Las posiciones de E.P. Thompson

Clase y conciencia  de clase

Por Hernán Camarero*

*Historiador. Profesor de la UBA, UNLZ y la UP. Es parte de los consejos de redacción de las revistas Herramienta, Taller entre otras. Ha publicado diversos trabajos entre los últimos véase Los setentistas  Ed. Eudeba  Bs. As. 2000.

 

Como parte del desafió por reestablecer la perspectiva de la “liberación de los trabajadores como obra de los trabajadores mismos”, es que presentamos el siguiente análisis crítico de la obra del historiador marxista inglés E.P.Thompson. No se trata de un esfuerzo “académico”, sino de la búsqueda por hacernos de una concepción más justa y equilibrada de las necesarias relaciones entre los explotados y oprimidos (sus luchas, experiencias y conciencia), y el imprescindible rol de los socialistas revolucionarios para colaborar en la perspectiva de su propia autodeterminación

 

El debate acerca de cómo entender las clases sociales, la conciencia de clase y la lucha de clases tiene una larga historia en la teoría marxista. En buena medida, esta polémica está motivada en el hecho que los fundadores del “socialismo científico”, Marx y Engels, como en otros asuntos, no dejaron un cuerpo de definiciones precisas en torno al tema, sino un conjunto de reflexiones dispersas y aplicadas a casos históricos concretos. Sin pretender postular un balance acabado, es indudable que dentro de la heterogénea tradición política y teórica del marxismo han tenido un peso enorme las concepciones “estructuralistas” y “objetivistas” al momento de comprender los fenómenos de clase. Puede resultar oportuno, entonces, hacer una exposición de una mirada distinta a ellas, la expresada por el historiador y activista socialista E.P. Thompson (1924-1993), todavía insuficientemente conocida entre nuestra militancia revolucionaria.

En el recorrido detallado que hacemos de todas las obras en las que Thompson trató el problema de las clases, encontramos una condena a los planteos economicistas y estructuralistas que afectaron al marxismo, un rescate del olvido de facetas como las de la voluntad, la cultura y la autoconstrucción en el momento de definir las clases, una crítica de la concepción de “falsa conciencia” y del sustituismo vanguardista, en suma, una revalorización plena del papel de la subjetividad en el proceso de conformación o reconstitución de las clases. Las concepciones de Thompson se desarrollaron tras su ruptura con el estalinismo en 1956, cuando comenzó a orientar todos sus esfuerzos al examen histórico de la clase obrera, fundamentalmente la de Gran Bretaña, a realizar una intensa experiencia en talleres de enseñanza e investigación sobre y para las clases populares, y a practicar una incansable militancia independiente en el movimiento socialista y antinuclear. Veamos a continuación como se desplegaron estas posiciones.

              

Clase como producto de la conciencia de clase

 

El primer elemento fundamental que observamos en el planteo thompsoniano, expresado con claridad en el prefacio de esa monumental obra titulada La formación de la clase obrera en Inglaterra, es su concepción de que una clase social se define no previa o exclusivamente a partir de sus determinaciones “objetivas”. El autor introduce en el momento mismo de la construcción del concepto de clase las dimensiones de la acción y la subjetividad, en un plano analítico móvil dado por la temporalidad histórica: Por clase, entiendo un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia.”(1)

En la definición thompsoniana de clase, la experiencia y la conciencia de clase se hallan inextricablemente unidas y son, en última instancia las verdaderas portadoras del concepto de clase. La interpretación, en este punto, no abandona la perspectiva materialista, pues concibe a dicha experiencia como algo determinado por las relaciones sociales de producción. En la que quizá sea su definición más conocida y explícita de lo que entiende por clase y conciencia de clase, Thompson nos dice: “la clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestos a) los suyos. La experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción en las que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver una cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma.” (2)

Perry Anderson, deteniéndose en la primera oración de este último párrafo, ha caracterizado el planteo de Thompson como portador de un “criterio de conciencia”, en tanto la existencia de la clase pasa a depender de la presencia de una “expresión colectiva (sentimiento/articulación) de intereses comunes en oposición a los de una (o varias) clases antagónicas”.(3) Efectivamente, para Thompson la conciencia de clase es la verdadera dadora de sentido y clave de entrada al propio concepto de clase social. De hecho, invalida al segundo si no se halla presente el primero. Esto fue remarcado por el intelectual marxista inglés en textos muy posteriores a La formación..., en donde llegó a sostener: “Una clase no puede existir sin una especie cualquiera de conciencia de sí. De lo contrario, no es o no es todavía una clase; es decir, no es todavía ‘algo’, no tiene todavía ninguna especie de identidad histórica.” (4) Acerca de realidades históricas de la clase obrera, ha llegado a afirmar: si el proletariado está verdaderamente privado de la conciencia de sí mismo como proletariado, entonces no se puede definir como tal. Para un historiador, y espero decir que vale sobre todo para un historiador marxista, atribuir el término de ‘clase’ a un grupo sin conciencia de clase o de cultura de clase y que no responde a una dirección de clase, es una afirmación sin significado.”(5)

Como veremos luego, la consecuencia de esta concepción thompsoniana es el postulado que quita legitimidad teórica y política a los que sostienen que tal o cual clase en su conjunto tiene una conciencia “verdadera” o “falsa”, pues toda conciencia de una colectividad tan amplia como una clase, es, simplemente, lo que es. En su obra de polémica con el intelectual marxista francés Louis Althusser, Thompson sobredimensionó aún más el papel de la conciencia como verdadero arquitecto de la conformación de las clases, al asegurar que éstas surgen “porque los hombres y las mujeres, bajo determinadas relaciones de producción, identifican sus intereses antagónicos y son llevados a luchar, a pensar y a valorar en términos clasistas”.(6)

 

La experiencia de la lucha de clases como determinante

 

Thompson llega a la definición y a la existencia misma de la clase, no a partir de una realidad objetiva independiente de la voluntad, sino a través de la evidencia de la acción histórica. Creía que sólo desde ella, o lo que es lo mismo, desde la experiencia, es a partir de donde podemos afirmar la existencia de la clase. Y la experiencia no es otra cosa que la lucha de clases. De allí que lucha de clases, por un lado, y clase y conciencia de clase, por el otro, resulten conceptos inescindibles en el enfoque thompsoniano, pero que, en definitiva, el primero tenga primacía causal sobre los segundos. Thompson arribó a esta revalorización del concepto de lucha de clases a partir de sus estudios sobre la sociedad inglesa del siglo xviii, en donde encontró factible usar el concepto de lucha de clases a pesar de percibir que uno de los polos de ésta (el de los productores primarios), no sólo evidenciaban una conciencia de clase débil, sino una dudosa existencia como clase.

De este modo, Thompson intentó producir un replanteo de la teoría marxista, al reordenar jerárquicamente y recombinar el lugar y la relación de los conceptos de clase, conciencia y lucha de clases, cuestionando toda interpretación estructuralista o economicista: “En mi opinión, se ha prestado una atención teórica excesiva (gran parte de la misma claramente ahistórica) a ‘clase’ y demasiado poca a ‘lucha de clases’. En realidad, lucha de clases es un concepto previo así como mucho más universal. Para expresarlo claramente: las clases no existen como entidades separadas, que miran en derredor, encuentran una clase enemiga y empiezan luego a luchar. Por el contrario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en modos determinados (crucialmente, pero no exclusivamente, en relaciones de producción), experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados), identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase, y llegan a conocer este descubrimiento como conciencia de clase. La clase y la conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras, fases del proceso real histórico.”(7)

En la conformación de las clases también hay un papel para los procesos de “socialización” y educación en términos de “cultura de clase”, que pueden (y deben) acompañar la dinámica de la autoconstitución: “Una vez que una madura conciencia de clase ha crecido, los jóvenes pueden ser ‘socializados’ en sentido clasista y las instituciones de clase pueden prolongar las condiciones para su formación; además, generarse tradiciones o costumbres de antagonismo de clase que no corresponden más a un antagonismo de intereses”. Pero el autor nunca pierde de vista el papel de la experiencia: “La cuestión es que no podemos hablar de clase hasta que la población, a través de un proceso de lucha (que comprende una lucha a nivel cultural) entra en relación o en oposición con otros grupos bajo forma de clase o modifica las relaciones de clase heredadas que ya existían.”(8)

 

Clase como categoría histórica

 

En Thompson percibimos la convicción de que las clases sólo pueden ser definidas como fenómenos concretos. Es decir, concibe a las clases como productos necesariamente historizables. Cuando define a éstas como “un fenómeno histórico”, nos aclara: “No veo la clase como una ‘estructura’, ni siquiera como una ‘categoría’, sino como algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. Todavía más, la noción de clase entraña la noción de relación histórica. Como cualquiera otra relación es un proceso fluido que elude el análisis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento y analizar su estructura.”(9) El intelectual inglés precisó aún más, tiempo después, su noción de clase empleando el concepto de categoría histórica: “Clase, según mi uso del término, es una categoría histórica; es decir, está derivada de la observación del proceso social a lo largo del tiempo. Sabemos que hay clases porque las gentes se han comportado repetidamente de modo clasista; estos sucesos históricos descubren regularidades en las respuestas a situaciones similares, y en un momento dado (la formación ‘madura’ de la clase) observamos la creación de instituciones y de una cultura con notaciones de clase, que admiten comparaciones transnacionales.”(10)

Comprendida la clase como categoría histórica, esta puede ser empleada por los marxistas en dos sentidos distintos, ambos pertinentes, según Thompson, aunque proclives a generar confusión. En un primer sentido, se puede utilizar el concepto de clase referido a un contenido histórico real, empíricamente observable. Este sería el uso moderno de clase que surge a partir de la sociedad industrial capitalista del siglo xix. En este caso, el concepto de clase no sólo permitiría organizar y analizar la evidencia, sino que estaría “presente” en la evidencia misma (como instituciones, partidos o culturas “de clase”). En un segundo sentido, este término puede resultar una herramienta útil para organizar la evidencia histórica de sociedades anteriores a la revolución industrial, pero siempre teniendo en cuenta que aquí la categoría tiene una correspondencia mucho menos directa con la evidencia. Recordemos que clase y lucha de clases no eran conceptos asequibles dentro del propio sistema cognoscitivo de la gente de la época preindustrial, y que éstos se consideraban a sí mismos y libraban sus batallas en términos de “estados”, “órdenes” o “estamentos”. En este caso, se hace necesario extremar el cuidado para no leer retrospectivamente nociones posteriores de clase y tener siempre presente que si utilizamos el concepto de clase con tanta amplitud histórica es por falta de otras categorías que permitan analizar el proceso histórico.(11)

Thompson ejerció una crítica implacable contra todas las interpretaciones que construyeron categorías, conceptos o muestras de clase predeterminados y estáticos, listos a “operar” sobre realidades humanas que, empero, son siempre dinámicas e históricas. Esas categorías, que nos remitirían a una situación de estasis ideal, pero no real, podían ser usadas, según Thompson, en dos sentidos: sociológico y heurístico. En el primer caso, desde una perspectiva generalmente positivista (y, a veces, también “marxista”), la clase era reducida a una pura y simple medida cuantitativa, en función del número de personas en determinada relación con los medios de producción. En el segundo caso, la clase es definida como aquello a lo que la gente cree pertenecer en su respuesta a un formulario; esta es la tendencia frecuentemente usada por los investigadores funcionalistas yanquis para criticar la noción marxista de clase, ya que nunca dejan de encontrar obreros que no se comportarían de acuerdo a su condición proletaria o que al ser interrogados dicen pertenecer a la clase media o no saben definirse.(12) Lo que permanecía ausente en estas visiones era la observación del comportamiento del grupo humano a través del tiempo y en su contexto real. En definitiva, para Thompson: “Ni el entramado sociológico mejor engarzado puede darnos una muestra pura de la clase, del mismo modo que no nos puede dar una de la deferencia o del amor. La relación debe estar siempre encarnada en gente real y en un contexto real.”(13)

La operación teórica de Thompson impugna la ecuación lineal: a) existen determinadas relaciones de producción; b) instantáneamente derivadas de ellas, se hallan las clases; c) se desarrolla la lucha de clases. En esta concepción, que él denomina idealismo marxista-estructuralista, encuentra una concepción completamente errónea y antidialéctica: “que las clases existen, independientemente de relaciones y luchas históricas, y que luchan porque existen, en lugar de surgir su existencia de la lucha.”(14)

En Thompson podemos encontrar el análisis de una puja dentro de la tradición marxista entre dos concepciones en torno a las clases. Una, la que reivindicaba como propia y de una generación de historiadores socialistas británicos (Rodney Hilton, Cristopher Hill, E.J. Hobsbawm), era la que se inspiraba en los textos histórico-políticos escritos por Marx hasta mediados del siglo xix (como El dieciocho brumario de Luis Bonaparte), en los que la clase emerge como un concepto dinámico, dialéctico, plenamente histórico (en donde la teoría no aplastaba a la Historia, sino que ambas se interpelaba y enriquecían dialécticamente). La otra, la que había alcanzado su sofisticación en el pensamiento althusseriano, en la que clase se revela como una categoría estática, “que sólo halla su definición dentro de una totalidad estructural altamente teorizada, que desestima el verdadero proceso experimental histórico de la formación de las clases.”(15)

Precisamente, una de las mayores distorsiones que el historiador marxista inglés encontraba para examinar la cuestión de las clases y su conciencia estaba originada en la utilización de la relación “base/superestructura”, verdadero pilar teórico del análisis althusseriano. Según esta analogía de la realidad, las fuerzas productivas y las relaciones de producción supondrían la “base real y objetiva”, y de allí la conciencia de clase surgiría como una sobreestructura “derivada”. Thompson atacó desde siempre “esta metáfora procedente del campo de la construcción”, pues la consideraba “inadecuada para describir el flujo del conflicto, la dialéctica de un proceso social cambiante.”(16) A Thompson la relación “base/superestructura” le resultaba desafortunada al poseer una intrínseca tendencia reduccionista y llevar a lo que, en su afán polémico, caracterizó irónicamente como “leninismo platónico”. En sus palabras: “Esta analogía nos presenta una clase –o una ‘clase en sí’– a nivel de ‘base’, que luego se traduce en conciencia de clase –o ‘clase para sí’– si es que desemboca a nivel de sobreestructura. Si ella no desemboca en una dirección suya propia, entonces debemos introducir el concepto de ‘falsa conciencia’: la clase está allí, pero está mistificada, ella no se conoce a sí misma ni a sus propios intereses. Para decirlo en forma más elaborada, esta teoría puede dar lugar a una teoría de las clases que recuerda a Platón: ofrece un modelo de desarrollo por grados de la formación de clase con la cual la historia debiera conformarse, y si la evidencia es contraria, o se quita la parte válida o se introduce la falsa conciencia.”(17) Estas observaciones nos sirven para introducirnos en el último tópico a tratar, el referente a la “falsa conciencia”.

 

Acerca de la “falsa conciencia” y el “sustituismo”

 

Thompson creía que era a partir de conceptualizaciones marxistas ahistóricas y estáticas de clase como se llegaban a violentas distorsiones acerca de la conciencia de clase, la más nociva de las cuales era la de la “falsa conciencia”. A esta idea se arribaba, según Thompson, a partir de una equivocada concepción de entender a la clase como una “cosa”, preexistente y observable analíticamente, cuando, en verdad, no es sino una “relación histórica”: Se supone que ‘ella’, la clase obrera, tiene una existencia real, que se puede definir de una forma casi matemática: tantos hombres que se encuentran en una determinada relación con los medios de producción. Una vez asumido esto, es posible deducir qué conciencia de clase debería tener ‘ella’ (pero raras veces tiene) si fuese debidamente consciente de su propia posición y de sus intereses reales.”(18)

Para Thompson, las consecuencias de esta operación analítica eran devastadoras, no sólo para el análisis historiográfico, sino sobre todo para la acción política presente de los trabajadores. Especialmente, condenaba toda práctica “sustituista”, que conspire contra la autoactividad libre y democrática de la clase obrera, pues “‘Ella’ no existe, ni para tener un interés o una conciencia ideal, ni para yacer como paciente en la mesa de operaciones del ajustador.”(19) Thompson realizó frecuentes críticas a las concepciones sustituistas y vanguardistas. En 1963 sostuvo: Estos ‘atrasos’ culturales y esas distorsiones son un fastidio, de modo que es fácil pasar desde esta a alguna teoría de la sustitución: el partido, la secta o el teórico que desvela la conciencia de clase, no tal y como es, sino como debería ser.”(20) En 1977, afirmó: “los intelectuales a menudo sueñan una clase que sea como una motocicleta con el asiento vacío, a la cual ellos suben y guían porque poseen la verdadera teoría. Ésta es una característica ilusión, es la ‘falsa conciencia’ de la burguesía intelectual.”(21) Un año después expresó la misma idea de otro modo, pero ahora condenando explícitamente ciertas concepciones leninistas: es decir, la ‘vanguardia’ que sabe mejor que la clase misma cuáles deben ser los verdaderos intereses (y conciencia) de ésta. Si ocurriera que ‘ésta’ no tuviera conciencia alguna, sea lo que fuere lo que tenga, es una ‘falsa conciencia’.”(22)

 

Necesidad de una reapropiación crítica del enfoque thompsoniano

 

Cerramos aquí el recorrido que nos llevó por los distintos planteos de Thompson acerca de los conceptos de clase, conciencia y lucha de clases. No tenemos aquí el lugar para analizar las críticas que, dentro del marxismo, recibieron estas concepciones, algunas veces descritas como empiristas, historicistas, subjetivistas, culturalistas y, en algún caso, antimaterialistas. Veamos la forma cómo Thompson se intentó defender de estas impugnaciones, lo que nos sirve, también, para encontrar una síntesis de sus planteamientos: Espero que nada de lo escrito anteriormente haya dado pábulo a la noción de que yo creo que la formación de clases es independiente de determinantes objetivos, que clase puede definirse simplemente como una formación cultural (...) no hay examen de determinantes objetivos (y desde luego, modelo teórico obtenido de él) que pueda ofrecer una clase o conciencia de clase en una ecuación simple. Las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus relaciones de producción y al experimentar sus situaciones determinantes, dentro ‘del conjunto de relaciones sociales’, con una cultura y unas expectativas heredadas, y al modelar estas experiencias en formas culturales (...) Las clases, en este sentido, no son más que casos especiales de las formaciones históricas que surgen de la lucha de clases.”(23) Si tuviéramos, entonces, que resumir el aporte central de la definición thompsoniana de clase a la teoría y a la praxis marxistas, diríamos que es la relevancia que se le concede a la voluntad de la clase. La “libre volición” aparece como el atributo decisivo en el proceso de constitución de una clase, junto a los elementos materiales objetivos. Con precisión, Anderson lo ha denominado como “principio de codeterminación”, entre lo objetivo y lo subjetivo. Principio que se extiende hasta la propia definición de clase, tal como vemos en esta frase que bien puede funcionar como síntesis de la postura thompsoniana: “La clase la definen los hombres mientras viven su propia historia y, al fin y al cabo, ésta es su única definición.”(24)

Sin aceptar como válidas todas, o incluso una buena parte, de las concepciones thompsonianas sobre los temas tratados, es evidente que resultan fértiles para reflexionar sobre muchos de los aspectos que hoy se hallan en juego cuando hablamos de la situación, la acción y la conciencia de la clase trabajadora o de los nuevos movimientos sociales, o cuando discutimos el papel de la vanguardia política, la amenaza del sustituismo y la necesaria recuperación de la autoactividad, la autodeterminación y, también, la cultura de la clase obrera, pues, como afirma Thompson, “no podemos comprender la clase a menos que la veamos como una formación social y cultural”.(25) En otro artículo abordaremos algunas de las polémicas que generaron estas concepciones thompsonianas en la teoría marxista (como las de Gerald Cohen o Anderson), e intentaremos hallar una síntesis que permita integrar las distintas posiciones.

 

Notas:

1. Thompson, E.P., La formación de la clase obrera en Inglaterra (2 vols.) Barcelona, Crítica, 1989 (1ª ed. en inglés: 1963), pág.xiii.

2. Idem, págs.xiii-xiv, cursivas en el original.

3. Anderson, Perry, Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson. Madrid, Siglo XXI, 1985 (1ª ed. en inglés: 1980), pág.43.

4. Thompson, E.P., “Algunas observaciones sobre clase y ‘falsa conciencia’”, Biblos, Cuadernos de teoría e historia de la historiografía, Nº 1, 1987 (1ª ed. en inglés: 1977), pág.11.

5.  Idem, pág.8.

6. Thompson, E.P., Miseria de la Teoría, Barcelona, Crítica, 1981 (1ª ed. en inglés: 1978), pág.167.

7.  Thompson, E.P., “La sociedad inglesa del siglo xviii: ¿Lucha de clases sin clases?”, en Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1984 (1ª ed. en inglés: 1979), pág.37.

8. “Algunas observaciones...”, pág.7.

9. La formación..., pág. xiii, cursiva en el original.

10. “La sociedad inglesa...”, pág.34, cursiva en el original.

11. Idem, págs.36-37.

12. “Algunas observaciones...”, pág.4.

13. La formación..., pág.xiii.

14. “La sociedad inglesa...”, pág.38, cursiva en el original.

15. Idem, pág. 36, cursiva en el original.

16. Thompson, E.P., “The peculiarities of the english”, en R. Miliband y J. Saville (comps.): The Socialist Register: 1965, Londres, 1965, pág.351.

17. “Algunas observaciones...”, pág.10.

18. La formación..., pág.xiv.

19. Idem, pág.xv.

20. Idem, pág.xiv.

21. “Algunas observaciones...”, pág.12.

22. “La sociedad inglesa...”, págs.35-36.

23. Idem, pág. 38-39.

24La formación..., pág.xv.

25. Idem, pág.xvi.

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