Egipto,
elecciones y
golpe militar

Segundo turno de las elecciones presidenciales:
una opción entre la peste y el cólera

Golpe militar “en cuotas” pone en cuestión la “transición”

Por Ale Kur
Para Socialismo o Barbarie, 16/06/2012

El jueves 14 de junio la Corte Suprema egipcia emitió un fallo que echa por tierra una de las patas fundamentales de la “transición democrática”. Este fallo declara la disolución de parlamento recientemente conformado (con mayoría de los Hermanos Musulmanes), bajo el pretexto de la “inconstitucionalidad” de la ley electoral con la que se convocó (que asigna un tercio del parlamento a candidatos independientes, al mismo tiempo que permite a los partidos políticos competir también por esas bancas).

Al mismo tiempo, la Corte declaró “inconstitucional” la Ley de Aislamiento, dictada por ese mismo parlamento que ahora es disuelto por los militares: dicha ley prohibía la participación en las elecciones a los candidatos que hubieran formado parte del régimen mubarakista.

De esta forma, la Corte dio vía libre al ballotage que se llevará a cabo los días 16 y 17 de junio, en las que participa, por un lado, Shafiq (ex primer ministro de Mubarak y responsable intelectual de la “batalla de los camellos”, sangrienta represión parapolicial de la Plaza Tahrir durante la crisis de febrero) y, por el otro a Mohamed Morsi (de la Hermandad Musulmana).

Estas maniobras fueron claramente digitadas por la Junta Militar y los “felool” (remanentes del antiguo régimen) que siguen encaramados en todas las instituciones pese a la retórica “revolucionaria” de la primera.

Pero esto no es todo: los días anteriores, la Junta Militar había sancionado una nueva ley con la que otorga al gobierno de poderes especiales para encarcelar manifestantes, a sólo unas semanas de haber anulado la vieja “ley de emergencia”, una ley ultra represiva que durante décadas rigió el país.

Así, no de un solo mazazo pero sí en “cuotas”, se puesto en marcha lo que va configurando un golpe de la Junta Militar y de los elementos civiles remantes del antiguo régimen. O como los caracterizó un diario de Madrid, es un golpe "blando"... pero que puede endurecerse si no es resistido. ¿Cuál es el sentido global de estas medidas?

La Junta Militar viene consolidando el poder en Egipto, pese al repudio de amplios sectores populares. El hecho de haber conseguido que su candidato Shafiq entrara al ballotage, sumado a la relativa debilidad de sus adversarios electorales (los Hermanos Musulmanes, que perdieron 25 puntos porcentuales desde las elecciones parlamentarias), los “envalentona” para avanzar sobre las conquistas (aún tramposas y con el objetivo de reabsorberlas en  clave capitalista) de las masas egipcias.

Los militares tantean la posibilidad de mantenerse en el poder, aunque sea con la fachada “democrática” de que su candidato haya sido votado en elecciones algo más legítimas que las parodias fraudulentas que organizaba Mubarak. Y aún si no lograran el triunfo de su candidato, intentan conservar la mayor cuota de poder posible,

condicionando y debilitando al máximo al presidente electo. Todo esto, en condiciones en las que no ha sido votada una nueva Constitución, tarea que estaba en manos del parlamento ahora disuelto: de esta forma, el nuevo presidente no tendría atribuciones ni límites claros, dando lugar a todo tipo de conflictos.

En ese cuadro, la Junta Militar seguiría siendo el poder real o, por lo menos, el árbitro de última instancia que decidiría por sobre el nuevo “presidente” y su “gobierno”.  

Una elección entre la peste y el cólera

El factor de fondo que facilita estos pasos de los militares y los “felool”,  es la brecha abismal entre los extraordinarios niveles de movilización de las masas populares y en especial de la clase trabajadora y la juventud, y la debilidad de sus elementos subjetivos: conciencia política y organizaciones independientes (tanto del poder militar como del islamismo retrógrado). Esto se suma a un cuadro de desigualdad regional, con notables contrastes entre los centros urbanos (y proletarios) donde la rebelión y las luchas tuvieron y tienen sus epicentros, y el resto mucho más atrasado del país.

Estas desigualdades se materializaron en la opción inaceptable que se presenta en este segundo turno de las presidenciales del 16 y 17 de junio, que enfrenta a Morsi y a Shafiq.

Como suele decirse, es una opción “entre la peste y el cólera”: un candidato ex ministro de la dictadura y otro, un representante de la archireaccionaria y retrógrada Hermandad Musulmana.

Este ballotage excluye cualquier salida, no digamos socialista, sino ni siquiera ligeramente progresista desde el punto de vista democrático-burgués. La votación aparece como un plebiscito-chantaje doblemente reaccionario: “o con el antiguo régimen mubarakista, o con los retrógrados islamistas neoliberales”.

Y las dos caras de este chantaje son, respectivamente, el eje de la campaña electoral de cada candidato, que pide que lo voten como “mal menor” frente al otro. Shafik: para que no se imponga la barbarie de la sharía, la ley islámica, en el derecho civil y penal. Morsi, para que no continúe el régimen de Mubarak.

La alternativa-chantaje de este ballotage es doblemente fraudulenta porque además, como se reflejó en la primera vuelta de las presidenciales, tanto Shafik como Morsi son hoy candidatos minoritarios.

Shafik es en cierta medida un globo inflado desde el aparato del estado gracias, en parte, al aire que le suministra el justificado temor a un régimen “islámico”. En cuanto a Morsi y la Hermandad Musulmana, todo indica que su apoyo popular cayó desde su gran triunfo en las elecciones parlamentarias de enero/febrero pasado. Esto permitió al régimen disolver el parlamento con relativa facilidad.

La única salida progresiva para la juventud, los trabajadores y el pueblo egipcio, es movilizarse en las calles y la huelga general hasta la caída de la Junta Militar y contra esta nefasta opción que se quiere imponer fraudulentamente: elegir entre la peste y el cólera, entre un personaje afín a la dictadura de Mubarak y un representante del islamismo más reaccionario. Pero esta lucha también depende en gran medida de avanzar en la superación de esa extrema debilidad de una alternativa política independiente.