Palestina

La charada de Anápolis

Amanecer del Nuevo Siglo, diciembre de 2007

Con una vaga declaración conjunta y una serie de preguntas sin respuesta, terminó la conferencia de Anápolis, un encuentro simbólico y ceremonial pero sin ninguna sustancia real, en opinión de relevantes analistas y medios de comunicación. Scott Lasensky, un experto en Oriente Medio en el Instituto Norteamericano de la Paz, manifestó a Reuters que la conferencia de Anápolis tuvo sólo un valor simbólico a causa de la presencia árabe. Él señaló que los delegados de más de una docena de países árabes estuvieron presentes en la reunión, de un día de duración, lo que supuso una participación sin precedentes en una conferencia de paz con Israel.

Sin embargo, Lasensky señaló que el documento final fue demasiado vago y ni siquiera especificó cuales eran los temas más importantes que se supone que ambos lados tendrían que resolver durante el próximo año. Entre esos asuntos están el tema de las fronteras, los asentamientos judíos, el estatus de Al Quds (la Jerusalén Este ocupada) y el destino de millones de refugiados palestinos. Durante meses, no pudo ser consensuado ningún documento porque Israel se negó a fijar ninguna posición en relación a estas demandas palestinas fundamentales. Con el fin de participar en la conferencia, el presidente palestino Mahmud Abbas aparcó sus anteriores demandas de una congelación en la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este y la fijación de una fecha en la que sea creado el estado palestino.

Resultó evidente para todo el mundo que EEUU e Israel estaban dictando su agenda particular a Abbas. El periódico israelí Haaretz, citando a fuentes palestinas, señaló que un bloqueo en la conferencia pudo ser resuelto cuando “finalmente, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, sacó al presidente palestino, Mahmud Abbas, de un encuentro a tres bandas con el presidente estadounidense George W. Bush y el primer ministro Ehud Olmert y le presionó para que aprobara el borrador de la declaración. Al final, él lo hizo, lo que permitió a Bush leerla en la conferencia.” Fuentes israelíes dijeron también a Haaretz que cuando los palestinos se negaron a firmar, la ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni, “que encabezaba el equipo negociador israelí, se enfureció y dijo al jefe de los negociadores palestinos Ahmed Qureia: “Tómalo o piérdete.”

Por otro lado, la conferencia de Anápolis ha debilitado aún más el papel de Europa y de las Naciones Unidas. La declaración final señala que “la implementación del futuro tratado de paz quedará sometida a la implementación del plan de la Hoja de Ruta, tal y como sea decidida por EEUU.” Este párrafo asigna únicamente a EEUU el derecho a decidir si las provisiones del plan de la Hoja de Ruta están siendo cumplidas, lo que significa el fin de la pretensión de que el “Cuarteto”, que incluye a EEUU, la ONU, Rusia y la Unión Europea, está formado por socios iguales en la búsqueda de la paz. El único papel que se le otorga ahora a Europa es el de financiar a Abbas en su conflicto con Hamas. De hecho, Francia celebrará una conferencia de donantes a finales de diciembre.

La debilidad política de los principales actores en la conferencia es evidente. La tasa de popularidad del primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha estado cayendo de manera continuada desde la guerra del Líbano del pasado año y el estallido de una serie de escándalos. Dos semanas antes de la conferencia de Anápolis, el Parlamento israelí (Knesset) aprobó una ley que establece que será necesaria una mayoría de dos tercios para efectuar cualquier cambio en el estatus de Jerusalén, un límite prácticamente imposible de alcanzar. Eli Yishai, líder del partido fundamentalista judío Shas, amenazó con abandonar el gobierno si “Jerusalén era mencionado en Anápolis.” Según las encuestas, no más del 10% de los israelíes apoya una retirada completa de los Territorios Ocupados.

Por su parte, Abbas está luchando para salvar su legitimidad desde que Hamas tomó el control de la Franja de Gaza el pasado mes de junio. Para los palestinos, que viven día a día las duras realidades de la ocupación y recuerdan las dos décadas perdidas de esfuerzos improductivos en el terreno de las negociaciones de paz, la conferencia de Anápolis ha sido sólo otra charada. En Gaza, Hamas organizó una manifestación de decenas de miles de personas que denunció la conferencia. Incluso en Cisjordania, el feudo de Fatah, tuvieron lugar otras protestas menores. La policía disparó al aire y disolvió violentamente estas manifestaciones, arrestando a centenares de personas y matando a un hombre en Hebrón. Al menos otras 35 personas resultaron heridas.

Muchos relevantes expertos han criticado el enfoque occidental hacia el cesado gobierno de unidad nacional liderado por Hamas. La Cámara de Los Lores pidió recientemente a la Unión Europea que negocie con Hamas y acepte la participación de esta organización en el proceso. El antiguo secretario de Estado de EEUU, Colin Powell, ha señalado también que Hamas no va a desaparecer y que disfruta de un considerable apoyo entre el pueblo palestino.

La prensa árabe mostró de igual modo su escepticismo. An Nahar, un diario libanés cercano al gobierno prooccidental de Siniora, afirmó que la cumbre era “simplemente un paso más en el camino de fracasos y estupidez seguido por la Administración norteamericana en Oriente Medio… El resultado real es igual a cero.” El periódico gubernamental sirio Tishrin se mostró de acuerdo. “En los pasados siete años la Administración estadounidense ha utilizado el lenguaje de la guerra sin aprender siquiera el lenguaje del diálogo, lo que plantea la legítima cuestión de hasta qué punto es seria la Administración Bush con respecto a Anápolis.”

A pesar de todo, los palestinos no permitirán que nadie les imponga algo – ni su propio gobierno, ni Israel, ni tampoco EEUU. Aunque no aparece ninguna victoria palestina en el horizonte, este espíritu de resistencia impedirá al gobierno de Abbas ceder derechos básicos. El periodista israelí Gideon Levy escribió en un comentario en Haaretz que a Israel en realidad no se le pide que “dé” nada a los palestinos, sino sólo que “les devuelva la tierra robada y restaure su mancillada autoestima, junto con sus derechos humanos y su humanidad”. Esto, señala, es “el primer asunto fundamental,” pero nadie habla ya de ello; la justicia ha sido deliberadamente eliminada de todas las negociaciones.” En realidad, la justicia para los palestinos nunca ha sido parte de la ecuación, y eso es por lo que ninguna iniciativa en pro de la paz ha tenido éxito y por lo que Anápolis fracasará también tarde o temprano.