“Hay que luchar contra el silencio...”

 

La violencia contra la mujer toma distintas formas.

Está la que la mata antes de nacer: en algunos países de Asia, como China, India y Corea, se utilizan las ecografías para que, si el feto es femenino, el embarazo no se lleve a término. Está la violencia más “visible”, la de la paliza que deja huellas como un ojo hinchado, moretones  o incluso un hueso roto, y que puede llegar a la muerte, como lo demuestran en nuestro país los casos de Alicia Muñiz y Carolina Aló.

Pero también está la otra violencia, la que sólo excepcionalmente llega a las crónicas policiales, como el caso de las cajeras de WalMart que fueron obligadas a desnudarse por sus jefes para “demostrar” que no habían robado, la de los “avivados” que “se apoyan” en el ómnibus o en el tren, o la de los propios compañeros de trabajo: “¡Déjala a la loca esa, seguro que está con el período!” Y está también la violencia “justificada” por ejemplares como Rico (“¡En San Miguel no somos carmelitas descalzas!”) cuando tuvo que explicar que la banda de mafiosos que traía con engaños y obligaba a prostituirse a jóvenes paraguayas, incluso a menores de edad, tenía ramificaciones en su propio gobierno.

Hace algunas semanas, se dio a publicidad el informe de UNICEF sobre “Violencia doméstica contra mujeres y niñas”. Los resultados de la investigación son aterradores. El informe revela que la violencia contra la mujer está tomando características de “epidemia global”. Según los países, entre el 20 y el 50% de las niñas y las mujeres del mundo experimentaron violencia doméstica por parte de su pareja o de un miembro de la familia.

Reproducimos parcialmente un reportaje a Marta Ferro, una conocida periodista del diario Crónica, que fue emitido en el progama radial “La mujer es el negro del mundo” en  FM Sarandi 96.3 Mz.

 

LMNM.: ¿Marta, pensás que hay una violencia específica contra la mujer?

 

MARTA: Yo creo que para cualquier --como diría el tango-- “macho de cuarta”  es mucho más fácil pegarle a una mujer que a un hombre. Es mucho más fácil pegarle a un chico que a un grande. Es mucho más fácil pegarle a los que ahora se ha dado en llamar residentes ilegales que a un chico “de buena familia”. Siempre se le pega al más débil. Pero digamos que la mujer es la que más sufre acá, ¿no? Porque dentro de todo el espectro humano es la que más cobra.

Yo estaba recordando el crimen de Carolina Aló, a la que el novio le metió 113, ó 115 puñaladas. En realidad, ése es el final de la relación, porque el tipo la venía golpeando hace rato. Las amigas lo sabían. Los padres lo sabían. Carolina estaba a merced de su novio, ¿no? Acá hay que ver por qué ni las amigas ni los padres se atrevieron a frenarlo o  denunciarlo...

 

LMNM: Es como si la sociedad aceptara o justificara al golpeador.

 

MARTA: Es como “normal”. Bueno, le pegó porque ella a veces miraba a otro muchacho, porque faltaba a la cita. Es lo que pensaban tanto los familiares como los amigos. Cuando al tipo se le fue yendo la mano y, en vez de darle un sopapo le ponía un ojo negro, los padres empezaron a preocuparse. Pero cuando realmente tomaron conciencia del padecimiento de esta chica ya era tarde.

Es decir, si nosotras nos ponemos a pensar, todas tenemos una amiga o escuchamos a alguna mujer que nos cuenta que alguien la golpea en la casa: un hermano, el esposo. Entonces se va a repetir, porque nadie se calienta cuando ve que le pegan a una mujer. Tiene que ser una paliza muy grossa, con mucha sangre, para que el vecino de al lado llame a la policía y diga que le están pegando a la señora María, Juana... O también cuando sucede en la calle. Es decir, la gente tiene que ver sangre para intervenir. Cuando la mujer ya está, como se diría en criollo puro, en las diez de últimas.

 

LMNM: O sea que este tipo de conducta puede seguir existiendo porque tampoco hay una condena social.

 

MARTA: Así es. La gente no toma conciencia. Ni las mujeres somos conscientes de que la próxima paliza puede ser la última. La última quiero decir la muerte.

 

LMNM:  Nos llamó una vecina del barrio, y nos comentó que tuvieron el caso de una señora a la que el marido la golpeaba. Llamaron a la Comisaría Cuarta y la policía no apareció. Ella nos dice que a veces los vecinos se preocupan y llaman, pero los organismos que tendrían que responder no aparecen. Marta, ¿tenés algún caso para comentarnos donde la policía no haya respondido?

 

MARTA: Hace 15 años que trabajo en Crónica y hace 25 que hago policiales. Esto es común. Por ejemplo, vamos a exhumar el cadáver de Alicia Muñiz, para darle la razón a esta vecina del barrio.

Alicia Muñiz, la víctima de Carlos Monzón, el gran campeón, el gran macho argentino, el más lindo, el “más” mejor, como pinta Campeones —aunque la estrella no golpea a las chicas del programa de Canal 13—, ¿cuántas veces presentó la denuncia? Total, era “una loca”, “algo le habrá hecho”. Entonces, en vez de tomar la denuncia hacen una exposición, que es lo mismo que nada. Eso solamente vale frente al cadáver. Porque lamentablemente, “la policía está para otras cosas” (la policía dice que está para otras cosas). No para dos o tres cachetazos que, a lo mejor, la mujer se los tiene “merecidos”.

Acá la única solución para terminar, o para empezar a terminar, con todo esto es que las mujeres se organicen, que charlen estos temas... pero que hagan algo. ¡Hacer algo!

En estos quince años que trabajo en Crónica vi correr mucha sangre,  y voy a seguir viendo correr mucha más.

 

LMNM: Hay un historiador que escribió sobre la vida privada en la Argentina. Y en el Virreinato encontró datos que son muy interesantes, sobre todo si comparamos lo que está pasando ahora con lo que pasaba en 1780 más o menos. Las mujeres de esa época denunciaban a los golpeadores  y las autoridades los ponían presos. No sólo se aceptaban las denuncias de las esposas sino que se aceptaban las denuncias de las novias cuando los novios les pegaban, y las denuncias de las concubinas. Para las autoridades virreinales el sólo hecho de que hubiera una presentación legal, implicaba que se hacía juicio. Y además, no sólo se tenía en cuenta la agresión física. Las injurias, por ejemplo, se consideraban violencia contra la mujer y eran pasibles de una pena que podía ser de un año de prisión o exposición en lo que hoy es la Plaza de Mayo, la vergüenza pública. O sea, que las autoridades virreinales resistían bastante bien a los embates del machismo.

 

MARTA: Digamos entonces que estas mujeres, que todos creíamos que se la pasaban cosiendo escarapelitas, eran mujeres reactivas que no se andaban con chiquitas. Si alguien les levantaba la mano, golpeaban la puerta de la casa del Virrey y se les tomaba la denuncia. Lo que uno querría que hiciera la gente de la Comisaría Cuarta.

 

LMNM: Además hay otro problema: muchas veces las mujeres no están muy bien asesoradas cuando van a hacer las denuncias. Hay muchas comisarías en las que, como vos decías, les toman declaración, pero el tipo de tratamiento que le dan a la denuncia no es el adecuado, que les permita después iniciar acciones legales en contra del golpeador. O sea, que en un sentido las propias autoridades se transforman en cómplices de los golpeadores.

 

LMNM: En la provincia de Buenos Aires existen ocho comisarías de la mujer. En La Plata, Quilmes, Morón, San Martín, San Isidro, Merlo, Florencio Varela y Mar del Plata. Lo que yo quería agregar es que la policía recibe subsidios de organismos internacionales para instalar las comisarías de la mujer, para capacitar a su personal sobre el tema y para asesorar a las mujeres  que van a declarar. Pero la realidad es que ir a una comisaría es lo mismo que nada.

 

LMNM: Creo que ése es uno de los problemas más serios: el que nadie vea al golpeador como un posible asesino. Y el otro problema es que existen otros tipos de violencia, sin llegar al caso extremo de que te golpeen. Es la violencia de subir a un ómnibus y tener que aguantar a un señor...

 

MARTA: Bueno, las mujeres trabajadoras, que tienen que usar el colectivo todos los días conocen a estos vivos. Antes uno veía que se dedicaban a apoyar a las chicas jóvenes. Hoy no tienen ningún empacho en que sea una miembro de los Abuelos Bonaerenses, de 60 ó 70 años. Y todos los ven y no hacen nada. Incluso la mujer siente como vergüenza ajena y se niega a darle un trompazo, que es lo que se merece. También, porque si se lo diera, la gente que va en el colectivo diría:  “¡Bah...! ¡déjese de jorobar, vamos!” Y de lo que la gente no se da cuenta es que ese hombre que hace eso arriba del colectivo, cuando baje del colectivo va a caminar dos cuadras y va a violar a tu hijo o a tu hija. O a tu hermana.

 

LMNM:  Me acuerdo que una vez viajando en el colectivo con mi nieto, que ahora tiene 18 años—en ese momento tendría unos cuatro o cinco años—un tipo me tocó. Y yo no me puedo bancar que nadie me toque a contramano de mí. Entonces, me di vuelta y le dije a una señora: “¡Téngame el chico y la cartera!” y entré a darle trompadas a este tipo. Me sangraba la mano, y a él le sangraba la cara. “¡Señora, ¿qué le pasa?!”, me decía. ¡”Vos sabés bien qué me pasa!”. Y le decía de todo. Acción y emoción, todo puesto ahí. El colectivero solidario, pero no conmigo, con el tipo, por supuesto, le abrió la puerta de atrás y lo dejó bajar. Yo lo hubiese hecho de goma. Era tanta la impotencia, la bronca que me dio. Además estaba mi nieto.

 

LMNM:  ¿Qué solución pensás que puede tener este problema? ¿Cómo se puede comenzar a luchar contra la violencia contra la mujer?

 

MARTA: Yo creo en la creación de grupos de autoayuda. Si las autoridades no se hacen cargo de esta situación, es porque no pueden o no tienen ganas de trabajar en el objetivo de parar la violencia contra la mujer y castigar a los culpables… Que las mujeres vayan a las intendencias o donde tengan que ir y que exijan la exclusión del golpeador.

O volvamos al Virreinato: ¡vivan las chicas del Virreinato!, donde se castigaba severamente a este tipo de personajes. Porque ese tipo que lo dejan ir y no le pasa nada después viola a cualquiera.

Hay otra cosas que quiero contar acá, que es muy importante: la jefatura de prensa de la policía bonaerense no proporciona desde hace un año las estadística de violaciones ni de suicidios. Si no las proporciona es porque tienen una dimensión tremenda. Entonces, para que esto no suceda hay que luchar contra el silencio, contra quedarse encerrada. Hay que hablar y denunciar.

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