SUDAMÉRICA. CONTAGIO Y ALGO MÁS

Bush y América Latina

Las bases económicas de la política del "gran garrote"

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, Nº 12, julio 2002

A medida que se desarrolla la crisis latinoamericana (en la que ahora está en riesgo de rodar Brasil) abundan los comentarios sobre la política de la administración Bush en relación al continente sur. Es obvia la importancia de analizarla.

Aunque su arrogancia y brutalidad no son distintas de las que despliega en el resto del mundo subdesarrollado, muchos cándidos (sinceros o fingidos) se lamentan de esa actitud del amo. ¡De aquí no ha salido ningún Bin Laden que le tire aviones por la cabeza! ¿Por qué nos trata tan mal? Hasta el presidente Cardoso de Brasil masculla protestas. También se oyen críticas en los mismos EE.UU., donde un alto ex funcionario de Clinton dice que dentro de unos años Bush podría ser recordado como "el presidente que perdió América Latina". Por otra parte, su teoría de que lo de Argentina no era "contagioso", está siendo desmentida por los hechos.

Argentina sería el caso más patético e injusto de esos "errores". Luego de tanta "relación carnal" y de cumplir más que otros países latinoamericanos los dictados del "consenso de Washington" de 1990 (liberalización comercial y financiera, privatizaciones, desregulaciones, apertura a las inversiones extranjeras, etc.), es tratada "a cara de perro" por Bush, sus funcionarios y el FMI.

 

Un giro reaccionario...

 

Se dan variedad de explicaciones, como por ejemplo que América Latina "no figura en la agenda" del gobierno de Washington, dedicado ante todo a la "guerra contra el terrorismo" en la otra punta del mapa. O que Bush "no conoce" Latinoamérica y por eso se mueve como elefante en bazar. También se invoca "la ideología de la derecha del Partido Republicano", para explicar la negativa a implementar grandes paquetes de "salvataje" financiero (como acostumbraba el bueno de Clinton, del Partido Demócrata). Aunque le dispensa mejor trato que a Argentina, Bush tampoco se juega en "ayudar" a Brasil. Los 10.000 millones acordados recientemente por el Fondo, son "monedas" en relación a las cifras que mueve el gigante de Sudamérica.

Dejemos de lado las teorías del "olvido" o de la "ignorancia" de Bush. Sólo pueden decirlas quienes ignoran cómo funciona el colosal aparato burocrático que administra el imperio mundial de EE.UU. Este aparato de Estado y sus políticas se caracterizan por su continuidad, más allá de que el presidente de turno sea "demócrata" o "republicano", un "estadista" como Roosevelt o un millonario de pocas luces y menor cultura, como Bush. En cuanto a las ideologías, ellas son factores importantes de la política, pero difícilmente determinen por sí solas la línea para una región que es nada menos que el patio trasero de EE.UU. La burguesía republicana de derecha suele ser, por ejemplo, cerrilmente antisemita, lo que no le impide apoyar incondicionalmente al Estado de Israel. Tampoco simpatiza con el PC chino, lo que no es obstáculo para hacer buenos negocios con sus burócratas.

Se señala también que Bush y su equipo provienen de sectores burgueses distintos a los que reflejaba la administración Clinton. Se dice, por ejemplo, que el actual rechazo a los "salvatajes" financieros tiene que ver con esas diferencias de intereses.

Parece haber bastante de cierto en eso, especialmente en los que ahora manejan la Secretaría del Tesoro. Sin embargo, las grandes líneas del imperialismo yanqui, sobre todo en política exterior, son por regla general políticas de Estado (de allí también su continuidad) y no de un partido contra otro. Por supuesto, hay numerosas materias de disputa, donde se juegan intereses divergentes —como sería, en relación a América Latina, la implementación del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas)—. Pero esas fracturas no siguen exactamente las fronteras de los partidos. Por ejemplo, en relación al ALCA, Bush continúa el intento de Clinton de ponerlo en marcha.

La política de "gran garrote" que exhibe hoy Bush para América Latina, se encuadra, en primer lugar, en el giro reaccionario, con epicentro en Estados Unidos, que se genera a consecuencia del 11 de septiembre.

El imperialismo supo aprovechar el vuelco derechista y patriotero que logró en las masas estadounidenses, que fueron convencidas de que se había iniciado una "guerra". Así pasaron a apoyar a un gobierno que venía malparado ante la opinión pública, y que se erigió en comandante mundial de una cruzada contra un enemigo convenientemente confuso y omnipresente como para justificar cualquier barbaridad: desde la invasión a Afganistán (y, de paso, a gran parte de Asia central) y el exterminio del pueblo palestino, hasta la promulgación de leyes represivas y el intento de criminalizar los movimientos sociales. Aunque en los últimos tiempos Bush viene cuesta abajo ante la opinión pública, aún conserva gran parte de ese apoyo social en materia de política exterior.

En América Latina, también se desplegó esa ofensiva reaccionaria. El incentivo a la guerra de Colombia, el intento de golpe en Venezuela, la intervención descarada en procesos electorales como el de Bolivia y Brasil, el "aprete" a Argentina y otros países en dificultades son algunos hechos de este cuadro general. Sin embargo, al mismo tiempo hay que subrayar que en líneas generales no se trata de creaciones de la era Bush. El plan Colombia y el tejido de bases militares y de coordinación represiva con los ejércitos latinoamericanos vienen de Clinton. Lo mismo el proyecto ALCA y las "dificultades" con Chávez. Con nuevos ímpetus y distintas formas, se trata de una nueva fase en las relaciones del imperialismo yanqui con América Latina, pero en la continuidad de un mismo proceso colonizador.

 

...pero en el marco de una crisis económica seria

 

Sin embargo, entre otras cosas, hay algo importante que ha cambiado. Los años de Clinton, en los ‘90, fueron los de un gran crecimiento de la economía norteamericana, que también motorizó (aunque muy desigual y contradictoriamente) una expansión de la economía mundial. Por el contrario, los años de Bush se iniciaron como los de una crisis recesiva en EE.UU. y el resto del mundo. La economía de EE.UU. (y más en general la de la tríada imperialista que conforma con Japón y la Unión Europea) se enfrenta a problemas serios. El pronóstico es aún incierto. Pero de lo que hay plena certidumbre, es que la misma crisis ha puesto a funcionar a toda máquina los diversos mecanismos para descargarla desde el centro hacia los países de la periferia. Y, en ese contexto, América Latina está en una posición extremadamente frágil.

Como veremos a continuación, como un factor para superar la recesión (y sobre todo prevenir una depresión), EE.UU. tiene, entre otras, la necesidad imperiosa de redoblar la transferencia de recursos desde la periferia. Ordeñar a América Latina hasta la última gota es hoy vital para EE.UU. El "gran garrote" de Bush no puede entonces desvincularse de la necesidad de tener a la vaca bien atada.

Aquí no podemos dar un cuadro completo de la actual crisis, pero sí señalar algunos de sus aspectos que tienen que ver con lo que decimos.

En el nudo de la crisis está un exceso de inversiones, capacidad instalada y sobreproducción —con centro en EE.UU., pero que también comprende en cierta medida a Europa, Japón y algunos países de Asia— que hizo caer verticalmente la rentabilidad de sus corporaciones, en primer término las industriales. Desde su epicentro en EE.UU., la recesión se ha ido expandiendo desigualmente. Pero los mecanismos de la economía globalizada la sincronizan de tal manera que desde la Unión Europea no se ha podido compensar la caída norteamericana.

A excepción de algunos de Asia, los más afectados han sido los países de la periferia, principalmente de América Latina. Mientras en el 2001 el crecimiento del producto mundial se estancaba en un 1,3% y el de los países centrales en un 1%, el de América Latina y el Caribe era nulo. Y para el 2002 se prevé prácticamente lo mismo: un 0,25%.[1] Pero quizá el signo más notable del alcance mundial de la crisis ha sido la caída del comercio internacional, de un 12,3% de crecimiento en el 2000 a un –0,9% en el 2001, algo que no había sucedido en casi 20 años.[2]

Tanto en el boom estadounidense de los 90 como en la actual crisis recesiva, jugó y está jugando un papel fundamental el infle y desinfle de la "burbuja" del mercado de valores de Nueva York. Se supone que entre el precio de una acción y las ganancias que reportaría, debe haber una proporción "sensata". Esto —que técnicamente se llama "relación precio/rendimiento"— se disparó a las nubes, por fuera de la rentabilidad real de las empresas. Mientras el promedio histórico de más de un siglo de la relación precio/rendimiento es de 13 veces, en Wall Street llegó a hasta casi 35 veces en el 2000 (curiosamente, una proporción sólo comparable a la que se alcanzó en vísperas de la crisis de 1929).[3] Desde entonces vienen cayendo. Y fue precisamente la flor y nata de las acciones de la supuesta "nueva economía" —las empresas "tecnológicas"— las que más de hundieron. Así, el índice Nasdaq, que alcanzó el 10 de marzo de 2000 el pico de 5.132,52 puntos hoy, 16 de julio, cerró a 1.375,26. Eso significa que quien compró 1.000 dólares de esas acciones el 10/03/00, ahora si no vendió a tiempo sólo le quedan 267,95.

La "burbuja", hija de la globalización financiera y del dominio del capital especulativo, cumplió inicialmente, al "inflarse", un papel de primer orden en agravar la sobreinversión y el exceso de capacidad instalada, que terminaron finalmente en una seria caída de las ganancias corporativas. Los precios delirantes de las acciones, en el marco de mercados de valores "desregulados" y "globalizados", que admiten todo tipo de maniobras especulativas para hacerlas subir artificialmente (como las recompras de sus acciones por las mismas empresas), hizo que las corporaciones pudieran hacerse de capitales inmensos casi sin costos. Mediante nuevas emisiones de acciones o tomando préstamos con garantías de esas acciones o de otros activos sobrevaluados, las empresas se expandieron más allá de lo sostenible.

Ahora, el "desinfle" de la "burbuja" deja al descubierto problemas no menos graves. En primer lugar, aunque los precios de las acciones han bajado, muy probablemente siguen aún sobrevaluadas porque al mismo tiempo las ganancias de las corporaciones también han caído. Aun no se ve el piso.

Los fraudes en la contabilidad, recurso desesperado de las corporaciones para aparentar ganancias inexistentes, ha resultado un remedio peor que la enfermedad. A partir de la quiebra de Enron y ahora de los escándalos de WorldCom, Xerox, Squibb, Merck, General Electric, el Boston, etc., se generalizan las sospechas que la generalidad de los balances venían siendo "dibujados". "La pérdida «sistémica» de confianza —declara al Wall Street Journal (11/07/02) un director del Deutsche Bank— está haciendo que individuos y firmas por igual retiren su dinero del mercado [de valores]."

Otro columnista de la misma publicación señalaba el 28/06/02 que "los europeos están trayendo el dinero de vuelta a casa, y los demás inversionistas los están siguiendo". En enero y febrero de 2001, ingresaron del extranjero 78.000 millones de dólares al mercado de valores. En los mismos meses de 2002, entraron sólo 14.000 millones para comprar acciones y bonos estadounidenses. Pero esto no sólo sucede con las inversiones "de cartera" (acciones, títulos, etc.) sino que es aun peor con las "inversiones extranjeras directas". En los cuatro primeros meses de 2001, las inversiones directas europeas en EE.UU. alcanzaron 39.034 millones de dólares. En los mismos meses de 2002, bajaron a 3.825 millones.[4] Todo esto se refleja en la caída del dólar en relación al euro y otras monedas.

 

¿Locomotora o aspiradora?

 

¿Qué importancia tiene esto último? Tiene que ver con cómo está configurada la economía mundial alrededor del centro económico y financiero, los EE.UU.

Se dice que la economía de EE.UU. es el "motor" o la "locomotora" de la economía mundial. Es efectivamente así, en el sentido que sus aceleraciones o frenadas determinan, aunque muy desigualmente, el curso en el mismo sentido de sus socios menores y rivales (la Unión Europea y Japón) y también de gran parte de la periferia. En esta crisis recesiva, la Unión Europea ha probado que no puede relevar a EE.UU. de ese papel de "locomotora". La contracción de su economía ha ido tras los pasos de la estadounidense.

Pero, para echarse a andar, la "locomotora" norteamericana exige combustible. Concretamente, no funciona sin un flujo importante y sostenido de capitales desde el exterior hacia EE.UU. Esto es decisivo, entre otros motivos porque tanto la balanza comercial, como la cuenta corriente y el presupuesto fiscal son deficitarios. Y la contracción los ha puesto aun más en rojo. Por su parte, el mercado de valores también lo necesita para frenar la caída.

En abril pasado, EE.UU. batió su record de déficit comercial mensual, con 35.900 millones de dólares. Financial Times (21/06/02) sostiene que "el tamaño del déficit significa que se necesitan más de 1.000 millones diarios de flujos netos de capital extranjero para cubrirlo, mantener a flote el dólar y los precios de las acciones, y evitar un alza de las tasas de interés". Un analista del New York Times calcula que esa necesidad llegará a los 1.300 millones diarios.[5]

Los planes de superávit fiscal de la era Clinton han sido abandonados. El déficit federal se ha disparado a 160.000 millones de dólares anuales, y eso exige también financiación. Bush ha hecho votar un incremento de 450.000 millones en la deuda pública de 5.950.000 millones. Los Estados de la Unión no están en mejor situación. Ambos déficits (federal y de los Estados) han subido al compás de los gastos militares, pero sobre todo de la caída de la recaudación en porcentajes que parecen de Argentina: –8% general en el primer trimestre del 2002 y hasta el –15% en algunos grandes Estados.[6]

El Estado norteamericano es el mayor deudor público del mundo. Pero es superado de lejos por las deudas de los particulares y corporaciones que son los más grandes deudores privados del planeta. Los informes señalan el endeudamiento excesivo de muchas corporaciones, que viene de la fiesta de los 90. Hoy ya no pueden cubrir eso a costo cero emitiendo acciones. Y las ganancias siguen bajas o no existen. Así, una buena porción de esas deudas deberán ser refinanciadas o irán a la quiebra, como Enron.

En síntesis: en EE.UU. se necesita plata, plata y más plata. La bolsa necesita ingresos de capitales para no caer más aun. El Estado, para enjugar sus déficits, las corporaciones para refinanciarse. EE.UU. precisa pasar la aspiradora a escala mundial para chupar capitales donde se encuentren, como medida fundamental para superar el trance.

Hay signos contradictorias sobre el curso de la economía. Una señal positiva fue que en el primer trimestre el Producto creció un 6,1%, el mayor aumento trimestral desde 1999. Sin embargo hay señales en sentido opuesto. La bolsa siguió cayendo y no se percibe un mayor rentabilidad. Pueden seguir entonces las dificultades, pero eso no significa que lo más probable sea una debacle como la que sufrimos aquí y en otros sectores de la periferia.

 

Pasando el rastrillo en América Latina

 

Es en esta situación que personajes como Remes Lenicov, Lavagna y Duhalde viajan a Washington a tocar el timbre para mendigar un "salvataje". Pero el horno no está bollos. Como ya explicamos, hoy lo que menos interesa al imperialismo es hacer eso.

De lo que se trata, por el contrario, es de pasar el rastrillo para transferir ingresos de América Latina (y de todo el mundo) hacia EE.UU. y/o disminuir los flujos que vayan en sentido opuesto. Esto discurre por varios mecanismos.

* En primer lugar está el de la deuda. Los aumentos del llamado "riesgo-país" en Latinoamérica no sólo significan "dudas" sobre la capacidad de pago de los Estados deudores, sino también el aumento de los intereses a un nivel confiscatorio.

Consideremos el ejemplo de Brasil que el 16 de julio tuvo un "riesgo-país" de 1.554 puntos. Eso significa que para renovar y/o obtener un nuevo préstamo, deberá pagar un 15,54% sobre la tasa del bono a 10 años del Tesoro de EE.UU., que hoy es de 4,6%. Total, un 20,14%. Y si no acepta refinanciar a esa tasa, deberá pagar todo a su vencimiento para no caer en default.

Esta usura tiene además efectos devastadores sobre el conjunto de la actividad económica. Es que esa tasa se toma como referencia para el crédito privado. ¿Qué negocio (lícito) puede pagar tasas por encima del 20% anual en dólares o en su equivalente en moneda nacional indexada? De esa forma, en Brasil, desde la disparada del riesgo-país, "los préstamos sindicados de bancos extranjeros a empresas brasileñas cayeron casi 40% en el primer semestre del 2002".[7] Esto tiene efectos recesivos y termina golpeando a los trabajadores. Las empresas que quedan sin créditos tendrán dificultades para seguir adelante, lo que implicará despidos, reducción del salario... Y en las que tomen los créditos, no les irá mejor a los trabajadores, ya que sólo con un aumento fenomenal de la tasa de plusvalía se puede soportar semejante punción del capital usurario sobre las ganancias.

No menos graves son las consecuencias sociales vistas desde el sector público. Según el economista Luiz Carlos Prado, de la Universidad de Rio de Janeiro, "Brasil precisa captar en el exterior 45.000 millones de dólares por año para cubrir ese déficit [de cuenta corriente]. Además de los 74.000 millones de deuda interna que es necesario renovar año tras año".[8] Ahora bien, hacerlo con tasas del 20% o más, exige para poder pagarlas un recorte brutal del gasto del Estado, con las consecuencias sociales y recesivas que aquí conocemos de sobra.

* Al mismo tiempo que se incrementan las exacciones usurarias de la deuda, se retraen fuertemente los flujos de capital a América Latina. De acuerdo a la CEPAL, "los flujos de inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe bajaron de 105.000 millones en 1999 a 80.000 en el 2001... la tendencia declinante persiste... para el 2002".[9] Otras estimaciones predicen en el 2002 una reducción a 37.000 millones.

El citado informe de la CEPAL al hacer un balance de estas inversiones directas en los 90, señala que fueron principalmente a la privatización de las grandes empresas estatales, energía y servicios, y compra de firmas nacionales privadas. Es decir, todo ya existente. O sea poco que ver con inversiones realmente productivas. Ahora, finalizada la etapa de las "reformas" (queda poco para vender), las inversiones se contraen. Estas inversiones, al principio aliviaron las cuentas externas, pero ahora todo empeoró porque "envían crecientes remesas de utilidades".

Es así entonces que mientras bajaron verticalmente las "inversiones", el "balance de renta general" (como llama la CEPAL al "pago de intereses, utilidades y dividendos, es decir, la remuneración del capital extranjero") "se mantuvo en niveles elevados de –52.500 millones de dólares" y "dejó en Brasil un saldo negativo de 18.000 millones".[10]

La mayor parte de las inversiones extranjeras de los 90 en América, no desarrollaron ningún sector productivo avanzado para insertarnos en el mercado mundial, sino que fueron principalmente a servicios que operan con precios de monopolio (como en Argentina, Repsol, las telefónicas, etc.). Ahora no son más que el extremo de un tubo por el que fluyen hacia el exterior los capitales, bajo la forma de remesas de ganancias.

El mismo México, que es citado como ejemplo de "progreso", y el NAFTA tomado como modelo para desarrollar el ALCA, "registró un crecimiento del déficit, por el pago de utilidades, dividendos e intereses".(CEPAL, cit.)

* Los términos del intercambio son otro aspecto de la expoliación. "Por segunda vez en cuatro años —señala el citado informe de la CEPAL sobre la inserción internacional de América Latina—, en el 2001 las exportaciones de América Latina sufrieron una significativa contracción de su valor... La situación externa de América Latina se ha ido deteriorando... La contracción de los ingresos por concepto de exportación, se debió más a un efecto precio que al volumen exportado... Los precios de los principales productos de la región sufrieron reducciones considerables... el indicador de precios de productos básicos (sin el petróleo) del FMI registró una caída del 14% en los últimos dos años."

Este deterioro brutal de los precios suele ser atribuido a los avatares del "mercado". Sin embargo, la estructura oligopólica a escala mundial, propia de esta fase de globalización, hace que ese "mercado" no sea precisamente anónimo, ni existe en el ninguna "mano invisible". Un ejemplo impactante es el del café. A escala mundial, el mercado del café (compra a los productores, elaboración y venta al consumidor) es dominado por sólo cuatro firmas: Procter & Gamble, Kraft Foods (de Phillips Morris), Sara Lee Corp. y Nestlé. Es un mercado internacional de 55.000 millones de dólares. Esas firmas alentaron el exceso de cultivo de café para generar una enorme superproducción mundial que hizo bajar desde 1998 un 80% los precios del café cosechado. Sin embargo, los precios de la venta al público de café molido bajaron mucho menos (en EE.UU., sólo un 27%; en otros países, ni eso). Así los cuatro gigantes del café hicieron ganancias colosales. Al mismo tiempo, se produjo la ruina en masa de los pequeños productores. Sólo en América Central y México, según el mismo Banco Mundial, 600.000 trabajadores perdieron sus empleos y 1.500.000 campesinos de la región quedaron sin tener qué comer.[11]

* Por último, los crecientes remezones económicos, sociales y políticos dinamizan otro canal de transferencia de riqueza de la periferia al centro. Éste es el más difícil de medir con precisión. Se trata de la "fuga de capitales". Las más de las veces son de sumas no declaradas para eludir el pago de impuestos. Las transferencias al exterior tampoco son fáciles de comprobar en muchos países. La fuga de capitales de la burguesía y las clases medias altas de América Latina es posiblemente el principal "servicio" que prestan los bancos, especialmente los extranjeros.

En el caso de Argentina, las "manos libres" a los bancos fueron un elemento clave para precipitar el derrumbe. Con un criterio de clase, los bancos alertaron y organizaron con sus grandes depositantes, las transferencias al exterior. Los millones de pequeños y medianos ahorristas, que no estaban en la conspiración, quedaron de rehenes y sus depósitos han sido de hecho expropiados.

Una Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados, llegó a la conclusión de que unos 125.000 millones de dólares (un monto casi igual a la deuda externa del país) está invertido en bonos, títulos y acciones de EE.UU. y otros países centrales, o depositado a plazos en sus bancos. En los meses que precedieron al derrumbe, la fuga pudo haber llegado a los 20.000.

La "fuga de capitales" no cumple sólo un importante papel económico sino también político-social. Sectores de las burguesías y las altas clases medias se "fusionan" así, de alguna manera, con los intereses de los capitales imperialistas y sus burguesías. Como parte de esto, mediante los títulos de las deudas públicas, muchos también se hacen acreedores de su propio país. Así terminan tan interesados como el Citibank que la deuda externa sea pagada puntualmente por su país.

Resumiendo: al examinar la actual política del gobierno de EE.UU. hacia América Latina, no debemos perder de vista el marco de crisis recesiva en que se inscribe. Esta crisis, entre otras consecuencias, determina una necesidad imperiosa de transferencia de capitales hacia EE.UU. Para América Latina, esto implica redoblar la explotación y el saqueo de sus pueblos y países.

 

Notas:

 

1.- The World Economy in 2002, United Nations, pág. 16

2.- Cit., pág. 2.

3.- Alejandro Valle Baeza, Dos crisis de inicio de siglo, II Coloquio Latinoamericano de Economistas Políticos, Brasil, mayo 2002.

4.- Datos de Christopher Rhoads, La inversión de origen europeo deja EE.UU. y arrastra otros capitales, Wall Street Journal Americas, 28/06/02, y de James Petras, La triple crisis de EE.UU., La Jornada, México, y Correo de Prensa de la IV Internacional, 28/06/02.

5.- Edmund L. Andrews, Las empresas de EE.UU. ya no son modelo para otros países, NYTimes, 04/07/02.

6.- The Economist, 14/07/02.

7.- Pamela Druckerman, La crisis sume a las empresas brasileñas en un vacío crediticio, Wall Street Journal Americas, 26/06/02.

8.- La Nación, suplemento Económico, 23/06/02

9.- Cae inversión extranjera en América Latina y el Caribe, Informe CEPAL, 17/06/02.

10.- Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, CEPAL, Chile, marzo de 2002.

11.- Datos de Peter Fritsch, La crisis del café agrava la miseria en América Latina, Wall Street Journal Américas, 08/06/02.

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