Nacional

 

CUADRO DE SITUACIÓN

Por Oscar Alba    

 

El gobierno de la Alianza y el justicialista Romero se han cobrado una nueva víctima.

En la madrugada del 10 de noviembre, la policía de Salta reprimió a los piqueteros que se encontraban cortando la ruta 34 y asesinó a Aníbal Verón, de 36 años, trabajador despedido de la empresa de transportes Atahualpa que se encontraba con sus compañeros reclamando el pago de diez meses de sueldo que se le adeudaban, junto a otros pobladores que demandaban el cumplimiento de lo prometido por el gobierno hace tiempo atrás. Como respuesta a este asesinato, grupos de pobladores de Tartagal recorrieron las calles quemando la comisaría, la unidad de empleo, una sede judicial, la empresa de transportes Atahualpa y otros edificios, y tomaron de rehenes a policías.

Por la noche, las cámaras de televisión mostraron al presidente De la Rúa hablando en el 36° Coloquio Anual de IDEA, que reunió a explotadores, y aves de rapiña de toda especie; es decir empresarios, políticos y funcionarios del gobierno. Allí, el Presidente delineó el rumbo económico que van a seguir, lo cual significa una vuelta de tuerca que los trabajadores y el pueblo sufrirán en carne propia

De esta manera el país se encamina hacia un nuevo período político que estará caracterizado por un mayor endurecimiento en las medidas del gobierno para imponer su plan de hambre y miseria, por un lado y una extensión de las luchas de resistencia, a la cual se van a incorporar nuevos sectores obreros y populares, como respuesta.

Los anuncios hechos por De la Rúa en el Hotel Sheraton marplatense son un primer paso para lograr que el FMI le extienda un nuevo préstamo, bajo la forma de “blindaje” financiero y así inyectarle una “bocanada de oxígeno” a la economía del país. Pero de ninguna manera, estas medidas van a estar destinadas a la resolución de los problemas económicos y el derrumbe social que sufren los sectores populares, ni tampoco serán las últimas contra los trabajadores. El gobierno logró, en principio, la aprobación de los capitalistas más importantes, mientras continúa el debate en las filas burguesas sobre la necesidad de aplicar medidas más de fondo para comenzar a sacar del abismo (el peligro de cesación de pagos) a la economía.

Este nuevo ataque tiene entre sus puntos más fuertes la reforma del sistema previsional, que entre otras cosas, liquida el régimen estatal de jubilaciones, rebaja, en forma vergonzante, 200 pesos de los ya miserables haberes jubilatorios e impone a las mujeres trabajadoras una edad mayor para jubilarse. 

De esta manera, la angustiante situación, que en forma creciente viven los hogares obreros y populares desde hace tiempo y las nuevas medidas económicas que está implementando el gobierno, ha puesto en la cabeza de la gente la profunda preocupación sobre el futuro que les espera a los que viven de su trabajo. Esta preocupación permanente, tiene matices contradictorios. Hay indignación y bronca contra los políticos en general, y el gobierno en particular; mientras que, por otro lado, no se ve ninguna posibilidad de una salida para los pobres. La miseria y la marginalidad aumentan en forma proporcional a la voracidad de los usureros del FMI y los grupos económicos. Los trabajadores, intuyen esta relación y, a diferencia de lo que ocurrió durante el apogeo del gobierno menemista, se están dando cuenta que el paraíso que prometían los gurúes y las lechiguanas de la globalización, es ni más ni menos, que esta realidad angustiante sin perspectivas para las futuras generaciones.

¿ Es posible que a partir de estas contradicciones, tengamos un punto de apoyo para que los trabajadores y el pueblo, comencemos a desmalezar el camino hacia una conciencia política de clase? La construcción de una conciencia clasista depende de muchos factores: políticos, generacionales, culturales y de experiencias de lucha. Es un proceso que llevará su tiempo, pero debemos machacar una y otra vez que junto al problema de la alimentación y el trabajo, hay también una necesidad, que hoy se vuelve más aguda: que los trabajadores seamos conscientes de que debemos tomar la resolución de nuestros problemas económicos, políticos y sociales en nuestras propias manos.

 

Hacia una mayor resistencia

 

La desesperación empuja a los sectores más empobrecidos a las rutas para reclamar por sus necesidades más inmediatas: comida, abrigo y trabajo. Desde ese punto de vista, los cortes de ruta se han incorporado en estos últimos años como una experiencia de lucha que ha cobrado fuerza. Desde el norte hasta la curtida Patagonia, miles de trabajadores han levantado barricadas humeantes y se han enfrentado a la represión de la gendarmería y la policía de la Alianza. Los piqueteros han vuelto a la escena política en distintos puntos del país. Esta vez, se sumaron nuevos cortes en el Gran Buenos Aires, acercando peligrosamente las barricadas a la Capital Federal. Lo que refleja no sólo la extensión de la crisis y una mayor descomposición social, sino a la vez, el creciente desarrollo de un nuevo método de lucha. Asistimos, entonces, a cortes en La Matanza, Quilmes, San Francisco Solano, Bosques, Avellaneda y La Plata. En Quilmes, por ejemplo, los beneficiarios del plan “Trabajar”, dependientes de la Municipalidad, vieron recortado el mísero sueldo de 200 pesos a 150 y 120 pesos. A la vez que el reparto de los puestos de trabajo muchas veces atiende más al “clientelismo” político que a los que reclaman legítimamente una salida laboral.

En La Matanza, sobre la ruta 3 y las vías del ferrocarril Belgrano, se llevó a cabo un corte de ruta durante una semana. Allí, más de mil personas se agruparon por barrio, levantando carpas, constituyendo en la práctica un asentamiento. La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) fundamentalmente, y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) fueron las organizaciones que tuvieron la dirección política de este movimiento, convirtiéndose en sus representantes y voceros. Los ocupantes de la ruta, organizaron la comida (primero en forma centralizada y luego por barrio) y la seguridad. También tuvieron entretenimientos, ya que varios artistas se dieron cita solidarizándose con los piqueteros. Se realizaron asambleas donde hablaron los dirigentes y la gente escuchó e intervino muy poco. Se votaron las resoluciones, precisamente a instancias de estos mismos dirigentes. Al cabo de una semana, y luego de varias reuniones con funcionarios del gobierno provincial y nacional, los desocupados (siempre de la mano de sus “dirigentes”) aceptaron la propuesta del gobierno que tuvo los siguientes puntos:

 

-          9.000 puestos de trabajo del Plan Bonus y II Oportunidad.

-          2 millones de dólares en alimentos secos.

-          2 millones de dólares destinados al Fondo de Emergencia de La Matanza.

-          10 mil pares de zapatillas.

-          Terminar las obras del Hospital en el Km. 32.

-          Ampliación de la ruta 3 en el tramo comprendido entre los kilómetros 29 al 45.

 

La resolución temporaria de los cortes de ruta como en La Matanza y Salta lejos de aquietar la agitación social que se vive en distintos puntos del país, alentó nuevos bloqueos de caminos que están ocurriendo y está planteada la necesidad de hacer avanzar las experiencias de luchas que hasta ahora, con mucho esfuerzo, configuraron el mapa de la resistencia de los trabajadores. Si bien han sido los desocupados quienes más se han hecho escuchar, otros sectores obreros protagonizan conflictos por despidos, suspensiones y falta de pago. Los chóferes de la empresa Cañuelas cortaron el Camino de Cintura reclamando salarios atrasados. Los multimedios más importantes y la burocracia de la UTPBA (trabajadores de prensa) tratan de que los 200 despidos en el diario Clarín pasen lo más desapercibido posible, pero los trabajadores del diario realizaron asambleas, para ver cómo defender a sus compañeros despedidos,( ver nota en p, 17) entre los que están los nuevos delegados. Es decir, la resistencia a la política del gobierno se ha incrementado, aunque sigue siendo desigual como producto de la fragmentación que reina en las filas obreras y la falta de un objetivo común a todos los explotados que supere el límite de las reivindicaciones inmediatas y parciales. Ésta es la limitación más importante que tienen las luchas. Es una consecuencia de que los sectores que resisten aún no han logrado construir una alternativa estratégica común que responda no sólo a las reivindicaciones inmediatas, sino a un proyecto global de una nueva sociedad.

La capacidad para enfrentar las medidas de lucha populares por parte de la burguesía, y la profundización y extensión de la propia crisis económica, hace necesario dar una continuidad en el tiempo a los que salen a luchar. Esta continuidad tiene que tomar formas organizativas que apunten a crear lazos y espacios culturales y sociales donde la gente, además de mantenerse unida, pueda debatir libremente sobre los problemas esenciales del país y del mundo. La formación de grupos y expresiones políticas, sociales y culturales en el seno de los sectores populares que luchan, son importantísimas para socializar las experiencias y aportar conocimientos para una conciencia política anticapitalista.

 

Haciéndole el juego a los sectores patronales

 

Los patrones y sus gobiernos han avanzado en su ataque permanente a los trabajadores y el pueblo, pero saben que profundizar las medidas de ajuste y estructurales de la economía, significa descargar sobre los huesos del movimiento de masas un ataque cualitativamente superior al que hasta ahora vienen haciendo. Por eso, es muy importante identificar con claridad, no sólo al gobierno y los grupos económicos como los enemigos fundamentales que debemos enfrentar, sino también a sus aliados menores que detrás de una fraseología opositora y actuando en el mismo terreno de los que luchan, preparan nuevas derrotas obreras.

En este “rubro” se ubica Hugo Moyano, un camionero que hace rato no cambia una rueda bajo la lluvia o pasa varios días lejos de la familia. Este burócrata, que organizó algunas ollas populares y paros durante el menemismo, se convirtió en figura de la oposición sindical al gobierno durante los primeros meses de la presidencia de De la Rúa. Después de convocar a dos importantes paros nacionales, Moyano se apresuró a decir que ellos (la llamada CGT disidente) lo que querían era ser parte de una mesa de concertación con el gobierno y los empresarios para discutir los problemas sociales de los trabajadores y que no cuestionaban la “legitimidad del gobierno”.

 Ahora, nuevamente, ha vuelto a colgarse de los micrófonos para criticar al gobierno y llamar a un paro de 36 horas para el 23 y 24 de noviembre. Para esto, no está solo. Desde la CTA, Víctor De Gennaro también levantó su voz, para “castigar” al gobierno (lo mismo que Daer, de la CGT oficialista). De la mano de De Genaro, la CTA jugó un papel de oposición al menemismo, para luego apoyar la campaña de la Alianza. De esta manera, alimentó las ilusiones de muchos trabajadores en que votando a la fórmula De la Rúa-Chacho Álvarez podríamos comenzar a solucionar la pobreza y la desocupación. Ahora, se ven obligados a retomar el discurso crítico hacia el gobierno para no perder terreno como dirección política y sindical alternativa. La CTA, como dijimos, estuvo al frente del corte de ruta en La Matanza, controlándolo en forma burocrática e imponiéndole un programa muy distinto al que esbozaron los piqueteros salteños (ver atículo p.8). Salieron a festejar “el triunfo”, “olvidándose” de que en otros puntos del país, se extendían nuevos cortes, lo que planteaba la necesidad de unificación. Ahora se ha sumado al llamado de la CGT de Moyano, para realizar un paro nacional en protesta por la represión en Salta y las medidas anunciadas por el gobierno.

El MTA. en su documento, aprobado en el sacrosanto Comité Central Confederal del 13/11 (y, por supuesto, sin consultar a un solo trabajador), Moyano, Palacios y compañía, plantean que “no sólo seguiremos resistiendo al FMI y al modelo económico, sino que somos conscientes de que ha llegado la hora de plasmar un FRENTE NACIONAL, SOCIAL Y PRODUCTIVO que lleve adelante un programa mínimo alternativo”.

Ahora bien, estos burócratas ¿recién descubren que ha llegado la hora de levantar un programa que supere las reivindicaciones básicas? La desocupación, la pobreza y la marginalidad hace años que se instalaron en todo el territorio nacional. En realidad, hoy amagan con esta propuesta, porque además de descomprimir, frenar y traicionar las luchas, se alínean junto a sectores patronales, como los negreros de las PYMES, para levantar proyectos políticos que tienen un carácter preventivo. Es decir, para bloquear la posibilidad de que ante la profundización de la crisis los desposeídos, los desocupados y los que trabajan, los jóvenes y las mujeres trabajadoras construyamos un proyecto independiente y pongamos en peligro la estabilidad burguesa. Este “frente político” que proponen sigue encerrando las perspectivas de una lucha mayor en el ámbito del nacionalismo y la colaboración política con sectores de la patronal.

 

Por qué peleamos

 

Nuestra propuesta parte de la necesidad de tender lazos efectivos de solidaridad y organización entre todos los segmentos populares y con los trabajadores de los países de la región. Porque los intereses de los grupos económicos que nos chupan la sangre diariamente, son como muchas de las rutas que cortamos: se extienden más allá de los límites nacionales. Y debemos combatirlos junto a nuestros hermanos de clase: chilenos, bolivianos,paraguayos, brasileños y demás trabajadores del Cono Sur.

Creemos que hay que impulsar todas las medidas de lucha posibles para combatir la política del gobierno. En esa dirección tenemos que aprovechar los llamados a la huelga o cortes de ruta que se hagan, para fortalecer la resistencia de los trabajadores con un criterio unitario y democrático. Aunando a los desocupados y a los que tienen trabajo, sean efectivos o contratados. Hay que pelear por el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial, para dar trabajo a todos y como forma de enfrentar firmemente las suspensiones y los despidos. Hay que echar mano a las fabulosas ganancias que se llevan los pulpos como la Repsol, Shell y Esso, tal como comenzaron a plantearlo los piqueteros en Salta, reclamando un plan sobre la base de las regalías por la explotación de los hidrocarburos. El acceso directo y democrático de los trabajadores a la contabilidad de las empresas, como así también el control obrero permanente del cumplimiento de los compromisos que se arranquen al gobierno. No podemos dejar en manos de los dirigentes, que no nos dejan ni hablar en las reuniones o asambleas, la custodia y el seguimiento de los acuerdos.

Apoyamos todos los reclamos más inmediatos, pero consideramos que la vida de Víctor Choque, Teresa Rodríguez, Aníbal Verón y otros, no pueden tener sólo el precio de una caja de alimentos, un colchón o un puñado de planes “trabajar”, sino la perspectiva de una verdadera transformación social en manos de los trabajadores.

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