Libia

Reproches de Francia a Alemania por
su posición sobre Libia

El Periódico, 20/03/11

París.– Las autoridades francesas están muy descontentas con la posición alemana sobre Libia y, aunque no hay una reacción oficial, diferentes fuentes citadas hoy por Le Parisien advirtieron de un posible castigo a las ambiciones germanas en el Consejo de Seguridad de la ONU.

"Después de lo que acaba de ocurrir, Alemania ya no merece que se le apoye para tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU", ha señalado al diario una persona identificada como próxima al presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Otro diplomático francés del que Le Parisien tampoco dio el nombre abundó en la misma línea: Alemania "corre el riesgo de pagarlo mucho, mucho tiempo".

El diplomático insistió en que aunque la decisión de la cancillera alemana, Angela Merkel, de no apoyar la resolución de la ONU sobre Libia y de no implicarse militarmente en los ataques contra el régimen de Muamar al Gadafi está en sintonía con la opinión pública de su país, "es malo para su estatura internacional". Además, eso "va a enfriar" las relaciones entre Francia y Alemania, aseguró.

Éxito de la operación

Le Journal du Dimanche revela que Merkel, durante la cumbre celebrada el sábado en el Elíseo para organizar la intervención en Libia, tomó la palabra para decir que confiaba en que la operación militar en la que ha decidido que su país no participe esté "coronada de éxito".

Al término de esa cumbre, la cancillera alemana explicó a la prensa de su país que cubría la reunión que Alemania participaría indirectamente y elogió la iniciativa de Sarkozy, que se esforzó en tener con ella un trato muy caluroso cuando la recibió en el patio del Palacio del Elíseo.

Muestra del malestar en Francia por la posición alemana, Le Monde publica en su portada un editorial con el título "Berlín frente a sus responsabilidades internacionales". El diario francés de referencia denuncia en alusión a Alemania que "la primera potencia económica europea no puede seguir siendo el enano político que fue durante medio siglo, de la caída del nazismo a la del muro de Berlín", sino que debe asumir "las responsabilidades a las que se aspira".

Noticias alentadoras

Carga en particular contra el hecho de que Merkel, pese a no apoyar la resolución de la ONU luego considerara "noticias alentadoras" el cese el fuego anunciado por Gadafi: "como si Berlín quisiera, sin ensuciarse las manos, recoger los primeros frutos de la determinación de sus aliados franceses, británicos y estadounidenses".

"La falta de compromiso alemán en el caso libio es revelador de una duda que los socios de la República Federal pueden interpretar como falta de solidaridad o incluso de madurez", argumenta el diario antes de elevar el tono. "No puede haber por una parte una 'globalización feliz' para Alemania SA y sus trabajadores y otra 'globalización peligrosa' gestionada por sus aliados y de la que Berlín no se estimaría responsable", concluye.


Sarkozy encabezó la iniciativa para
lanzar la intervención militar

Por Ulrike Koltermann
Deutsche Presse–Agentur (DPA), 20/03/11

París.– Hace tres años, Muammar Gafafi era un socio de negocios apreciado y por quien en París se desplegaba la alfombra roja. Ahora, el presidente Nicolas Sarkozy se ha colocado a la cabeza de sus detractores.

La última vez que el histórico líder libio visitó Francia, instaló su jaima a tan sólo unos metros del Palacio del Elíseo. Los puentes de París se bloquearon para que pudiera realizar un paseo por el Sena, y se programó una caza de faisanes en el bosque de Rambouillet. Eso fue en diciembre de 2007, cuando Sarkozy aceptó que el coronel y su corte realizaran la primera visita oficial a un país europeo. Tiempo después, ese mismo Sarkozy es el que lidera una intervención militar internacional contra Libia.

La visita de cinco días a Gafafi fue el precio que Sarkozy tuvo que pagar por la liberación de cinco enfermeras búlgaras. El líder libio las acusaba de haber contagiado intencionalmente con el virus del sida a cientos de niños en un hospital de Benghazi y por ello las encarceló. Sarkozy envió incluso a su esposa de entonces, Cécilia, a Trípoli para negociar con el régimen.

La liberación de las enfermeras despejó el camino para amplios negocios con Libia. Después de años de sanciones, las fuerzas armadas del país africano tenían una gran necesidad de modernizarse, y Francia estaba bastante dispuesta a suministrar al dictador, que empezó a gozar de la aprobación internacional.

Tras una comida de gala en el Elíseo, se firmaron acuerdos por más de 15.000 millones de dólares, entre ellos para el suministro de aviones Airbus, armas y centrales nucleares. Los defensores de los derechos humanos protestaron y Sarkozy contraargumentó señalando la necesidad de mantener puestos de trabajo en Francia.

Que ahora Sarkozy se haya pasado al otro extremo con el que fuera su socio de negocios tiene más bien que ver con el lastimoso papel que Francia desempeñó en las revoluciones de Túnez y Egipto. En ambos casos soportó críticas, incluso de su propio partido. Libia ofrece a Sarkozy una oportunidad para posicionarse en el escenario internacional una vez más en el papel del gestor de la crisis. Ya tuvo éxito con ello en 2008, cuando, sin consultar con el resto de sus socios de la Unión Europea, medió en el conflicto en Georgia.

Tan sólo hace unos días parecía que Sarkozy estaba haciendo el ridículo a nivel internacional. Primero concedió reconocimiento diplomático a los insurgentes libios sin siquiera hablarlo con su ministro de Asuntos Exteriores. Además, se quedó aislado con su petición de ataques militares selectivos.

Pero al final se salió con la suya: el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, abogó con palabras conmovedoras ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La titubeante Casa Blanca se dejó convencer, y los grandes opositores –Rusia, China y Alemania– se dejaron arrastrar, absteniéndose.

Ayer, mientras los líderes internacionales de la Unión Europea, la Liga Arabe y las Naciones Unidas se sentaban a comer en el Palacio del Elíseo en París, los aviones de combate franceses ya estaban en el aire: la operación militar contra Libia había comenzado.

La comunidad internacional tiene ahora, después de Irak y Afganistán, un escenario de guerra más, con la diferencia de que esta vez está mucho más cerca de Europa.

Lo que debió provocar una especial satisfacción a Sarkozy fue que hasta la oposición en su país lo respaldó. "Por fin", comentaba el diario de izquierda Libération. Hasta el eurodiputado verde Daniel Cohn–Bendit, famoso por su papel en el Mayo francés del 68, reconoció: "Por una vez, la diplomacia francesa trabajó bien".

Para Sarkozy, la campaña para las elecciones presidenciales del año próximo ya comenzó hace tiempo, aun cuando su candidatura no fue oficialmente lanzada. Brillar en la escena internacional es algo que siempre viene bien para cosechar votos. Si al final éste es tan sólo el principio de un largo y difícil conflicto, como teme Alemania, entonces el nuevo brillo de Sarkozy se apagará pronto.


“Francia asume el liderazgo de la acción militar en el cielo libio”

2011, Odisea del Amanecer

Por Eduardo Febbro
Corresponsal en Francia, desde París
Página 12, 20/03/11

Comenzó en la tarde de ayer, cuando un avión francés atacó a blindados de Gadafi. Desde buques británicos y norteamericanos dispararon cientos de misiles contra las defensas antiaéreas. Gadafi desafió a los aliados con un contraataque.

Muammar Gadafi, el tirano preferido de Occidente –después de Saddam Hussein– amanece bajo el rugido de los aviones y las bombas de sus antiguos socios de negocios. Al principio de la tarde de ayer, un avión francés sobrevoló el cielo libio y a las 16.45 GMT la primera bomba europea cayó en suelo libio e hizo blanco contra un vehículo militar. “Era un vehículo enemigo que amenazaba a la población civil”, explicó el portavoz del estado mayor de las fuerzas armadas francesas, Thierry Bruckhard. Así comenzó el operativo Odisea del Amanecer.

“El coronel Gadafi ha despreciado la advertencia de la comunidad internacional”, dijo el presidente francés Nicolas Sarkozy. Acto seguido, Francia emprendió sola la primera fase de la intervención militar en Libia respaldada en la base jurídica de la resolución 1973 de la ONU votada el jueves y precedida de una inenarrable serie de bravuconadas y provocaciones mutuas, aproximaciones, crímenes y regateos diplomáticos que condujeron al desenlace de ayer.

Todo apuntaba a pensar que París lideraría la acción y que se internaría sin otro apoyo que el de Londres en la neutralización de los objetivos libios. “Resulta claro que Francia asume el liderazgo de la acción militar en el cielo libio”, dijo el primer ministro belga, Yves Lanterne. Pero horas después, Gran Bretaña y Estados Unidos se sumaron al protagonismo. Sus barcos de guerra y submarinos lanzaron 110 misiles, esencialmente Tomahawk, contra las baterías antimisiles libias. Luego Gran Bretaña sacó sus aviones, que se agregaron a los 20 franceses (Rafale y Mirage 2000D) que abrieron la ofensiva. Así, tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU asumieron la plena responsabilidad operativa de la nueva campaña contra un régimen árabe. Gadafi les respondió amenazando con atacar “blancos civiles en el Mediterráneo”.

La intervención comenzó justo después de que concluyera la cumbre organizada en París por el presidente francés y a la cual acudieron Estados Unidos, la Unión Europa, la Unión Africana, la Liga Arabe y el secretario general de las Naciones Unidas, Ban ki–Moon. El propósito de este encuentro era sumar aliados para el operativo y validarlo con el más amplio apoyo internacional posible. Sin embargo, aparte de París, Londres y Washington, los demás aliados no se han mostrado muy demostrativos. La presencia específicamente árabe o africana es puramente simbólica. La Liga Arabe respaldó la imposición de una zona de exclusión aérea aprobada el jueves pasado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pero, hasta ahora, el único país árabe que prometió suministrar aviones a la coalición fue Qatar. Los demás no han precisado su grado de colaboración.

Esta será, según los términos del comunicado final de la cumbre, “diferenciada”. Los países que participaron en la reunión se comprometieron a “actuar colectivamente y de forma resuelta para dar pleno efecto” a la resolución”, dice la declaración difundida por la presidencia francesa. Nicolas Sarkozy aseguró ayer que “nuestras fuerzas aéreas se opondrán a cualquier agresión de los aviones del coronel Gadafi contra la población de Benghazi”. El primer ministro británico, David Cameron, repitió en París que Muammar Gadafi “ha masacrado a su propio pueblo. Por consiguiente, el tiempo de la acción ha llegado”. Cameron no descartó la evidencia de los riesgos que un operativo semejante acarrea. “Es mejor tomar medidas que arriesgarse a las consecuencias de la inacción, que es la matanza de civiles”, dijo Cameron.

Gadafi no piensa lo mismo y sigue asegurando que sí respeta la resolución de las Naciones Unidas 1973. En una suerte de delirio en el que cada parte contribuye con su argumento, el gobierno libio aseguró que “acatamos la resolución y aceptamos un alto el fuego. Pero nada hará mermar nuestro espíritu. Seguiremos luchando contra Al Qaida”.

Junto a Francia y Gran Bretaña, los más obstinados promotores del uso de la fuerza contra Gadafi, España, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y Grecia forman parte de Odisea del amanecer. Canadá anunció el envío de siete aviones de combate. En París, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, adelantó que Madrid participará con un avión cisterna y cuatro aparatos de combate F18. Zapatero parece muy comprometido con la libertad de Libia y muchísimo menos con el respeto de los derechos fundamentales de los pueblos del Sahara Occidental, ocupados y reprimidos por su vecino estratégico, Marruecos, sin que Madrid o la difusa comunidad internacional levanten un dedo para frenar las atroces violaciones a los derechos humanos.

Pero el veleidoso y alocado coronel Gadafi logró aunar y armar contra él a tres potencias mundiales y una galaxia de invitados al festín armado. Alain Juppé, el ministro francés de Relaciones Exteriores, aclaró ayer que las acciones se mantendrán hasta que Gadafi “cumpla al pie de la letra” con la resolución de la ONU. De esta estructura está ausente la OTAN. La presidencia francesa excluyó desde un principio la inclusión de la Alianza Atlántica en los operativos. Signo claro de que la OTAN no será una protagonista de peso fue la ausencia en París del secretario general del organismo, Anders Fogh Rasmussen. Sin embargo, sí estuvo en París la canciller alemana Angela Merkel, cuyo país no votó a favor de la resolución de la ONU.

El coronel Gadafi se puso ayer el uniforme verbal que en sus épocas supieron usar el ex presidente iraquí Saddam Hussein o el mismo Bin Laden. En una grabación difundida por la televisión libia, Gadafi amenazó con atacar objetivos “civiles y militares” en el Mediterráneo. Al igual que Saddam, que sacrificó a su pueblo bajo las bombas de los ocupantes con su verborragia provocativa, Gadafi dijo que el Mediterráneo se volvió “un verdadero campo de batalla” y calificó los bombardeos aéreos y la lluvia de misiles como una “agresión cruzada injustificada contra el pueblo libio”.

Aunque las bombas hayan ocupado ahora la escena, nada saca la sensación de falta de preparación, de apuro, de negociación de intereses mezquinos y de improvisación que causa este operativo. Francia fue el primer país del mundo en reconocer a la rebelión libia agrupada en el Consejo Nacional Libio de Transición, CNLT, como el “único representante del pueblo libio”. Con términos más ambiguos, la Unión Europea siguió los pasos de Sarkozy unos días más tarde, pero la UE no interviene como tal en el conflicto. Estados Unidos todavía no decidió si reconocerá al Consejo Nacional Libio de Transición, en cuyo nombre se montó la escueta coalición. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, dijo ayer en París que “el liderazgo árabe y su participación en la operación en Libia es crucial”. Sin embargo, no existe ningún país árabe influyente que, hasta ahora, se haya sumado militarmente a ella. Todo el mundo se esfuerza en ponerlos en la secuencia, pero ellos no están.

Gadafi bombardeó a su pueblo pero no perdió su credibilidad en ese momento, sino muchos años atrás. La había perdido ante la humanidad entera, pero su amigo Tony Blair, su amigo Silvio Berlusconi, su amigo Vladimir Putin y todos los amigos que se fue haciendo a partir de 2003, incluido el mismo Sarkozy, se la restablecieron. Lo abanderaron con una copiosa bienvenida al seno del “mundo libre”. Le compraron petróleo y le vendieron las armas con las que bombardeó a su pueblo.