Siria

La oposición siria se arma para derrocar a El Asad

Los disidentes confían en la división del Ejército
para acabar con el régimen

Por Ignacio Cembrero
El País, 29/08/1
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En el mercado negro de armas en Líbano no se encuentra ni un solo fusil de asalto Kaláshnikov. De vez en cuando, la prensa de Beirut, sobre todo los diarios As Safir y Al Akhbar, informan de que el Ejército libanés ha interceptado un cargamento de armas con destino a Siria, un país donde la represión ha acabado desde marzo con la vida de al menos 2.200 civiles.

De vez en cuando, también, Sana, la agencia de prensa oficial siria, da cuenta de un ataque contra el Ejército. El pasado jueves, por ejemplo, se produjo en la provincia de Homs, donde en dos emboscadas cayeron ocho militares. Gran parte de las noticias de Sana son pura propaganda, pero algún conato de resistencia armada debe de existir.

A finales de la semana pasada fue colgado en YouTube un vídeo en el que varios jefes tribales de la zona de Deir al Zor, cerca de la frontera con Irak, anunciaban su determinación a hacer frente a una inminente operación represiva del Ejército. Al final apenas opusieron resistencia.

"Temo que algunos en la oposición, que tienen prisa por acabar con el régimen [del presidente Bachar el Asad], van a decir ahora que en Libia ha sido un éxito" y querrán "recurrir a las armas" en Siria, advertía el escritor disidente Louai Hussein en una entrevista con la agencia Reuters.

¿Se está armando la oposición siria? A través de la frontera libanesa y también de la iraquí, más alejada de los núcleos urbanos, lleva semanas haciéndolo, según fuentes diplomáticas europeas, aunque por ahora sus protestas callejeras cotidianas son pacíficas, pese a que el Ejército las reprime a sangre y fuego.

Desde hace ya meses, los miembros de las coordinadoras que convocan las manifestaciones poseen teléfonos vía satélite con los que comunicarse y enviar también material gráfico al extranjero sin ser interceptados. Se lo han regalado colaboradores del ex primer ministro libanés Saad Hariri, cuyo padre fue asesinado en Beirut en 2005, con, acaso, la complicidad del servicio secreto sirio. Algunos magnates del Golfo, sobre todo de Catar, también han hecho donaciones a la lucha de la oposición. Ahora sucede otro tanto con las armas.

Para derrocar a El Asad no basta con que la oposición siria empuñe las armas. Uno de sus dirigentes más destacados, Haitham el Maleh, preveía en julio, a su paso por Madrid, que el Ejército se acabaría dividiendo como sucedió en Libia. Por ahora no hay muchas evidencias de que se esté rompiendo.

Un soldado desertor declaró este mes en Ammán a Michael Weiss, del think tank Just Journalism, que miles de compañeros suyos habían desertado. Un oficial destinado hasta hace poco en Abu Kamal asegura en YouTube hablar en nombre del Ejército Sirio Libre y, el sábado, un comunicado firmado por "oficiales libres" anónimos anunciaba que tropas leales al régimen luchaban contra militares rebeldes en los jardines de Al Ghouta, en la periferia de Damasco. Habitantes del barrio lo confirmaron por teléfono a la agencia Reuters.

El Asad no se fía del conjunto de sus Fuerzas Armadas. Prueba de ello es que en la represión solo participan dos cuerpos de élite, la Guardia Republicana y la IV División Acorazada, que manda su hermano pequeño, Maher. Esos 20.000 soldados se coordinan con los servicios secretos y la shabbiha, los grupos paramilitares.

Todos ellos pertenecen a la minoría religiosa alauí, de la que forma parte el presidente, aunque el país es mayoritariamente suní. Ambos cuerpos no disponen de suficientes efectivos para reprimir simultáneamente en varias ciudades y por eso lo hacen por turno.

El grueso de los cerca de 300.000 reclutas del mastodóntico Ejército sirio y los pilotos de la Fuerza Aérea son suníes. Hasta ahora apenas han sido utilizados para reprimir. Apenas mantienen contactos con sus familias, que con frecuencia padecen exacciones del régimen que ellos ignoran. Si las manifestaciones continúan y estalla la insurrección armada, El Asad no tendrá más remedio que involucrarlos en la represión. Es entonces cuando el Ejército puede quebrarse.

Se reproduciría así una situación similar a la de Libia, en marzo pasado, cuando una parte del Ejército regular se unió en Bengasi a los rebeldes y juntos se hicieron con el control de la segunda ciudad del país.


¿Intervención de la OTAN?

Libia no establecería un precedente

Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 25/08/11

Washington.– Mientras la OTAN continúa con los esfuerzos para expulsar de Trípoli a las fuerzas de Muammar Gadafi, analistas en Washington debaten si el aparente éxito del levantamiento podría establecer un precedente para futuras acciones en otros lugares.

La mayoría de las especulaciones se centran en Siria, donde el presidente Bashir al–Assad ha desafiado las críticas internacionales a su violenta represión contra los manifestantes que exigen su renuncia.

En los últimos cinco meses, más de 2.000 personas han muerto en Siria y más de 100.000 han sido detenidas, según observadores de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) llamaron a Assad a abandonar al cargo. Como en el caso de Libia, Washington también impuso sanciones económicas contra Damasco, particularmente sobre el sector energético, y se espera que Bruselas haga lo mismo en los próximos días.

Naciones occidentales también lideraron una campaña para que el Consejo de Seguridad de la ONU condenara las acciones de Assad, y persuadieron al Consejo de Derechos Humanos esta semana de que creara una comisión especial para investigar la situación en Siria, al parecer con la mira de llevar a las principales figuras del régimen a la Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya.

Si bien todos estos pasos se asemejan a los que Occidente y sus socios árabes hicieron con Gadafi, la mayoría de los analistas en Washington aún descartan la posibilidad de que Estados Unidos o la OTAN intervengan militarmente contra el régimen, como hicieron con Libia.

En el caso libio, la libre interpretación que le dio la OTAN a la resolución de la ONU para la creación de una zona de exclusión aérea con el fin de proteger civiles y brindar asesoramiento táctico a los rebeldes jugó un papel clave en la aparente victoria.

“Creo que lo que vimos en Libia fue ‘sui generis’ en el sentido de que el respaldo internacional fue hecho posible solo porque Gadafi era odiado, incluso y especialmente por los sauditas y otros gobiernos árabes”, señaló el analista Chris Toensing, director del Proyecto de Investigación e Información sobre Medio Oriente, y editor del Middle East Report.

“No tenía aliados y se había alienado de todos sus posibles partidarios, que pudieron haber impedido que se formara una coalición”, dijo a IPS, señalando que fue la Liga Árabe la que primero llamó al Consejo de Seguridad a imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia a mediados de marzo.

Assad todavía goza del apoyo de Irán y, en grado menor y más limitado, de su vecino inmediato, Iraq.

Arabia Saudita y Turquía, en cambio, se han vuelto duros críticos al gobierno sirio. Riyadh y otros gobiernos del Golfo llamaron a consultas a sus respectivos embajadores en Damasco a comienzos de este mes, pero todavía no se han sumado a Occidente en exigir a Assad que renuncie.

Incluso Israel, cada vez más preocupado por la inseguridad en su frontera con Egipto, se muestra ambivalente sobre la dinastía Assad, que efectivamente ha mantenido la paz en los Altos del Golán por cerca de 40 años.

“El cambio, en la visión de Israel, es algo incierto y por tanto una perspectiva que asusta”, escribió esta semana Uriel Heilman, editor de la Agencia Telegráfica Judía.

Hay otras grandes diferencias en las dos situaciones que hacen improbable una nueva intervención militar, como señalaron varios comentadores. Una de ellas es que la oposición a Gadafi tomó las armas casi inmediatamente y solicitó ayuda militar, mientras que la oposición siria hasta ahora se ha comprometido con la no violencia.

“Una acción militar no es el camino preferido por nadie, ni para el pueblo sirio ni para el árabe ni para el europeo ni para el estadounidense”, dijo la semana pasada la portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Victoria Nuland.

Por otra parte, las fuerzas armadas sirias son más poderosas que las de Libia, lo que haría mucho más arriesgada una intervención militar internacional, aun cuando estuviera confinada a establecer una zona de exclusión aérea.

“Estamos hablando de un país con una verdadera maquinaria militar, con gran capacidad militar, a diferencia de Libia, que es más que nada una fachada”, dijo a la agencia AFP el analista Anthony Cordesman, experto militar sobre Medio Oriente en el Centro para Estudios Estratégicos.

“La escala de operaciones militares que será requerida (mucho mayor que en Libia) presenta mucho más riesgos de bajas civiles y daños colaterales”, alertó.