Barcelona contra la globalización capitalista

Por Enrique Xepa desde Barcelona

El sábado 16 de marzo, una manifestación de más de 500.000 personas recorría Barcelona. Un mar de gente y de pancartas mostraba así su heterogéneo repudio a la prepotencia de los jefes de Estado de la Unión Europea que acababan de celebrar en Barcelona una reunión cumbre.

Estábamos todos o casi todos: militantes reclamando la destrucción del capitalismo, campesinos rechazando la conversión en negocio de los recursos acuíferos, estudiantes enfrentados a la creciente privatización de la enseñanza, inmigrantes reivindicando papeles y trabajo, trabajadores en activo protestando contra el cierre de empresas y la precariedad laboral, mujeres exigiendo el reconocimiento de sus derechos. Todo tipo de organizaciones: movimientos sociales, sindicatos, partidos de izquierda radical y de la izquierda parlamentaria, organizaciones independentistas y sobre todo cientos de miles de personas sin organización alguna. El movimiento contra la globalización capitalista demostraba así que abarcaba al conjunto de la sociedad y que había adquirido un carácter masivo inédito hasta la fecha.

No se puede entender este éxito sin conocer lo que la precedió, el sinnúmero de actividades de discusión y reivindicación realizadas los días anteriores.

* El 10 de marzo, 100.000 personas se manifestaron contra el llamado Plan hidrológico, un megaproyecto de transvase de agua de las comarcas del Ebro, ideado para lograr rentabilidad industrial y turística (campos de golf, complejos de diversiones...) a costa del hábitat natural y de las pequeñas granjas. Fue una acción extremadamente popular, con grupos folclóricos, alcaldes de los municipios afectados, pueblos enteros...

* El 14 de marzo tuvo lugar la Euro manifestación sindical, con 200.000 personas, en su mayoría delegados sindicales de toda Europa. Una manifestación muy grande pero absolutamente controlada por los aparatos, que la encauzaron hacia la "moderación" de las políticas de la Unión Europea en el terreno de la privatización y la flexibilización laboral.

El mismo día de la manifestación, los jefes de Estado y los dirigentes convocantes de la marcha se fotografiaban juntos y sonrientes. Las políticas no variarían, pero los líderes sindicales ya habían cubierto el expediente y esperaban alguna migaja.

* El 15 de marzo, una jornada de lucha convocada por la Campaña contra la Europa del Capital y la Guerra, desafiando la presencia de la policía, conseguía la participación de variados grupos sociales desde trabajadores de Telefónica y ferrocarriles hasta inmigrantes que cocinaban y festejaban reivindicando sus calles y su barrio, ostentosamente tomados por los destacamentos policiales.

* El mismo día 16 por la mañana, varios talleres sobre temas como la recolonización de América latina, la guerra capitalista tras el 11 de septiembre, la privatización de los servicios públicos, etc, reunían a miles de personas en la crítica del orden establecido y la discusión de propuestas alternativas.

Este fue el caldo de cultivo de la gran manifestación del 16 a la tarde. Esto realza su importancia. No fue un hecho aislado, una explosión inesperada, sino algo preparado por un movimiento realmente popular que muestra un creciente descontento contra la actual situación del mundo, precisamente en un Estado donde el movimiento obrero y otras corrientes contestatarias pasan por un momento de aparente reflujo.

Tres bloques en el 16 de marzo

Una de las causas de la masividad de la movilización del 16 de marzo es el rechazo a una Barcelona sometida al imperio de los jefes de Estado de la UE, con calles y carreteras cortadas, barrios populares ocupados por la policía, la televisión cantando día y noche las bondades del capitalismo y un presidente europeo, Aznar, cuya prepotencia no genera más que rechazo.

La cumbre de jefes de Estado se ha realizado dentro del más genuino espíritu del 11 de septiembre: aeropuertos civiles ocupados por cazas de combate y llegada a la ciudad de equipos lanzamisiles.

En una Barcelona con cotidianos problemas de tráfico, la cumbre significó el cierre de las universidades, la suspensión del metro, el cierre de autopistas... y paralelamente, los jefes de Estado disfrutaban de carreteras exclusivas, pasillos aéreos de alta velocidad, opíparas comidas en carísimos restaurantes... todo un desprecio por los ciudadanos de Barcelona y una prepotencia que aumentó el rechazo popular.

La umbre europea ha traído pocos resultados prácticos, porque las próximas elecciones en Francia y Alemania obligaron a los presuntos socialistas como Jospin y los no menos falsos ecologistas como Schroeder a demorar los deseos de Aznar de privatizar las compañías eléctricas. El resultado más palpable de esta cumbre es el incremento del rechazo popular al actual proyecto de Unión Europea.

La manifestación del 16 tuvo tres grandes bloques: el primero e incomparablemente más numeroso fue el de la Campaña contra la Europa del Capital y la Guerra; el segundo, el de las organizaciones independentistas que incluía a Batasuna; y el tercero, el del denominado Foro Social de Barcelona, formado por organizaciones políticas de la izquierda parlamentaria (o deseosa de serlo, como Ezquerra Unida y Alternativa, la IU de Catalunya) y los sindicatos mayoritarios. Este bloque ni siquiera pudo partir del lugar de salida, debido a la duración de la manifestación.

El movimiento Campaña contra la Europa del Capital y la Guerra

La Campaña contra la Europa del Capital y la Guerra agrupa a más de 100 organizaciones que se coordinan de manera asamblearia y horizontal, donde las decisiones se toman por consenso prácticamente sin votar.

Este es el movimiento que puede considerarse el continuador de las acciones de Seattle, Praga y Génova. Un movimiento donde militan —militamos— miles de jóvenes y no tan jóvenes, casi todos sin filiación política e incluso con un gran rechazo a la misma. Se agrupa en torno de un manifiesto general de repudio al capitalismo neoliberal, al proyecto de la UE y con un ideario alternativo excesivamente amplio y todavía poco elaborado. La fuerza de este movimiento, su mayor valor, está en su auténtica democracia y su rechazo a ser manipulado. Es digno hijo de la caída de los aparatos burocráticos y del Muro de Berlín.

Pero es también hijo de la crisis de alternativas políticas al capitalismo, que caracteriza los albores del siglo XXI. Una lectura de su manifiesto nos lo demuestra. Hay una justa crítica del actual proyecto de la Unión Europea y del capitalismo, pero las propuestas no carecen de ambigüedad: se reclama una "democracia participativa", aunque algunas voces reclamamos simplemente una democracia directa, sin que se haya discutido a fondo en el movimiento qué significan una y otra. Se demanda el reparto de la riqueza, pero se rechazó reclamar la expropiación de las multinacionales y el fin de la propiedad privada, pese a que éramos muchos quienes lo defendimos. Se reclama una "Europa de los ciudadanos", haciendo abstracción de la existencia de ricos y pobres, de clases sociales con intereses antagónicos, pese a que todos sean ciudadanos y ciudadanas.

Se dirá con parte de razón que esto se debe al escaso tiempo del movimiento y su carácter necesariamente heterogéneo y amplio. Pero esto es sólo parte de la verdad. Es necesario que el movimiento tenga su propio grado y ritmo de definición política, que no puede ser necesariamente el de una organización revolucionaria que busca el fin del capital y la implantación de otro orden social sin explotación ni opresión. Pero es preciso que esas cuestiones se discutan a fondo en el movimiento.

El movimiento adolece hoy de una grave despreocupación por la elaboración de alternativas. No me refiero a las "alternativas posibles" que dice la izquierda parlamentaria, sino de alternativas necesarias, casi imprescindibles. Concretamente sin la abolición del capital y la propiedad privada, sin la abolición del Estado capitalista, el único "mundo posible" sería un mundo muy parecido al actual.

Y se han dedicado muchísimas horas de discusión reuniones a discutir aspectos técnicos —como el control de la violencia en las manifestaciones, las acciones de teatro urbano para dar más vistosidad a las marchas, etc.—, todos ellos necesarios. Pero se ha dedicado un tiempo claramente insuficiente a la discusión política de alternativas.

Violencia y no violencia

Otro elemento destacado de la movilización en Barcelona ha sido su carácter "no violento". Primero hay que decir que la no violencia sólo ha correspondido a una de las partes, pues sin motivos la policía cargó repetidas veces contra la manifestación, hubo unos 100 detenidos y la presencia policial fue de un verdadero estado de sitio.

Si en Barcelona se puede hablar de una protesta no violenta y masiva es por el alto grado de responsabilidad de los organizadores y participantes en la movilización.

Desde el primer momento, el movimiento fue consciente de la criminalización que contra él lanzaba el aparato del Estado. Aznar mete en el mismo saco a los "antiglobalizantes", como gusta llamarlos, a la ETA y a Al Qaeda. Todos son terroristas y contra ellos hay que desarrollar la "guerra del bien contra el mal". Quien va a la manifestación sería así un terrorista potencial.

La Campaña contra la Europa del Capital supo contrarrestar esta infamia. Primero, porque discutió democráticamente la forma y desarrollo de las movilizaciones. Segundo, porque no cayó en la falsa identificación de que a más violencia más anticapitalismo. Entendió justamente que la mayoría de la población y de los potenciales manifestantes no comparten la violencia de algunos grupos reducidos.

Nosotros no somos pacifistas ni consideramos que el pacifismo deba ser un signo identificativo del movimiento. Pero sí creemos que hoy, pese a la permanente violencia del Estado y las multinacionales, un grado de violencia superior al asumido por la mayoría de la población sería contrario al desarrollo del movimiento y favorecería los proyectos del capital.

Problemas, peligros y futuro del movimiento

Esta discusión sobre la violencia tiene una segunda enseñanza. Desde los medios de comunicación del sistema se está ahora promocionando el "modelo Barcelona", pacífico y ordenado, frente al "modelo Génova", donde la violencia causó la muerte de Giuliani.

En primer lugar, la violencia policial existió en Génova y también Barcelona. Fue esa violencia la que asesinó a Giuliani, que era un joven manifestante como los miles de Barcelona.

Sin embargo, detrás de la promoción del "modelo Barcelona" está el inicio de una nueva política del sistema con el movimiento contra la globalización capitalista. Contra los pronósticos del Financial Times de que el espíritu del 11 de septiembre acabaría con el movimiento antiglobalización, este último parece desarrollarse con creciente fuerza. Frente a ello, el sistema, sin abandonar la política de criminalización, ensaya una nueva política, la absorción, la integración, el intento de disolver el movimiento en el discurso de humanizar la globalización.

Es algo que ya tiene precedentes. Antes de la reunión finalmente abortada de Barcelona en junio del 2001, el Banco Mundial ofrecía reunirse con las más variadas ONG’s y movimientos para tratar de paliar juntos la pobreza. Siempre que algún alto organismo capitalista se reúne, se muestra preocupado por el aumento de la miseria o la desigualdad social. Pero ahora no se trata sólo de esta clásica hipocresía de los poderosos sino que el sistema quiere tender puentes hacia el movimiento de contestación y hay una serie de organizaciones políticas, sindicales y sociales que se prestan a ello.

Esa es la función del Foro Social de Barcelona: hacer propaganda de la posibilidad de humanizar, controlar, moderar ordenadamente el capitalismo neoliberal; y lo hace defendiendo reivindicaciones como una mayor democracia, una mayor justicia, una mayor igualdad, eso sí, sin tocar al capital ni el Estado.

Esta política reformista tiende a golpear lo que antes hemos señalado como un lado débil de nuestro movimiento: su falta de solidez política y de alternativas al capital.

Una de las características del capitalismo del último siglo ha sido la de saber integrar en su seno y por tanto desarmar a muchos de los movimientos contestatarios que contra el se erigieron. Que no ocurra lo mismo con el actual y ya masivo movimiento antiglobalizador es una necesidad imprescindible para quienes queremos realmente acabar con el capital.

La responsabilidad de los revolucionarios, de las organizaciones y los militantes individuales es a este respecto muy grande. El papel de muchas organizaciones que se reivindican del marxismo dentro del movimiento antiglobalización no puede seguir los cánones del pasado: pretender "dirigirlo" y convertirlo en un semillero de militantes. Esa actitud es hoy un crimen. Los compañeros con experiencia en luchas anteriores y con una formación teórica y organizativa importante debe ser el de pelear por la consolidación del movimiento pero con el respeto más exquisito a los ritmos y métodos democráticos del propio movimiento.

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