Actualidad de los problemas de organización

Por Roberto Sáenz

 

Con la caída del Muro de Berlín, quedó cuestionada la misma perspectiva de la transformación social. Junto con ella, también quedó a un lado la idea de organizarse para pelear por una alternativa. El capitalismo parece ser así el horizonte insuperable. A la vez, en muchas capas sociales se ha extendido un estado de ánimo "posmoderno", que dificulta la adopción de compromisos colectivos y por tanto, del esfuerzo sostenido, común, por luchar por el cambio revolucionario de la sociedad. En este marco, con los siguientes artículos, comenzaremos a abordar la compleja problemática del "Partido", cuestión que veníamos adeudando tratar en "Socialismo o Barbarie".

 

A lo largo de varias décadas del siglo XX (desde los años '20), el movimiento de los trabajadores y popular en general, estuvo dominado por inmensos aparatos (el comunista, la socialdemocracia, los nacionalismos burgueses y las propias guerrillas) que hablaron en nombre de ellos, pero en realidad impidieron su propia decisión consciente y autodeterminada, persiguiendo fines distintos (y hasta opuestos) a los postulados. Esta ha sido una fuerte razón objetiva que ha desprestigiado la misma idea de la organización revolucionaria, la que es mirada con desconfianza entre sectores importantes de los jóvenes que despiertan a la vida política, así como también, entre franjas de trabajadores, a los que causa enorme repudio la atomización de las organizaciones de izquierda.

Un ejemplo vivo de esta realidad, son las discusiones que han venido jalonando a la vanguardia juvenil que a nivel mundial está impulsando la movida anticapitalista, la que por reacción a lo que ha sido la experiencia de los falsos "Estados Socialistas" (y a las prácticas aparatistas del común de la izquierda), tiende a posiciones que cuestionan la misma idea de "partido".

 

Orígenes de los problemas de la subjetividad en el movimiento obrero moderno

 

La primera pregunta que correspondería hacerse es: ¿Cuál es el lugar de los problemas de conciencia y organización en la tradición del movimiento obrero moderno? Podemos partir de señalar que desde su formación como clase, a los trabajadores se les ha planteado el problema de su organización...y no por mera "vocación", sino simplemente por necesidad.

Como respuesta a la condición de explotados, los trabajadores fueron dándose movimientos y formas de organización conscientes como manera de poder enfrentar su situación. Así, en la tradición del movimiento obrero inglés, es conocido el movimiento "Ludista" (inicios del siglo XIX): los trabajadores se las ingeniaban para romper las máquinas, considerando que eran ellas las causantes de su explotación. Luego, hacia la década del '30 de ese mismo siglo, comenzó el auge del "Cartismo", un movimiento de reivindicaciones políticas (presentadas en una carta al gobierno), que se coronaba en la exigencia del derecho al sufragio. Así, en la primera mitad de ese siglo, en las clases trabajadoras de Inglaterra, Francia y otros países, se sucedieron los movimientos, los inicios de organización sindical y también los primeros "partidos". Estos últimos, originariamente a partir de grupos muy reducidos, tradicionalmente considerados como "sectas", en la medida que vivían encerrados en sí mismos, desligados de los movimientos y vida real de los explotados (1).

Más en general, desde sus orígenes, esta exigencia de comprensión y organización, tuvo  que ver con la necesidad de los trabajadores, de salirse de la condición de explotados y oprimidos, en la búsqueda de paliar, sobreponerse o, acabar con el estado de cosas existente, con las cadenas que los ataban a esa condición. En este rico período inicial de formación de la clase trabajadora como una clase consciente de su lugar en la sociedad, van a surgir diversas corrientes políticas y/o de pensamiento: la de Auguste Blanquí (heredera del legado de la revolución francesa); la de los primeros socialistas utópicos (Fouriere, Saint Simon y Owen); la de los reformadores sociales (Luis Blanc, etcétera); y, posteriormente, el anarquismo (Proudhon, Bakunim) y el socialismo moderno, encarnado en Marx y Engels.

En este cuadro, llegamos a un segundo momento: el de la fundación de la I Internacional a inicios de la década del '60 del siglo pasado. Podemos dejar sentada una constatación preliminar: la historia muestra que los problemas de organización y conciencia de los explotados y oprimidos tienen una larga tradición y expresan una necesidad inexcusable en el desafío de la propia constitución de las masas explotadas en sujeto político/social con una perspectiva de transformación. Precisamente, a lo largo del siglo XIX, lo que estuvo en el centro fue esta batalla por la constitución de los trabajadores en sujeto, en el sentido amplio de la palabra, como lo señaló reiteradas veces el propio Marx:

"Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado para esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí. En la lucha (...) esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política."(2)

 

Sustitución y acción de masas en el socialismo del siglo XIX

 

¿Cómo se plantean estas cuestiones al momento de la formación de la I Internacional (1864)?(3) Podemos identificar tres corrientes de opinión generales en lo que hace a la

actitud frente al Estado, a la "acción política" y a la revolución. A la vez, ligados a ellos, los problemas de la organización de los explotados:(4) la tradición "jacobina",(5) expresada por Blanquí; la tradición anarquista, expresada por Bakunim; y la tradición de Marx y Engels.

En el caso de Blanquí es clara su posición sobre la organización a construir. Tiene directa relación con su concepción de la revolución, donde se excluye la actuación de las propias masas como sujeto consciente de la misma: se trata para él de la organización política de "elites revolucionarias", con características conspirativas, donde sólo se destaca el momento de la insurrección para la conquista del poder, mientras que poco se piensa en lo relacionado con la perspectiva más general de la transformación social de la sociedad. En este caso, la influencia de la revolución francesa de 1789 es evidente. La misma, es la máxima expresión de la revolución de masas, popular..., pero burguesa, donde finalmente los explotados y oprimidos no logran conquistar verdaderamente  "la libertad, la igualdad y la fraternidad", careciendo de conciencia, organización y dirigentes propios.

En segundo lugar, queremos señalar las características de la vertiente anarquista (expresada por Bakunim), cuya evaluación -de conjunto- es más compleja y matizada, y escapa un poco a las posibilidades de este artículo. Sin embargo, lo que nos interesa destacar acá, es que en su concepto "acción política" está necesariamente identificada a la acción de una minoría, y a la imposibilidad de -en este marco- salirse de los límites de una acción "estatista", de aparato. Por esta razón, la apuesta es a la sola acción espontanea de los explotados, sobre todo en el terreno económico, a la perspectiva de la inmediata abolición de toda forma de Estado a la vuelta de la revolución, mientras que en el terreno de la organización, se trata -en general- de organizaciones minoritarias, pequeños núcleos semiclandestinos, sin pautas claras.

Es evidente que Marx y Engels se movieron en una perspectiva muy distinta que la de las dos vertientes anteriores, debiendo dar una batalla en dos frentes, batalla que cruzó toda la historia de la I Internacional. Ellos le daban una enorme importancia a la adquisición de la conciencia revolucionaria por parte de los trabajadores, como condición para su propia acción autodeterminada. En este marco, concebían el valor de la "acción política" no como acción reduccionista de una minoría que sustituyera a la base en una perspectiva estatista, sino por el contrario, en la comprensión de la necesidad de asumir colectivamente la lucha por los intereses generales de la sociedad. A la vez, apoyándose en la propia acción creativa de las masas, impulsaban sobre todo las formas de organización que surgieran de la propia experiencia de los trabajadores. Esto, en la perspectiva de que "la liberación de los trabajadores debería ser obra de los trabajadores mismos".

Es por esto, que al tiempo que enfrentaron a los blanquistas y también -muy duramente- a Bakunim, se vieron confrontados con el desafío proveniente de Alemania, en cuyo caso, Ferdinand Lasalle –el dirigente "obrero" más importante de principios de la década del '60- comenzaba a encarnar el modelo de una organización rígidamente centralizada, burocrática, en el fondo sustitucionista de la acción consciente de los propios trabajadores, fuertemente orientada a los pactos y la acción en el seno del propio Estado. Esta tradición tendría a la postre graves consecuencias en la socialdemocracia alemana.

 

Lenin, Rosa Luxemburgo y las "cuestiones de organización"

 

Hacia fines del siglo XIX, la tradición marxista tuvo una "derivación" no prevista: la construcción de un gran aparato burocráticos, oportunista y sustituista que adquirió la forma de un partido socialdemócrata de masas construido como fin en sí mismo y aislado de la sociedad: la socialdemocracia alemana de principios del siglo XX, cuyo "modelo" se extendió al conjunto de la II Internacional (fundada en 1889, ya sobre una tradición directamente "marxista").

La gran dirigente socialista polaca, Rosa Luxemburgo -con más sagacidad en lo que hace a intuir este proceso degenerativo- y Lenin, más tardíamente, respondieron a su manera a esta bancarrota de la II internacional y sus partidos. Y la cuestión quedaba planteada así: ¿Qué posibilidades hay de que partidos de masas puedan tener una perspectiva de transformación social? ¿Cómo actúa el hecho de que en el seno de los trabajadores anidan los más dispares niveles de conciencia? Y, ¿cómo se resuelve el hecho de que la adquisición de una conciencia de transformación social no puede ser al mismo tiempo por parte del conjunto de los explotados y oprimidos? Rosa y Lenin resolvieron cada uno a su modo este dilema.

En el caso de Rosa, la apuesta fue por el lado de la propia acción independiente y autodeterminada de las masas trabajadoras, contra los esquemas pedantes de un aparato que buscaba encuadrarlas, "dirigirlas", que tenía verdadero pánico de su libre decisión y acción directa, y cuyo papel no debía ser ése, sino el de educación y orientación política.  De Lenin es la idea de la construcción de la "organización de los revolucionarios" (como alternativa -de hecho- al partido único de toda la clase), esto como parte –a la vez- del impulso de todo tipo de experiencias de organización amplia, alrededor de las más diversas necesidades: sindicatos, cooperativas, bibliotecas populares, clubes, etc.

Sin embargo, a pesar de los matices de enfoque desarrollados entre ambos en este terreno, nos parece de enorme actualidad para enfrentar los problemas que se plantean hoy en la construcción de organizaciones revolucionarias, caminar en el sentido del establecimiento de un dialogo fecundo entre la experiencia y elaboración de ambos revolucionarios. Esto, teniendo presente, que las acentuaciones divergentes de ambos, estuvieron relacionadas con los diversos contextos y desafíos que debieron afrontar: Lenin, alrededor de la necesidad de poner en pie una organización unificada a escala de toda Rusia; Rosa, frente al problema inédito de enfrentar el primer caso histórico de burocratización de una organización política dirigente del movimiento obrero. Es en este marco que se dieron las distintas acentuaciones, los límites y las incomprensiones mutuas, dado que como es conocido, polemizaron entre ellos en lo que hace a estos problemas, tendiendosé a presentar -en la tradición posterior- sus posiciones como "excluyentes": a Rosa como "espontaneista", y a Lenin, como "sustitucionista". Una buena síntesis de este desafío, tal cual lo creemos planteado hoy, la podemos encontrar en el socialista belga Marcel Liebman: "Rosa no negaba la necesidad de una fuerte organización, pero ella creía que esto debería hacerse realidad en proporción a un continuo y paralelo proceso donde el proletariado -por sí mismo- desarrollara su actividad revolucionaria y procediera a establecer sus propias instituciones de clase.”(6)

 

Ni sustituimos ni espontaneismo

 

"La concepción marxista consiste precisamente en la consideración de la masa y de su conciencia como factores determinantes de todas las acciones políticas de la socialdemocracia. En el espíritu de esta concepción, también las huelgas de masas políticas  (...) no es finalmente otra cosa que un medio de esclarecimiento de clases y de organización de las capas más amplias del proletariado."(7)

Sin embargo, una cosa ha sido la tradición de Rosa y Lenin, y otra, las organizaciones que se han construido bajo el supuesto "modelo" del segundo. De alguna manera, las organizaciones de la izquierda antiestalinista que les sucedieron, se construyeron sobre la base de una lectura reduccionista y empobrecedora del conjunto de la trayectoria del propio Lenin (el partido revolucionario aparece así como un grupo reducido, depositario del mandato de hacer él la revolución), a la vez que destacando los aspectos de la revolución rusa y del poder bolchevique que más tuvieron que ver con necesidades o -directamente- con crasos errores de tipo "administrativistas". Se dio lugar así a organizaciones con rasgos aparatistas, sustituistas, que en los hechos rompían con lo mejor de la tradición de autodeterminación socialista (que estamos intentando recoger), y que cedían a la presión de concebir la revolución y el socialismo como obra de una minoría y no de las más grandes masas.

Esto desafía a superar la tendencia sustituista, la que afectó (y sigue afectando) a una gran parte de las organizaciones de la izquierda, asumiendo que no se puede ayudar a construir la perspectiva estratégica del socialismo, desde afuera de la experiencia viva de las masas trabajadoras...Y comprendiendo que el partido es uno de los componentes de la subjetividad, la que va más allá que él mismo, componiéndose con su propia acción autodeterminada, con los propios organismos que se da en la lucha, con el resto de las organizaciones sociales, culturales e incluso políticas que hacen parte de su pelea, etc.

 Por esto mismo, se trata de construir una combinación dialéctica que rompa con cierto criterio de "exterioridad", el que ha hecho creer (en una recaída de tipo "jacobina") que se puede encauzar la perspectiva socialista desde afuera del movimiento real de la lucha de clases o de una manera excluyente "por el solo partido". Todo ello ha dado pie a concepciones que han llevado a valorar el partido como aparato externo, como un fin en sí mismo, como un organismo "exclusivista", en vez de concebirlo como un imprescindible medio hacia el objetivo de la propia liberación de los explotados.

 En la pelea contra el sustituismo, no se puede perder de vista, sin embargo, el lugar y la necesidad del partido revolucionario. Éste expresa un momento en la historia, en que todavía no es el conjunto de la población explotada y oprimida la que ha tomado en sus manos la totalidad de los asuntos. Sobre esta base, las concepciones de "socialismo desde arriba", transforman lo que "es necesidad, en virtud": se conciben y se construyen como "fines en sí mismos", precisamente para evitar que esta dinámica -hacia la autodeterminación- ocurra. Por el contrario, la perspectiva más auténtica del socialismo revolucionario debe ser la opuesta: no niega "idealistamente" la necesidad de la forma partidaria (como es el caso de la corriente revolucionaria autonomista o del anarquismo), pero concibe la imprescindible construcción del mismo, precisamente en la perspectiva de colaborar a que franjas crecientes de los trabajadores y la juventud, vayan tomando en sus manos las tareas de la revolución y el socialismo.

Se trata de asumir la complejidad del momento histórico que nos toca vivir, el que está marcado por el desafío de resolver la tremenda crisis de alternativas existente entre los explotados y oprimidos. Esto exige a los revolucionarios socialista el ayudar a construir una perspectiva socialista y comunista que vaya más allá del capital. Es que las masas trabajadoras no han podido elevarse espontáneamente a la perspectiva socialista, aunque en muchos casos hayan ido mucho más lejos de lo que se creía. Todo esto acentúa la importancia de la labor de los militantes revolucionarios: se trata de colaborar a que las luchas que cotidianamente dan los explotados y oprimidos, se abran camino a una nueva perspectiva, la del socialismo, cuestión que veremos con detenimiento en el próximo artículo.

 

Tareas globales

 

Es preciso, entonces, ser conscientes de que la imprescindible tarea de construcción de la organización revolucionaria se plantea, en la actualidad, en un contexto muy distinto al del siglo XIX (con el movimiento obrero en proceso de constitución) o de principios del XX (cuando el movimiento obrero ya estaba constituido como tal y se planteaba la "actualidad de la revolución socialista"). Hoy el desafío es mucho más complejo y combinado: se trata de construir la organización revolucionaria como parte íntima del necesario proceso de reconstrucción o refundación de la clase trabajadora por sí misma, esto como condición para que se vuelva a reabrir la perspectiva del socialismo.

En este marco, no se trata de simplemente superar la "crisis de dirigentes" de los trabajadores entendida en un sentido estrecho, sino de colaborar en la reconstrucción global del movimiento obrero, juvenil y popular, apuntando a la recomposición o reconstrucción de la subjetividad revolucionaria en su totalidad. Esto plantea una actividad profundamente distinta de lo que ha caracterizado tradicionalmente a las corrientes de izquierda (y que las sigue caracterizando, por ejemplo, en nuestro país). No se puede reducir a la vieja actividad sindicalista, tacticista o consignista vacía. Por el contrario, se trata de desplegar una actividad política global, que parta del desafío de explicar pacientemente, ayudando a la "reconstrucción de la cabeza" de los explotados y oprimidos, desde el terreno de su lucha y vida cotidiana, y proyectándose hacia una reconstrucción global: de su conciencia y organizaciones; teórica, política, sindical, social y cultural, en la perspectiva de la revolución social, encarnada por y concebida como acción consciente de las más amplias masas.

 

Notas

(1) Rasgos que -paradójicamente- son característicos en muchas de las organizaciones de la izquierda, bajo la presión de su marginalidad y dogmatismo.

(2) Karl Marx, Miseria de la Filosofía.

(3) La I Internacional, fue la primera organización política a escala internacional (básicamente europea) de los trabajadores.

(4) En esta reconstrucción histórica seguimos a G.D.H. Cole, reconocido historiador del pensamiento socialista y a Gian Mario Bravo, autor de "El primer socialismo" (editorial Akal, 1998).

(5) El "jacobinismo" fue la corriente más radicalizada de las capas medias en la revolución francesa, cuyos representantes más conocidos son Robespierre y Sain Just. Ellos se enfrentaron tanto a la burguesía, como a los sectores más desposeídos de París. Los jacobinos, son aquellos que en el siglo XIX reivindicaban su "modelo" de "revolucionarios férreos y dictatoriales", cabales representantes de la "tradición de las capas medias radicalizadas".

(6) Marcel Liebman, Leninismo bajo Lenin.

(7) Rosa Luxemburgo, “¿Desgaste o Lucha?” en Debate sobre la huelga de masas, tomo I.

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