Bahrein

La hegemonía saudí contra la "primavera árabe"

Por Tahiya Lulu
Jadaliya, 10/04/11
Rebelión, 16/04/11
Traducción de Loles Oliván

El día en que las autoridades bahreiníes demolieron el monumento de la Perla en el centro de la “Plaza Tahrir” de Bahréin, el 18 de marzo, la Agencia de Noticias de Bahréin, bajo control del Estado, anunció a un público sorprendido que el “monumento del CCG [Consejo de Cooperación del Golfo]” había sido demolido para hacerle un “lifting” que le hiciera desaparecer los “malos recuerdos”.

En medio de los escombros, salió a la luz que el símbolo conocido localmente como la “Rotonda de la Perla” en referencia a la tradición pesquera y de comercio de perlas de Bahréin, se llamaba oficialmente la “Rotonda del Consejo de Cooperación del Golfo” y que cada pilar de la estructura ahora destruida representaba a un Estado miembro del consejo “de cooperación”.

Mientras tanto, en las áreas de Sitra y Karranah, una multitud doliente y furiosa enterraba a Ahmed Farhan Ali, de 29 años de edad y a Mohammad Abd'ali, de 40, después de que las tropas les disparasen en la cabeza y el pecho, respectivamente, a principios de semana.

Ahora que el polvo se ha asentado en la sombría luz de un movimiento social demolido, la ecuación parece demasiado obvia. Si los acontecimientos recientes han demostrado algo es que cualquier movimiento para el cambio social en Bahréin no sólo ha de enfrentarse a los baluartes de su propio régimen, sino al vértice del poder que mantiene el statu quo en el Golfo, con Arabia Saudí en la cúspide (y con Estados Unidos al otro lado del teléfono). Las muertes de Ahmed Farhan, Mohammad Abdali, y de las otras 24 personas que fueron asesinadas así como los cientos de detenidos desde el inicio del levantamiento es el alto precio a pagar por mantener ese decadente status quo.

Por supuesto, hay “otras potencias” que ayudan, que son cómplices y que sostienen ese vértice y, en el más odioso de los términos utilizado en las relaciones internacionales, sus “intereses”. En este sentido, una ecuación importante que ha surgido es el supuesto acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudí. De acuerdo con diplomáticos de Europa y del grupo BRIC, el apoyo del CCG a la Resolución 1973 del CSNU sobre una zona de exclusión aérea sobre Libia tuvo como precio el silencio estadounidense a cambio de una licencia para dar rienda suelta a Arabia Saudí en Bahréin.

Cuando las Fuerzas Escudo de la Península redujeron efectivamente a Bahréin a la condición de Estado vasallo de Arabia Saudí, dependiendo de éste país para su supervivencia militar y financiera, los soldados estadounidenses de la mayor flota naval instalada en el Golfo dormían profundamente en su base de Yuffair. No olvidemos tampoco el lodazal de los financieros saudíes y estadounidenses y su “poli de calle”, el gobierno de Pakistán, que efectivamente subcontrata a sus ciudadanos más depauperados para que trabajen como despiadados transmisores del mensaje de tolerancia cero del régimen de Bahréin hacia su pueblo. Importante aliado de la OTAN que supuestamente ha estado peleándose por mantener buenos tratos en los suministros de petróleo de Arabia Saudí, a Pakistán se le ha prometido ya mayores vínculos militares, económicos y comerciales con Bahréin desde que comenzó la ofensiva del CCG.

Añádanse al balance los hipócritas gobiernos occidentales en su puja por los contendientes de las “revoluciones aceptables” de la primavera árabe. Robert Cooper, ex asistente personal de Tony Blair, y la actual asesora de Asuntos Exteriores de la UE, Catherine Ashton, emitieron una declaración que efectivamente daba luz verde a la violencia y a la represión de Bahréin y del CCG contra manifestantes civiles diciendo que “los accidentes ocurren”.

A medida que el levantamiento local fue arrastrado al ámbito internacional, los países del CCG se apresuraron a levantar el viejo y cansino fantasma de un Irán beligerante y los gobernantes de Bahréin reclamaron que la iniciativa regional “frustraba 30 años de conspiración extranjera”. El régimen de Bahréin sólo pudo emitir una revelación tal para que la necesidad de su brutalidad impactase a los gobiernos occidentales.

En Bahréin, sin embargo, la gente se ha acostumbrado seguramente a tales hazañas. Mirando atrás solo en los últimos veinte años: en junio de 1996, el gobierno de Bahréin frustró un “complot apoyado desde el extranjero” deteniendo a cuarenta y cuatro presuntos conspiradores; en diciembre de 2008 las autoridades detuvieron a catorce ciudadanos por, presuntamente, recibir entrenamiento en Siria; en septiembre de 2010 la nación se salvó una vez más cuando otros veintitrés ciudadanos fueron detenidos por formar parte de una “red terrorista internacional”.

Las endebles acusaciones de la participación iraní —que según informes de inteligencia estadounidenses publicados por Wikileaks, carecen de fundamento— han permitido a actores internacionales barajar posiciones geopolíticas predecibles. Estados Unidos ya ha advertido a Irán por su supuesta intervención en Bahréin, y la Unión Europea se ha mostrado más preocupada por la posible influencia de Irán que por la violencia real y letal de las tropas del CCG. Por su parte, Irán y Hizbolá han criticado la intervención de Arabia Saudí y han emitido declaraciones de apoyo a los manifestantes de Bahréin. Al mismo tiempo, las voces de la oposición bahreiní que niegan y rechazan categóricamente la involucración iraní, son desoídas y sumariamente desestimadas.

Entonces, ¿qué ha traído a Bahréin la mano saudí, que el mes pasado amenazaba con “cortar cualquier dedo” que se alzase contra su propio régimen? Casi a diario se llevan a cabo redadas en pueblos de todo el país en los que sus habitantes han intentado mantener actos de protesta limitados y contenidos contra la represión militar. Las detenciones nocturnas de figuras de la oposición, activistas de derechos humanos, periodistas y, más recientemente, de comentaristas de redes sociales como Twitter han persistido igualmente.

Según aumenta silenciosamente el número de muertos, se está deteniendo a periodistas internacionales porque supuestamente sus medios no están adecuadamente identificados, y el único periódico local independiente ha sido retirado y se enfrenta a acciones legales por una “cobertura inmoral” de los recientes acontecimientos.

La hegemonía saudí, construida con las manos grasientas de los petrodólares y mantenida por un régimen despiadado —que cuenta con el apoyo diplomático de las democracias más poderosas del mundo— aún tiene que rendir cuentas por la violencia y la inestabilidad en Afganistán, Iraq, Líbano y Pakistán. Bahréin es sólo el último cliente de la lista; y seguramente decimos bien, pues un yacimiento saudí “compartido” ha hecho ya que la mayor parte del presupuesto del régimen de Bahréin y su economía dependan de la inversión y el gasto de Arabia Saudí.

Así que la respuesta es clara: cualquier desafío al inquebrantable sistema de opresión, coacción y chanchullos económicos del CCG se dará de bruces con las armas de esos regímenes. Las muertes de los civiles que bautizaron la rotonda con la esperanza de revivir el esplendor de Bahréin como “la Perla del Golfo” son un ejemplo de ello. Como el primer ministro de Bahréin nos recordó de manera escalofriante esta semana, “ayudaremos a quienes nos ayudan, pero no vamos a olvidar el pasado”. De modo que no parece que se vaya a permitir que florezca una primavera democrática en el Golfo en esta Primavera árabe. Tenemos que aceptar a nuestros nuevos amos, el nefasto principado de la Casa Al–Saud, así como su obscena y reprobable política internacional y nacional.

En 1965, el periódico británico The Guardian escribía respecto al “levantamiento de marzo” en Bahréin contra la presencia colonial británica que “el nacionalismo se ha convertido en una fuerza tan poderosa en Oriente Próximo que los intentos de resistirlo proporcionando apoyo artificial a regímenes como el que ahora gobierna Bahréin podrá retrasar pero no desviará el triunfo del movimiento para establecer su poder en todo el mundo árabe”.

Una vez más nos enfrentamos a un retraso, y una vez más, nosotros (el pueblo) debemos unirnos —a lo largo del Golfo, de la región y más allá— sobre la base de nuestra identidad política y nuestros derechos nacionales. Y no debemos dividirnos por la política de identidades sectarias, étnicas, religiosas, de clase o de género, a sabiendas de que tales divisiones sólo permiten que quienes operan para mantenernos divididos y oprimidos siguen destruyendo nuestro tejido social y nuestras aspiraciones de un futuro mejor para todos.


Obama mantiene silencio sobre represión en Bahrein

Por Jim Lobe (*)
Inter Press Service (IPS), 14/04/11

Washington.– Si el presidente estadounidense Barack Obama quiere ubicarse "en el lado correcto de la historia" durante la actual Primavera Árabe, su reacción ante la situación en Bahrein no es la más adecuada para lograrlo, coinciden analistas y comentadores en Washington.

Su administración ha condenado abiertamente la represión en Siria y en Yemen –sin mencionar a Libia, donde Obama directamente pidió un cambio de régimen—, pero permanece llamativamente reservada en el caso de las duras medidas aplicadas por la monarquía sunita de Bahrein contra la mayoría chiita y prominentes figuras pro–democráticas.

Las únicas críticas llegaron luego de varias semanas en boca de la secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, quien el martes llamó a un "proceso político" que defendiera "los derechos y las aspiraciones de todos los ciudadanos de Bahrein". También señaló que "la seguridad por sí sola no podía resolver los desafíos" que afrontaba la monarquía.

Más de una veintena de personas han muerto en Bahrein a manos de las fuerzas de seguridad desde que el gobierno declaró la ley marcial el 15 de marzo, mientras que otras 400 han sido arrestadas o están desaparecidas, según grupos internacionales de derechos humanos. Tres detenidos murieron bajo custodia, al menos uno aparentemente por "horrendos abusos", señaló el martes Human Rights Watch (HRW).

El fin de semana pasado, HRW acusó al régimen de crear un "clima de temor", particularmente en barrios y aldeas chiitas donde se realizan redadas nocturnas, al parecer destinadas a infundir miedo entre los residentes, en su mayoría pobres.

Médicos, abogados y activistas por los derechos humanos no se han librado de la represión. La prensa crítica al gobierno ha sido silenciada, administradores de blogs detenidos, periodistas locales llevados a juicio y reporteros extranjeros desterrados.

Incluso estrellas de fútbol han sido expulsadas del equipo nacional y arrestadas por haber participado de las protestas pacíficas.

"Las cosas empeoran, tanto en cantidad como en calidad", según Toby Jones, experto en países del Golfo para la estadounidense Universidad Rutgers. "Parece que a todos los niveles –desde denuncias de torturas hasta informes de arrestos masivos—el régimen no sólo ha continuado con la represión, sino que la ha intensificado".

"Aunque la justifica señalando que restaura la ley y el orden, lo que parece hacer es una venganza. Esa es la única forma de explicar la gravedad de la situación", añadió.

Sin embargo, en la Casa Blanca prevalece el silencio, lo que para muchos observadores sugiere que Obama consiente, si no respalda, lo que está ocurriendo.

Esta impresión se fortaleció cuando el secretario de Defensa, Robert Gates, visitó Arabia Saudita la semana pasada en un aparente esfuerzo por reparar los lazos diplomáticos, afectados por el apoyo de Washington a la expulsión del presidente egipcio Hosni Mubarak en febrero y su oposición inicial al despliegue el 14 de marzo de unos 1.500 soldados sauditas y emiratíes en Bahrein con la intención de apoyar al régimen del rey Hamad bin Isa Al–Khalifa.

Tras una reunión con el rey Abdalá de Arabia Saudita, Gates señaló por primera vez tener "evidencia de que los iraníes intentaban explotar la situación en Bahrein".

Esta declaración contrastó abiertamente con su rechazo durante su última visita al Golfo (tres días antes de que se adoptara la ley marcial en Bahrein) a las acusaciones de Riyadh y Manama de que Teherán estaba detrás de las protestas chiitas.

Además, cuando se le preguntó si había hablado con el rey Abdalá sobre la presencia de tropas sauditas en territorio bahreiní, Gates respondió con un seco: "No". El jefe del Pentágono también aseguró que Washington no tenía intenciones de mudar su base naval de Bahrein, sede de la Quinta Flota.

El silencio de Washington sobre la represión en Bahrein parece motivado por dos consideraciones estratégicas: mantener su base y otras instalaciones militares en el pequeño reino y preservar las buenas relaciones con Arabia Saudita, que claramente ve a las protestas pro–democráticas allí como parte de una lucha con Irán por la hegemonía regional.

"Bahrein es como Cuba para ustedes", dijo el miembro de una delegación del Majlis al–Shura, el consejo asesor del rey saudita, que se reunió con funcionarios y expertos de Estados Unidos en Washington la semana pasada para explicar la postura de Riyadh en la situación regional.

"Irán está usando a los chiitas como una herramienta de política persa", dijo otro. "Las más importantes instalaciones petroleras y petroquímicas en Arabia Saudita están a 60 millas de Bahrein. No tenemos opción", añadió.

Pero el silencio de Obama podría terminar siendo un disparo por la culata en varios niveles, según analistas en Washington, que expresaron su esperanza de que el viaje que hará esta semana su consejero de seguridad nacional, Tom Donilon, a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos envíe un mensaje muy diferente al de los comentarios de Gates de la semana pasada.

Si la represión se intensifica bloqueando toda posibilidad de una significativa reforma política que le dé una parte del poder a la población chiita ––que representa entre 60 y 70 por ciento de los habitantes de Bahrein–– las protestas se radicalizarán, alertó Jones.

"No creo que hayamos pasado aún el punto de no retorno, donde la radicalización de los chiitas pase a ser permanente, pero no estamos lejos", dijo a IPS. "El viaje de Donilon podría ser el momento oportuno para que la Casa Blanca sea más insistente, pero el mensaje debe ser enviado en forma más urgente que ahora".


(*) El blog de Jim Lobe sobre política exterior puede ser leído en http://www.lobelog.com.


Un derramamiento de sangre respaldado por EEUU
mancha la “primavera árabe” en Bahrein

Por Amy Goodman
Democracy Now!, 14/04/11

Tres días después de la renuncia de Hosni Mubarak a su larga dictadura en Egipto, el pueblo de Bahrein, pequeño estado del Golfo, se lanzó masivamente a las calles en Manama, capital del país, y se congregó en la Plaza de la Perla, su versión de la plaza egipcia de Tahrir. Bahrein ha sido gobernado por la misma familia, la dinastía de Khalifa, desde la década de 1780, hace más de doscientos veinte años. Con las manifestaciones, los bahreiníes no reclamaban el fin de la monarquía, sino una mayor representación en su gobierno.

A un mes del levantamiento, Arabia Saudita envió fuerzas militares y policiales a través del puente de más de 25 km que une el territorio continental saudí a la isla de Bahrein. Desde ese momento, se reprime cada vez con más fuerza y violencia a los manifestantes, la prensa y las organizaciones de derechos humanos.

Una valiente joven activista bahreiní a favor de la democracia, Zainab al–Khawaja, ha visto la brutalidad de cerca. Para su horror, fue testigo de cómo su padre, Abdulhadi al–Khawaja, un destacado activista por los derechos humanos, fue golpeado y arrestado. Desde Manama, así describió lo sucedido:

"Fuerzas de seguridad atacaron mi casa. Llegaron sin previo aviso. Derribaron la puerta del edificio, derribaron la puerta de nuestro apartamento y directamente atacaron a mi padre, sin explicar los motivos de su arresto ni darle oportunidad de hablar. Arrastraron a mi padre por las escaleras y lo golpearon frente a mí. Lo golpearon hasta que quedó inconsciente. Lo último que le oí decir fue que no podía respirar. Cuando traté de intervenir, cuando intenté decirles 'Por favor, dejen de pegarle. Irá con ustedes voluntariamente. No necesitan golpearlo así.' Básicamente me dijeron que cerrara la boca, me tomaron y me arrastraron escaleras arriba hasta el apartamento. Cuando volví a salir, el único rastro que había de mi padre era su sangre en la escalera."

La organización de derechos humanos Human Rights Watch ha reclamado la inmediata liberación de Al–Khawaja. El esposo y el cuñado de Zainab también fueron arrestados. Zainab publica en Tweeter como "angryarabiya" y en protesta por las detenciones, inició una huelga de hambre a base de líquidos únicamente. También escribió una carta al Presidente Barack Obama en la que dice: "Si algo le pasa a mi padre, a mi esposo, a mi tío, a mi cuñado o a mí, lo declaro a usted tan responsable como al régimen de Al Khalifa. Su apoyo a esta monarquía hace que su gobierno sea cómplice de sus crímenes. Todavía albergo la esperanza de que usted se de cuenta de que la libertad y los derechos humanos significan lo mismo para una persona bahreiní que para una persona estadounidense."

En el discurso de condena al gobierno de Gadafi, Obama justificó los recientes ataques militares a Libia con estas palabras: "Asesinaron a personas inocentes. Atacaron hospitales y ambulancias. Arrestaron, violaron y asesinaron a periodistas." Ahora sucede lo mismo en Bahrein pero Obama no tiene nada para decir.

Al igual que en los levantamientos de Egipto y Túnez, el sentir es nacionalista y no religioso. El país es en un 70% chiíta pero gobernado por una minoría sunita. Sin embargo, una de las principales consignas presentes en las protestas ha sido "Ni chiíta, ni sunita, bahreiní." Esto desacredita el argumento que esgrime el gobierno bahreiní acerca de que el actual régimen es la mejor defensa contra la creciente influencia de Irán, un país chiíta, en el rico en petróleo Golfo Pérsico. Súmese a esto el papel estratégico de Bahrein: es allí donde se encuentra la base de la 5ta flota naval estadounidense a cargo de proteger los "intereses estadounidenses" como el Estrecho de Ormuz y el Canal de Suez, y de brindar apoyo en la guerra de Irak y Afganistán. ¿No se encuentra también entre los intereses estadounidenses apoyar la democracia y no a los déspotas?

Nabeel Rajab es el presidente del Centro por los Derechos Humanos de Bahrein, organización que fue dirigida por el recientemente secuestrado Abdulhadi al–Khawaja. Rajab podría enfrentar un juicio militar por publicar la fotografía de un manifestante que murió mientras permanecía detenido. Rajab me dijo: "Cientos de personas están presas y son torturadas por ejercer su libertad de expresión. Y todo por venganza, porque un día, hace un mes, casi la mitad de la población de Bahrein se volcó a las calles a exigir democracia y respeto por los derechos humanos."

Rajab observó que la democracia en Bahrein podría implicar la lucha por la democracia en las vecinas dictaduras del Golfo Pérsico, especialmente en Arabia Saudita. Es por eso que la mayoría de los gobiernos regionales tienen interés en que se ponga fin a las protestas. Arabia Saudita está bien posicionada para la tarea ya que es reciente beneficiaria del mayor acuerdo de venta de armas en la historia de Estados Unidos. A pesar de las amenazas, Rajab fue firme: "Mientras respire, mientras viva, voy a seguir haciendo. Creo en el cambio. Creo en la democracia. Creo en los derechos humanos. Estoy dispuesto a dar mi vida. Estoy dispuesto a dar lo que sea para alcanzar esta meta."


(*) Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 600 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 300 en español. Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.