Reforma o revolución en el siglo XXI *

*El siguiente artículo es una parte editada del documento "Ha comenzado un proceso revolucionario", recientemente votado por mayoría en el 2º Plenario nacional de cuadros del MAS.

Es un apasionante hecho que el proceso revolucionario abierto en la Argentina es, de manera general, "la primera revolución" del siglo XXI. Pone así sobre la mesa una multitud de problemas teóricos y estratégicos de gran importancia, de los cuales en este texto queremos destacar dos: el restablecimiento de la perspectiva de la revolución como una "posibilidad objetiva", que aparentemente había sido desplazada del escenario histórico a lo largo de la década del ’90 y que vuelve a replantear –en las nuevas condiciones– el debate histórico de "reforma o revolución"; y, al mismo tiempo, la posibilidad del relanzamiento del genuino contenido de democracia y autodeterminación que deben tener la revolución y el socialismo, afirmándonos sobre la experiencia viva del comienzo del Argentinazo y, sobre todo, en el balance de los Estados Burocráticos.

Relanzar la perspectiva de la revolución

Desde esta doble perspectiva, está planteada una inmensa pelea política, ideológica y estratégica contra la CTA, el Frenapo y el conjunto de las corrientes frente populistas. Su propuesta de "humanización del capitalismo" supone dos cosas. Por un lado, que sería imposible pelear por una perspectiva que vaya más allá del capitalismo, que la revolución y el socialismo estarían fuera del marco de las posibilidades "objetivas". Por el contrario, para estas corrientes, sí sería posible "humanizar" el sistema, esto es, introducir otra forma de regulación y funcionamiento del capitalismo, distinta de la "neoliberal", que lo pondría "más al servicio de las necesidades humanas".

Estos argumentos son completamente falsos. Hacen parte del andamiaje "teórico" de las corrientes del "nuevo reformismo", muchas de las cuales se dieron cita en el reciente Foro Social Mundial e intentan monopolizar la vanguardia con propuestas de "gestión", de "mejora" del sistema y de la democracia capitalista.

Si por un lado el carácter degenerativo de esta fase de mundialización del capital imperialista acentúa las tendencias más destructivas del capitalismo, y no parece dejar lugar –en la escala mundial– para ninguna veleidad de "humanización" del capital, al mismo tiempo las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre han puesto sobre la mesa –como un hecho objetivo–que las más amplias masas han sido capaces de llevar adelante una acción histórica independiente y revolucionaria.

Por esto, cuando señalamos que está planteado comprender la perspectiva de la revolución como una de las posibilidades objetivas en estos comienzos del siglo XXI en la Argentina actual, lo que queremos decir es que no hay ninguna posibilidad de que el capitalismo, atenuando de conjunto sus contradicciones, pueda abrir una fase de progreso de las fuerzas productivas que nos reintroduzcan en un período general "reformista", más bien todo lo contrario.

Si esto es así, si la barbarie capitalista que avanza desata –a la vez– la reacción revolucionaria del movimiento de masas (como está ocurriendo hoy en la Argentina) entonces, las condiciones de posibilidad de la realización efectiva de la revolución socialista están en otro lado: en el desarrollo de todos los elementos de la subjetividad de los explotados y oprimidos que la hagan posible. Y de eso se trata la acción de los socialistas revolucionarios en el Argentinazo actual: la de trabajar duramente desde la perspectiva de que pueda transformarse en revolución socialista. Porque la "alternativa" no será "la reforma", sino, en las diversas variantes políticas burguesas que se puedan dar, la más profunda reacción o la lisa y llana contrarrevolución.

Así, la alternativa "reforma o revolución" se conjuga íntimamente -dadas las características del capitalismo mundial en estos comienzos del siglo XXI-, con la otra alternativa dialéctica de la cual forman –en el fondo– una y la misma cosa: "socialismo o barbarie".

Autodeterminación y socialismo

En segundo lugar, queremos destacar que el Argentinazo, como proceso en curso a posteriori de la caída del estalinismo, expresa –en su profundo contenido democrático y de autodeterminación– un aprendizaje histórico latente en las masas trabajadoras y una característica completamente distinta de las revoluciones anticapitalistas y burocráticas (pero no socialistas) que jalonaron a la segunda posguerra. Esto es de una importancia inmensa y se conecta con el análisis que desde nuestra corriente venimos haciendo, en el sentido de que la caída del estalinismo significaba –potencialmente– un acontecimiento positivo que abría la posibilidad de "relanzar la batalla por el socialismo" en el sentido más auténtico y cabal. El proceso actual, con sus fuertes elementos de democracia desde abajo y acción independiente de grandes sectores de masas, parece expresar esta característica, distinta de la mayoría de las revoluciones de la segunda posguerra, con el tremendo peso de los aparatos burocráticos que sufrieron. Así, el Argentinazo expresa aspectos centrales de una acción de masas autodeterminada, que el resto de la izquierda revolucionaria es completamente incapaz de comprender y/o respetar.

Tenemos, entonces, una batalla por el pleno aliento, respeto y valoración del decisivo carácter de la democracia directa de los trabajadores y de la autodeterminación, no como factor instrumental, sino como factor estratégico, en el sentido de que son los trabajadores mismos los que deben llevar adelante la obra de su propia liberación.

Al mismo tiempo, sin embargo, no hay que perder de vista que desde algunas corrientes del pensamiento e incluso desde algunas organizaciones políticas (como el caso de AyL) que son, desde un punto de vista general, de izquierda y/o "revolucionarias", se tiende –de manera sumamente equivocada– a la idealización o a la lisa y llana adaptación al aspecto "democrático general" del proceso en curso, desvalorizando la esencial pelea por los motivos "sociales", de transformación revolucionaria obrera y popular, socialista, de la sociedad. En esto, hace una elaboración teórica unilateral y en gran medida abstracta y superficial, que tiende a reducir solo en el Estado y no en las transformaciones del conjunto de las relaciones sociales y de producción la tarea de la revolución social, y que por lo tanto reduce al ángulo "democrático radical" las tareas planteadas por el Argentinazo. Parte de esto es la actual "moda" que anida en sectores de la vanguardia a escala mundial, de que el mundo podría cambiarse sin que los trabajadores "tomen el poder". Las obras de Toni Negri o de John Holloway son la fuente de inspiración para estos sectores, obras que en el fondo son "una fuga hacia delante" en relación con los complejos problemas de la revolución y del socialismo. Contra esta posible recaída, que busca, "idealistamente", desentenderse del terreno real en el cual se desarrolla la lucha de clases, también se debe pelear.

*El siguiente artículo es una parte editada del documento "Ha comenzado un proceso revolucionario", recientemente votado por mayoría en el 2º Plenario nacional de cuadros del MAS.

Es un apasionante hecho que el proceso revolucionario abierto en la Argentina es, de manera general, "la primera revolución" del siglo XXI. Pone así sobre la mesa una multitud de problemas teóricos y estratégicos de gran importancia, de los cuales en este texto queremos destacar dos: el restablecimiento de la perspectiva de la revolución como una "posibilidad objetiva", que aparentemente había sido desplazada del escenario histórico a lo largo de la década del ’90 y que vuelve a replantear –en las nuevas condiciones– el debate histórico de "reforma o revolución"; y, al mismo tiempo, la posibilidad del relanzamiento del genuino contenido de democracia y autodeterminación que deben tener la revolución y el socialismo, afirmándonos sobre la experiencia viva del comienzo del Argentinazo y, sobre todo, en el balance de los Estados Burocráticos.

Relanzar la perspectiva de la revolución

Desde esta doble perspectiva, está planteada una inmensa pelea política, ideológica y estratégica contra la CTA, el Frenapo y el conjunto de las corrientes frente populistas. Su propuesta de "humanización del capitalismo" supone dos cosas. Por un lado, que sería imposible pelear por una perspectiva que vaya más allá del capitalismo, que la revolución y el socialismo estarían fuera del marco de las posibilidades "objetivas". Por el contrario, para estas corrientes, sí sería posible "humanizar" el sistema, esto es, introducir otra forma de regulación y funcionamiento del capitalismo, distinta de la "neoliberal", que lo pondría "más al servicio de las necesidades humanas".

Estos argumentos son completamente falsos. Hacen parte del andamiaje "teórico" de las corrientes del "nuevo reformismo", muchas de las cuales se dieron cita en el reciente Foro Social Mundial e intentan monopolizar la vanguardia con propuestas de "gestión", de "mejora" del sistema y de la democracia capitalista.

Si por un lado el carácter degenerativo de esta fase de mundialización del capital imperialista acentúa las tendencias más destructivas del capitalismo, y no parece dejar lugar –en la escala mundial– para ninguna veleidad de "humanización" del capital, al mismo tiempo las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre han puesto sobre la mesa –como un hecho objetivo–que las más amplias masas han sido capaces de llevar adelante una acción histórica independiente y revolucionaria.

Por esto, cuando señalamos que está planteado comprender la perspectiva de la revolución como una de las posibilidades objetivas en estos comienzos del siglo XXI en la Argentina actual, lo que queremos decir es que no hay ninguna posibilidad de que el capitalismo, atenuando de conjunto sus contradicciones, pueda abrir una fase de progreso de las fuerzas productivas que nos reintroduzcan en un período general "reformista", más bien todo lo contrario.

Si esto es así, si la barbarie capitalista que avanza desata –a la vez– la reacción revolucionaria del movimiento de masas (como está ocurriendo hoy en la Argentina) entonces, las condiciones de posibilidad de la realización efectiva de la revolución socialista están en otro lado: en el desarrollo de todos los elementos de la subjetividad de los explotados y oprimidos que la hagan posible. Y de eso se trata la acción de los socialistas revolucionarios en el Argentinazo actual: la de trabajar duramente desde la perspectiva de que pueda transformarse en revolución socialista. Porque la "alternativa" no será "la reforma", sino, en las diversas variantes políticas burguesas que se puedan dar, la más profunda reacción o la lisa y llana contrarrevolución.

Así, la alternativa "reforma o revolución" se conjuga íntimamente -dadas las características del capitalismo mundial en estos comienzos del siglo XXI-, con la otra alternativa dialéctica de la cual forman –en el fondo– una y la misma cosa: "socialismo o barbarie".

Autodeterminación y socialismo

En segundo lugar, queremos destacar que el Argentinazo, como proceso en curso a posteriori de la caída del estalinismo, expresa –en su profundo contenido democrático y de autodeterminación– un aprendizaje histórico latente en las masas trabajadoras y una característica completamente distinta de las revoluciones anticapitalistas y burocráticas (pero no socialistas) que jalonaron a la segunda posguerra. Esto es de una importancia inmensa y se conecta con el análisis que desde nuestra corriente venimos haciendo, en el sentido de que la caída del estalinismo significaba –potencialmente– un acontecimiento positivo que abría la posibilidad de "relanzar la batalla por el socialismo" en el sentido más auténtico y cabal. El proceso actual, con sus fuertes elementos de democracia desde abajo y acción independiente de grandes sectores de masas, parece expresar esta característica, distinta de la mayoría de las revoluciones de la segunda posguerra, con el tremendo peso de los aparatos burocráticos que sufrieron. Así, el Argentinazo expresa aspectos centrales de una acción de masas autodeterminada, que el resto de la izquierda revolucionaria es completamente incapaz de comprender y/o respetar.

Tenemos, entonces, una batalla por el pleno aliento, respeto y valoración del decisivo carácter de la democracia directa de los trabajadores y de la autodeterminación, no como factor instrumental, sino como factor estratégico, en el sentido de que son los trabajadores mismos los que deben llevar adelante la obra de su propia liberación.

Al mismo tiempo, sin embargo, no hay que perder de vista que desde algunas corrientes del pensamiento e incluso desde algunas organizaciones políticas (como el caso de AyL) que son, desde un punto de vista general, de izquierda y/o "revolucionarias", se tiende –de manera sumamente equivocada– a la idealización o a la lisa y llana adaptación al aspecto "democrático general" del proceso en curso, desvalorizando la esencial pelea por los motivos "sociales", de transformación revolucionaria obrera y popular, socialista, de la sociedad. En esto, hace una elaboración teórica unilateral y en gran medida abstracta y superficial, que tiende a reducir solo en el Estado y no en las transformaciones del conjunto de las relaciones sociales y de producción la tarea de la revolución social, y que por lo tanto reduce al ángulo "democrático radical" las tareas planteadas por el Argentinazo. Parte de esto es la actual "moda" que anida en sectores de la vanguardia a escala mundial, de que el mundo podría cambiarse sin que los trabajadores "tomen el poder". Las obras de Toni Negri o de John Holloway son la fuente de inspiración para estos sectores, obras que en el fondo son "una fuga hacia delante" en relación con los complejos problemas de la revolución y del socialismo. Contra esta posible recaída, que busca, "idealistamente", desentenderse del terreno real en el cual se desarrolla la lucha de clases, también se debe pelear.

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