Palestina

La farsa de las “conversaciones de paz” promovidas por la Casa Blanca

Israel será Palestina

Por Gilad Atzmon (*)
gilad.co.uk, 22/09/10
Rebelión, 25/09/10
Traducido por LB

Una reunión celebrada ayer entre el primer ministro palestino Salam Fayyad y el vicecanciller israelí Danny Ayalon terminó abruptamente. La disputa surgió cuando el viceministro de Relaciones Exteriores israelí exigió que en el resumen de la reunión se hiciera referencia a la noción de "dos Estados para dos pueblos", en lugar de solamente "dos Estados".

"Quería que [en el acta de la reunión] figurara como mínimo [la expresión] ‘dos Estados para dos pueblos’. Quise saber qué es lo que pretendían. ¿Un Estado palestino y un Estado binacional, u otro Estado palestino?", explicó a Ynet el viceministro israelí. “Les dejé claro que quedaríamos fuera de la foto si en el resumen no figuraba [la frase] ‘dos Estados para dos pueblos’".

El primer ministro palestino no pudo aceptar la exigencia israelí por muchas razones: Israel está situado en la Palestina histórica. Nació mediante el robo y la limpieza étnica. Sigue estando ahí mediante el robo. Al menos una quinta parte de los habitantes de Israel son palestinos. Y por si eso fuera poco, ningún negociador palestino permitirá jamás que se ignore la cuestión de los refugiados, y con motivo: el derecho al retorno sigue siendo el meollo de la causa palestina.

Curiosamente, en el contexto de la solución de los dos Estados, un Estado palestino sería definido geográficamente: sería un Estado de ciudadanos y sería también una amalgama civilizada de diferentes etnias y religiones. Israel, por el contrario, sería una creación orientada racialmente: sería un Estado judío en el que los judíos ocuparían la cúspide. Me pregunto qué razón podría tener nadie en la comunidad internacional para apoyar esa solución o un Estado semejante. Sin embargo, no me sorprendió leer en Ynet que Tony Blair, que participó en la primera parte de la reunión de ayer, "apoyó la postura israelí". Supongo que tras arrastrarnos a todos a una guerra religiosa sin fin, Blair ha desarrollado una afinidad con los argumentos judeocéntricos y con la forma de pensar sionista. Al fin y al cabo, no olvidemos que fueron el sionista señor Levy y los Amigos Laboristas de Israel (Labour Friends of Israel) los que financiaron su partido cuando inició la guerra contra Irak.

Tampoco debe sorprendernos que las rondas de conversaciones en curso no lleven a ninguna parte. De hecho, dado que el sionismo no incluye preceptos políticos pacíficos, el conflicto entre Israel y Palestina no puede ser resuelto mediante las actuales conversaciones de paz ni mediante ningún tipo de resolución dominada por la visión sionista del mundo. El Estado judío se ve a sí mismo como el renacimiento de la nación israelita bíblica, lo cual significa en la práctica un desastroso conflicto sin fin. Este conflicto es probablemente la mayor amenaza para la paz mundial, pero sin duda es trágico también para los israelíes que están naciendo en una realidad condenada, determinada por una historia bíblica fantástica.

En la reunión, Ayalon dijo que "Israel seguirá apoyando la economía palestina, incluso sin su consentimiento”, pero también señaló que "han de tenerse en cuenta también las necesidades de seguridad de Israel". En lugar de guiarse por un sincero deseo de paz y por un espíritu de reconciliación, los responsables de la política israelí han abrazado la filosofía del palo y la zanahoria: ofrecen una combinación de "premios" y "castigos" para inducir a los palestinos a “comportarse servilmente". A los palestinos les están ofreciendo constantemente migajas, mientras que el ejército israelí permanece listo para desatar en cualquier momento su poder mortal. Básicamente, lo que los israelíes están haciendo es comprar tiempo. Sin embargo, al hacerlo, es obvio que están sacrificando su futuro. No es ningún secreto que todo lo que los palestinos necesitan para ganar es eso: tiempo.

La "solución de los dos Estados" es una idea vana y ya va siendo hora de que la comunidad internacional deje de malgastar energías tratando de lograr esa solución. Los hechos sobre el terreno son claros, como Daniel McGowan expresó claramente hace unos meses:

"Lo que realmente existe dentro de las fronteras controladas actualmente por Israel (que comprenden el Israel anterior al 67, Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán) es un único Estado. Cuenta con una única red eléctrica, un único sistema de agua, una moneda única, un sistema principal de carreteras, un servicio postal y una frontera exterior. Los bienes y las personas que entran en ese Estado de facto lo hacen a través de puertos, aeropuertos y un número limitado de entradas. Los certificados de embarque y los pasaportes son controlados y sellados por los funcionarios de este Estado único".

De momento, ese Estado único recibe el nombre de Israel. Se trata de un Estado dominado ideológicamente por el racismo judío y alimentado prácticamente por el supremacismo talmúdico. Sin embargo, eso cambiará. Contra todo pronóstico, a pesar del poder nuclear israelí, de los grupos de presión judíos de todo el mundo, de los aviones F–35 Stealth y del entusiasmo del Viceministro de Relaciones Exteriores israelí, Israel se convertirá en un Estado de ciudadanos, y cuando eso ocurra su nombre será Palestina.


(*) Gilad Atzmon es músico, escritor y activista ex judío, nacido en Israel y autoexiliado en Gran Bretaña, desde donde defiende la causa de la liberación del pueblo palestino. Su sitio web es http://www.gilad.co.uk/.


La farsa diplomática

Por Julien Salingue
Viento Sur /Correspondencia de Prensa, 17/09/10
Traducción de Alberto Nadal

“Relanzamiento del proceso de paz”, “recuperación de las conversaciones directas”, “vuelta a la mesa de negociaciones”… Palabras familiares que han vuelto a los medios. El 2 de septiembre, el presidente palestino Mahmud Abbas y el Primer ministro israelí Benyamin Netanyahu se han reunido en Washington, bajo la batuta de Hilary Clinton. Esta reunión ha sido presentada como la primera de un nuevo “ciclo de negociaciones”, que supuestamente pondrá las bases de un “acuerdo–marco”, que permita llegar a un “arreglo definitivo” del conflicto que opone a Israel con los palestinos. Nada menos. ¿Quíén puede razonablemente pensar que esta nueva farsa diplomática pueda llegar a buen puerto?

Hace ya 20 años que el discurso sobre el “proceso de paz” se puso en marcha. En aquel momento, unas negociaciones secretas iban a terminar en los acuerdos llamados de Oslo y en el apretón de manos, en septiembre de 1993, entre Ytzahk Rabin y Yasser Arafat en el jardín de la Casa Blanca. Una nueva era iba a abrirse, decían. Pero esos acuerdos no mejoraron en ningún caso las condiciones de vida de los palestinos y, al contrario, permitieron a Israel reforzar su dominio sobre los territorios ocupados a la vez que transformaba al núcleo dirigente del movimiento nacional palestino en un subtratante de la ocupación. Ninguna cuestión crucial fue arreglada, y en septiembre de 2000 la población palestina se levantó de nuevo para hacer oír sus reivindicaciones.

Diez y siete años más tarde, es surrealista considerar que las reuniones Abbas–Netanyahu puedan “desbloquear” la situación. El número de colonos se ha más que triplicado. Un muro de más de 700 km ha reducido los “territorios palestinos” a enclaves cercados por las tropas israelíes. El gobierno israelí actual es el más a la derecha de la historia del país y Netanyahu ha anunciado ya que no hará ninguna concesión ni sobre Jerusalén, ni sobre los refugiados, y que Israel se quedará con el control sobre el valle del Jordán.

Mahmud Abbas, cuyo mandato se acabó hace ahora diez y ocho meses, no es en ningún caso representativo de la población palestina y de sus aspiraciones. La firma de un documento con Netanyahu constituiría su enésimo, y probablemente último, acto de traición. En cuanto a los Estados Unidos, es sencillamente indecente considerar que puedan ser un árbitro entre las dos partes. Juegan más bien el papel de seleccionador, cuando no de capitán, de uno de los dos equipos.

Si añadimos que Hamas, primera fuerza política palestina en las últimas elecciones, está excluido de las discusiones, se comprenderá que las gesticulaciones diplomáticas no son sino una cortina de humo para permitir al estado de Israel proseguir su política de hechos consumados e imponer, a medio plazo, un “arreglo” que le favorezca solo a él, negando los derechos de los palestinos.

Nuestras miradas deben por tanto volverse hacia quienes continúan movilizándose en los territorios palestinos y llaman a las poblaciones del mundo entero a movilizarse para aislar al estado de apartheid a través de la campaña BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones).