Libia

Buscan poner fin a las rebeliones árabes afirmando
el control occidental de la situación

Libia es otro caso de “vigilancia selectiva”

Por Tariq Alí (*)
The Guardian, 29/03/11
Sin Permiso, 03/04/11
Traducción de Ramona Sedeño

La intervención de EEUU y la OTAN en Libia, con la cobertura del Consejo de Seguridad Naciones Unidas, es parte de una respuesta orquestada para mostrar apoyo al movimiento contra un dictador particular, y en haciéndolo, para poner fin a las rebeliones árabes afirmando el control occidental de la situación, confiscando su ímpetu y espontaneidad y buscando restaurar el statu quo ante.

Es absurdo pensar que las razones para bombardear Trípoli o para tirar al pichón en las afueras de Bengasi están concebidas para proteger a la población civil. La utilización de argumento está concebida para atraerse el apoyo de los ciudadanos euro–norteamericanos y de parte del mundo árabe. “Miradnos”, dicen los sátrapas Obama/Clinton y los de la UE , "estamos haciendo el bien. Estamos del lado del pueblo”.

El cinismo es tan patente, que quita el aliento. Se supone que debemos creer que unos dirigentes que se han manchado las manos de sangre en Afganistán y Pakistán están defendiendo ahora al pueblo libio. Los degenerados medios de comunicación británicos y franceses son capaces de tragarse cualquier cosa, pero el hecho de que gentes decentes de izquierda caigan todavía en el estercolero resulta deprimente.

La sociedad civil se conmueve fácilmente con algunas imágenes, y la brutalidad de Gadafi bombardeando a su propia población fue el pretexto utilizado por Washington para bombardear otra capital árabe. Entretanto, los aliados de Obama en el mundo árabe se aplicaban con empeño a la tarea de promover la democracia:

Los saudíes entraban en Bahrein, en donde la población es tiranizada y se dan detenciones masivas. No se dice mucho de eso en al–Jazeera. Me pregunto por qué. Se diría que esta emisora ha sufrido últimamente las oportunas presiones para que se allanara a la política de quienes la financian.

Todo eso con apoyo activo de los EEUU. El déspota de Yemen, impugnado por la mayoría de su pueblo, sigue masacrándolo día sí y otro también. Ni siquiera un embargo de armas, por no hablar de una “zona de exclusión área” se le ha impuesto. Libia es otro caso más, pues, de vigilancia selectiva por parte de EEUU y sus perros de presa occidentales.

Pueden contar con Francia. Sarkozy estaba desesperado por hacer algo. Incapaz de salvar a su amigo Ben Ali en Túnez , decidió ayudar a desembarazarse de Gadafi. Los británicos, siempre dispuestos; y en este caso, habiendo sostenido al régimen libio en las dos últimas décadas, tratan de ponerse del lado correcto para no perder el reparto de los despojos. ¿Y qué iban a hacer?

Las divisiones que en toda esta operación se han registrado dentro de la elite político–militar norteamericana dejan ver que no hay un objetivo claro. Obama y sus sátrapas europeos hablan de cambio de régimen . Los generales se resisten, y dicen que eso no forma parte de la operación.

El Departamento de estado norteamericano se afana en la preparación de un nuevo gobierno compuesto de colaboradores libios angloparlantes. Nunca sabremos ya cuánto tiempo habría aguantado unido el ejército descompuesto y debilitado de Gadafi ante una oposición fuerte. La razón de que Gadafi perdiera apoyos en sus fuerzas armadas fue precisamente que ordenó disparar contra su propio pueblo. Ahora habla de la voluntad imperialista de derrocarle y hacerse con el petróleo, y muchos que lo desprecian pueden ver que eso es verdad. Otro Karzai está en camino.

Las fronteras de este escuálido protectorado que occidente se apresta a crear se decidirán en Washington. Incluso los libios que, por desesperación, apoyan ahora los bombardeos aéreos de la OTAN terminarán, como sus equivalentes iraquíes, lamentándolo.

Todo eso podría terminar culminando en una tercera fase: en una creciente cólera nacionalista que se extienda por la Arabia Saudí; y aquí, no les quepa duda, Washington hará todo lo necesario para mantener en el poder a la familia saudí reinante. Si pierden la Arabia Saudí, pierden los Estados del Golfo. El asalto a Libia, al que ha contribuido por mucho la imbecilidad de Gadafi en todos los frentes, ha sido concebido para arrebatar la iniciativa a las calles y aparecer como en primera línea de la defensa de los derechos civiles. No convencerán a bahreinís, egipcios, tunecinos, saudíes y yemeníes, y aun en Euro–Norteamérica son más los que se oponen a esta aventura que los que la apoyan. La lucha anda lejos de estar decidida.

Obama habla de un Gadafi inclemente, pero la clemencia occidental nunca llueve de barato desde el cielo. Sólo resulta una bendición para el poder que la dispensa, el más poderoso de los más poderosos.


(*) Tariq Ali, nacido en Lahore (Pakistán) en 1943, es escritor, director de cine, historiador y activista político. Escribe habitualmente para The Guardian, Counterpunch, London Review of Books, Monthly Review, Z Magazine. Ali es, además, editor y asiduo colaborador de la revista New Left Review y de Sin Permiso. Sus libros más reciente son “The Protocols of the Elders of Sodom and other Essays”, publicado por Verso y “The Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power [hay traducción castellana en Alianza Editorial, Madrid,2008: “Pakistán en el punto de mira de Estados Unidos: el duelo”.]