Libia

Bush, Blair y Gadafi: conspirando para torturar y matar

Por Atilio Boron
Blog atilioboron.com, 05/09/11

A continuación, una nota sobre los acuerdos entre George W. Bush, Tony Blair y Gadafi para intercambiar favores mafiosos: el libio llevando a cabo "interrogatorios reforzados", es decir, torturas a sospechosos de actividades terroristas y los otros dos bandidos pasándole información sobre sus opositores no sólo en Gran Bretaña y Estados Unidos sino en cualquier lugar del mundo.

Libia: socios del horror

Blair y Gadafi: estrecha colaboración en las guerras coloniales
desatadas por Bush

Días atrás el corresponsal del periódico londinense The Independent estacionado en Trípoli dio a conocer una serie de documentos que él mismo había hallado en una oficina gubernamental abandonada con toda premura por sus ocupantes. Ese material arroja una luz cegadora para quienes creen que para oponerse y condenar el criminal ataque aéreo de la OTAN sobre Libia es necesario enaltecer la figura de Gadafi y ocultar sus crímenes hasta convertirlo en un socialista ejemplar y ardiente enemigo del imperialismo.

La oficina en cuestión era la de Moussa Koussa, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Gadafi, hombre de la más absoluta confianza de éste y, anteriormente, jefe del aparato de seguridad del líder libio.

Como se recordará, ni bien estalló la revuelta en Bengazi Koussa defeccionó y se marchó sorpresivamente a Londres. Pese a las numerosas acusaciones que existían en su contra por torturas y desapariciones de miles de víctimas, el hombre no fue molestado por las siempre tan alertas autoridades británicas y poco después se esfumó. Ahora se sospecha que sus días transcurren bajo la protección de algunas de las feroces autocracias del Golfo Pérsico.

La papelería descubierta por el corresponsal del Independent ayuda a entender por qué. Los documentos ponen en evidencia los estrechos y amistosos lazos existentes entre el régimen de Gadafi, la CIA y el MI6, el espionaje británico.

Gracias a esa vinculación Washington trasladó a Libia a personas “sospechosas de terrorismo” –o “colaboradoras” de éste– para someterlas a sesiones especiales de “interrogatorios reforzados”, un poco sutil eufemismo para referirse a la tortura.

Gracias al apoyo de un gobierno como el de Gadafi, que había arrojado por la borda sus antiguas convicciones, George W. Bush pudo sortear las limitaciones establecidas por su propia legislación en relación con el tipo de tormentos “aceptables” en una confesión.

Según la documentación incautada por el periodista la Casa Blanca realizó por lo menos ocho envíos de prisioneros –no hay información exacta acerca del número de personas despachadas en cada envío– para ser interrogados brutalmente en las mazmorras de Gadafi, aparte de los que pudieron haberse remitido a ese país sin que por el momento exista constancia escrita de ello.

Este canallesco maridaje entre el robocop del imperio y su compinche libio llegó tan lejos que en uno de los documentos enviados por la CIA a los esbirros de Gadafi se incluye una lista de 89 preguntas que éstos tenían que formular cuando se “interrogara” a uno de los sospechosos. Es decir, nada quedaba librado a la improvisación.

A cambio de estos infames servicios la CIA y el MI6 ofrecían por escrito toda su colaboración para identificar, localizar y entregar a los enemigos del régimen en cualquier lugar del mundo. La agencia estadounidense lo hizo con Abu Abdullah al-Sadiq –uno de los dirigentes del Grupo Libio Islámico Combatiente y, al día de hoy, líder militar de los rebeldes libios– apenas dos días después de que llegara una solicitud expresa de Trípoli en tal sentido.

Sadiq, cuyo nombre verdadero es Abdel Hakim Belhaj, declaró el pasado miércoles 31 de agosto que estando en Bangkok en compañía de su esposa, embarazada, fue detenido y torturado en las cárceles libias por dos agentes de la CIA, tal cual se anticipaba en el escrito rescatado de los escombros de la oficina de Koussa. Similares intercambios de favores fueron frecuentes entre los organismos de seguridad libios y el MI6, dado que numerosos exiliados políticos libios residían en el Reino Unido.

Lo anterior es apenas la punta de un iceberg atroz y aberrante. La correspondencia entre el número dos de la CIA en aquel momento, Stephen Kappes, y Koussa, exhibe una repugnante cordialidad.

El mismo sentimiento provoca la cómplice hipocresía de George W. Bush y Tony Blair, sabedores de los crímenes que por su encargo estaba realizando Trípoli mientras proclamaban su mentirosa defensa de los derechos humanos, la justicia, la democracia y la libertad.

Farsantes supremos, al igual que Gadafi, que hace mucho tiempo dejó de ser lo que había sido pese a que son muchos los que todavía no se dieron cuenta.

El fiscal del Tribunal Penal Internacional ha declarado que iniciará una investigación sobre las gravísimas violaciones de los derechos humanos perpetradas por Gadafi. Pero, ¿qué hará con George W. Bush y Tony Blair, partícipes necesarios, cómplices y encubridores de esos crímenes?

Además, ¿tendrá las agallas suficientes para hacer lo propio con Anders Fogh Rasmussen, Secretario General de la OTAN, responsable de (hasta el 1 de septiembre) los 21.200 ataques aéreos a Libia, causantes de innumerables víctimas civiles y de la casi total destrucción de ese país?

La operación “reconquista neocolonial” de Libia –ensayo general de una metodología destinada a aplicarse en los más diversos escenarios regionales– hizo caer muchas máscaras que dejaron al desnudo a personajes siniestros y a instituciones como el TPI, otra farsa como el “antiimperialismo” de Gadafi y los “derechos humanos” de Bush, Blair, Cameron, Sarkozy y Berlusconi.


Documentos secretos revelan nexos de Gadafi
con EEUU y Gran Bretaña

The Independent / La Jornada, 04/09/11

Trípoli, 3 de septiembre.– Las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña cooperaron estrechamente con los servicios secretos del gobierno de Libia. Su nivel de colaboración llegó a tal punto, que en ocho ocasiones entregaron a presuntos combatientes de organizaciones islámicas armadas y antioccidentales para ser interrogados y torturados en prisiones libias.

Condolezza Rice, la enviada de Bush, en Trípoli con
el “antiimperialista” Gadaffi

La confirmación de esta versión fue posible gracias al hallazgo de documentos confidenciales de Moussa Koussa, ex director de la Oficina de Seguridad Exterior de Libia y ex ministro de Relaciones Exteriores, quien huyó sin mayores problemas a Londres el 30 de marzo pasado, dos semanas después de que comenzó el levantamiento, alentado por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

La información sobre los documentos fue publicada este sábado por los diarios estadounidenses The New York Times, The Wall Street Journal y el británico The Independent. Abogados de la organización estadounidense Human Rights Watch encontraron el viernes carpetas que estaban en la saqueada y semidestruida oficina de Koussa en Trípoli, la cual fue cerrada por insurrectos libios este sábado.

Los documentos no están membretados, pero revelan comunicaciones y acciones de cooperación entre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, el MI6 y la agencia gubernamental británica de espionaje en el extranjero, de 2003 a 2007. Algunos textos están dirigidos de manera informal, están encabezados con la frase “queridos amigos” y firmados llanamente con nombres de pila de los agentes que conducían la relación entre Washington, Londres y Trípoli.

La documentación da cuenta de una intensa cooperación en el periodo relativo a la captura de “combatientes enemigos” que desarrollaron la CIA, el MI6 y otras agencias de seguridad de gobiernos occidentales.

Cientos de presuntos miembros de organizaciones islámicas fueron detenidos de manera secreta y trasladados a prisiones clandestinas estadounidenses, principalmente a Guantánamo y Afganistán. Versiones periodísticas difundidas en 2006 dieron cuenta de que gobiernos de Europa oriental, Egipto y Libia cooperaron en el encarcelamiento y cuestionamiento de los detenidos.

Una de las ocho personas que fueron llevadas a Libia para ser interrogadas bajo métodos coercitivos fue un libio de nombre Abu Abdullah Sadiq, quien según el abogado Peter Bouckaert, miembro de la directiva de Human Rights Watch, es el nombre de guerra de Abdel Hakim Belhaj.

Belhaj es ahora comandante de los insurrectos, que tomaron Trípoli hace dos semanas, y fue miembro de una organización denominada Grupo de Combatientes Islámicos Libios, quien fue capturado a sugerencia del gobierno libio en 2004, cuando la colaboración entre el líder Muammar Gadafi y el primer ministro británico Tony Blair era tan cercana que se dieron cita en dos ocasiones, en marzo de 2004 y en mayo de 2007.

Belhaj, a cuya organización los gobiernos británico y estadounidense le atribuyen vínculos con Al Qaeda, según los reportes de prensa, fue interceptado por agentes de la CIA en Bangkok, junto a su esposa embarazada, cuando se disponía a viajar a Malasia.

Después de ser torturado en Tailandia, Belhaj fue llevado a Libia y luego liberado en ese mismo país. El miércoles, en su reaparición, fue entrevistado por The New York Times, y relató detalles sobre su encarcelamiento, que coinciden con la información de los documentos.

The Independent precisó en un despacho que publica este domingo que Koussa jugó un papel fundamental en una cumbre de espías realizada en diciembre de 2003 en Londres. El desempeño del ex funcionario libio arroja luz sobre cómo fue posible que abandonara Trípoli fácilmente en los albores de la insurrección contra Gadafi, hace seis meses y medio, poco después del inicio de los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, el 19 de marzo.

Dos días después de que Moussa participó en la reunión de espías en Londres, Blair se comunicó por teléfono con Gadafi y, dos días después, el 19 de diciembre de 2003, Blair y el presidente estadounidense, George W. Bush, anunciaron la renuncia del líder libio a las armas de destrucción masiva, hecho que inauguró una era de abierta comunicación y colaboración entre estos gobiernos.

Antes de ese anuncio, la CIA y el MI6 elaboraron discursos y líneas argumentales de Gadafi para hablar públicamente sobre su adhesión a una zona libre de armamento de destrucción masiva en Medio Oriente. Cuatro meses después de anunciada la nueva relación con Libia, Washington y Londres, al frente de una coalición de países aliados, invadieron Irak para derrocar –y años más tarde matar, en 2006– al presidente Sadam Hussein, del partido Baaz.


Colaboración de los servicios de espionaje británicos (el MI6) y estadounidenses (la CIA)

La represión del régimen

Por Juan Miguel Muñoz
Enviado especial a Libia
El País, 06/09/11

Abdel Hakim Belhaj, comandante de las brigadas rebeldes de Trípoli, era ayer uno de los libios de los que el primer ministro británico, David Cameron, alababa su coraje y resistencia en su lucha por derrocar a Muamar el Gadafi. Pero en tiempos cercanos era considerado un terrorista. Fue secuestrado en Malasia, trasladado a Bangkok y entregado a las autoridades libias por la CIA. Colaboró con el MI6 británico, que también proporcionó en 2004 al régimen información sobre Belhaj y otros disidentes que corrían riesgo de ser torturados, y participó en otras operaciones para entregar a supuestos islamistas a Trípoli. Los documentos hallados en las oficinas de los servicios de inteligencia libios, dirigidos durante muchos años por Musa Kusa –quien desertó y viajó a Londres a finales de marzo–, muestran la colaboración de la CIA y las agencias de espionaje de Reino Unido con el dictador. Las consecuencias políticas han sido inmediatas. La comisión que investiga las entregas ilegales a países en los que se practica la tortura se ampliará para indagar los nuevos hallazgos, según aseguró Cameron en la Cámara de los Comunes.

Belhaj, miembro del Grupo de Combate Islámico Libio, al que se atribuían vínculos con Al Qaeda, asegura que fue torturado por la CIA en la capital tailandesa. Human Rights Watch, que descubrió los documentos, asegura que Washington y Londres sabían que iba a ser maltratado. Entre otras razones porque se han encontrado también papeles en los que constan las preguntas que remitía la CIA a los agentes libios. Y de las credenciales del déspota pocos podían dudar. Los servicios secretos británicos, no obstante, siempre negaron cualquier complicidad en esas operaciones.

"Lo que me sucedió a mí y a mi familia es ilegal. Merece una disculpa porque fui capturado y torturado, y por todas las ilegalidades, empezando por la información facilitada a la seguridad libia, el interrogatorio en Bangkok...", declaró ayer Belhaj a la cadena BBC. Según el diario The Guardian, el comandante rebelde exige una disculpa a Estados Unidos y a Reino Unido y se plantea demandarlos judicialmente.

No fue el de Belhaj el único caso. En los documentos descubiertos entre las ruinas de la sede del espionaje libio se aborda al menos una entrega dirigida por las agencias de inteligencia británicas. Abu Munthir, otro islamista presuntamente implicado en actividades terroristas en Inglaterra, fue detenido en 2004 en Hong Kong y puesto a disposición del Gobierno libio. Nunca más se ha sabido de él, ni de su esposa e hijos. Según los expedientes descubiertos, el MI6 colaboró con la CIA en varias operaciones similares más. Ibn Sheij al Libi, otro presunto islamista, murió en prisión. El Ejecutivo libio aseguró que cometió suicidio.

Durante años un apestado por la implicación libia en el atentado de Lockerbie –la ciudad escocesa en la que perecieron en 1988 más de 270 personas al explotar en vuelo un avión de la línea aérea Pan Am–, Gadafi pagó compensaciones a las víctimas y se esforzó por mejorar las relaciones con los países occidentales. A mediados de la década pasada, el tirano despejó las dudas sobre el desmantelamiento de sus programas de destrucción masiva, y varios jefes de Gobierno europeos, entre ellos Tony Blair, Silvio Berlusconi y José María Aznar, visitaron Trípoli. El MI6 jamás escondió su colaboración con los agentes libios en la inspección de esos programas de armamento o en la organización del vuelo que trasladó a Musa Kusa a Londres en marzo.

El ministro de Asuntos Exteriores británico en aquellos años, Jack Straw, dijo ayer que nunca autorizó semejantes operaciones. ¿Funcionan por su cuenta los servicios secretos o las investigaciones anunciadas ayer por Cameron despejarán si Straw oculta información? "Ningún ministro de Exteriores puede saber todos los detalles de lo que las agencias de inteligencia están haciendo en todo momento", añadió Straw.

Más dirigentes pueden salir manchados. Entre los citados expedientes, un documento precisa que altos funcionarios de Gadafi viajaron en julio a Pekín para comprar armas, incluidos misiles tierra–aire. El Gobierno chino negó tener conocimiento de los manejos de las empresas de este país, un desmentido difícilmente creíble dado su estricto control sobre gestiones de este calado. Ali Tarhuni, ministro de Finanzas y Petróleo libio, advirtió ayer que esta revelación tendrá consecuencias en sus relaciones con Pekín, la potencia más reacia a reconocer la legitimidad de las autoridades insurgentes.

Papeles secretos comprometedores

Los documentos hallados en un edificio de los servicios de seguridad externa libios tras la caída de Trípoli muestran la colaboración de los servicios de espionaje británicos (el MI6) y estadounidenses (la CIA) con los libios para entregar al régimen de Gadafi a sospechosos de terrorismo.

Uno de ellos, publicado por el diario británico The Guardian, es un fax que la CIA envió el 23 de marzo de 2003 a Trípoli: "Nuestro servicio ha sabido que el pasado fin de semana el subjefe del LIFG [siglas en inglés del Grupo de Combate Islámico Libio], el emir Abu Munthir, y su esposa e hijos estaban detenidos en Hong Kong por violaciones de la ley de inmigración. También estamos al tanto de que su servicio [secreto] ha estado cooperando con el británico para trasladar a Abu Munthir a Trípoli y que ustedes tenían un avión disponible para ese fin en las Maldivas".

La CIA se ofrece a financiar esta operación si es necesario: "Si el pago de un avión es un problema, nuestro servicio estaría dispuesto a ayudar económicamente para cubrir esos costes". A continuación, se solicita a Libia un aval antes de prestar su ayuda a la operación de entrega del detenido: "Debemos tener garantías de su Gobierno de que Abu Munthir y su familia serán tratados con humanidad y que sus derechos humanos serán respetados".

Otros documentos, publicados por el periódico canadiense Globe and Mail y obtenidos en Trípoli por uno de sus periodistas con ayuda de la ONG Human Rights Watch, muestran que empresas de armamento chinas estaban dispuestas a vender armas al régimen de Gadafi en julio, pese al embargo de la ONU, por 200 millones de dólares. Los originales están escritos en árabe y el diario ofrece parte de la traducción al inglés de un informe de la visita de enviados libios a China: "Nos reunimos con los subjefes de la empresa CPMIC [China National Precision Machinery Import & Export Corp.] y les proporcionamos una lista de armas, munición y otras peticiones; ellos mostraron su voluntad de proporcionarnos todo el material disponible en sus almacenes".