Afganistán

Plan de retirada de EEUU

El Gran Juego afgano

Por Txente Rekondo
Gara, 26/06/11

El anuncio de Obama es una nueva pieza que se suma al complejo puzzle en Afganistán. Las declaraciones de Karzai, la respuesta de la resistencia y el papel de los protagonistas regionales, son parte también de ese escenario sobre el que la figura del Gran Juego vuelve a planear con fuerza. En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en una nueva fase y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Y Obama es consciente de que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global.

Tras su anunciada reducción de tropas a partir de finales de año, el presidente de EEUU ha puesto sobre la mesa su intención de apostar por una nueva estrategia en Afganistán (otra más, dicen algunos con ironía algunos). Obama es consciente de que en los próximos meses la política de EEUU va a estar dominada por la larga campaña electoral a la Presidencia, y a día de hoy buena parte del electorado está cansado del coste que supone la ocupación de Afganistán, ya que sus principales preocupaciones son la economía, el desempleo y el déficit.

Tras diez años de guerra, parece haber llegado el momento de pasar a otros la «patata caliente», y hay quien ve en las palabras de Obama un reconocimiento implícito de la imposibilidad de ganar la guerra, al tiempo que estaría abriendo la puerta a un diálo– go para una posible solución. No obstante, algunos analistas remarcan las carencias del discurso presidencial, al no mencionar nada sobre el futuro de Karzai y su Gobierno, la fortaleza de la resistencia, la corrupción o el papel regional. Para ellos, el nuevo plan muestra la apuesta decidida por favorecer a largo plazo «las operaciones de inteligencia, las fuerzas especiales, los ataques desde aviones no tripulados y la presencia reducida de tropas».

La resistencia se presenta como la gran ganadora al hilo de estos acontecimientos. El reconocimiento de que cualquier salida negociada debe contar con la participación de todos los actores (se deja entrever en el nuevo escenario. Los intentos de criminalizar cualquier movimiento opositor, la apuesta por incentivar divisiones en la resistencia, sobre todo entre los diferentes grupos que conforman el mundo talibán, o la victoria militar, han fracasado uno tras otro.

A día de hoy, la estrategia de la resistencia se manifiesta en amplias zonas del país, buena parte de ellas bajo su control. La combinación de diferentes tácticas está dándoles frutos. Los ataques contra posiciones aisladas y remotas de las fuerzas extranjeras, unidos a la infiltración en las nuevas fuerzas afganas, están logrando importantes efectos sicológicos y al mismo tiempo muestran su fortaleza.

Paralelamente, desde hace semanas se ha intensificado la campaña contra los «colaboradores» de la ocupación, con importantes figuras del nuevo entramado institucional afgano como víctimas, lo que reduce las posibilidades de la coalición ocupante de poder contar con aliados locales. Junto a ello, las operaciones de dicha coalición son una fuente inagotable de razones para que la población local le vuelva la espalda y para que la resistencia articule una campaña propagandística.

Tampoco hay que olvidar la capacidad que viene mostrando la resistencia para mantener un sistema de Justicia paralelo que, a juicio de algunos observadores, «funciona relativamente bien», sobre todo a la vista de la «ausencia generalizada» del Estado en la mayor parte del país.

La figura del actual presidente afgano, Hamid Karzai, también ha ocupado cierta centralidad estas semanas. Su anuncio de que EEUU estaría nego– ciando con los talibanes ha podido sorprender a quien no conoce la realidad afgana. Sin embargo, esta maniobra de Karzai hay que enmarcarla en su propia estrategia. El presidente afgano, conocedor del escaso apoyo con que cuenta y de que su distancia respecto a Washington es cada día más evidente, se está dirigiendo a su pueblo con esas maniobras, intentando dar muestras de un alejamiento de la política de EEUU.

Aquí se enmarcan sus «amenazas» a la OTAN, su afirmación de que los norteamericanos están en el país en defensa de sus intereses, o su advertencia de que la historia muestra cómo tratan los afganos a los ocupantes. Con esa dialéctica intenta ligar el fracaso y la corrupción a las fuerzas ocupantes, tratando de convencer al pueblo afgano de que EEUU es la causa de todos los males.

Pero al mismo tiempo, Karzai es consciente de que su futuro político está estrechamente ligado a la presencia de los militares estadounidenses y por ello quiere que la Casa Blanca siga apoyándole, pues de lo contrario «Afganistán caería en manos talibanes», con lo que ello supondría para los intereses de EEUU.

En este contexto nadie sabe con seguridad cuál puede ser el futuro político de Karzai, pero todo parece indicar que si EEUU logra encontrar un aliado más firme en Afganistán, como dice la canción «los días que le quedan son una cuenta atrás».

Las potencias regionales también mueven ficha dentro del tablero de este Gran Juego. Pakistán sigue manteniendo un difícil equilibrio, la capacidad, o su falta, para hacer frente a la militancia islamista dentro de sus fronteras y la relación de amor/ odio hacia EEUU son factores a tener en cuenta. Casi nadie duda de que la participación de Islamabad en cualquier solución negociada es necesaria, ya que su marginación del teatro afgano le daría carta verde para lanzar operaciones de desestabilización en la región. Esta recuperación de protagonismo de Pakistán es directamente proporcional a su pérdida por parte de India, que hasta ahora había apostado fuerte por desplazar a Islamabad del centro de poder afgano.

Irán también se está moviendo ante la irrupción de un nuevo escenario, buscando nuevas alianzas en la región. Rusia sigue de cerca los acontecimientos, consciente de la influencia afgana en Asia Central («su patio trasero») y, sobre todo, deseando presentar un futuro Afganistán que signifique la derrota de EEUU, situándolo en el mismo nivel que la sufrida por Moscú en los años 80. China, de confirmarse el auge del protagonismo paquistaní, aumentará los lazos/dependencia con Islamabad, consciente también de que la inestabilidad afgana tiene sus consecuencias en la región, e intentando asegurar una estabilidad transfronteriza.

En los próximos meses se irá desgranando el futuro de Afganistán y si las fuerzas de ocupación acaban aceptando que la resistencia es una parte del pueblo afgano, la reconciliación entrará en esa nueva fase, y ya hay quienes apuntan a la fórmula de «olvido y perdón». Obama es consciente que cualquier reducción de tropas pasa por un acuerdo global, en el que tomen parte la mayor parte, si no todos, de los actores mencionados, incluida la resistencia afgana.

En esa clave se situarían, además, el eventual encuentro que Alemania estaría organizando en Berlín para el próximo mes de diciembre, donde la presencia talibán podría estar asegurada, y el anuncio de Barack Obama de la posible celebración de una conferencia internacional en mayo del 2012 en Chicago, en la que participarían únicamente EEUU y sus aliados y que habría que interpretar en clave electoral de cara a la reelección presidencial.


(*) Del Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN).


Retirada parcial de Afganistán

Un giro consensuado para volver
a enfocarse en la economía

Por Jeff Zeleny y Jackie Calmes
The New York Times, 22/06/11
La Nación, 24/06/11
Traducción de Jaime Arrambide

Washington.– Cuando un año después de asumir el poder el presidente Barack Obama decidió ampliar la guerra de Afganistán, los republicanos criticaron ferozmente el plazo impuesto por el mandatario para la repatriación de los soldados. Pero su decisión de anteayer de acelerar el retiro de tropas no despertó mayores objeciones, señal de un notable giro en la política bélica.

Obama se ve beneficiado por una acumulación de factores –la creciente tensión del aislacionismo republicano, la ejecución de Osama ben Laden y la honda preocupación por el gasto público y el déficit– que le permiten una inesperada flexibilidad para tratar con el Congreso y venderle a la nación la solución que propone. Obama pondrá a prueba si la política posterior al 11 de Septiembre cambió lo suficiente como para que un presidente demócrata pueda reducir la escala de una guerra con poco o ningún riesgo político interno.

"Estas largas guerras tendrán un final responsable –dijo Obama–. Mientras eso ocurre, debemos aprender la lección. Esta década de guerras ya ha hecho que mucha gente se cuestione la naturaleza del compromiso de Estados Unidos con el resto del mundo."

Mientras el costo y el precio de la guerra abruman a la población, entre los republicanos se abrieron líneas de fractura. Tienen posturas de lo más variadas: desde el movimiento del Tea Party y su preocupación exclusiva por la cuestión presupuestaria, pasando por el "ni un paso en falso" del candidato del partido a la presidencia en 2008, el senador de Arizona John McCain, hasta los republicanos internacionalistas que sienten que su partido ha perdido por completo el rumbo.

McCain se ha erigido como el crítico principal de la decisión presidencial sobre Afganistán, pero sus opiniones fueron silenciadas por la andanada de candidatos republicanos que se apresuraron a expresar su deseo de que esa guerra termine cuanto antes.

Jon Huntsman, ex gobernador de Utah que recientemente renunció a su puesto como embajador en China, está intentando cimentar su campaña presidencial por los republicanos en su experiencia en política exterior, que incluye cargos diplomáticos en las dos administraciones Bush. "Ya es hora de que cambiemos y nos enfoquemos en los esfuerzos contraterroristas, que demandan muchas menos botas en el terreno que las mencionadas por el presidente la noche del miércoles [por anteayer]", dijo Huntsman.

Tim Pawlenty, ex gobernador de Minnesota, emergió como uno de los pocos candidatos partidarios que expresaron su cautela respecto del retiro de tropas de Afganistán. "Me preocupa esta especie de tendencia al minimalismo y el aislacionismo en el seno del Partido Republicano", dijo Pawlenty en una entrevista. "Pero es realmente importante asegurarnos de terminar el trabajo como corresponde en Afganistán", añadió.

Beneficio

Geoff Garin, encuestador demócrata que condujo grupos de seguimiento de la opinión pública sobre la guerra, dijo que los mensajes divergentes entre republicanos podrían beneficiar a Obama.

Ahora a los republicanos les será más difícil atacarlo, ya que ellos mismos aseguran que la guerra de Afganistán es un gasto que el país ya no puede afrontar.

Esta semana, el centro de investigaciones Pew reveló que por primera vez la mayoría de los norteamericanos –el 56%– está a favor de retirar las tropas de Afganistán lo antes posible, lo que significa un crecimiento de ocho puntos porcentuales en una encuesta realizada en mayo, después de la muerte de Ben Laden.

Aunque pretender predecir los factores que influirán en la elección presidencial con un año de antelación es temerario, la lenta recuperación y la persistencia de un elevado desempleo indican que la elección de 2012 estará centrada en la economía y no en la guerra. Pero la complicación para Obama es que esa guerra de casi una década se convirtió en un tema económico para muchos norteamericanos.

"El anuncio de hoy es el comienzo, pero no alcanza. Seguir conservando la mayor parte de nuestras 100.000 tropas en Afganistán es simplemente postergar lo inevitable", dijo el representante Earl Blumenauer, demócrata por Oregon.

"Dadas nuestras restricciones presupuestarias, la muy cuestionable eficacia de los esfuerzos por construir la nación afgana y la reciente muerte de Osama ben Laden, ahora es tiempo de comenzar con un retiro significativo de tropas norteamericanas", añadió.


As Politics of War Shift, Risks for Obama Ease

By Jeff Zeleny and Jackie Calmes
New York Times, June 22, 2011

Washington — When President Obama expanded the Afghanistan war a year after taking office, Republicans fiercely criticized his deadline to bring troops home. But his decision on Wednesday to accelerate their withdrawal came with few reprisals, a sign of a remarkable shift in the politics of war.

The president, who addressed the nation in a prime–time speech from the White House, stopped short of declaring victory, but he suggested that the mission had been a success and that it was time to turn to a new foreign policy and to place a greater focus on domestic concerns.

A debate inside the Republican Party over Afghanistan, along with larger questions about American military engagement, has changed the political dynamic facing Mr. Obama as he prepares for re–election. He made clear that he would not be haunted, like many Democrats before him, by being cast as weak on national security. But he pledged to “chart a more centered course,” a phrase that could well serve as a metaphor for how he has sought to reset his presidency after Democrats were soundly defeated last fall.

Mr. Obama is benefiting from a confluence of factors — a rising strain of Republican isolationism, the killing of Osama bin Laden and deep concerns about spending and the deficit — which provide unexpected flexibility for dealing with Congress and selling his decision to the nation. He will test whether the post–Sept. 11 politics have changed enough to allow a Democratic president to wind down a war with little or no political peril.

“These long wars will come to a responsible end,” Mr. Obama said. “As they do, we must learn their lessons. Already this decade of war has caused many to question the nature of America’s engagement around the world.”

As the nation has grown weary over the cost and toll of war, fault lines have emerged among Republicans, with the longstanding isolationist strain regaining its footing after the Sept. 11 terrorist attacks and the adventurism of the George W. Bush era.

The aggressive posture adopted by the president, particularly in pulling out troops faster than Pentagon advisers recommended, could open a discussion in Congress and on the presidential campaign trail. Republicans now hold an array of positions, from the budget–minded focus of the Tea Party movement to the stay–the–course view of the party’s 2008 nominee, Senator John McCain of Arizona, to other internationalist Republicans who fear the party has lost its way.

For the first time in generations, neither the president nor any candidates for the office have worn the military uniform. The familiar chords of patriotism may have given way to increased concerns about priorities at home.

Mr. McCain has emerged as the leading critic of Mr. Obama’s decision on Afghanistan, but his views are muted by the many Republican presidential candidates who have expressed a desire to end the war as soon as possible.

Jon M. Huntsman Jr., a former Utah governor who recently stepped down as the ambassador to China, is trying to build his Republican presidential campaign around his foreign policy experience, which included positions in both Bush administrations. Four years ago, he was Mr. McCain’s co–chairman, but now is seeking to distinguish himself on Afghanistan by raising questions about whether the country can afford it.

“It is time we move to a focused counterterror effort, which requires significantly fewer boots on the ground than the president discussed tonight,” Mr. Huntsman said.

Tim Pawlenty, a former governor of Minnesota, has emerged as one of the party’s few candidates who are cautioning against an abrupt withdrawal in Afghanistan. “I’m concerned about what appears to be a drift toward minimalism and isolationism inside the Republican Party,” Mr. Pawlenty said Wednesday in an interview. “But it’s really important to make sure that we finish the job correctly in Afghanistan.”

Geoff Garin, a Democratic pollster who has conducted focus groups to gauge public opinion of the war, said the multiple messages among Republicans would benefit Mr. Obama.

For Mr. Obama, his prime–time announcement was the latest in a series of defining moments in his presidency. Four years ago, in the early stage of his political rise, he positioned himself as a strong opponent of the Iraq war. After he took office, he began delivering on his pledge to end the war. But he chose to build up efforts in Afghanistan, infuriating many Democrats by sending 30,000 more troops.

On Wednesday night, the president found himself in a position where he could announce what has always been a priority of Democrats — and of Mr. Obama himself when he first took office: “America,” he said, “it is time to focus on nation–building here at home.” It is something that is surely going to help him with Democratic base voters who had been concerned that he had strayed too far from his promises since passing a new health care law.

Now the position is harder for Republicans to attack, since they, too, are describing the fighting in Afghanistan as an expense the country can no longer afford.

This week, the nonpartisan Pew Research Center found for the first time that a majority of Americans — 56 percent — favored removing troops from Afghanistan as soon as possible, an increase of eight percentage points from a poll taken in May after Bin Laden’s death. Two–thirds of Democrats and nearly six in 10 independents support withdrawal, while 53 percent of Republicans favor maintaining troop strength — 12 percentage points lower than a year ago.

While predicting what will influence a presidential election is dicey more than a year in advance, the slow recovery and persistently high unemployment suggest that the 2012 election will be focused on the economy, not war. But the complicating dynamic for Mr. Obama is that the nearly decade–old war in Afghanistan has become an economic issue for many Americans.

“There are huge economic concerns about where the money is going, a realization that we’re basically defending the world and can’t show better results for it,” said former Senator Tom Daschle, who was the Democratic Senate leader after the 2001 terrorist attacks, when Democrats deferred to President Bush for fear of being labeled weak against terrorism. At the time, it was unthinkable in Congress or among the general public to question the war’s added cost.

“The whole burden for this has been on a very, very small percentage of people, so no one has really felt the effects of this war,” Mr. Daschle said.

Barring another major terrorist attack, Democrats say, Mr. Obama has to show at least a significant reduction in troops overseas by Election Day.

“Today’s announcement is a start, but not enough. Retaining most of our 100,000 troops in Afghanistan is simply delaying the inevitable,” said Representative Earl Blumenauer, Democrat of Oregon. “Given the recent death of Osama bin Laden, our budgetary constraints and the questionable effectiveness of our nation–building efforts in Afghanistan, now is the time to begin a significant withdrawal of U.S. troops.”


(*) Jim Rutenberg contributed reporting from Columbia, S.C.


Los frentes de la Casa Blanca – La guerra y la economía

Inicia Obama retirada en Afganistán

Agencia Associated Press, 23/06/11

El mandatario anunció anoche el retiro de 33.000 soldados antes de las elecciones; "es hora de enfocarnos en nuestro país", dijo.

Washington.– Presionado por un país saturado de casi 10 años de costosas guerras y la fragilidad de una economía que no logra plena recuperación, el presidente norteamericano, Barack Obama, anunció anoche un plan de retirada de las tropas de Afganistán, donde murieron 1632 militares y ya se gastaron más de 1,3 billones de dólares.

"Por supuesto, quedan grandes desafíos por delante, éste es el principio y no el final de nuestro esfuerzo", dijo anoche Obama desde la Casa Blanca.

Acto seguido, el mandatario llamó a los norteamericanos a concentrarse en su país. "Estados Unidos: es hora de enfocarnos en la construcción de nuestro país", dijo Obama.

"En la última década gastamos un billón de dólares en guerras, en un momento de creciente deuda y dura situación económica –admitió Obama–. Ahora nosotros debemos invertir en el recurso más preciado de Estados Unidos: su gente."

A pesar de que los altos mandos del Pentágono recomiendan un repliegue más gradual, Obama comenzó con su anuncio a cumplir su promesa de retirar todas las tropas norteamericanas de Afganistán para 2014 y poner fin a una guerra que es cada vez más impopular en Estados Unidos.

El plan para retirar 10.000 soldados este año y 23.000 para mediados de 2012, meses antes de las elecciones presidenciales, es más profundo y acelerado que el propuesto por sus asesores militares. De todos modos, cumplido ese proceso, aún habrá en Afganistán 70.000 combatientes norteamericanos –el mismo número que había cuando Obama llegó al poder–, a los que se suman otros 30.000 de las fuerzas de la OTAN.

La decisión del mandatario implica una victoria del vicepresidente, Joseph Biden, uno de los abanderados del repliegue militar, y la derrota del comandante en Afganistán y la máxima estrella militar norteamericana en la última década, el general David Petraeus, que ayudó a Obama en la estrategia de revisión 18 meses atrás y que en breve volverá a Washington para dirigir la CIA.

El anuncio de Obama provocó una fuerte polémica: varios generales y un alto número de republicanos consideran que las fuerzas norteamericanas no deben ser replegadas de manera acelerada. Los militares advierten que la seguridad del país no está garantizada y que los talibanes aún implican una amenaza importante.

Sin embargo, Obama y sus asesores se inclinaron por reducir los plazos de salida ante lo que califican de múltiples evidencias de que será difícil hacer más progresos en el terreno.

Además, la presión para retirar las tropas se incrementó aún más en los últimos meses, especialmente desde que, en mayo pasado, un grupo comando norteamericano mató en Paquistán a Osama ben Laden, líder de Al–Qaeda, la red que en 2001 lanzó el peor atentado terrorista en territorio norteamericano.

La respuesta inmediata fue la invasión norteamericana a Afganistán, entonces refugio de Ben Laden.

El debate en Washington varió notablemente desde la incursión en Abbottabad. La muerte de Ben Laden dio a los críticos republicanos y demócratas argumentos para sostener que la Casa Blanca debía limitar los objetivos en Afganistán.

Incluso el secretario de Defensa saliente, Robert Gates, partidario de un cuidadoso retiro de las tropas, reconoció que el respaldo a la lucha antiterrorista después de la muerte de Ben Laden se estaba perdiendo.

En los últimos meses se lograron avances considerables: las fuerzas norteamericanas y sus aliados de la OTAN retomaron la iniciativa y obligaron a los talibanes a replegarse en diferentes regiones del país. Sin embargo, los militares creen que son progresos relativos y sin garantías.

El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, se mostró ayer preocupado por el anuncio de Obama, que calificó como una salida "precipitada" de las tropas, que "pondría en peligro los progresos obtenidos" en Afganistán.Pero desde hace varias semanas en Washington soplan otros vientos y ya comienzan a pesar más las agendas electoral y económica.

"Casi no hay decisión que Obama pueda tomar que sea buena. Estamos en una crisis económica y ésta es una guerra cara", dijo Robert Lamb, experto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

Los partidarios de la estrategia de salida más acelerada comienzan a evaluar la proximidad de las elecciones presidenciales, en las que Obama buscará la reelección, y la impopularidad de la guerra.

Además, Obama enfrenta la amenaza de una economía que no logra el impulso previo a la crisis de 2008, la presión para recortar gastos del presupuesto y el cansancio con la guerra del Congreso y del electorado.


Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto,
afirmó que el plan de Obama es "audaz"

Advierte el Pentágono sobre los riesgos
del retiro de Afganistán

Agencia Associated Press, 24/11/06

Washington.– Un día después de que el presidente Barack Obama anunció el plan para retirar 33.000 soldados de Afganistán antes de septiembre de 2012, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, calificó esa estrategia de "arriesgada", aunque aclaró que respalda la decisión del mandatario.

"Los planes del presidente son más audaces y suponen un mayor riesgo de lo que yo estaba preparado para aceptar en un principio", reconoció Mullen en una audiencia ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes. Mullen, que dirige las tropas norteamericanas sobre el terreno, subrayó, no obstante, que tanto él como el comandante en jefe en Afganistán, David Petraeus, apoyan "por completo" el plan presentado anteanoche por Obama.

Anunciado como el principio del fin de la guerra en Afganistán, el plan de Obama prevé comenzar el mes próximo con la retirada de tropas, para repatriar hasta fines de año un total de 10.000 soldados, y continuar la operación con otros 23.000 antes de septiembre de 2012. Eso dejará sobre el terreno unos 68.000 militares norteamericanos, con objeto de completar la retirada en 2014, según un acuerdo con la OTAN. La Alianza Atlántica también prevé la retirada de sus 47.000 efectivos. La guerra de Afganistán, iniciada hace casi diez años, le ha significado a Washington un desembolso de más de 1,3 billones de dólares.

Cuestionado por los legisladores republicanos sobre el grado de riesgo al que se refería al definir el plan de Obama, Mullen señaló que, en cualquier caso, se refería a "un riesgo manejable". Para el alto mando militar, mantener las tropas sobre el terreno durante más tiempo habría conllevado "otros riesgos". "Habríamos facilitado un aumento de la dependencia del gobierno de Hamid Karzai [?] y se habría enviado una señal al enemigo y a los aliados en la región de que los talibanes aún tienen la fuerza suficiente para justificar la presencia norteamericana completa", explicó.

"Más tropas durante más tiempo es, sin ninguna duda, el camino más seguro, pero eso no lo convierte necesariamente en el mejor camino. Sólo el presidente, al fin y al cabo, puede determinar el nivel aceptable de riesgo que podemos asumir, y creo que lo ha hecho", dijo Mullen, para quien el plan de Obama permitirá reajustar las fuerzas más rápidamente y reducir "el nada desdeñable costo de desplegar esas fuerzas".

Críticas de los dos partidos

Para el presidente del Comité de Servicios Armados, el republicano Howard McKeon, el plan de Obama mermará significativamente el objetivo de transferir la responsabilidad del conflicto al gobierno afgano en 2014. "Necesitamos una estrategia diseñada para poner al enemigo contra las cuerdas, no para darle más aliento", dijo McKeon, que calificó el anuncio de Obama como "un discurso de campaña electoral".

El plan de repliegue militar en Afganistán también recibió críticas desde las filas demócratas, pero por motivos opuestos a los expresados por los republicanos. Algunos legisladores, como Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, dijo que habría esperado una retirada más rápida de las tropas norteamericanas desplegadas en Afganistán.

El anuncio de Obama fue bien recibido por los aliados de Washington en Europa. La mayoría de los países con soldados en Afganistán mantendrán su propio plan de retirada de tropas. El único en sumarse a la iniciativa de la Casa Blanca fue el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que anunció un repliegue militar gradual de sus 4000 efectivos con un calendario similar al de Estados Unidos. Alemania, con 5000 soldados, ya anunció una primera retirada de tropas para este año. Gran Bretaña, con cerca de 10.000, e Italia, con 4000, comenzarán el repliegue a principios de 2012.

Por su parte, el presidente afgano, Hamid Karzai, dijo que la retirada gradual de las tropas de Estados Unidos es "un paso beneficioso" para ambos países. Mientras, los talibanes lo calificaron como una "medida simbólica" que no cambia la situación en el país.