Entrevista a Susan Weissman

 “Una radicalización desigual, pero muy importante...”

 

Los nuevos movimientos en Estados Unidos

Reportaje de Francisco Sobrino

 

Susan Weissman es miembro de la redacción de la revista Against The Current (Contra la Corriente) de EE.UU. y también forma parte del consejo editorial de Critique, a Journal of Socialist Theory (Crítica, Revista de Teoría Socialista) de Gran Bretaña. En Los Angeles, California dirige todas las semanas Beneath the Surface (Debajo de la Superficie), un programa radial de crítica social y política. Además de los temas políticos y sociales de EE.UU., Susan Weissman ha estudiado y escrito obras sobre la historia de la ex URSS y la oposición de izquierda.

 

  ¿Qué nos puedes contar sobre los nuevos movimientos en EE.UU., por ejemplo las movilizaciones de Seattle y Washington?

 

SW: Yo diría que lo de Seattle marcó una nueva etapa, aunque estos movimientos están surgiendo desde hace unos tres años. En alguna medida, recuerda a los años 60. Esta movilización está creando nuevas alianzas en el movimiento de izquierda, al mismo tiempo que está dejando a un lado a los pequeños partidos políticos tradicionales como los comunistas y el trotskismo. Esos grupos más bien están siguiendo al movimiento, no dirigiéndolo; quieren insertarse en él. Pero este movimiento está surgiendo orgánicamente del movimiento estudiantil y del movimiento sindical. Se trata de una radicalización desigual, pero muy importante.

Creo que la situación comenzó a cambiar cuando John Sweeney fue elegido dirigente del AFL-CIO (central sindical norteamericana). Sweeney proviene del SEIU, sindicato de empleados de servicios, y formaba parte de los sindicalistas abanderados con la guerra fría. Llegó con la misión de revitalizar al movimiento sindical. A su llegada sólo el 10 % de la clase obrera estaba sindicalizada, en su mayoría en el sector público.

Reagan realmente aplastó a los sindicatos durante su gobierno. Sweeney se propuso reclutar un millón de trabajadores. Y lo consiguió.

¿Reclutar para qué? Por supuesto, en primer lugar, para aumentar los ingresos por las cotizaciones sindicales. No diré que Sweeney es revolucionario ni mucho menos. Pero sí logró cambiar la imagen de los sindicatos, porque en lugar de tratar de organizar a los trabajadores relativamente bien pagados, decidió organizar a los de salarios inferiores: los peones de limpieza, los empleados de servicios, etc.

Desde la década del 70, a raíz de la desindustrialización, muchos trabajadores en EE.UU. se desplazaron a los servicios. ¿Por qué no tratar de sindicalizarlos? Así lograrán tener mejores sueldos y obtener beneficios, o sea acceso a la seguridad social, por ejemplo el derecho a la atención médica.

En EE.UU. hoy en día hay 48 millones de personas que no tienen cobertura médica gratuita. Se trata de gente que trabaja, porque los desocupados tienen acceso a la Salud Pública. Por eso hay muchos que prefieren no trabajar si tienen algún enfermo crónico en la familia, porque así reciben el auxilio médico que se les otorga a los desocupados, aunque el nivel de esa atención es bajísimo. Pero por lo menos reciben ese beneficio. En cambio, si trabajas, depende de tu empleador si tendrás seguridad social o no.

 

¿Qué relación tuvo esto con el movimiento estudiantil?

 

SW: Mira, además de incorporar a niveles organizativos a negros, latinos y mujeres, Sweeney creó un programa llamado "Union Summer" ("verano sindical"), que consistió en proponer a los estudiantes trabajar durante un verano con los sindicatos, como organizadores y afiliadores. Muchos estudiantes, en lugar de veranear, participaron en estos veranos sindicales. Mi hijo participó en esto; fue de Seattle a Wisconsin, yendo también a las fábricas. Muchos de estos jóvenes después volvían a sus universidades con estas experiencias...

No diré que Sweeney fue quien impulsó esta suerte de radicalización, pero jugó un papel importante. El movimiento estudiantil, que está creciendo, por primera vez desde la década del 30 está orientado hacia la clase obrera. En los 60 no era así: los estudiantes se movilizaban contra la guerra de Vietnam y por los derechos civiles de los negros. Ahora está más relacionado con la clase trabajadora.

Por ejemplo, en la actualidad mi hijo es dirigente de un movimiento en la Universidad de Stanford que se llama "Coalición Estudiantil-Laboral". Es una organización nacional que también está relacionada con otra que se llama "Estudiantes Unidos contra los Sweatshops" (talleres de superexplotación).

En cada universidad, los estudiantes visten remeras con los logos de su lugar de estudio. En la mayoría de los casos, esas remeras son confeccionadas en talleres de superexplotación, y es un excelente punto para organizar a los estudiantes para no comprar esas prendas, no importa de dónde vengan, de los mismos EE.UU., Tailandia, Bangladesh o El Salvador. Con esa medida, los estudiantes sienten que están en contra de la superexplotación de los obreros en el mundo. Esto significa que se está creando una conciencia contra la superexplotación, pero internacional. Esto también se combina con lo que sucedió en Seattle.

 

¿Qué pasa en la clase obrera tradicional?

 

SW: Muchos obreros americanos no saben que son obreros; piensan que son de la clase media. Pero ahora sí saben que perdieron sus empleos.

En los 90 hubo una gran racionalización de la producción en los EE.UU. ¿Qué significó esto? Llegaron el NAFTA (tratado de libre comercio de Estados Unidos, Canadá y México) y la globalización, y muchos puestos de trabajo se fueron a México, a El Salvador, o a otras partes. Los trabajadores que antes ganaban 17 o 18 dólares la hora, tratan ahora de entrar a trabajar en una tienda comercial, como Wall Mart donde apenas ganan 6 o 7 dólares por hora, y sin derecho a seguridad social (salud, etc.).

Se puede afirmar que desde el año 1973, cuando comenzó el nuevo ciclo largo de recesión mundial, los obreros norteamericanos han perdido un 20 % de su sueldo. Todo el mundo sabe que vivimos en un “boom económico”, y que Clinton dice que la prosperidad es más grande que nunca. Esto es cierto, pero sólo para un sector: el 20 % de la población. El resto está viviendo peor, con más inseguridad. Muchos no tienen acceso a la atención médica, y viven con angustia pensando que mañana pueden ser despedidos.

Esto es nuevo: siempre hubo seguridad en ese aspecto en EE.UU. comparado con Europa. Pero ahora hay conciencia de esa inseguridad; hay miedo, pues todo el mundo conoce a alguien que ha sido despedido, incluso tres o cuatro veces. También ha cambiado la costumbre de tener un empleo para toda la vida. Ahora nadie piensa así. Todos son prescindibles y lo saben, y ya no creen en la lealtad por parte de la empresa.

Esto ha contribuido a formar una nueva conciencia de la clase obrera norteamericana, con aspectos positivos y negativos. Ese sentimiento generalizado de inseguridad se concentra en un término: "globalización". Se trata de una concepción anticapitalista, pero no lo saben. En eso se encuentran todas las cosas positivas y negativas de los movimientos de Seattle y Washington. No hay una apreciación teórica de lo que es la globalización, pero saben que es una cosa que destruyó sus antiguas seguridades.

 

¿Qué nos puedes decir de los movimientos que participaron en Seattle?

 

SW: En Seattle los manifestantes lograron por primera vez alianzas entre grupos que antes nunca habían hecho acciones en común. Por ejemplo, los ecologistas con las feministas, el movimiento homosexual, y los obreros y estudiantes. Ver marchar en esa ocasión a las activistas lesbianas del brazo con los trabajadores siderúrgicos fue algo extraordinario. Si estas alianzas lograran ser duraderas, sería un gran paso adelante.

También ha surgido un movimiento que se puede caracterizar como “anarquista”. En realidad, pocos conocen a Bakunin ni a Kropotkin. Piensan que ser anarquista es ser democrático. Es una reacción contra los movimientos de la vieja izquierda verticalista. Ellos quieren vivir procesos muy democráticos, que surjan desde abajo. Por ejemplo, uno de los grupos más grandes, en el oeste de los EE.UU., que jugó un papel dirigente en Seattle y en Washington, se llama Direct Action Net (Red de Acción Directa). Yo conozco a quienes se puede decir que son dirigentes de esa organización, y les pregunto, pero ellos responden: "no tenemos dirigentes, somos todos iguales"

Otra cosa para mencionar, relacionado con Seattle, es una serie de movimientos y grupos que no son organizaciones políticas tal como las conocemos, sino que se forman a partir de la lucha por un punto específico.

Por ejemplo, está el de Ralph Neider, los Ciudadanos Públicos (Public Citizens). Este grupo está a favor de los sindicatos, los obreros, y los consumidores, y contra las corporaciones. Ralph Neider es muy conocido y es postulado por los Verdes como candidato a Presidente para las próximas elecciones. Él comenzó sus actividades en la década del 60, con ayuda de muchos estudiantes universitarios, para estudiar y criticar la calidad de los productos que venden las corporaciones y que dañan al público. Su primera victoria fue contra la Ford Motors Co. en el caso del modelo "Pinto", que resultó ser muy peligroso. Después de otras victorias similares, pasó a ser conocido en el país como "defensor del público". Ahora se ha radicalizado más, está a favor de los derechos obreros y de hecho es anticapitalista, pero se autocalifica como "antiempresario" o "populista de izquierda". Neider inició muchos de estos movimientos por un punto en particular, como Salud Pública, Energía Nuclear, etc.

En general, los estudiantes van a esos grupos. Hoy en día, no van a la izquierda organizada, al movimiento comunista, ni al trotskista, o maoísta, sino que buscan un tema, un punto. Se los llama “movimientos de justicia social”. Hay un alto nivel de participación en esos grupos. Según The New York Times, un 76 % de los estudiantes norteamericanos han participado una vez o más en esos grupos. En contraste, sólo un 20 % de los ciudadanos de entre 18 y 24 años votaron en las últimas dos elecciones.

 

¿Qué incidencia política tienen esos movimientos?

 

SW: Como ya te dije, hay una diferencia muy grande entre el grado de participación de los estudiantes en estos grupos y su participación política, por ejemplo, electoral.

Todos piensan en general que los partidos Demócrata y Republicano no tienen nada que ver con sus vidas. Según una encuesta reciente, un 63 % de la población quiere un nuevo partido. Suele decirse: “ya existe un partido [los demócratas y los republicanos], ahora necesitamos un segundo partido”. Nader dice que los que existen son un solo partido, el de la burguesía, son los "democrapublicanos". No existe un partido de los trabajadores, que sirva los intereses de las masas. Cuando algunos dicen que hace falta una tercera posición, Nader dice que en realidad hace falta una segunda posición. El nivel de participación popular en las elecciones es cada vez más bajo. Ahora ronda por el 40 %. Hace un año hubo elecciones para alcalde en la ciudad de Los Ángeles. ¡Los votos que sacó el ganador equivalían a un 11 % de la población en condiciones de votar!

 

Volvamos al movimiento obrero...

 

SW: Sí; en la vida sindical, la forma de organizarse es más inteligente que antes. En el caso de los camioneros, Carey, quien dirigió brillantemente la huelga contra UPS, luego olvidó sus raíces y a las bases que lo apoyaban, sobre todo a los activistas organizados en “Camioneros por un Sindicato Democrático” y en su lugar contrató a agentes de relaciones públicas para cimentar su poder. Su segundo triunfo en las elecciones del gremio fue anulado por el gobierno, con el argumento —cierto— de que había usado fondos del Partido Demócrata, lo que es ilegal. En la siguiente elección triunfó el hijo de Jimmy Hoffa, antiguo dirigente del gremio ligado a la mafia. Es interesante ver que Hoffa hijo, para reconquistar la confianza de las bases del gremio, también tuvo que proclamarse "reformista" e impulsó una corriente de "camioneros por un sindicato limpio". Hoffa hijo es abogado y republicano. Paradójicamente, está al frente de la organización que fue clave para el cambio de la consideración pública hacia los sindicatos, por su éxito en la huelga de 1997 contra UPS.

Esa huelga cambió todo. Se puede hablar de la clase trabajadora “antes” y “después” de la huelga de la UPS. Los huelguistas pedían terminar con el dualismo que existe entre los trabajadores de tiempo completo y los de tiempo parcial. Los primeros ganaban bien (15 a 17 dólares la hora), y gozaban de seguridad social, mientras que los contratados precarios ganaban 7 dólares y carecían de la misma. A los de tiempo parcial les prometían que luego de cierto tiempo serían nombrados de tiempo completo, pero había trabajadores con hasta 15 años de antigüedad y seguían siendo de tiempo parcial. Esa consigna de la huelga tuvo una resonancia increíble en el pueblo. Es que en la década del 90 gran cantidad de trabajadores que trabajaban a tiempo completo pasaron a ser part time y sin seguridad social. Esto fue parte del famoso "downsizing": achicamiento de las horas de trabajo, de sueldos, y de todo. O como dicen en América Latina, el “ajuste”.

Otro caso interesante es el de los “janitors” (personal de portería, mantenimiento y limpieza de los edificios). Era un sector totalmente olvidado. Son “invisibles” para la gente, pues la mayoría trabaja de noche. Gran parte de ellos son temporarios y subcontratados. No olvidemos que la agencia de trabajo temporario Manpower Inc. es hoy el empleador más importante en los EE.UU. En estas condiciones de precariedad tan grande en el trabajo, lograr que los janitors se organizaran y se lanzaran a la huelga, fue un logro increíble.

En Los Ángeles, los janitors son en su totalidad latinos. En las asambleas no necesitan que nadie traduzca al inglés. Organizaron la huelga en forma profesional, con mucho acceso a los medios de comunicación. Esta lucha se diferenció de otras de muchas maneras. En particular, los organizadores no eran los acostumbrados sindicalistas blancos y de mediana edad, sino gente salida de las bases y muchos que traían sus experiencias de luchas contra las dictaduras latinoamericanas. Todos usaban una remera roja con la leyenda "Justicia para los janitors".

La huelga duró tres semanas, y captó el corazón del pueblo. Hubo una anécdota muy simpática. Una de las marchas fue del centro de Los Ángeles al Century City, que son como 15 kilómetros, y pasó por Beverly Hills, que debe ser la mayor concentración de ricos del mundo. Desfilaron unos 5.000 manifestantes, un número grande para nuestro país. Era como un mar de remeras rojas. La marcha provocó una terrible congestión de tráfico. De pronto, un hombre en un Jaguar bajó el cristal de la puerta, vio a los trabajadores marchando, sacó dinero de su bolsillo y se los dio. Detrás de él había un BMW, el conductor hizo lo mismo. Detrás, un Mercedes Benz, igual. ¡Fue una cadena de gente echando mano a su bolsillo y dando dinero, contribuciones a los huelguistas! ¡Y de los edificios, que ya no estaban limpios debido a la huelga, la gente abrió las ventanas y comenzaron a tirar dinero a los huelguistas! Yo estaba presente, y pensé: "esta es una redistribución espontánea de riqueza". Esto muestra el apoyo que había hacia la huelga.

Estos trabajadores ganan 6,80 dólares la hora, y sin seguridad social, o sea, sin atención médica, ni vacaciones, ni jubilación . En San Francisco esos mismos trabajadores ganan 10 dólares, en Chicago unos 12 a 15, en Nueva York de 15 a 17.

Unos de los movimientos muy importantes que hay ahora es por el salario vital. En Los Ángeles se calcula que debería ser de 10,90 dólares la hora, para poder pagar el alquiler de la vivienda y vivir decentemente. El movimiento de los porteros en Los Ángeles ni siquiera llegaba a ese reclamo. Pedían un 30 % de aumento en tres años, Lograron lo que pedían, y también los beneficios sociales. He conocido y entrevistado en mis programas de radio a mucha gente que eran sindicalistas y luchadores provenientes de Guatemala, El Salvador, Nicaragua. Son muy combativos, y como te dije, traen la experiencia de lucha contra las dictaduras militares centroamericanas y han ayudado mucho a la organización de los sindicatos.

También ha habido otro factor importante. En las décadas del 80 y el 90, la población negra sufrió la destrucción de sus comunidades. En gran parte, debido a los despidos, pero también a la introducción de la cocaína y el crack. El nivel de encarcelamiento es altísimo. Uno de cada tres negros está bajo el sistema de Justicia Criminal, ya sea encarcelado o en libertad condicional. Tan es así que muchos en Europa nos dicen: “ustedes piensan que tienen bajo nivel de desocupación, ¿y los presos qué son?” Ahora tenemos unos 2 millones de personas en la cárcel. En números absolutos, hay mas presos que en China, que tiene 1.500 millones de habitantes. El 70 % está en la cárcel por delitos no violentos, en general, por fumar o tener marihuana. De estos, la gran mayoría son negros o latinos.

El sistema carcelario es un sistema clasista. Hay analistas que dicen que éste surgió como una respuesta a las grandes luchas antisistema de los años 60 y 70. Ahora sabemos que la misma CIA introdujo el crack en la comunidad negra, para recaudar fondos para los contras en Nicaragua. Esto destruyó a la comunidad negra. El nivel de desempleo en la juventud de los guetos negros es de un 70 %. Por eso, muchos jóvenes venden drogas y forman pandillas. Pero también hay muchos que han crecido y dejado las pandillas, y comenzaron a trabajar. En sus lugares de trabajo, cambiaron las pistolas por los carteles de los piquetes, y comienzan a organizarse con métodos más militantes que sus antecesores. Los patrones que los tomaron, buscando mano de obra entre los más jóvenes y más pobres, no tenían idea de que estaban incorporando toda una cantidad de chicos duros que no temerían a la empresa ni a la policía. Esos mismos patrones no respetaban a sus trabajadores, algo que los ex pandilleros odian. ­(Hay una gran tradición en las pandillas: la demanda de respeto.) Ahora estos jóvenes les dicen a sus compañeros de trabajo: “ustedes deben ser tratados con respeto. Vamos a pedir aumento, y vamos a luchar por el respeto”.

 

Fuera de EE.UU. venden la imagen de que han logrado disminuir la violencia y la criminalidad...

 

SW: La represión se está incrementando, y se hace con criterios raciales y de clase. En los últimos años se están imponiendo "sentencias obligatorias" para ciertos delitos. Esto significa que el juez no tiene derecho a decidir la sentencia para un criminal, sino que la misma está establecida por la ley. Si el sujeto tiene en su poder crack, sufrirá una condena de 25 años, o más. Si tiene cocaína, que es mucho más cara, la sentencia es de 5 años, o menos. ¿Quién toma crack? Los negros. ¿Quién toma cocaína? Los blancos. Se trata en realidad de una represión contra los pobres y los negros.

Muchos dicen que el gremio más poderoso de California es el de los guardiacárceles. Ganan más que un profesor universitario, tienen muchos beneficios sociales. En California el presupuesto carcelario ha sobrepasado al de educación. El costo de mantener un preso es mayor que el de enviarlo a estudiar a la Universidad de Harvard. Los constructores de prisiones son los mayores contribuyentes a las campañas de los candidatos a gobernador, para que los ganadores construyan más prisiones. Así como antes se hablaba del complejo militar-industrial, ahora muchos hablan del "complejo carcelario-industrial". Es la industria que está más en expansión. Muchos pueblos y ciudades pequeñas presionan al gobierno para que construyan prisiones allí. Antes, se hacían campañas en contra: pero ahora están a favor, porque significan fuentes de trabajos bien pagados. O sea, por un lado asistimos a una radicalización y por el otro a un aumento de la represión.

La pena de muerte es otra cuestión en debate. Hay una creciente oposición a las ejecuciones. La totalidad de los condenados en espera de su ejecución son pobres. Al que es rico (como el astro de fútbol O. J. Simpson), le basta tener un buen abogado que logre el beneficio de la duda para salvarse de la pena de muerte.

 

¿Y, volviendo al movimiento obrero, qué piensan los que participan en esas movilizaciones...?

 

SW: En los sindicatos que participaron en las movilizaciones de Seattle y Washington se combinaron por un lado el tradicional proteccionismo (o sea impedir la importación de productos que signifiquen una disminución del empleo) y un cierto internacionalismo, sobre todo en las bases. Hay gran confusión, por ejemplo, respecto a la Organización Mundial del Trabajo: ¿abolirla o reemplazarla? Son antiglobalización, pero no saben con qué reemplazarla. No podemos afirmar que estamos ante un movimiento revolucionario en los sindicatos, pero a nivel de base hay un comienzo de sentimiento favorable a trabajar con los otros movimientos, y a favor de un cierto internacionalismo.

La organización “Global Exchange”, por ejemplo, es una organización de San Francisco que fundó el movimiento contra los talleres de superexplotación en todo el mundo. Una de sus dirigentes, Mary Benjamin, es candidata verde al senado de California. Comenzaron siendo "tercermundistas", se dedicaban al estudio y la denuncia de la explotación en Bangladesh, Indonesia, Nicaragua, etc., pero nunca sobre los EE.UU. mismos. Al comprobar las relaciones entre las fábricas del tercer mundo donde se superexplota, y las empresas norteamericanas, ahora se han involucrado mucho más con el país, y forman parte de los organizadores de estas movilizaciones.

 

¿Y la izquierda tradicional...?

 

SW: En cuanto al movimiento de la izquierda tradicional: el trotskismo existe, y hay trotskistas en el Labor Party, dirigido por el sindicalista Tony Masocchi, que ha crecido en el movimiento sindical con la idea de crear un Partido del Trabajo, surgido de los mismos sindicatos. Trotskistas de las distintas tendencias entraron en ese partido. Pero han adoptado como regla no participar en las elecciones políticas, lo que a mi juicio es ridículo, pues entonces nadie llega a conocerlos. El Labor Party no intervino mucho en las movilizaciones que mencionamos antes.

Los que han participado en las últimas movilizaciones provienen de la juventud; pueden ser hijos de la generación del 60 y 70, pero en general son un fenómeno nuevo, producto de la situación objetiva.

Hay también una organización marxista revolucionaria relativamente grande para las pautas de EE.UU., International Socialism [sección de la corriente del SWP de Gran Bretaña de Tony Cliff]. Tiene fuerza en las universidades, donde se sumó a los movimientos de estudiantes contra los talleres de superexplotación. Pero cuando surgió el movimiento que llevó a Seattle y a Washington, se quedó retrasada. Esta parece una característica de las organizaciones de izquierda en estos momentos: ir a la cola del movimiento real, que va más rápido que los cambios en sus políticas.

Se puede afirmar que todos los movimientos de izquierda buscan insertarse en esa radicalización, pero ésta no surge de ellos, ni sus participantes van a ser reclutados por esos partidos.

Existe también el SWP, que después de ser la sección oficial de la IV Internacional (Secretario Unificado) se ha ido reduciendo y volcando cada vez más al castrismo. Son prácticamente una agencia de Castro. Si vas a sus locales a pedir un libro de Trotsky, deben bajar al sótano a buscarlo. Los libros de Castro son exhibidos, los de Trotsky no.

Después, está Socialist Action, una suerte de reconstitución del SWP trotskista, que también ha tenido sus escisiones.

En verdad, para mí, estas organizaciones no son importantes. Creo que su tiempo pasó. Quizá puedan ser parte de este nuevo proceso de movilizaciones, pero me parece que no lo lograrán. En general, estos grupos no cuentan con gente joven.

Finalmente, debo decir que este nuevo activismo, aunque representa una gran esperanza, sólo constituye aún una pequeña capa de la población. En el caso de los estudiantes, su trabajo es impresionante pero no tiene aún la resonancia en amplios sectores de la población universitaria que tenía el movimiento antiguerra de los años 60, y no pueden movilizar miles y miles en las calles.

La apatía, el temor y el desaliento son todavía fuertes, a pesar del gran número de jóvenes que activan en las distintas organizaciones. Sin embargo, se trata de un cambio muy positivo respecto de las últimas dos décadas y dan fundamentos para la esperanza en este nuevo siglo.

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