uranio para armas nucleares aunque reconocen que no llegaron a desarrollar el sistema operacional completo.

Como pago a la vertiginosa transformación del régimen libio acorde los dictados estadounidenses, la Administración Bush ha accedido a mantener conversaciones intensas desde hace unos meses para lograr el levantamiento del embargo unilateral que ejerce EEUU sobre el país. El proceso de privatización que también forma parte de la nueva economía del país y la entrada de productos extranjeros harán que Libia, rica en recursos naturales y con una población muy escasa, se adapte a las exigencias del mercado.

Todo para que las comparaciones con el fin del régimen iraquí y las amenazas de intervención internacional no lleguen a mencionarse. Gadafi prefiere adelantarse y, en los tiempos que corren, evitar riesgos.


(*) Arabista, director de “al–Fanar” y miembro del Consejo de Redacción de la revista “Nación Árabe”.