Medio Oriente

Yemen: la matanza de ayer, en la que hubo 52 muertos, no ha desmoralizado a
los activistas acampados en una plaza de la capital del país

"No nos iremos hasta que se vaya el carnicero"

Por Ángeles Espinosa
Enviada especial
El País, 19/03/11

Manama.- La capital de Yemen ha amanecido tomada por las fuerzas de seguridad, al día siguiente de la muerte de medio centenar de personas en el tiroteo contra una manifestación antigubernamental. La matanza no ha desmoralizado a los activistas acampados en la plaza de la Universidad de Saná que, al contrario, siguen recibiendo refuerzos. La oposición ha prometido no utilizar la violencia, aunque no está claro hasta qué punto controla a los descontentos.

"No nos iremos hasta que se vaya el carnicero", coreaban desafiantes los congregados en la plaza en referencia a Ali Abdalá Saleh. Desde que empezó la protesta a finales de enero, el presidente yemení ha prometido no presentarse a la reelección cuando concluya su mandato en 2013. También ha ofrecido una nueva Constitución y ceder el poder legislativo al Parlamento. Sin embargo, los movilizados (una amalgama de movimientos juveniles, islamistas y sociedad civil a los que en las últimas semanas se han sumado algunos grupos tribales) exigen su dimisión inmediata.

Los partidos de la oposición, que inicialmente aceptaron abrir un diálogo con el Gobierno, se subieron luego al carro de los descontentos y ayer dijeron que no pueden negociar con Saleh tras los muertos del día anterior. La agencia France Presse elevó su número a 52, entre ellos un fotógrafo de un semanario local. En una reunión con los embajadores europeos, los dirigentes opositores pidieron una comisión de investigación internacional. También se comprometieron a no recurrir a la violencia.

"Hay una gran presencia policial y militar; han establecido controles en todos los barrios y casi en cada cruce", cuenta por teléfono Abdelrahman, un residente que por su trabajo cruza la capital yemení varias veces al día. Soldados y agentes de policía trataban de que se cumpliera la prohibición de llevar armas que establece el estado de emergencia decretado el día anterior. Parece una tarea complicada en un país en el que la mayoría de los hombres adultos van armados.

Esa circunstancia hace difícil determinar quiénes fueron los responsables del tiroteo del día anterior. Los coordinarores de la protesta afirman que capturaron a siete francotiradores con carnés de las fuerzas de seguridad, pero el presidente Saleh negó ese extremo. Fuentes de los servicios de información occidentales dicen que los manifestantes tenían armas y repelieron la agresión de quienes les disparaban desde los tejados. Sin embargo, los participantes lo niegan.

"Yo estaba allí y le puedo asegurar que no estaban armados; es imposible pasar armas a la plaza con los controles de seguridad que hay a la entrada. Sólo tenían piedras y palos", asegura D. al A., un desempleado que simpatiza con la protesta y acudió a la manifestación del viernes. El mismo interlocutor cuenta que a pesar de la indignación que ha suscitado el incidente, "la gente no tiene miedo y están viniendo apoyos de tribus de Maareb y Saada", aunque precisa que desarmados.

El elemento tribal añade un factor de incertidumbre. "Entre los detenidos por los manifestantes hay miembros de una tribu parte de la cual respalda la movilización antigubernamental", explica un observador occidental. "Se está comprando a la gente", añade dando a entender que las lealtades en Yemen son cuando menos volátiles. Existe un absoluto desconocimiento de cómo reaccionarán los principales grupos tribales llegado el momento de la verdad.

Por ahora, el régimen hace frente a un goteo de deserciones. Los últimos en anunciar su dimisión han sido el director de la agencia estatal de noticias (Saba), Naser Taha Mustafa, y otro destacado miembro del partido gubernamental, Mohamed Saleh Qaraa. Ambos han calificado de inaceptable la violencia del pasado viernes. Además, la sustitución del general al mando del cuartel de Al Anat, en Adén, ha desatado especulaciones sobre el paso de Abdalá al Tabi al movimiento separatista. En esa ciudad, la policía hirió a siete personas, tres de ellas de bala, al dispersar una sentada.

La inestabilidad ha llevado a las multinacionales a retirar a sus trabajadores extranjeros. La última en hacerlo, la austriaca OMV, después de que uno de los oleoductos que operaba fuera atacado por miembros descontentos de una tribu. También las embajadas recomiendan a sus nacionales no viajar a Yemen o han puesto en marcha planes de evacuación. La treintena de españoles que aún permanecen en ese país se encuentran bien y en contacto con la legación diplomática española, según informa el embajador Javier Hergueta. Algunos incluso han sido alojados de forma temporal en la sede de la Cancillería.


El gobierno de Yemen decreta el estado de emergencia tras matar a decenas
de manifestantes

La policía disparó contra ellos al término de
la oración del viernes

Por Ángeles Espinosa
Enviada especial
El País, 18/03/11

Manama Al menos 46 personas resultaron muertas y 400 heridas en Saná durante una manifestación para pedir la dimisión del presidente Ali Abdalá Saleh. Los participantes en la protesta acusan de la matanza a policías de paisano que dispararon desde las azoteas. Sin embargo, Saleh negó la implicación de la policía y responsabilizó a elementos armados entre los acampados en la plaza de la Universidad. El presidente, que lamentó las víctimas, declaró el estado de emergencia y pidió a los allí instalados que se trasladen a otro lugar donde no interfieran con la vida de la ciudad.

"Gracias a Dios que estoy vivo. Tiraban desde encima de los edificios, directamente contra la gente", contó a este diario J. al O., que se encontraba entre las decenas de yemeníes que acudieron a la plaza de la Universidad de Saná tras las plegarias del viernes. Este testigo no tenía claro cómo se había iniciado la balacera, pero según las agencias de noticias todo empezó cuando los manifestantes quisieron desmantelar una barricada levantada por los partidarios del régimen para bloquear una de las calles que llevan a lo que se ha convertido en centro de la protesta yemení.

Al parecer, la policía disparó al aire para impedirlo, pero enseguida desde los tejados de los edificios próximos empezó a caer una lluvia de balas que provocó la estampida de los asistentes. Pero en su huida se encontraron con una barricada de neumáticos en llamas levantada por la policía que también utilizó gases lacrimógenos y fuego real. El tiroteo duró una hora y media.

Los manifestantes se lanzaron a la búsqueda de los francotiradores y capturaron a varios. Un corresponsal de la agencia France Presse fue testigo de cómo a uno de ellos se precipitaba al vacío tras ser descubierto. El ministro del Interior, Mutahar Rachad al Masri, aseguró que la policía sólo había intervenido después de que algunos manifestantes forzaran su entrada en los edificios, para separar a las dos partes.

"Ya no hay posibilidad de entendimiento con el régimen y Saleh no tiene otra salida más que entregar el poder al pueblo", declaró Yasin Noman, que ejerce de presidente de turno de la coalición partidos de oposición. El ministro de Turismo, Nabil al Faqih, dimitió en protesta por "el uso injustificado de la fuerza".

"Lamento [estos muertos que] consideramos mártires de la democracia", declaró Saleh en una conferencia de prensa organizada poco después. El presidente anunció la creación de una comisión para investigar las circunstancias de las muertes en todas las ciudades yemeníes. Sin embargo, sostuvo que "la policía no estaba presente y que no disparó". "Había elementos armados en el campamento", aseguró. Desde el pasado 21 de febrero, centenares de yemeníes se han instalado en la plaza de la Universidad de Saná a imitación de la acampada que los egipcios realizaron en la plaza de Tahrir hasta que lograron echar a Hosni Mubarak.

Saleh, que lleva 32 de sus 68 años en el poder, declaró el estado de emergencia y dijo que en consecuencia los ciudadanos no pueden llevar armas, una prohibición que ya existía de antemano en la capital y que difícilmente podrá aplicar en el resto del país, donde el Estado no tiene la capacidad de garantizar la seguridad de sus habitantes. No aclaró si eso incluía también la prohibición de manifestaciones como en el vecino Bahréin donde se tomo la misma medida el pasado martes.

Sin embargo, acusó a los manifestantes, cuyas tiendas se extienden ya por las calles adyacentes a la plaza, de "impedir el tráfico y molestar a los ciudadanos". También dijo que si quieren seguir su sentada, deben "elegir otro emplazamiento, alejado de las zonas residenciales".