“Si luchar por la vida y la libertad es un crimen, yo también soy criminal”

Por Lucia Sucre

 

El 26 de setiembre alrededor de 30 mil personas de distintas partes del mundo ganaron las calles de la ciudad checa de Praga, para impedir que sesionara la Cumbre anual del Fondo Monetario Internacional. “Que la resistencia sea tan global como el capital” fue la frase que guió la acción de las manifestaciones que se realizaron simultáneamente en distintos puntos del planeta.

Los rebeldes de la globalización aparecieron en escena en Seattle en noviembre de 1999 y en Washington de este año (véase “Pinchando el globo a la globalización” en SoB N°1). Estupor entre los organizadores de los eventos de la Organización Mundial del Comercio y otras instituciones del capitalismo.

Alegría entre miles de trabajadores, desocupados, intelectuales y jóvenes después de los años de escepticismo que sucedieron a la caída del Muro de Berlín y de los Estados del mal llamado socialismo real. El fin de la historia y de las ideologías y el capitalismo como único futuro posible e irremplazable representaban para muchos el único horizonte, a pesar de vivir en la degradación creciente de la calidad de vida. Aceptar sin chistar la desocupación, la miseria y la exclusión como una realidad natural e inmutable es el discurso de los ideólogos del régimen. Aunque algunos sectores de la propia burguesía, preocupados por la posibilidad de nuevos estallidos, alerten sobre la importancia de intentar paliativos al hambre que recorre el mundo. Como el Jubileo lanzado por el Papa para que se condonen las deudas de los países más pobres, en un intento por darle una fachada humana a un sistema basado en la injusticia.

Entre tanto los trabajadores de las telefónicas norteamericanas o el Movimiento de los Sin Tierra brasileño, daban ejemplos de que la resistencia al capital no había terminado.

El fin de siglo vio surgir una nueva posibilidad para que los explotados y oprimidos activen juntos contra la burguesía, sus Estados y gobiernos, que tuvo una de sus manifestaciones más espectaculares en Seattle contra la Organización Mundial del Comercio.

Praga fue esperada. Y eso es un buen síntoma de que el movimiento vive y tiene largo aliento. Porque la resistencia global existe y con ella se abre paso la conciencia de que no es justo ni inevitable que unos pocos tengan toda la riqueza y los lujos a su disposición y las mayorías soporten sobrevivir cada vez peor, hambreados, contaminados, desocupados... El cuestionamiento al capitalismo globalizado cobró vida en cada uno de los días de acción global.

La acción de Praga incluyó sobre todo enfrentamiento con la policía checa, que planificó la represión con varios meses de antelación. El ministerio del Interior hizo una campaña de intimidación con amenazas a la población checa, sugerencias de vacaciones anticipadas, suspensión de clases por una semana entera, preparando a la opinión pública para una “invasión de criminales”.

Pero los rebeldes también estaban preparados. Las imágenes mostraron a los manifestantes tras sus máscaras antigas organizados en columnas para llegar al centro de convenciones del FMI.

Con el recuerdo fresco del fracaso de las sesiones de la OMC en Seattle, los organizadores adelantaron las sesiones de la Cumbre del FMI. Pero la sesión de cierre coincidió con las manifestaciones anti globalización.  Un final cruzado por las críticas que enfrenta el FMI en todo el mundo por el aumento sostenido de la pobreza y las crisis sociales, cobró color cuando fue imperioso suspenderlo. Entre codazos huyeron por la puerta de atrás los delegados de los Estados nacionales.

El secretario general del Fondo invitó a los manifestantes a participar de las sesiones. Sin embargo, solamente aceptaron el convite las Organizaciones No Gubernamentales, casi todas sostenidas con fondos de los gobiernos y de las Naciones Unidas, creadas para “ayudar” a los países en desarrollo (eufemismo que designa a los pobres del tercer mundo) y hacer “como si” la burguesía estuviera preocupada por los problemas sociales.

La campaña montada por el gobierno checo logró crear un clima de hostilidad de la población hacia los manifestantes. Los medios de comunicación resaltaron los ataques de los revoltosos. Contribuyeron a la campaña de criminalización de la protesta que montan los poderosos cuando se ven afectados sus intereses. Nada dijeron de las torturas que sufrieron muchos de los manifestantes detenidos durante los sucesos del 26. Tampoco mencionaron que a diez días de las manifestaciones quedaban más de setenta personas desaparecidas, hoy todos en libertad.  “En conjunto, la situación en Praga es de total hipocresía”, decía un informe de los manifestantes, “la imagen caliente dada en las calles de ‘violencia’ (de los rebeldes), incompleta y parcialmente falseada, se opone a la fría realidad invisible de lo que ocurre fuera del alcance de las cámaras, cuando los detenidos quedan a merced de la tortura policial. Entonces aparece, silenciosa, la verdadera y terrible violencia criminal”. Y con la consigna de “Si luchar por la vida y la libertad es un crimen, yo también soy criminal”, se organizaron actividades de presión al gobierno checo por la libertad de todos los manifestantes detenidos.

 

Los desafíos

 

Los socialistas revolucionarios analizamos las características de estos nuevos movimientos como parte del gran desafío que nos proponemos al trabajar junto con otros para desarrollar y fortalecer este tipo de experiencias internacionalistas y anticapitalistas.  El hecho de que sea internacional y heterogéneo, plural y autoorganizado son sus virtudes. El movimiento incluye en su seno las perspectivas de grupos tan diversos como los ecologistas o las feministas, los trabajadores o los indígenas, organizaciones sociales y políticas.

Podríamos decir que hay dos corrientes claras dentro del movimiento. Por un lado, quienes se manifiestan contra el Banco Mundial y el FMI para que se impongan políticas “más humanitarias” dentro del propio sistema. Entre ellos está el grupo Attac, que impulsa la Ley Tobin para imponer un impuesto del 1% a las transacciones financieras. Sus políticas están emparentadas con el Jubileo 2000, del que participaron por ejemplo legisladores argentinos que votaron la ley de flexibilización laboral. 

Por más nobles que parezcan sus intenciones, no pasan de intentos de “convencer” a los capitalistas de que distribuyan mejor las ganancias. Estos sectores no levantan las banderas del anticapitalismo. Simplemente le ruegan que sea menos brutal. Más de dos siglos de capitalismo, que engendra limpiezas étnicas, exterminio, xenofobia, miseria y destrucción dan sobradas muestras de que no es posible humanizar a la bestia.

Por otra parte, otros pensamos que sólo un cambio radical será una verdadera solución para las mayorías. Entre los anticapitalistas debemos discutir qué futuro perseguimos. Enfrentar al capitalismo requiere también pensar en un futuro diferente, fruto de la decisión y la autoorganización de los explotados y oprimidos en todo el mundo.

Para los revolucionarios se trata de encaminarse hacia el cambio radical de la sociedad, hacia la construcción del socialismo.

Compartimos con los grupos que prepararon el 26 de Setiembre la idea de que la mejor forma de organización debe ser en redes que actúen localmente y piensen globalmente. Esto implica que el movimiento debe tomar partido por el pueblo colombiano ante la amenaza de invasión de los marines norteamericanos. Debe tomar partido por los trabajadores y desocupados de Corrientes y Tartagal cuando la gendarmería los balea por pedir trabajo. Debe tomar partido por Raúl Castells y los presos de La Tablada, encarcelados por la democracia de los ricos.

Pensar globalmente es comprender que en su cruzada por las ganancias cada vez mayores el capitalismo se hace más violento, más cruel y destructivo que nunca. Y enfrentarse a cualquiera de estos problemas es tomar en nuestras propias manos el futuro.

En este sentido, uno de los límites de este nuevo internacionalismo es que la agenda todavía la imponen los organismos de la burguesía. El desafío entonces es su propia superación hacia un movimiento que se construya por una alternativa diferente al capitalismo. 

Esto último requiere de la acción consciente de quienes sufren las miserias del sistema, en un entramado de sujetos que se reconozcan como colectivo, como clase subalterna y a la vez capaz de dar vuelta la tortilla. El día de acción global debe dejar lugar a la permanente actividad y cuestionamiento de la realidad, en todas partes donde haya un explotado. Por eso también creemos que es necesaria la organización permanente por una estrategia y por eso somos un partido, sin creer por ello que somos la única organización válida.

“Un trabajador se hace de izquierda cuando se da cuenta de que para los de arriba uno siempre va a ser descartable. Y cuando comprende eso, ya no puede volver atrás”, decía un viejo luchador.

Praga fue una toma más de esta película con final abierto. El guión deben escribirlo quienes soportan sobre sus espaldas el bienestar de los burgueses, para finalmente delinear su propio destino. Cada escena hay que prepararla, como se hizo en cada uno de los días de acción global.

Masificar y extender este movimiento anticapitalista debe ser una preocupación permanente de quienes apostamos a cambiar el futuro. La incorporación de miles de trabajadores, desocupados y excluidos que ni siquiera conocen estos movimientos es vital para su continuidad y crecimiento.

Para esto también es necesario profundizar los debates políticos e ideológicos que se dan entre los grupos y participantes de Seattle, Washington y Praga.

 

[RECUADRO]

El 26 S en la Argentina

 

El 26 de setiembre también tuvo su capítulo argentino. En Córdoba, Rosario, Río Negro y Buenos Aires se realizaron distintas manifestaciones, que incluyeron actos descentralizados y acciones comunes. La preparación fue imprescindible, distintos colectivos funcionaron durante los meses previos para discutir y definir las actividades.

En Buenos Aires, por ejemplo, durante toda la tarde hubo acciones descentralizadas de los grupos participantes, incluyendo culos al aire, radios abiertas, coros que cantaban el himno en ingles... Por la noche distintos grupos participamos en el Obelisco de la destrucción de una estructura que simbolizaba al capitalismo. 

A pesar de ser un pequeño acto repercutió fuertemente entre la gente que vio con simpatía la protesta anticapitalista, contra el Fondo Monetario y sus políticas. Para que el movimiento crezca es necesario extender la experiencia del 26 de setiembre e incorporar la pelea contra el deterioro laboral y la desocupación, contra la exclusión y el gatillo fácil.

Como en el resto del mundo, el día de acción global se caracterizó por la diversidad de sus componentes, por la acción fraternal de grupos que tenemos diferencias de opinión y en la forma de organizarnos, pero que en común tenemos el odio al capitalismo globalizado. Y porque demostró también que es posible trabajar juntos sin querer instrumentalizar a los otros para fines particulares. Un comentario aparte merece un sector de la izquierda, que se comportó de manera completamente ajena al movimiento.

Sin explicar por qué una columna compuesta por el MST, PTS, PO, Frente de la Resistencia y otros se desprendió de la escena de acción en el Obelisco y marchó sin destino por las calles del centro. ¿Sería una acción descentralizada? Puede ser. Nos inclinamos a pensar más bien que se trató de la única acción que podía realizar un sector que nunca participó de los colectivos que se reunieron durante los meses previos a setiembre. Era su única posibilidad porque no están dispuestos a ser parte de un movimiento plural. Con esa actitud alimentan la idea posmoderna (y finalmente funcional al capital) de que todos los partidos políticos actúan para sí.  Su gran sentido del oportunismo llevó por ejemplo al PTS a ocupar la esquina de Diagonal Norte y Perón sin estar enterados de que distintos grupos habían organizado allí un escrache a YPF. Triste fue la imagen cuando optaron por pegarles a los compañeros de HIJOS y de Malón con tal de no correrse unos metros.

Para quienes creemos firmemente que para construir otra alternativa es necesario fundirnos en las acciones sin diluir las identidades, hacer pensando y pensar haciendo juntos no es un eslogan televisivo.

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