Turquía

Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie, 04/06/2013

Turquía

Una nueva rebelión popular estalla en el país que
es puerta de paso entre Oriente y Occidente
[1]

“La clase obrera, las fuerzas de la izquierda, la juventud de Turquía están saliendo de un período de extrema pasividad política. Si no fuese por la incesante lucha librada por el pueblo kurdo, Turquía habría sido un desierto en términos de luchas de masas durante los últimos 15 años por lo menos, interrumpido excepcionalmente por la lucha de los trabajadores de Tekel (compañía de tabaco y bebidas alcohólicas privatizada) en el invierno de 2009-2010, vendida por la burocracia. Resulta aventurado decir que el movimiento ya está en un punto de no retorno. Pero el espíritu es definitivamente uno de auto confianza recuperada por parte de las masas. Lo más importante es ver cómo reaccionará la clase obrera organizada”
(Sungur Savran, DIP, 31-05-2013)

El día de hoy, 4 de junio, se cumplen ya cinco días de masivas movilizaciones callejeras en Turquía, que adquirieron fuertes rasgos de rebelión popular. Barricadas por doquier, fuertes cargas policiales, al menos dos muertos confirmados, miles de heridos y otros tantos de detenidos, son los hechos que configuran un escenario de fuerte crisis política en un país que hasta ahora venía siendo un modelo de estabilidad en una región convulsionada.

La reciente convocatoria a una huelga general de 48 hs. por parte de los sindicatos del sector público (KESK) y de una de las confederaciones generales (DISK) plantean la posibilidad de que la rebelión pegue un salto cualitativo, en el caso de confirmarse el ingreso a escena de sectores de la clase obrera.

La consigna levantada por decenas de miles de personas ya es directamente la renuncia del primer ministro Erdogan, islamista y neoliberal, del “Partido de la Justicia y el Desarrollo” (AKP por sus siglas en turco).

Un sabor de Tahrir en Taksim

Una semana atrás había comenzado un acampe en el parque Gezi cercano a la plaza Taksim, situados en la parte europea de Estambul. Este acampe, llevado a cabo por un pequeño núcleo de activistas juveniles, tenía como objetivo impedir que se llevaran adelante los planes del gobierno de derribar el parque para construir un shopping. La policía respondió al acampe con un violento desalojo el viernes 31, que despertó la indignación popular.

A las pocas horas, miles de turcos de manifestaban contra la brutalidad policial. Estas manifestaciones también fueron reprimidas, llevando a una generalización de la protesta y de los combates callejeros.

Al día de hoy, cientos de miles de personas se vienen movilizando en 70 ciudades y pueblos, incluidos la capital (Ankara), y la tercera ciudad de Europa, Estambul.

Las escenas recuerdan directamente a la plaza Tahrir en Egipto y a todo el ciclo de rebeliones populares en el Medio Oriente, además del movimiento de indignados en España y, en especial, en Grecia. El “mundo mediterráneo” como un todo parece convulsionado, mostrando los fuertes vínculos culturales, políticos y económicos subyacentes. Ellos han dado fundamento material a un “efecto imitación” que parece extenderse, sin prisa pero sin pausa, por toda la región.

Es evidente que el motivo de fondo de estas manifestaciones es mucho más profundo que la defensa de los árboles de la plaza Taksim. Lo que hay detrás es un profundo descontento con el gobierno de Erdogan, quien llegó al poder hace más de 10 años (en 2002) y desde entonces llevó adelante una profunda transformación del país.

Su política económica fue de privatizaciones, flexibilización laboral y apertura a las inversiones extranjeras, lo que permitió un enorme crecimiento económico pero basado en una profunda desigualdad social. Turquía pasó a ser la primera potencia económica de la región, con un PBI que está entre los primeros veinte del mundo, duplicando inclusive al egipcio.

Esto se llevó adelante mediante duros golpes a la clase obrera turca, e implicó una profunda transformación en los espacios urbanos en beneficio de los ricos, con obras faraónicas desarrolladas en función del beneficio capitalista y no de las necesidades populares. El proyecto de Plaza Taksim, por lo tanto, es sólo un símbolo de lo que ya venía ocurriendo hace rato, y por eso no es casual que la rebelión haya empezado por ahí. 

Esto se combina con problemas político-culturales profundos. Turquía es hoy una democracia burguesa con una histórica tradición laica, rasgos únicos en su género en los países de Medio Oriente.

El gobierno de Erdogan intentó comenzar a revertir esto, mediante la introducción de preceptos religiosos para controlar la vida civil: la forma “moderada” de imponer la sharía, ley islámica. Esto se traduce en ataques a las mujeres y sus derechos (como el derecho al aborto), en la restricción de la venta y consumo de alcohol, en la proliferación de mezquitas (que ya superan por mucho a la cantidad de escuelas existentes), etc.

En el aspecto político, Erdogan ejerce un gobierno que, si bien está basado formalmente en una democracia de tipo occidental, presenta rasgos crecientemente represivos y autoritarios. Miles de activistas están presos bajo las leyes “antiterroristas”, en especial los de la minoría étnica kurda que pelean históricamente por su derecho a la autodeterminación nacional. Lo más común es que las manifestaciones terminen en violentas represiones policiales, como ocurrió en la del último primero de mayo en ocasión del Día Internacional de los Trabajadores. También Turquía es primera en el mundo en la detención de periodistas.

A esto se le suma la intervención turca en la guerra civil siria. Aquí su rol es apoyar política y económicamente a los grupos islamistas del país (centralmente los Hermanos Musulmanes), con el objetivo de imponerlos como dirección político-militar del bando rebelde, cooptando su rebelión popular e intentando liquidar sus aspectos progresivos.

En esta tarea, realiza un gran servicio al imperialismo yanqui y en especial a las monarquías del Golfo, que quieren instrumentalizar la rebelión contra sus enemigos en la región. Esta intervención trajo serios problemas a Turquía, poniéndola al borde de la guerra con Siria y reproduciendo sus conflictos en su propio interior. De ahí que la población movilizada exige también que Turquía no se meta en el conflicto sirio.

La enorme importancia de Turquía como potencia regional

Turquía es un país que está situado en su mayor parte en Asia, pero que tiene una porción también en Europa, cruzando el estrecho del Bósforo. Allí es donde se encuentra Estambul, la ciudad más poblada del país y la tercera más grande de toda Europa. Por lo tanto, por su geografía, por su historia y sus rasgos culturales, Turquía es una puerta entre Europa y Medio Oriente.

Tuvo una enorme importancia histórica como núcleo del Imperio Otomano, que gobernó la mayor parte del mundo islámico durante 400 años (hasta su derrota en la Primera Guerra Mundial).

Actualmente, es parte de la OTAN, siendo por lo tanto un eslabón de la estrategia político-militar imperialista en Medio Oriente. Forma parte de una unión aduanera con la Unión Europea, y desde 2005 intenta incorporarse a la Unión Europea, hasta ahora sin lograrlo. Forma parte del G-20, el grupo de las principales potencias y países emergentes del mundo.

Su población es de más de 70 millones de personas, y su PBI está también entre los primeros 20 del mundo. Los últimos años, su economía viene creciendo a un 8 por ciento anual, con un importante crecimiento industrial, especialmente en el sector de exportaciones. Posee, por lo tanto, una poderosa clase obrera, aunque políticamente está en un estado de debilidad por las privatizaciones y las derrotas.

Turquía es tomada por el imperialismo como un “modelo exitoso” en el terreno económico y en el político. Intenta utilizar su ejemplo para cooptar y reabsorber el ciclo de rebeliones populares en Medio Oriente (la “primavera árabe”). El gobierno turco es uno de los principales inspiradores de los Hermanos Musulmanes en Egipto, en Túnez y en otros países.

Todo esto explica la enorme importancia política que tiene la rebelión popular en Turquía. En caso de extenderse y profundizarse, significaría poner en cuestión a un actor muy importante del operativo reaccionario de estabilización política llevado a cabo por el imperialismo y sus socios en Medio Oriente.

Más aún, pone en cuestión la estrategia imperialista de control militar de la región, dada la pertenencia y el rol de Turquía en la OTAN.

Por último, en el caso de que clase obrera, en especial los trabajadores industriales, ingresaran en la escena, significaría un terremoto político de proporciones gigantescas, que pondría seguramente al ciclo regional y mundial de las rebeliones populares en un nuevo nivel.

Los indignados de Turquía

“He vivido en Estambul por 40 años. Nunca vi días como los últimos
dos en mi ciudad. Nunca pensé que viviría tiempos como estos.”

(Cengiz Çandar, conocido periodista turco,
Al-Monitor, 02/06/2013).

El sector social que participa en las movilizaciones es muy similar al del resto de la Primavera Árabe y de los indignados en Europa. Están motorizadas por la juventud, en especial los sectores laicos y progresistas. Atrás de ellos se ven arrastradas capas medias universitarias y profesionales, sectores de la clase obrera más estructural, y de los sectores empobrecidos en general.

Entre los manifestantes se encuentran izquierdistas, sectores políticamente “liberales” que pelean contra el copamiento religioso, mujeres y minorías sexuales que luchan por sus derechos, trabajadores que exigen el derecho a sindicalizarse y a negociar sus condiciones de trabajo, minorías étnicas o religiosas (kurdos, alevíes, etc.), grupos ecologistas, etc.

 Por otro lado, el régimen conserva su fuerte base social en los sectores más conservadoramente religiosos, que son predominantes en la población rural y en sectores urbanos empobrecidos

 Por otro lado, el régimen tiene su fuerte base social en los sectores más conservadoramente religiosos, que son predominantes en la población rural y en los sectores urbanos empobrecidos que como en Egipto y otros países dependen de las organizaciones de caridad islámicas. Y, por supuesto, también tiene el sostén de aquellos sectores de todas las clases sociales que vieron mejorar su situación económica en los últimos años.

En las elecciones de 2011, Erdogan resultó ganador con el 50 por ciento de los votos, y conserva todavía una importante base de apoyo, aunque no está claro cómo se verá afectada por estos acontecimientos.

La rebelión popular en Turquía puede servir de nexo entre los procesos de rebelión de Medio Oriente y los de Europa.

De los primeros, parece mantener sus aspectos de lucha contra el autoritarismo político y la imposición religiosa (rasgo similar al de las peleas actuales en Egipto). De los segundos, toma una denuncia fuerte a las políticas económicas neoliberales, y una influencia política-ideológica relativamente mayor de las tendencias izquierdistas (comunistas, anarquistas, autonomistas, ecologistas, etc.). Y de ambos toma sus rasgos universales, como la centralidad de la juventud, el fuerte uso de las redes sociales, los métodos de la “ocupación”, etc.

El ciclo de rebeliones populares ataca de nuevo

Los hechos en Turquía despertaron inmediatamente una enorme empatía y solidaridad internacional, que conecta también a los movimientos “occupy”, los indignados, Puerta del Sol, la Plaza Tahrir y los griegos que resisten la “austeridad” de la Troika. Una nueva forma de internacionalismo parece estar comenzando a abrirse lugar con la acumulación de estas experiencias en el plano mundial. Esto ratifica la continuidad de lo que desde nuestra corriente internacional hemos llamado un “ciclo internacional de rebeliones populares”.

El desenvolvimiento de las actuales luchas depende en fuerte medida de la intervención de la clase obrera, con la huelga general y su movilización masiva. Fue con estos métodos que se logró tirar abajo a Mubarak en Egipto, y ya está siendo planteado por decenas de miles de turcos. Dos centrales sindicales se plegaron a la convocatoria de huelga de dos días (martes 4 y miércoles 5), aunque no está claro todavía cuál es el nivel de adhesión y participación de las bases.

En cualquier caso, si las movilizaciones están enfrentando un gobierno electo con fuertes rasgos autoritarios pero no una dictadura lisa y llana (como en la generalidad del mundo árabe y el Medio Oriente); y si continúan abiertas la dinámica de movilización y la dura respuesta de Erdogan, esto podría llevar o no a la caída de su gobierno. Pero lo que ya parece seguro, caiga o no Erdogan en lo inmediato, es que la rebelión popular turca llegó para quedarse. Y no en cualquier país, sino en el más importante nexo entre Occidente y Oriente.

Por de pronto, la tarea de las corrientes revolucionarias es poner a la orden del día las tareas de la solidaridad internacional, bajo las banderas de una salida al servicio de las necesidades y aspiraciones de los explotados y oprimidos de Turquía y de la región.


[1] Esta declaración tomó como base el texto aportado por un joven cuadro del Nuevo MAS, Ale Kur, que ya está circulando por las redes y publicado en el sitio http://www.socialismo-o-barbarie.org/


Déclaration du courant international Socialisme ou Barbarie

Turquie

Une nouvelle rébellion populaire éclate dans le pays
qui lie l’Orient et l’Occident

Socialisme ou Barbarie-France, 05/06/13
http://sobfrance.unblog.fr
 

« La classe ouvrière, les forces de la gauche, la jeunesse de la Turquie sont en train de sortir d’un période de passivité politique extrême. Si ce n’est pas pour la lutte acharnée menée par le peuple kurde, la Turquie aurait été un désert en termes de luttes des masses depuis 15 ans au moins, exceptionnellement interrompu par la lutte des travailleurs de Tekel (compagnie de tabac et boissons alcoolisées privatisée) à l’hiver 2009-2010, vendu par la bureaucratie. Il est risqué d’affirmer que le mouvement est à un point de non-retour. Mais l’esprit est certainement l’un de confiance en soi, récupéré par les masses. Le plus important
est de voir comment va réagir la classe ouvrière organisée »
(Sungur Savran, DIP, 31-05-2013)

Aujourd’hui, le 4 juin, nous avons vécu déjà cinq jours de manifestations de rue massives en Turquie, qui ont acquis forts traits de rébellion populaire. Barricades partout, fortes charges de la police, au moins deux morts confirmés, des milliers de blessés et de nombreux personnes arrêtées, sont les faits qui constituent un scénario de forte crise politique dans un pays qui, jusqu’à présent, était le modèle de stabilité dans une région troublée.

Le récent appel à une grève générale de 48 heures, par les syndicats du secteur public (KESK) et l’une des confédérations générales (DISK) posent la possibilité que la rébellion fasse un saut de qualité, si l’entrée en scène de secteurs de la classe ouvrière se confirme.

Le slogan soulevé par des dizaines de milliers de personnes est la démission du premier ministre Erdogan, islamiste et néolibéral, du « Parti de la Justice et du Développement » (AKP par son acronyme turc).

Un saveur à Tahrir en Taksim

Il y a une semaine avait commencé une occupation dans le parc Gezi près de la place Taksim, située dans la partie européenne d’Istanbul. Cette occupation, réalisée par un petit noyau de jeunes militants, visait à empêcher la réalisation des plans du gouvernement de renverser le parc pour construire un centre commercial. La police a répondu à l’occupation avec une violente expulsion le vendredi 31, qui a suscité l’indignation populaire.

Dans quelques heures, des milliers de turcs manifestaient contre la brutalité policière. Ces manifestations ont été réprimées aussi, conduisant à une généralisation de la protestation et des combats de rue.

Depuis ce moment, des centaines de milliers de personnes se sont mobilisées en 70 villes et villages, y compris la capitale (Ankara) et la troisième ville d’Europe, Istanbul.

Les scènes rappellent directement la place Tahrir en Egypte et tout le cycle de rébellions populaires dans le Moyen-Orient, ainsi que le mouvement des indignés en Espagne et, en particulier, en Grèce. Le « monde méditerranéen » dans son ensemble semble troublé, montrant les forts liens culturels, politiques et économiques qui existent. Ils ont donné une base matérielle à un « effet d’imitation » qui semble s’étendre, lentement mais sûrement, dans toute la région.

Il est évident que la raison de fond de ces manifestations est beaucoup plus profonde que la défense des arbres de la place Taksim. Ce qui est derrière est un profond mécontentement avec le gouvernement d’Erdogan, qui est arrivé au pouvoir il y a plus de 10 ans (en 2002) et depuis lors a effectué une transformation profonde du pays.

Sa politique économique a été de privatisations, de flexibilité du travail et d’ouverture aux investissements étrangers, ce qui a permis une croissance économique mais sur la base d’une profonde inégalité sociale. La Turquie est devenue la première puissance économique dans la région, avec un PIB qui est parmi les vingt premières du monde, le double de l’égyptien.

Cela a été réalisé à travers des coups très durs à la classe ouvrière turque, et a impliqué une transformation profonde dans les espaces urbains au profit des riches, avec des œuvres pharaoniques développés en fonction du profit capitaliste et non des besoins populaires. Le projet de la place Taksim, donc, est seulement un symbole de ce qui se passait déjà depuis un certain temps, et donc ce n’est pas par hasard si la rébellion a commencé là.

Ceci se combine avec des problèmes profondément politiques et culturels. Aujourd’hui, la Turquie est une démocratie bourgeoise avec une tradition séculaire et laïque historique, des caractéristiques uniques dans son genre dans les pays du Moyen-Orient.

Le gouvernement d’Erdogan a essayé de commencer à renverser cette tradition, à travers l’introduction des préceptes religieux pour contrôler la vie civile : la façon « modérée » d’imposer la charia, la loi islamique. Cela se traduit par des attaques sur les femmes et leurs droits (comme le droit à l’avortement), sur la restriction de la vente et la consommation d’alcool, la prolifération des mosquées (dont le nombre est déjà bien au-dessus de celle des écoles), etc.

Sur le plan politique, Erdogan a un gouvernement qui, bien qu’il soit officiellement basé sur une démocratie de type occidental, a des traits de plus en plus répressifs et autoritaires. Des milliers de militants sont emprisonnés en vertu de la législation « antiterroriste », en particulier ceux de la minorité kurde qui luttent historiquement pour leur droit à l’autodétermination nationale. Le plus courante c’est que les démonstrations se terminent par la répression policière violente, comme cela est arrivé le 1er mai, en occasion de la journée internationale des travailleurs. La Turquie est également numéro un dans le monde dans la détention de journalistes.

A cela s’ajoute l’intervention turque dans la guerre civile syrienne. Ici, son rôle est de soutenir politiquement et économiquement les groupes islamistes dans le pays (notamment les Frères Musulmans), dans le but de les imposer comme direction militaro-politique de la faction rebelle, en cooptant la rébellion populaire et en essayant de liquider ses aspects progressifs.

Ce faisant, il effectue un grand service à l’impérialisme américain et plus particulièrement aux monarchies du Golfe, qui veulent exploiter la rébellion contre ses ennemis dans la région. Cette intervention a posé des problèmes graves à la Turquie, en la mettant sur le bord de la guerre avec la Syrie et en reproduisant les conflits syriens à son intérieur. C’est pourquoi la population mobilisée exige également que la Turquie n’intervienne pas dans le conflit syrien.

L’énorme importance de la Turquie comme puissance régionale

La Turquie est un pays qui se situe principalement en Asie, mais qui a également une partie en Europe, en traversant le détroit de Bosphore. C’est là qui est Istanbul, la plus grande ville du pays et la troisième plus grande de l’Europe. Par sa géographie, son histoire et ses caractéristiques culturelles, la Turquie est une passerelle entre l’Europe et le Moyen-Orient.

Elle a eu une énorme importance historique comme noyau de l’Empire Ottoman, qui a gouverné le monde islamique pendant 400 ans (jusqu’à sa défaite dans la première guerre mondiale).

Elle fait actuellement partie de l’OTAN, étant donc un maillon de la stratégie politico-militaire impérialiste au Moyen-Orient. Elle fait partie d’une union douanière avec l’Union Européenne et depuis 2005 essaie de rejoindre l’Union Européenne, jusqu’ici sans succès. Elle fait partie du G20, le groupe des grandes puissances et des pays émergents du monde.

Sa population est de plus de 70 millions de personnes, et son PIB est aussi parmi le top 20 dans le monde. Ces dernières années, son économie a eu une croissance de 8% par an, avec une croissance industrielle importante, notamment dans le secteur de l’exportation. Elle a, donc, une classe ouvrière puissante, mais politiquement dans un état de faiblesse suite aux privatisations et aux défaites.

La Turquie est prise par l’impérialisme comme un modèle « réussi » dans le domaine économique et politique. Il essaie d’utiliser son exemple pour coopter et réabsorber le cycle des rébellions populaires du Moyen-Orient (le « printemps arabe »). Le gouvernement turc est un des principaux inspirateur des Frères Musulmans en Egypte, en Tunisie et dans d’autres pays.

Tout cela explique l’énorme importance politique qui a la rébellion populaire en Turquie. En cas de s’élargir et de s’approfondir, elle remettrait en question un acteur très important de l’opération réactionnaire de stabilisation politique menée par l’impérialisme et ses partenaires au Moyen-Orient.

Encore plus, elle remet en question la stratégie impérialiste de contrôle militaire de la région, étant donnée l’appartenance et le rôle de la Turquie dans l’OTAN

Enfin, si la classe ouvrière, en particulier les travailleurs industriels, rentre en scène, cela signifierait un séisme politique aux proportions gigantesques, qui placerait sûrement le cycle régional et mondial des rébellions populaires dans un niveau supérieur.

Les indignés de la Turquie

« J’ai vécu en Istanbul pendant 40 ans. Je n’ai jamais
vu des journées comme ça dans ma ville.
Je n’ai jamais cru que je vivrai ces évènements »

(Cengiz Candar, fameux journaliste turque,
Al-Monitor, 02/06/2013)

Le secteur social qui participe dans les mobilisations est très similaire à celle du reste du printemps arabe et des indignés en Europe. Les mobilisations sont motorisées par les jeunes, surtout les secteurs laïques et progressistes. Derrière eux sont traînées les couches intermédiaires universitaires et professionnelles, la classe ouvrière plus structurelle et des secteurs pauvres en général.

Parmi les manifestants il y a des secteurs gauchistes, des secteurs politiquement « libérales » qui luttent contre la montée du contrôle religieux, des femmes et des minorités sexuelles qui luttent pour leurs droits, les travailleurs qui exigent le droit de se syndiquer et de négocier leurs conditions de travail, les minorités ethniques ou religieuses (Kurdes, alévies, etc.), des groupes écologistes, etc..

En revanche, le régime conserve sa base sociale forte dans les secteurs plus conservateurs du point de vue religieux, qui sont prédominantes dans les agglomérations rurales et dans les secteurs pauvres urbains que comme en Égypte et dans d’autres pays dépendent des organisations de charité islamiques. Et, c’est clair, il a aussi le soutien des secteurs de tous les classes sociales qui ont vu leur situation économique s’améliorer les dernières années.

Lors des élections de 2011, Erdogan a gagné avec le 50 % des voix et conserve encore une importante base d’appui, même si on ne sait pas comment il sera affecté par ces événements.

La rébellion populaire en Turquie peut être le lien entre les processus de rébellion du Moyen Orient et celles de l’Europe.

Par rapport au Moyen Orient, la rébellion turque semble garder les aspects de la lutte contre l’autoritarisme politique et l’imposition religieuse (caractère similaire aux combats actuels en Égypte). Par rapport à l’Europe, la rébellion dénonce fortement les politiques économiques néo-libérales et a une influence de politico-idéologique relativement importante des tendances de gauche (communistes, anarchistes, écologistes, autonomistes, etc..). Et elle prend aussi les traits communs à tous les deux, comme la centralité de la jeunesse, l’usage des réseaux sociaux, les méthodes de l’occupation, etc.

Le cycle de rébellions populaires prend le devant de la scène encore une fois

Les événements en Turquie ont immédiatement suscité une énorme empathie et solidarité internationale, en se connectant aux mouvements « occupy », aux indignés, à la Puerta del Sol, à la place Tahrir et aux Grecs qui résistent la « rigueur » de la troïka. Une nouvelle forme d’internationalisme semble commencer à se construire avec l’accumulation de ces expériences à l’échelle mondiale. Cela confirme la continuité de ce que notre courant international a appelé un « cycle international de rébellions populaires ».

Le développement des luttes actuelles dépend en grande mesure de l’intervention de la classe ouvrière, avec la grève générale et la mobilisation massive. C’est avec ces méthodes que les égyptiens ont réussi à renverser Moubarak, et cette méthode de lutte est déjà défendu par des dizaines de milliers de turcs. Deux confédérations syndicales ont rejoint l’appel de grève de deux jours (mardi 4 et mercredi 5), même si on ne sait pas encore quel sera le niveau d’adhésion et l’engagement des bases.

En tout cas, si les mobilisations sont face à un gouvernement élu, avec forts traits autoritaires, mais pas une dictature (comme dans la plupart du monde arabe et au Moyen-Orient) ; et si la dynamique de mobilisation et la dure réponse de Erdogan continuent, cela pourrait mener ou pas à la chute de son gouvernement. Mais ce qui semble être déjà sûr, avec ou sans chute d’Erdogan dans l’immédiat, est que la rébellion populaire turque est là pour rester. Et pas dans n’importe quel pays, mais dans le plus important lien entre l’Occident et l’Orient.

Pour le moment, la tâche des courants révolutionnaires est la solidarité internationale, sous les drapeaux d’une issue au service des besoins et aspirations des exploités et des opprimés en Turquie et dans la région.