Muerte de bin Laden

Declaración del MAS (Movimiento al Socialismo) en septiembre de 2001 al producirse el atentado a las Torres Gemelas. Quienes hoy formamos parte de la corriente Socialismo o Barbarie, tomamos la siguiente posición:

Estados Unidos cosecha lo que sembró

Pero el ataque terrorista quiere ser utilizado por el imperialismo
contra los trabajadores y los pueblos

El ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington han producido una conmoción mundial. Sus derivaciones pueden ser aun más graves.

El presidente de EEUU, sus socios de la Unión Europea y Japón, y la corte de gobiernos lacayos del resto del mundo rivalizan en condenar el hecho. Hablan de “terrorismo atroz”, de “barbarie”, y de un “ataque al mundo libre” perpetrado por despiadados “fanáticos”. Según Bush “estamos en una lucha monumental del bien contra el mal”. El “bien” son ellos y el “mal” es una nebulosa convenientemente indefinida, como para poder hacer la guerra a todos los que cuestionan el dominio imperialista de EEUU Y ahora, para castigar a los “malos”, anuncian que están preparando una represalia atroz.

Ni EEUU ni sus socios imperialistas, manchados por mil crímenes, tienen autoridad moral para condenar los atentados

Ni el Estado ni el gobierno norteamericanos (ni sus aliados) tienen la más mínima autoridad moral para condenar los atentados.

EEUU es el responsable directo de la muerte por hambre de 500.000 civiles de Irak a consecuencia del bloqueo impuesto luego de la Guerra del Golfo de 1991.

EEUU, por intermedio del Estado racista de Israel, es culpable del genocidio del pueblo palestino.

EEUU, en la guerra de Vietnam, quemó vivos con napalm a centenares de miles de civiles, hombres, mujeres y niños.

EEUU, en Hiroshima y Nagasaki, utilizó la bomba atómica contra poblaciones indefensas.

EEUU ha estado detrás de todos los golpes, dictaduras, intervenciones militares y represiones en América Latina, desde Machado y Somoza hasta Pinochet, Videla y Fujimori. Millones de latinoamericanos han sido asesinados a lo largo de un siglo por los esbirros a su servicio. Hoy, las atrocidades contra los campesinos y la población civil de Colombia son cometidas por paramilitares y tropas del Ejército pagadas, entrenadas y dirigidas por “asesores” de EEUU.

EEUU, desde el Fondo Monetario Internacional, impone a los países dominados de América Latina, Asia y África planes económicos atroces. Es un genocidio social de hambre y desempleo, para pagar las deudas externas a los usureros de Wall Street, muchos de los cuales tenían sus oficinas en las Torres Gemelas o cerca de ellas.

El sistema capitalista–imperialista, cuya principal potencia son hoy los EEUU pero que también co–dirigen sus cómplices de la Unión Europea y Japón, no ha logrado resolver ningún problema de la humanidad. Por el contrario, los ha agravado todos: la miseria, el racismo, la opresión, la destrucción de la naturaleza…

EEUU, con infinita soberbia, no asume sus responsabilidades principales en esos problemas. Mientras el agujero de ozono ya llega a Sudamérica, el nuevo gobierno de Bush rompe los tratados ecológicos. En la reciente Conferencia sobre el racismo de Durban (Sudáfrica) se niega al mínimo de pedir disculpas por haber esclavizado a millones de africanos. En Medio Oriente, alienta al ala más racista y genocida de Israel. Ahora, la ferocidad con que reacciona en esta crisis, ratifica por enésima vez que la barbarie capitalista no tiene modo de ser cambiada ni moderada. Que la única alternativa realista es otro sistema, el socialismo.

En estos momentos, se especula sobre quién organizó los atentados. Aún no está claro y quizás nunca se sepa con seguridad. Sin embargo, podemos indicar con certeza al responsable de la muerte y sufrimientos de tantos civiles y trabajadores inocentes en New York: es el imperialismo yanqui, es el mismo gobierno de los EEUU A ellos no les interesa ese sufrimiento, ni la vida o la muerte de su población. Lo que más les importa es que han sido dañados dos “símbolos” de su poder económico y militar, las Torres y el Pentágono.

Los sucesivos gobiernos norteamericanos han sembrado muerte y barbarie en todos los rincones del planeta. ¡He aquí la cosecha! ¡Suya es la responsabilidad! Se creían invulnerables, pero como un boomerang, la violencia ha vuelto sobre su propio territorio, y ahora es la misma población inocente de EEUU la que paga las consecuencias.

Estamos contra las acciones terroristas: ellas se vuelven contra los trabajadores y los pueblos

Contra lo que vociferan Bush y los medios al servicio del imperialismo, aquí no se ha iniciado una guerra del “mal” contra el “bien” (representado por los vampiros de la finanzas y los militares genocidas, que han visto dañadas sus oficinas de las Torres Gemelas y el Pentágono). Rechazamos también a los charlatanes que definen esto como un choque cultural–religioso o una “guerra entre civilizaciones” (la progresista “civilización democrática” de Occidente versus la atrasada “barbarie” del Islam).

Afirmamos que esta ha sido una expresión —equivocada y contraproducente— del justo odio hacia los peores bárbaros del planeta: el imperialismo yanqui y sus socios de Israel, Europa y Asia. No es Alá quien motiva que tantos jóvenes se inmolen en actos terroristas. Es el imperialismo, con sus humillaciones, su opresión y sus inagotables crímenes, el que ha logrado el milagro.

Pero, con la misma firmeza con que decimos esto, tenemos el deber de señalar que estamos totalmente en contra de estas acciones terroristas.

En primer lugar, la gran mayoría de las víctimas son empleados y obreros norteamericanos, a los que no se puede simplemente identificar con su burguesía y su Estado imperialista. Nada humano nos es ajeno. Y, desde el punto de vista humano, nos solidarizamos con ellos y sus familiares, al tiempo que subrayamos la responsabilidad que el imperialismo tiene en esta tragedia. Con estos métodos no se va a acabar con el capitalismo ni la opresión imperialista, ni menos aún por ese camino iremos hacia una sociedad más justa, el socialismo.

En segundo lugar, estas acciones, por más “espectaculares” que ellas sean, no debilitan verdaderamente el poder del enemigo. Por el contrario, el momentáneo estrago que pueden provocar en sus filas, no es nada comparado con la confusión que producen en el campo de los trabajadores y los pueblos. Así, un sector importante del pueblo norteamericano está pidiendo una “respuesta militar”; es decir, volver a ser carne de cañón de la burguesía yanqui como en Vietnam. Antes del atentado había, en cambio, una fuerte oposición a las aventuras militares en el extranjero.

La liberación de los trabajadores y los pueblos no va a ser lograda por medio del terrorismo (que además en este caso no se sabe qué programa y objetivos tiene). Sólo la autodeterminación democrática de las masas obreras y populares, y su movilización, podrán acabar con la explotación y la opresión capitalista–imperialista.

Como una de las consecuencias nefastas de los atentados, Bush, junto con otros gobernantes imperialistas como Tony Blair, los está aprovechando para estructurar un frente contrarrevolucionario y represivo a escala nacional y mundial.

Al interior de EEUU, en momentos en que se profundiza la recesión con cientos de miles de despidos, en que venía creciendo el desprestigio de un gobierno producto del fraude electoral, y en que un sector aún minoritario pero importante de la juventud y los trabajadores cuestionan la globalización, el poder de las corporaciones y el modelo neoliberal, los atentados han venido bien para que Bush pueda procurar la “unidad nacional” de explotadores y explotados, de ricos y pobres, de patrones que despiden y de trabajadores que quedan sin empleo. Todo bajo el pretexto de que al país le ha sido declarada una guerra... no se sabe por quién.

Lo mismo sucede mundialmente. Desde hace algún tiempo, comenzó un período de protestas y movilizaciones crecientes, nacionales e internacionales, que impugnan (como mínimo) la versión neoliberal del capitalismo. Se han dado batallas internacionales como las de Seattle, Praga o Génova. En distintas formas, desde Medio Oriente hasta América Latina, se desarrollan importantes luchas a escala nacional. Y, en todos los países, con mayor o menor fuerza, se viene difundiendo una “atmósfera” crítica hacia el sistema capitalista o por lo menos a sus consecuencias más irritantes. El capitalismo globalizado y neoliberal ha perdido la total “legitimidad” que gozaba hace una década.

Ahora los atentados vuelven a dar al imperialismo yanqui un cierto manto de “legitimidad”. Se han convertido en la excusa para convocar a un frente mundial de los gobiernos imperialistas (y sus siervos del resto del planeta), so pretexto de que la supuesta “guerra” declarada por el “terrorismo” involucra a todos. Pretenden erigir una “Santa Alianza”, que se estructure un gran aparato represivo de policía, espionaje e intervención militar, que opere a  escala internacional para aplastar las rebeliones de los trabajadores y los pueblos.

La confusión provocada entre las masas por los atentados ayuda entonces a ese intento del imperialismo. En el umbral de una recesión mundial (que va a hacer redoblar las luchas y las impugnaciones al sistema) el imperialismo pretende cambiar el eje: que desde ahora el mundo gire alrededor de la “guerra al terrorismo” y no de las protestas de los trabajadores y los pueblos contra el desastre capitalista. A las próximas movilizaciones como las de Seattle y Génova, los gobiernos las van a enfrentar con la excusa del “antiterrorismo”.

Impidamos que el imperialismo yanqui y sus cómplices perpetren una atrocidad

El gobierno de Bush no desea que este frente contrarrevolucionario quede en el papel. ¡El imperialismo yanqui quiere sangre! Está planeando una represalia atroz, pero aspira a que sus socios también se manchen de sangre.

El discurso de Bush acerca de que no va a “hacer distinción entre los terroristas que condujeron el ataque y quienes los protegen”, puede dar para cualquier cosa.. “Quienes los protegen” es un concepto impreciso y elástico. Puede significar desde dar “luz verde” al gobierno de Israel para que implemente la “solución final” del “problema palestino”, hasta arrojar una bomba atómica a cualquier población que supuestamente haya “protegido” a los atacantes.

Al haber quedado al descubierto su vulnerabilidad, EEUU busca un chivo expiatorio. Quiere aprovechar el atentado para sembrar el terror entre los pueblos sometidos e iniciar una “caza de brujas” internacional contra todo el que se oponga a su dominio.

Esto hace tan urgente como necesario que los trabajadores y los pueblos del mundo, en primer lugar de los mismos países imperialistas, se movilicen para impedirlo. Los preparativos son claros: han comenzado a través de la OTAN. Es principalmente con ella que EEUU quiere lograr una acción conjunta.

Impedir que esta coalición contrarrevolucionaria lleve a cabo represalias genocidas es en estos momentos lo central. Para eso es necesaria la más amplia unidad de acción de los trabajadores, intelectuales, sectores democráticos, movimientos reivindicativos, etc. Esto es especialmente importante en EEUU y los países imperialistas de Europa. Llamamos a oponernos a guerras de venganza contra cualquier pueblo. Llamamos a que se acuerden de Vietnam.

¡Ningún pueblo es “terrorista”!

¡Unámonos para impedir un genocidio!

Movimiento al Socialismo (MAS)
Septiembre 2001