Daniel
Iriarte es documentalista y periodista freelance radicado en
Estambul. Colabora con Video Journalist Movement y es
analista para Libia y Egipto del portal Mediterráneo Sur.
Las últimas semanas las ha pasado recorriendo el Líbano, Túnez,
Egipto y Libia, donde ha recogido testimonios y abundante
material gráfico sobre las revueltas que están tenido
lugar en el norte de África. Conversamos con él sobre la
situación de Libia.
Pregunta:
Durante las últimas semanas has estado trabajando en el
norte de África ¿que diferencias ves entre las
revoluciones tunecina y egipcia y la que está teniendo
lugar en Libia?
Daniel
Iriarte: En
el caso tunecino y egipcio, la mayoría de la gente salió a
la calle porque para ellos el gobierno, en esencia,
significaba que un policía les podía parar en cualquier
momento, quedarse con su salario de ese día, e incluso
arrestarles y torturarles sin ningún motivo. De hecho, en
Egipto la revolución ha perdido impulso desde que el ejército
se hizo con el poder, a pesar del papel claramente
contrarrevolucionario que éste está jugando.
La
mayoría de los egipcios de a pie creen que, caído el
presidente Mubarak y disuelto el Amn Dawla (la seguridad
estatal, el organismo encargado de la represión de la
disidencia interna), y llamados al orden los policías, el
problema está resuelto.
Con
el ejército no se meten, porque esta institución es
percibida como honesta y neutral. Pero es simplemente
porque, mientras el egipcio corriente veía claramente la
corrupción y la brutalidad de la policía y el Amn Dawla,
el ejército no necesita mancharse las manos con pequeñas
corruptelas, puesto que tiene montada una estructura económica
y corporativa muy poderosa, que incluye cientos de compañías,
y por supuesto la ingente ayuda militar estadounidense.
En
Libia es diferente, el nivel socioeconómico es mucho mayor.
La frustración allí viene del hecho de que los altos
cargos del régimen, especialmente la familia Gadafi, vive
en un lujo escandaloso, mientras la mayoría de la gente
pasa escaseces (aunque, desde luego, la carestía no es
comparable a la del resto de África del Norte; podríamos
asemejarla a la de una clase baja en España). También el
nivel educativo es relativamente alto, lo que hace que los
libios sean bastantes conscientes de las injusticias económicas
y políticas del régimen.
Pregunta:
El levantamiento en Libia ¿ha contado con ayuda extranjera
o ha sido un levantamiento popular como en sus países
vecinos?
Daniel
Iriarte:
Creo que, en un primer momento, el levantamiento en Libia
fue genuinamente nacional. Tú visitas Bengasi o Tobruk y te
sorprende el odio y el resquemor acumulado contra los
Gadafi. La región oriental, especialmente Bengasi, ha sido
bastante castigada por el régimen en la última década, así
que allí sólo fue necesario que el levantamiento cobrase
fuerza –como el de ahora en Siria– para que la gente se
lanzase a apoyarlo. Muchos libios confiaban en que Seif El
Islam, el hijo de Gadafi llamado a heredar el gobierno, iba
a cambiar las cosas llegado el momento, pero al cerrar filas
detrás de su padre y hacer un llamamiento a la masacre de
los alzados, hizo que muchísima gente se uniese a los
rebeldes.
Pero
eso fue al principio. Cuando yo estuve allí, a principios
de marzo, se hablaba de instructores británicos entrenando
a los rebeldes, aunque ningún periodista ha podido
confirmar esa información. Y ahora ya ha quedado claro que
el ejército egipcio está suministrando armas al gobierno
rebelde, armas que, en último término, provienen de los
estadounidenses.
Pregunta:
¿Qué puedes contar del Consejo Nacional Libio? ¿Existen
movimientos de izquierda o algún tipo de organización que
aglutine a los rebeldes?
Daniel
Iriarte:
El Consejo Nacional Libio agrupa principalmente a antiguos
miembros del régimen de Gadafi que se han pasado al otro
bando. Por ejemplo, Mustafá Abdeljalil, que lidera el
Consejo, era el Ministro de Justicia, y el general Abdul
Fatah Yunis era Ministro del Interior. Ambos dimitieron
cuando Gadafi ordenó masacrar a los manifestantes. Y como
ellos, numerosos mandos del ejército y elementos de la
administración y la diplomacia.
En
ese sentido, es difícil hablar de "izquierda" en
el movimiento rebelde (mientras que sí hay unos sectores
izquierdistas claros en las revoluciones egipcia y
tunecina), puesto que el régimen ha liquidado sistemáticamente
toda oposición durante las últimas cuatro décadas. Ni
izquierda ni derecha, lo único que se toleraba en el país
era la "Tercera Teoría Universal", una síntesis
entre socialismo e islamismo desarrollada por Gadafi en el
Libro Verde. Los únicos opositores con algún tipo de
bagaje ideológico están en el exilio –y por tanto, sin
fuerza real– o "enterrados bajo las arenas",
como dicen en Libia para hablar de los desaparecidos políticos.
El
principal motor ideológico de los rebeldes es el
nacionalismo. No obstante, el programa de los rebeldes es
sencillo, para aglutinar al mayor número de seguidores
posible, pero tiene ciertos tintes progresistas: piden
libertad, democracia, dignidad, elecciones libres, una Libia
unida con Trípoli como capital, e igualdad para todos.
Ahora
bien, también hay un componente islamista en cierto sector
de la resistencia. Libia es un país bastante conservador, y
capitalizar el descontento e instrumentalizar el islam es fácil.
En la ciudad de Derna, en el este, entre Tobruk y Bengasi,
se está creando algo que huele a emirato salafista, y que
no conviene perder de vista. No hay duda de que muchos de
los que ahora combaten contra Gadafi son islamistas
radicales.
Pregunta:
¿Cuáles son las demandas de los rebeldes, están a favor
de la intervención extranjera?
Daniel
Iriarte:
El este de Libia está plagado de carteles en los que se
lee: "No a la intervención extranjera. El pueblo libio
puede hacerlo solo". Pero si en un primer momento parecía
que iban a liquidar a Gadafi en dos tardes, finalmente la
superioridad militar de éste y su rápido avance hacia el
este ha hecho a muchos reconsiderar sus posturas. En
principio, apoyaron la zona de exclusión aérea y los
bombardeos contra las tropas de Gadafi.
Ahora
bien, cuando yo estuve allí, por todas partes te decían:
"No vamos a dejar que soldados extranjeros pongan un
pie en Libia". La mayoría de los comandantes rebeldes
son antiguos soldados de Gadafi que se han pasado al otro
bando, y cuyas credenciales nacionalistas son impecables.
Una intervención terrestre sería un desastre, puesto que
muchos rebeldes, o bien se pasarían a las tropas de Gadafi,
o comenzarían a combatir a los soldados occidentales por su
cuenta.
Pregunta:
¿Crees que Occidente ha puesto en marcha esta intervención
militar para salvar la vida de los civiles libios?
Daniel
Iriarte:
Nadie se cree que el interés para intervenir sea
humanitario: sólo hay que ver a los gobiernos de Bahrein,
Yemen o Siria masacrando a su propia población civil para
que quede claro el doble rasero. El interés es el petróleo;
pero en mi opinión, el objetivo no es tanto apropiarse de
él –al fin y al cabo, el suministro a precios de ganga ya
estaba asegurado con Gadafi– como impedir que se
interrumpa el flujo.
Me
explico: algunas de las principales refinerías que
suministran crudo a Europa están en Bengasi y Tobruk, en
manos rebeldes, que hasta ahora se han cuidado mucho de que
se mantenga el suministro. Las cancillerías europeas se
dieron cuenta de que si Gadafi aplastaba a los rebeldes, el
flujo peligraba, aunque sólo fuese porque aquellos que
administran las refinerías iban a huir o ser represaliados.
Además, después de que los gobiernos europeos,
especialmente el francés, cruzasen la línea al enfrentarse
abiertamente a Gadafi, éste iba a estar en una posición
muy ventajosa si reconquistaba el este del país y se hacía
con el control de la totalidad del petróleo libio. Por eso
se intervino en aquel momento, para impedir que cayese
Bengasi.
Y,
de hecho, en ese sentido Europa tiene muchos más intereses
que Estados Unidos, que tiene mucho menos que perder –y
que ganar– en todo este asunto, y eso explica las
vacilaciones iniciales de la Administración Obama.
Pregunta:
¿Oponerse a la intervención es dar la razón a Gadafi? ¿Qué
queda de ese líder independiente y antiimperialista?
Daniel
Iriarte:
Una cosa es estar en contra de la intervención occidental,
y otra apoyar a un dictador criminal como Gadafi.
El
problema es que Gadafi ha sabido vender durante décadas su
etiqueta de "líder independiente y
antiimperialista", pero sus propias acciones demuestran
que esto es falso. Tras unos primeros pasos progresistas
–la nacionalización del petróleo y el desmantelamiento
de las bases británicas, por ejemplo–, el resto de su
trayectoria ha sido bastante poco afortunada. Por ejemplo,
su intervencionismo en África –como su intento de anexión
de la Franja de Auzu, en el Chad, o el envío de
paracaidistas para defender al dictador ugandés Idi Amín
Dadá– sólo puede ser calificado de
"imperialista", por muy "líder
africanista" que él mismo se defina.
Gadafi
tuvo la suerte de que la Administración Reagan le eligiese
como malo oficial, lo que le absolvió a ojos de gran parte
de la izquierda mundial. Pero es algo difícil de sostener:
yo he visitado las mazmorras subterráneas de Bengasi tres días
después de que las abrieran, y encontraron a varios
supervivientes, prisioneros políticos. Es un lugar
espantoso: un agujero de dos por tres metros, con el agua
hasta las rodillas, en la que se metía a una treintena de
personas que ni siquiera podían sentarse, dormían apoyados
los unos contra los otros. Y estas mazmorras están a apenas
cincuenta metros del palacio de Gadafi.
Sinceramente,
defender a un régimen así no me parece nada
"progresista". Puede alegarse el
"desarrollo" del país, pero el gran drama es que,
siendo Libia un país riquísimo, el loco de Gadafi ha
gastado el dinero del petróleo a manos llenas en mansiones
para los suyos y en financiar grupos armados y cruzadas
"antiimperialistas" por todo el mundo. El nivel de
desarrollo no se corresponde para nada con la verdadera
riqueza del país, y en ese sentido, lo doloroso es que
incluso las petromonarquías del Golfo han sabido repartir
mejor las riquezas petrolíferas.
Pregunta:
¿Cómo crees que va a evolucionar la situación en Libia?
¿qué influencia puede tener la intervención y la postura
de Gadafi sobre el resto de países árabes que se
encuentran inmersos en sus propias rebeliones?
Daniel
Iriarte:
Insisto en que no me creo los motivos humanitarios... Ahora
bien, el problema es que esta intervención abre demasiadas
incógnitas. En primer lugar, corre el peligro de estancar
el conflicto y convertirlo en una larga y sangrienta guerra
civil. En segundo lugar, aunque por ahora, por la información
que tenemos, los ataques aéreos parecen estar siendo
bastante selectivos, en realidad no sabemos cuánta población
civil está muriendo por esta causa. Y en tercer lugar, no
creo que la guerra pueda ganarse sólo con bombardeos aéreos,
lo cual implicará que tarde o temprano, o bien se deje la
operación a medias, o se lance una invasión terrestre, lo
cual ya he dicho que sería un gran desastre.
(*)
José Daniel Fierro, periodista de Rebelion.org.
(**)
Daniel Iriarte, documentalista y periodista free–lance.