La muerte de Gadafi

El rol y los intereses de las potencias occidentales

Intervención en la Primavera Arabe

El resurgir del colonialismo

Por Federico Bernal
Página 12, 22/10/11

Cinco meses después del lanzamiento de la invasión a Libia y con los primeros reportes triunfalistas, el presidente Sarkozy anunciaba al mundo que había “llegado en Libia una nueva etapa, la de su refundación” (31 de agosto). Cincuenta días más tarde, la Francia civilizada y democrática anticipaba a accionistas, multinacionales e inversores el costo de tal “refundación”. Es que la seguridad jurídica –asegurada con el magnicidio ya planificado– debía trasladarse a números concretos. Y así fue.

Un día antes del asesinato de Khadafi, el órgano oficial de las corporaciones petroleras anglosajonas y europeas –el Oil & Gas Journal– precisaba por boca del director general de UbiFrance el monto de las inversiones requeridas para la refundación de la que hablaba Sarkozy.

Pero primero lo primero: ¿qué es UbiFrance? Se trata de una agencia estatal para el desenvolvimiento internacional de las empresas y compañías francesas. Opera en 46 países (a partir de octubre, en 47, al agregarse Libia).

Pues bien, monsieur Christophe Lecourtier señaló el lunes 17 de octubre que “la producción en Libia necesita llevarse a tres millones de barriles diarios para 2015, con un costo de 30.000 millones de dólares entre 2011–2015”. ¿Dónde dijo esto? En el marco de su visita a Trípoli y escoltado por unas 80 compañías francesas. ¿Cuáles? La gigante petrolera Total, la cementera Lafarge y el grupo de ingeniería Alstom, entre muchas otras.

Luego de masivos bombardeos y de una guerra civil, ¿qué país no precisa de potenciar la explotación de recursos para generar divisas y así, con mucho cemento e ingeniería, volver a reconstruir lo destruido?

Pero hubo más detalles: “Además (de las inversiones petroleras) necesitamos unos 12.000 millones de dólares adicionales para el desarrollo del sector eléctrico y unos 4000 millones en la reconstrucción, así como también en el sector transporte, este último entre 5 a 6000 millones más”.

Pero Lecourtier, como la Francia corporativa, no se contenta con estos negocios: “La caída de Muammar Khadafi proveyó a París con oportunidades en sectores en los que previamente carecía de acceso, tales como turismo y agricultura”.

El apoyo financiero y militar francés fue estratégico para alcanzar la “nueva etapa” en Libia. El Consejo Nacional de Transición lo sabe y por eso los hábiles herederos de Napoleón no pierden tiempo. A propósito, Lecourtier manifestó que “a diferencia del gigantesco bazar que significaba la anterior administración, el gobierno interino cuenta con un buena mezcla de personas con expertise internacional, personas que habrán de ayudar a agilizar los negocios por venir”.

Un ejemplo de los negocios a los que se refiere el francés involucran a Total. Seguridad jurídica alcanzada, la petrolera anunció la restitución de sus operaciones en Libia, con una producción diaria de 55.000 barriles, volviendo a los valores preguerra civil. En tiempos de paz, la producción de crudo estaba acorde con la cuota definida por la OPEP y en función de intereses libios. Totalizaba unos 1,8 millones de barriles diarios.

Pero la crisis social, económica y energética europea precisa de mucho más. De ahí la potenciación de los volúmenes de extracción a tres millones de barriles diarios. Total, ENI, BP y alguna que otra firma estadounidense acapararán el oro negro, equivalente a unos 255.000 millones de dólares diarios (tres millones de barriles multiplicado por la cotización presente del barril, unos 85 dólares).

La civilización europea y estadounidense, con sus corporaciones, fuerzas armadas, políticos y hombres de negocios han conquistado la octava y veinteava reserva petrolera y gasífera mundial, respectivamente. Y están exultantes. UbiFrance ya cuenta con tres personas en la recolonizada nación africana, a los que se les suma un equipo de técnicos establecidos en Túnez. Todos trabajan armoniosamente en la generación de contactos y el cierre de futuros contratos. De hecho, UbiFrance ya anunció la apertura de una oficina en Libia para enero de 2012.

Quedan claras las maravillas que la barbarie colonial puede obrar. Y no sólo por el cinismo de personajes como Sarkozy y Lecourtier, sino también porque a muchos nos permite vincular el caso Libia con Malvinas, invadida por la OTAN en 1982 y presta a extraer petróleo en pocos años más.