Libia

En Trípoli se debate ya cómo encarar la nueva era sin Gadafi

Formación de comités vecinales en los barrios

Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Trípoli
La Nación, 28/08/11

"Gracias a Dios, Libia es libre", reza un grafiti recién pintado sobre una pared del barrio de Dreby, 20.000 habitantes de clase media baja de esta capital, que lentamente parece recobrar vida.

Después de una semana de terror por la presencia de francotiradores y otras milicias civiles khadafistas, de calles desiertas y persianas cerradas, de emergencia humanitaria en ciernes, se ven varios negocios abiertos: una zapatería; una boutique; una juguetería que exhibe triciclos, pelotas y toboganes de plástico; una tienda de ropa –vestimenta que parece del siglo pasado–, y hasta una pequeña joyería.

Mientras hay quien forma fila ante una cisterna para recargar bidones con agua –los cortes de luz siguen a la orden del día– o para comprar pan, hay personas con tarros de pintura roja, negra y verde que hacen grafitis y banderas que celebran el inicio de una nueva era sin Muammar Gadafi.

Sí, la vida no es fácil ahora, pero la gente no se deja desmoralizar por el desabastecimiento y las dificultades. Hoy, que se cumple una semana del inicio de la hasta hace poco inimaginable caída de Trípoli, lo importante es el futuro.

Antes del derrumbe del régimen, 20 litros de nafta costaban tres dinares (aproximadamente dos dólares). Ahora, con los precios que se han disparado debido a la parálisis que trajo la guerra, 20 litros de combustible, si es que se consigue, cuestan 120 dinares.

Pese a esto, lo que reina en este país de seis millones de habitantes es una inmensa esperanza por el incipiente comienzo de una nueva etapa, por un futuro que buena parte de los libios ve como resplandeciente.

En este marco, muchos parecen confiar en el desempeño del Consejo Nacional de Transición (CNT), que ya comenzó a trasladarse desde Benghazi a esta capital y que anunció que, a los 30 días de haber completado la mudanza, comenzará con la formación de un gobierno provisional.

"Escuché en la radio que el CNT mandará un buque petrolero hasta Trípoli y entregará nafta gratis a la población para compensarnos de este desabastecimiento", dice a La Nacion Ahmed, estudiante de ingeniería de petróleo, de 22 años.

"Este es un país riquísimo, somos pocos habitantes; Gadafi siempre se robó nuestro petróleo para compartirlo sólo con sus hijos o con sus clanes amigos, pero ahora todo esto va a cambiar. Empieza otra era, somos libres ahora", dice a La Nacion Ibrahim, miembro de un recién nacido comité vecinal del barrio de Dreby.

Desde que comenzó la revolución para derrocar al coronel, el 17 de febrero, Ibrahim cuenta que en este barrio se organizaron informalmente para autoprotegerse y brindar seguridad a sus familias, de acuerdo con una iniciativa del mismo CNT, que se preparaba así para su desembarco en la capital.

"El CNT siempre nos dijo que no puede ocuparse de todo, sino que también nosotros tenemos que ayudar en la reconstrucción de Libia, en el restablecimiento del orden y de la seguridad", explica Ibrahim, un mecánico.

Dividido en grupos de voluntarios, además de proteger el barrio a través de diversos check points , el comité realiza diversas tareas: busca identificar a las "algas" –como llaman a los vecinos pro–Gadafi, por el color verde de los uniformes y por ser pegajosos, es decir, virtuales espías del régimen que ya no está–; intenta contabilizar las armas en poder de la gente para restablecer cierto control, visto la ausencia de la policía, que se esfumó con la caída del régimen; coordina la recolección de cadáveres; comienza a limpiar las calles de escombros y a quemar las montañas de basura que acumularon a la vera de los caminos.

"Estamos construyendo una nueva Libia, después de 42 años de dictadura, y el futuro está en manos de los jóvenes", asegura Ashraf Grara, un hombre que trabajaba en la aduana del puerto y que ahora fue elegido vocero del comité vecinal.

Orgulloso de estar escribiendo una nueva historia, Ashraf muestra una oficina destartalada que fue donada por otro vecino para que funcione como sede del nuevo comité. "Acá la gente podrá venir a plantear sus reclamos, a darnos su opinión y participar en la reconstrucción. De una dictadura tenemos que crear una nueva democracia y ya no tenemos miedo de decir lo que pensamos, de reclamar por nuestra libertad", explica, lleno de entusiasmo.

¿No teme que las divisiones entre las tribus de la región de la Cirenaica, donde queda Benghazi, y las de la Tripolitania, desde siempre semiautónomas, pueda afectar el futuro político del CNT?

"No, todo funcionará con el CNT, cualquier cosa va a ser mejor que Gadafi. Queremos olvidar a Gadafi, volver a pararnos en nuestras propias piernas. Queremos reconstruir Libia nosotros mismos", contesta en coro la gente del barrio que nos rodea, en una muestra de una impactante fe en el futuro.

Yassin, un maestro jubilado, cuenta que en el comité están también planeando una revista. Muestra un par de viejos parlantes que el comité usa para llamar a la gente –aún asustada por los enfrentamientos de los últimos días y la virtual anarquía–, para que reabra sus negocios, para que vuelva a salir, para que sea solidaria, para que se ayude mutuamente, para que no se pelee entre sí.

Renacimiento

En el marco de este clima de "renacimiento", Emad, nuestro chofer de 25 años, nos anuncia que debe regresar a su ciudad, Nalut, que queda cerca de la frontera con Túnez.

¿Por qué? Debido a la urgencia del restablecimiento de cierta ley y orden en un país de rodillas por una revolución que comenzó hace siete meses, en los chek points ahora están pidiendo papeles que él no tiene.

El flamante CNT exige que la gente registre sus armas. Y Emad teme que en algún check point le saquen el Kalashnikov, un elemento inseparable, indispensable. Por eso, prefiere volver a su ciudad para regularizarlo.

Lo mismo sucede con su camioneta 4x4, robada a las fuerzas de seguridad de Gadafi después de la batalla que hubo en su ciudad, que también está sin papeles.

Emad, que volvió en febrero de Suecia, donde trabajaba de camionero, para sumarse a la gesta por una nueva Libia, dice que no piensa volver a Escandinavia. "Quiero quedarme para ayudar a mi gente a reconstruir Libia, un país que, sin Gadafi, ahora tiene futuro.".