Israel

Israel, Egipto y Turquía

El Estado sionista pierde a sus dos principales
aliados regionales

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 15/09/11

Histórico: manifestación popular en El Cairo derriba el muro que protegía a la embajada
de Israel, la toma por asalto y obliga a huir del país al personal diplomático

El proceso de rebeliones que sacude Medio Oriente trae consecuencias desfavorables para el Estado colonial de Israel. Para colmo de males, esos vientos en contra se combinan con otros dos cambios también adversos: el debilitamiento geopolítico de Estados Unidos –el “Gran Hermano” de Israel– y la crisis del consenso social al interior del Estado sionista, que se expresa en el movimiento de los Indignados.

Casi simultáneamente, el Estado de Israel ha perdido a sus dos principales aliados regionales: Turquía y Egipto. Es un hecho de innegable importancia.

Por supuesto, la posición de fuerza de Israel, como enclave colonial-racista en Medio Oriente, le viene ante todo del apoyo histórico de las potencias imperialistas occidentales, en primer lugar, de EEUU. Desde allí fueron gratuitamente a Israel billones de dólares y toneladas de los más modernos armamentos, a una escala como ningún otro Estado ha recibido. En reciprocidad, Israel ha cumplido un papel de primer orden como gendarme de esas potencias. Sea mediante guerras o meras amenazas, la presencia de este “perro guardián” ha sido un factor fundamental para “disciplinar” a las burguesías y los gobiernos de una región que es mundialmente la más importarte desde el punto de vista colonizador de los imperialismos de Occidente.

Pero la existencia de estos grandes padrinos no disminuye la trascendencia de los aliados regionales que tenía Israel, ni de su pérdida.

Fin de una alianza de seis décadas

Fue en 1949, a sólo un año de la proclamación del Estado de Israel, que Turquía estableció relaciones diplomáticas. Turquía fue no sólo el primer Estado con mayoría de población musulmana que reconoció a Israel, sino que desarrolló estrechas relaciones económicas, políticas y militares. Israel fue el principal proveedor de armamentos de Turquía y desde Ankara jamás se objetaban sus tropelías contra los palestinos y demás pueblos árabes. Esto llegó al colmo en el 2000, al firmarse un Tratado de Libre Comercio, que convirtió a Turquía en el tercer mercado de las exportaciones de Israel.

Una noche de batalla campal frente a embajada de Israel, con tres muertos y mil heridos

El clima comenzó a cambiar en el 2003 con la llegada del actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan, al frente del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo). El AKP, “islamista moderado”, es la versión turca de los partidos demócrata-cristianos de Europa, conservadores y neoliberales.

Erdogan y el AKP suben al gobierno cuando se inicia mundialmente (y más aún en esa región) la “crisis de hegemonía” del imperialismo yanqui. Allí, como en otras regiones, el progresivo debilitamiento geopolítico de EEUU va a abrir las puertas a toda clase de “desobediencias” a Washington... (y, en este caso, también a su gendarme, Israel). Los estados (y sobre todo las “potencias regionales” como Turquía) comienzan a tener “juego propio”.

La primera expresión de eso fue la oposición de Turquía a la ocupación de Iraq por EEUU. Luego, la crítica a las salvajadas de Israel permitió al gobierno turco presentarse como paladín de los pueblos islámicos, un rol desaparecido con el derrumbe del Imperio Otomano en 1918 al fin de la Primera Guerra Mundial y la consiguiente separación de los territorios árabes. Así, su política ha sido definida como “neo-otomana”.

Esto dio un salto el 31 de marzo del año pasado. Israel realizó un ataque sanguinario al buque mercante turco Mavi Marmara, que encabezaba una flotilla humanitaria de ayuda a Gaza. Nueve ciudadanos turcos inermes fueron asesinados por los piratas sionistas.

La ola de repudio internacional a este nuevo crimen de Israel fue impresionante, especialmente en Europa... y sobre esta ola se montó Erdogan y su política internacional. Desde entonces, viene exigiendo a Israel tres puntos: 1º) disculpa pública por el asalto y muerte de los civiles turcos en el ataque a la flota humanitaria, 2º) indemnización a los familiares de las victimas, 3º) levantamiento del bloqueo a Gaza.

Las rebeliones de Medio Oriente han recalentado esta querella. En las últimas semanas, Ankara expulsó al embajador de Israel y se han interrumpido también las relaciones comerciales y militares. Erdogan ha amenazado con visitar personalmente la bloqueada Gaza y, además, enviar la flota turca a patrullar las costas palestinas ocupadas por Israel.

Sus amenazas, en parte, suenan a bluff... y Erdogan ya ha dado algunos pasitos atrás. Pero lo importante no son esos detalles, sino el cambio de situación regional y mundial que se refleja en la ruptura de Turquía con Israel.

Lo más importante: las masas de Egipto expulsan a los representantes diplomáticos de Israel

Manifestantes en El Cairo reciben a Erdogan a principios de esta semana
La tela dice: “Bienvenido querido líder de los libres”

Pero lo más significativo no han sido las idas y vueltas de Erdogan, sino la movilización revolucionaria de las masas egipcias, que impuso de hecho la ruptura de relaciones con Israel.

El 9 de septiembre pasado, grandes movilizaciones de decenas de miles de manifestantes volvieron a recorrer las calles de El Cairo. Como parte de ellas, una nutrida columna se dirigió a la embajada sionista, cantando: “¡abajo, abajo Israel!”. Las demandas de los manifestantes iban desde seguir el ejemplo de Turquía suspendiendo las relaciones diplomáticas, comerciales y militares, hasta la ruptura de los Acuerdos de Camp David de 1978 y el fin de las exportaciones de gas.

La embajada estaba rodeada por un muro de protección. Los manifestantes comenzaron a demolerlo. Mucha gente se llevaba las piedras de recuerdo. “Fue nuestro pequeño Muro de Berlín”, comentó luego un cronista de Al-Ahram, el principal diario de Egipto.

Luego los manifestantes entraron a la embajada. Los soldados que la custodiaban, se habían negado a reprimirlos. Desde el edificio, comenzaron a arrojar por las ventanas los papeles y documentos que encontraron. Muchos han sido recogidos y están siendo publicados en la web. Ellos revelan los estrechos lazos, la subordinación y los negociados de altos funcionarios y burgueses egipcios con Israel.

La toma de la embajada por los manifestantes desesperó al gobierno. Ante la inacción de los soldados, envió a gran parte de la policía. Se sucedieron durísimos enfrentamientos que duraron toda la noche, con tres muertos y más de mil heridos.

Estos hechos, por un lado, reflejan una cierta radicalización general del proceso iniciado en enero. Pero, más específicamente, tienen que ver con el papel infame impuesto a Egipto por Israel y EEUU en los “Acuerdos de Camp David” de 1978. En ese pacto, gestionado por EEUU y firmado por el anterior dictador Anwar el-Sadat, Egipto no sólo reconoció la ocupación colonial de Palestina, sino que asumió además la función de “carcelero suplente” de Israel. El Estado egipcio colabora con Israel en el bloqueo a la Franja de Gaza, cerrando la parte que limita con Egipto.

La Franja de Gaza ha sido bien definida como el “campo de concentración más grande del mundo”. El bloqueo de Israel de alimentos y medicinas, y los crónicos bombardeos y masacres, configuran un genocidio “en cámara lenta”. ¡Pero esa monstruosidad no podría funcionar sin la colaboración del Estado egipcio!

Para las masas árabes, Gaza es el más irritante y doloroso emblema de la barbarie de Israel y sus patrones de Occidente. Y lo es doblemente para los egipcios.

En esa situación, al gobierno de Israel no se le ocurrió mejor idea que meter el dedo en la llaga. Presionado por las protestas sociales de los Indignados, Netanyahu buscó provocar un conflicto. Esperaba que, como siempre, las disidencias internas se silenciaran en aras de la defensa del Estado colonial.

Después de un conveniente y oportuno “atentado terrorista”, Netanyahu bombardeó Gaza y el Sinaí el 19 de agosto. Pero no sólo asesinó palestinos, sino también a soldados egipcios. El tiro le salió por la culata... y por partida doble. En Israel los reclamos de los Indignados no cejaron. Y en Egipto, desató una ola de indignación y protestas que culminaron en la toma de la embajada de Israel en El Cairo y la huida de todo el personal diplomático.

Esta vez, las cosas no funcionaron como de costumbre: un signo de los tiempos.

Israel en un contexto inédito

Hace más de 40 años, unos militantes marxistas de Israel escribieron un texto clásico sobre la naturaleza de esa sociedad y su Estado.[1] Polemizando con las visiones esquemáticas de otros marxistas, que no advertían las diferencias esenciales de Israel con otras sociedades y estados “normales”, subrayaban su carácter casi único en el mundo, determinado por el hecho de ser una sociedad de colonizadores, que además se sostenía en buena medida a costa del fenomenal apoyo económico, financiero y militar de EEUU y Occidente. Las diferencias y contradicciones de clase “normales” entre explotadores y explotados no dejaban de existir, pero se desdibujaban y subordinaban casi totalmente a ese carácter peculiar de la sociedad y el Estado.

Todo esto contribuía al insólito blindaje reaccionario de esa sociedad. Pero los autores advertían que esta fortaleza que aparecía como inexpugnable, podía en el futuro tener dos talones de Aquiles: uno, un debilitamiento del imprescindible sostén imperialista; el otro, una irrupción de luchas revolucionarias en el mundo árabe.

Cuarenta años después, el debilitamiento geopolítico de EEUU, la crisis mundial que golpea especialmente allí y en Europa, y el estallido de  las rebeliones árabes, ha creado un contexto mundial y regional inédito para el Estado de Israel. Asimismo, simultáneamente, y por primera vez en su historia, ha aparecido algo que se aproxima a una lucha de clases “normal”, y que no es un hecho de menor cuantía: las protestas de los Indignados.


Notas:

 

1.- Moshe Machover, Haim Hanegbi and Akiva Orr, “The Class Nature of Israeli

Society”, New Left Review I/65, January-February 1971.