Tartagal y Mosconi

 

“CORTANDO LAS RUTAS... ABRIENDO EL CAMINO”

Por Roberto Sáenz

 

“Acá queremos trabajos dignos, no planes trabajar (...) Cada vez producimos más y estamos más abajo; las regalías no llegan a los pueblos petroleros (...) Proponemos asamblea popular para elegir a los nuevos interventores en Gral. Mosconi y Tartagal (...)” (voces de piqueteros salteños, tomadas de Página 12, Clarín y La Nación, 11/11/00).

 

Un paso de avance en la experiencia real, vale más que mil programas decían Marx y Engels, los fundadores del movimiento socialista moderno. Y creemos que es de esta manera que se debe tomar el reciente corte de la ruta 34 en Salta (y la extensión de los cortes más en general): se trata de tomar los ejemplos que vienen directamente de la experiencia de la lucha de clases, para aprender de ellos. Esto, independientemente de que el resultado final de esta pelea fue, por diversas razones, mucho más pobre que el “pliego de 21 puntos” que enarboló. Y que, al mismo tiempo, es un hecho cierto que estas experiencias no pueden ser generalizadas -mecánicamente- a todo el movimiento de los trabajadores, marcado por la desigualdad de condiciones de vida y trabajo.

En este marco, creemos muy útil reflexionar acerca de la lucha de los trabajadores de estas localidades, muchos de ellos ex obreros de YPF (a los que se suman, con un lugar destacado, franjas de jóvenes de estas barriadas), los que vienen expresando una evidente acumulación de enseñanzas tanto en el terreno de la lucha como de las reivindicaciones. Se debe prestar la atención al hecho de que varias de las cuestiones planteadas en su pliego reivindicativo, son de lo más avanzado que ha dado la lucha de clases en el país en los últimos años.

 

Una experiencia que marca un avance

 

En primer lugar, los compañeros expresan un aprendizaje del papel de los punteros políticos y de la fragilidad que significan los “planes trabajar”. Reivindicaron en sus 21 puntos otra cosa: quieren empleo estable, efectivo, de la mano del reclamo de aportes de fondos genuinos por parte del Estado –200 millones bajo su control– para inversiones reales. Junto con esto, vienen insistiendo –por los menos desde el anterior corte, en mayo- que son un pueblo absurdamente carenciado sobre un mar de riquezas: el gas y el petróleo que extrae la Repsol/YPF, la que viene obteniendo superganancias a lo largo del año (1.100 millones de dólares sólo en el primer semestre del 2000). Explícitamente están cuestionando el monto y el manejo de las regalías, reivindicando para sí parte del manejo de esos fondos.

Junto con esto, han planteado en su pliego  problemas políticos: no están a favor de una “intervención institucional” de los departamentos de Mosconi, Tartagal y Aguaray. Por el contrario, han reivindicado la elección de autoridades por parte de “asambleas populares”. Esto es, superando la engañosa “democracia representativa” del voto y los políticos, se manifiestan a favor de formas de democracia directa del pueblo (o sea, están a la izquierda de la “izquierda” que reclama “Asamblea Constituyente”), tal cual es su experiencia, donde deciden en asamblea entre todos los compañeros que participan en el corte las resoluciones a tomar.

Esto es, han enarbolado puntos de un programa que por primera vez en muchos años, habiendo surgido desde abajo, desde una experiencia real de la lucha, explícitamente contiene elementos que cuestionan la ganancia capitalista y su control, a la vez que la institucionalidad de la “democracia de ricos”, proponiendo formas de democracia directa y popular. Puntos que tienen un gran valor precisamente por esto: apuntan a señalar elementos de fondo que deberían estar contenidos en una verdadera alternativa obrera y popular.

Una alternativa que es precisamente muy distinta de la que levantan la CTA, la CGT de Moyano y la propia CCC del “Perro Santillán”, las que no se caracterízan por ir más allá de reclamos de corte “nacionalistas” (en el sentido de que abría que estar de la vereda de los políticos que “tiran para la patria”, como sería Alfonsín...), “clientelistas” (quieren “ser ellos los que manejen los planes trabajar, para manejar ellos a la gente”) y “estatistas” (todo se lo piden al Estado, el que aparece como “salvador”, y no se apoyan en la verdadera democracia directa de los trabajadores), no cuestionando –“díos los guarde”- la institucionalidad de la “democracia” y la gobernabilidad de De la Rúa.

 

“Los changos tienen hondas, al estilo Intifada”

 

Esto es lo que comenta una periodista del diario Clarín (7/11/2000), citando a un trabajador desocupado del corte salteño. La analogía con la “Intifada” del pueblo palestino (cosa de no menor importancia), muestra que los elementos nuevos se están desarrollando –también- al nivel de la propia pelea. En los métodos de lucha se han expresado experiencias nuevas: no otra cosa es el estallido de los cortes de ruta a lo largo y ancho del país, lo mismo que la irrupción bastante masiva, desde los barrios, de comisiones de desocupados, como alternativas a los sindicatos, que hasta ahora no han hecho nada real por organizarlos. A esto, muchos comentaristas lo han señalado como una nueva modalidad de lucha de los trabajadores, que se comienza a generalizar, y de la cual se valora su efectividad. Por ejemplo, es el caso del “Centro de Estudios Unión para una Nueva Mayoría”, que en un reciente trabajo estadístico, plantean:

“En la segunda mitad de los años 90 aparece una nueva forma de protesta social: son los cortes de rutas. Ya no son el producto de la reivindicación salarial del 80, ni de la desesperación por la subsistencia generada por la hiperinflación, sino de la crítica situación de los que perdieron el trabajo en localidades donde la tasa de desempleo es dos o tres veces el promedio nacional (...) Los piquetes muestran una nueva realidad social. Los cortes de ruta son la forma de protesta de los sectores que están fuera de los sindicatos, por haber quedado desocupados (...) Así es muy difícil. A veces no se sabe ni con quién hay que negociar para salvar un conflicto.” (La Nación, 10/11/00).

En este marco, sobre todo es de destacar, el ingreso del Gran Buenos Aires (independientemente de la manipulación peronista o de aparatos sindicales, en algunos casos) en el método de los cortes. Y, en el caso de Salta, el haber tomado como rehenes a los propios policías y confiscado sus armas, algo que no tiene precedentes en los últimos años, y causó enorme preocupación “en las autoridades” que se negaban a negociar con “piqueteros armados”.

En todo caso, todo esto está expresando el avance en la comprensión –por parte de los sectores más explotados y oprimidos, colocados en condiciones límite- de la necesidad de recurrir –incluso, si es necesario- a métodos muy duros de lucha para enfrentar la represión que con creciente cinismo y descaro descargan el gobierno y la “democracia”, a los que no les interesa cuántos trabajadores muertos deba haber para imponer los planes del capitalismo de hoy.

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