Elecciones en Irán

Hassan Rohani, nuevo presidente

Un “voto de protesta”

Por Elías Saadi,
Socialismo o Barbarie, semanario, 13/08/08

Rohani, el nuevo presidente

El sábado 3 de agosto, Hassan Rohani asumió la presidencia de Irán. Su elección, en los comicios del 14 de junio fue una relativa sorpresa. Semanas antes, no tenía mayores chances. Pero este personaje, por aparecer como “crítico”, comenzó a recibir al apoyo de amplios sectores que querían dar un “voto castigo”. Se expresó así, distorsionadamente, la combinación del hartazgo del bárbaro régimen teocrático con el descontento por una situación económica y social cada vez peor.

El régimen teocrático y sus farsas electorales

Para entender algo de esto, hay que comenzar por explicar cómo funcionan en Irán las “elecciones” y en general las instituciones de gobierno.

Hay, por así decirlo, dos tipos de instituciones de gobierno: las “electas” por votación popular (presidencia, parlamento, etc.) y las “no electas” (“Consejo de Guardianes”, “Guía Supremo”, etc.). El asunto es que esas instituciones “elegidas por nadie” (que son esencialmente organismos del retrógrado clero chiíta) tienen la facultad de vetar a los que pretendan ser candidatos a la presidencia o al parlamento.

Es como si aquí o en otro país supuestamente católico, la Conferencia Episcopal (asamblea de obispos) y el Cardenal Primado tuvieran poderes absolutos para decidir quién puede presentarse a elecciones y quien está proscripto por “hereje”.

En verdad, los poderes de esa burocracia clerical-militar son mucho más amplios. Conforman un régimen sanguinario de dictadura teocrática que impone las normas de la barbarie religiosa no sólo políticamente sino como modo de vida: desde la desigualdad y sometimiento de la mujer (incluido cómo debe vestirse), la pena de la horca para los gays, de azotes para las lesbianas y la lapidación de “adúlteras”, hasta la represión más despiadada a la izquierda, a las huelgas obreras y a las organizaciones sindicales independientes, con decenas y decenas de dirigentes y activistas presos por el pecado de encabezar paros o reclamos de trabajadores. Y ni hablemos, por ejemplo, de conmemorar el 1º de Mayo, que ha sido motivo de años de cárcel para algunos capturados en el intento.

Un “daño colateral” de esta barbarie (daño que tiene su importancia política), es la de prestigiar por comparación a la “democracia” burguesa de Occidente, donde el dominio de los ricos y privilegiados se logra generalmente con métodos más sofisticados y engañosos.         

Las elecciones del 2013 con el telón de fondo del fraude y la rebelión del 2009

En este marco institucional tan peculiar, se realizaron las “elecciones” presidenciales de 2013. Han sido elecciones de crisis, aunque con expresiones y formas distintas al estallido que tuvo lugar en las anteriores elecciones de junio de 2009.

El estallido por el fraude en las elecciones del 2009 abrió una herida que no se ha cerrado

Recordemos que en esos días, también el descontento con el régimen se expresó en el voto mayoritario por un candidato (tibiamente) “reformista” –Mir Hosein Musaví y su “Movimiento Verde”– contra la reelección de Mahmud Ahmadineyad. Musaví era un hombre del riñón del régimen. Pero se presentaba como un “modernizador” que daba esperanzas de aflojamiento de la brutal normativa político-religiosa.

Esas esperanzas quedaron sepultadas por un fraude escandaloso, que dio la reelección a Ahmadineyad. Pero la inesperada respuesta fue un estallido masivo de protestas en Teherán y las principales ciudades del país. El Irán urbano y moderno, de trabajadores asalariados, de una nueva clase media y de una generación juvenil ilustrada y cada vez más ajena al idiotismo religioso, hoy es mayoritario en el país.

Las protestas contra el fraude fueron masivas durante semanas. Pero la represión estuvo a su altura. Masacres en las calles, miles de presos, muchos de ellos torturados y asesinados, lograron derrotarlas, pero a un costo político que el régimen no ha podido saldar.

El descontento vuelve a expresarse

Este año, el escenario electoral parecía más tranquilo. Las figuras del “Movimiento Verde” de hace cuatro años, como Musaví y otros “reformistas”, están convenientemente presos y/o vetados. También el candidato apadrinado por el saliente Ahmadineyad fue vetado. Algunas peleas “doctrinarias” no muy claras con el Guía Supremo (el Ayatollah Ali Khamenei) y posiblemente el deseo de evitar la provocación que implicaría esa continuidad de Ahmadineyad, explican eso.

Todo estaba entonces preparado para el triunfo de algún candidato absolutamente conservador. Sin embargo, para no ofrecer una lista monocolor, se admitió la candidatura de Hassan Rohani, un clérigo caracterizado de “moderado”.

Al mismo tiempo, se estimaba que Rohani no tenía la menor posibilidad de imponerse. Todo el aparato estatal-electoral, así como de la prensa y los grandes medios, estaban detrás de los candidatos “conservadores”.

Pero esas estimaciones no contaban con la bronca profunda y creciente de amplios sectores populares. En pocos días se produjo un vuelco electoral sin precedentes. Como antes señalamos, allí se mezcló el rechazo a las insoportables barbaridades de un régimen teocrático con una situación cada vez peor de los trabajadores y la juventud.

La dictadura clerical no ha logrado ningún milagro que ahorre sufrimientos a los trabajadores y al pueblo del Irán capitalista. Bajo los efectos de la crisis mundial, actúa con el mismo lema de los gobiernos patronales de todos los credos: que la crisis la paguen los trabajadores y los pobres.

En contraste con eso, el régimen de los ayatollas es un cruce de corrupción y redes mafiosas, como la famosa “Guardia Revolucionaria” que, gracias a las privatizaciones, se ha hecho gran accionista de las principales empresas, como la de telecomunicaciones, la de autos Bahman y la red de bancos Mehr.

Y aquí las cosas bajan de las nubes religiosas y se hacen terrenales: la carestía y el desempleo creciente, especialmente de la juventud, están socavando cada día más su legitimidad.

Pero, al mismo tiempo, como ya dijimos, este repudio masivo se expresa en una forma extremadamente distorsionada. Tanto porque es electoral como por el personaje que lo encarna: Hassan Rohani.

Irán no es una isla de paz y estabilidad en el contexto de rebeliones que sacude el Medio Oriente. En verdad, los acontecimientos de 2009 fueron un prólogo de lo que estallaría un año y medio después en la región. Como Rohani difícilmente satisfaga las expectativas de sus votantes, hay que estar preparados para un recomienzo.


Todo el apoyo a Irán contra el imperialismo y su gendarme Israel

Ningún apoyo a la dictadura clerical-militar

Socialismo o Barbarie, semanario, 13/08/08

Mientras se da esa situación en el país, Irán tiene contradicciones y enfrentamientos con el imperialismo, su gendarme Israel y la monarquía saudita, vasallo Nº 1 de Washington. Esto no se inició con el actual régimen, ni menos con el saliente gobierno de Ahmadineyad.

Ahora, con Hassan Rohani, es posible que vuelvan los roces, presiones (y negociaciones) para que Irán se someta en el tema nuclear. EEUU, Israel y Europa occidental, que tienen armas atómicas como para destruir diez veces el planeta, no toleran que Irán posea centrales nucleares que hasta ahora nadie ha probado que produzcan material de guerra.

La histeria, impulsada principalmente por Israel, no tiene por objetivo defenderse de un peligro de ataque nuclear (que hoy no existe), sino buscar un pretexto parecido al de las “armas de destrucción masiva que tiene Saddam Hussein”: la mentira que en el 2003 justificó la guerra y el genocidio de la ocupación de Iraq.

En cualquier conflicto entre Irán y el imperialismo, estamos incondicionalmente con Irán. Es decir, apoyamos a Irán a pesar de su régimen y gobierno, sin dar el menor sostén político a estos últimos.

En esto diferimos totalmente con la política de algunos sectores de la izquierda, como el castro-chavismo. Con la justificación de las contradicciones y posibles enfrentamientos de Irán con EEUU, la UE e Israel, han venido aplaudiendo incondicionalmente a un régimen monstruoso como el de los ayatolas y particularmente ensalzando a Ahmadineyad.

El castro-chavismo ha respondido con el silencio (o peor, con la negación y la difamación) a las denuncias de las atrocidades cometidas por este régimen contra los militantes de izquierda, los activistas estudiantiles, las mujeres y los luchadores sindicales.

En eso, el castro-chavismo sigue fiel a la escuela del stalinismo: todo lo determina la Realpolitik, la “razón de estado”, los intereses momentáneos que tenga mi gobierno… Si me conviene hacer negocios con el gobierno de Irán, no sólo hago callar las denuncias de sus bestialidades, sino que presento a Ahmadineyad como el Bolívar del Golfo Pérsico.(E.S.)