La filosofía en el marxismo del siglo xx

Por Marcelo Yunes

 

 

Nuevamente está en el orden del día de la política nacional e internacional la crítica al capitalismo, lo que se da, sin embargo, en el marco de una enorme crisis, cuestionamiento y confusión de todas las ideologías y doctrinas sociales. Es por eso más urgente que nunca recuperar y afilar las herramientas teóricas de los revolucionarios para mejor comprender la realidad y actuar sobre ella. Esta necesidad se hace más patente en relación a la crítica más completa, radical y científica al orden social capitalista: el marxismo. Es por eso que, a modo de continuación del estudio del pensamiento de Marx iniciado con el folleto que editáramos el año pasado, Socialismo o Barbarie presenta su Cuaderno de Formación Nº 2, con una selección de textos de tres conocidos marxistas del siglo xx: los alemanes Herbert Marcuse y Karl Korsch y el francés Henri Lefebvre. Creemos que resulta de enorme importancia darle continuidad al esfuerzo de estudiar los fundamentos de la teoría marxista y del pensamiento socialista revolucionario con un criterio de amplitud, y a la vez de rigor y seriedad.

 

Uno de los elementos más controversiales en las polémicas teóricas del movimiento socialista fue siempre, y aún es, la relación entre el marxismo y la filosofía. Innumerables y prestigiosos autores han tallado en este debate, con posiciones que van, como veremos, desde la negación lisa y llana de toda preocupación filosófica en la teoría marxista hasta el intento de reducir a ésta a una mera filosofía. Entre ambos extremos, se ubican quienes buscan descubrir en el pensamiento de Marx el rastro de un determinado “linaje” filosófico, que daría la clave para la comprensión más general del método marxista. De entre esa inmensa –y difícilmente abarcable– masa de pensadores, hemos tomado en consideración a tres de ellos, que creemos insoslayables a la hora de encarar una reflexión sobre el sentido más profundo de la obra, el pensamiento y el método de Marx. La ubicación teórica, política y social de Marcuse, Korsch y Lefebvre es bien diversa; no obstante, comparten ciertos elementos que respaldan su inclusión en cualquier esfuerzo de abordar de manera seria y sistemática la obra de Marx.

El primer rasgo en común entre estos autores es el de su preocupación por restaurar la dimensión propiamente filosófica del marxismo (aunque, como veremos, todos ellos reniegan de considerar al marxismo meramente como una filosofía). Esta coincidencia resulta de otra mayor, a saber, la comprensión del marxismo en tanto sistema total de pensamiento y acción, no reductible a sus partes integrantes y superador de la parcelización del estudio de la vida social propia de la academia burguesa. Esta división del conocimiento en ciencias parciales no es, por otra parte, sino la manifestación en el terreno teórico de la fragmentación, separación y alienación que concurren en la vida real bajo el régimen social capitalista; el rechazo de ese orden de cosas por el marxismo debe necesariamente, entonces, contemplar ambos planos. La superación de la filosofía no es, como suponía el marxismo brutal y dogmático, una realidad cuya prueba palmaria era la existencia misma de la doctrina marxista, sino una tarea que no puede darse por concluida hasta la abolición definitiva del orden social que segrega entre vida práctica y vida teórica que está en la base de la filosofía como tal. En este sentido, resulta significativo constatar que los tres autores a los que nos referimos establecen una analogía entre la superación de la filosofía y la superación del Estado: no puede concebirse la una sin la otra.

Un segundo elemento que une a Marcuse, Korsch y Lefebvre es la importancia capital que conceden, no sólo para la asunción de los aspectos filosóficos del marxismo sino para la comprensión del pensamiento de Marx como un todo, al método dialéctico y, más en general, a la herencia filosófica de Hegel. Como ya hemos señalado, a lo largo de todo el siglo xx hubo en el movimiento marxista fuertes disputas alrededor de lo que Perry Anderson llamaba los “linajes” filosóficos de Marx y el marxismo, disputas en las que quienes defendían la influencia de Hegel y la dialéctica no tenían en absoluto la hegemonía. De hecho, el auge del estructuralismo condujo a formulaciones del marxismo teñidas de cientificismo, positivismo o antihumanismo, como las de Louis Althusser o Galvano Della Volpe. Aunque esta postura surgió en buena medida como réplica al humanismo existencialista de Jean-Paul Sartre, por ejemplo, éste último era también explícitamente antihegeliana. Incluso hoy, las modas intelectuales como el posestructuralismo, el posmodernismo o el culturalismo, en la medida en que se dignan a establecer relaciones con el pensamiento marxista (y esto incluye a los “posmarxistas”), suelen abrevar en fuentes filosóficas muy distantes de e incluso opuestas a Hegel, como Nietzsche, Heidegger o Wittgenstein.

Por último, otra característica que distingue a estos autores es su conflictiva relación con las corrientes políticas que hegemonizaron el movimiento obrero occidental durante el siglo xx: la socialdemocracia y el estalinismo. Por razones diferentes y desde lugares diferentes, los tres se mantuvieron independientes e incluso hostiles frente a estos aparatos que hablaban en nombre del marxismo y del socialismo.

Sólo tenemos espacio aquí para presentar someramente a estos pensadores marxistas; en futuras entregas tendremos ocasión de detenernos con más detalle en las ideas principales de los textos que presentamos.

Herbert Marcuse fue uno de los principales animadores de la llamada Escuela de Frankfurt, a la que también pertenecieron Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y, ya en otra generación, Jürgen Habermas (las relaciones de Walter Benjamin con la que dio en llamarse “teoría crítica” fueron más complejas). En esta corriente, el rigor e independencia intelectuales tuvieron como contrapartida una casi total ausencia de intervención política, por lo que puede decirse que gozaron las ventajas y sufrieron las desventajas de esa falta de compromiso: por un lado, se mantuvieron incólumes a las presiones del estalinismo; por el otro, su elaboración fue casi exclusivamente de orden académico. No obstante, el caso de Marcuse es quizás el menos representativo de esa prescindencia política, no sólo por el carácter de algunos de sus escritos –como El marxismo soviético– sino por su influencia intelectual en los movimientos estudiantiles en Europa en 1968. Su segundo libro, Razón y revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social, fue escrito en 1941 en Estados Unidos, adonde Marcuse se había exiliado huyendo del régimen nazi. En el folleto se reproducen los capítulos dedicados al marco histórico y filosófico de la obra de Hegel, seguido de un repaso de algunos de sus conceptos centrales y de las nuevas características que adopta la dialéctica hegeliana en Marx.

Karl Korsch, por su parte, participó en el movimiento socialista alemán desde la década de 1910, y confluyó, desde el Partido Socialista Independiente, en la creación del Partido Comunista alemán (KPD). Su apoyo a la Revolución Rusa no le impidió cuestionar las orientaciones teóricas y políticas del KPD, así como la “rusificación” del régimen partidario. Fue expulsado en 1926 y emigró de Alemania tras el ascenso del nazismo. Mantuvo relaciones políticas con la CNT española durante la década de 1930 hasta la derrota de la Guerra Civil. Vivió en Estados Unidos y Europa dedicado a la investigación científica, aspecto que en sus Diez tesis sobre el marxismo (1950) declara haber sido descuidado por el movimiento marxista. Trabajó con el psicólogo Kurt Lewin y con Bertolt Brecht. Los textos suyos que aquí reproducimos pertenecen a la década de 1920, el período políticamente más activo de Korsch, incluyendo un trabajo ya clásico: Marxismo y filosofía.

El caso de Henri Lefebvre es también bastante particular. No fue un intelectual sin relaciones con los partidos políticos de izquierda como Marcuse, ni tampoco siguió el derrotero político consecuentemente antiestalinista de Korsch, en la militancia o en la independencia, sino que fue durante treinta años un intelectual del Partido Comunista francés (PCF), con el que trabó una compleja ligazón. Su prestigio como intelectual lo habilitaba a expresar posiciones críticas que a otro militante le hubieran valido la expulsión; la relación política puede representarse como un continuo tira y afloje sin que ninguna de las dos partes se atreviera a cortar la cuerda, hasta que la creciente heterodoxia de Lefebvre, impactado por la represión estalinista a la revolución húngara de 1956, lo condujo finalmente fuera del PCF en 1958. El carácter original del pensamiento del filósofo francés se refleja no sólo en sus posiciones políticas sino en el amplísimo espectro de temas que abarca su prolífica obra, con importantes escritos sobre urbanismo, modernidad y vida cotidiana, entre muchos otros. Hemos seleccionado textos de uno de sus últimos libros, Hegel, Marx, Nietzsche, de 1975, período en el cual manifestaba cierta simpatía por el proceso político en China, junto con Sociología de Marx, libro escrito en la década de 1960 bajo el programa de “renovación del marxismo” posterior a su expulsión del PCF.

Los criterios de selección y de ordenamiento de los textos buscaron ofrecer una ubicación histórico-cronológica de las relaciones entre el marxismo y la filosofía. Es por eso que se comienza con los antecedentes históricos y filosóficos del marxismo y en particular de Hegel, junto con una escueta pero profunda explicación del desarrollo filosófico de Marx (el trabajo de Marcuse); se continúa con la visión de Korsch de las polémicas filosóficas entre los marxistas, desde la época de la ii Internacional hasta el período de codificación del “marxismo-leninismo” bajo la égida estalinista en la iii Internacional (fines de la década de 1920), y se concluye con el debate propuesto por Lefebvre contra la “filosofía marxista” cristalizada en la posguerra por el estalinismo de Occidente bajo el nombre de “Diamat” (materialismo dialéctico en su versión más groseramente reduccionista, economicista y determinista).

Por supuesto, los autores no se limitan a la exposición y el examen crítico, sino que avanzan en formulaciones propias. Quedarán por cuenta del lector la identificación tanto de las coincidencias y diferencias entre ellos como de aquellos aspectos que puedan resultar más fecundos para la reflexión marxista del presente. No obstante, no quisiéramos dejar de señalar que si bien algunos de los textos que presentamos son de un gran valor introductorio por su claridad, concisión y precisión, quizá su mayor mérito consista en aportar claves de interpretación de la obra de Marx y del marxismo, concibiéndolo como teoría social general indisolublemente ligada a la práctica.

Desde la perspectiva de los socialistas del MAS, nos interesa asimismo recuperar un camino de reflexión teórica que sea capaz de integrar distintas vertientes del marxismo revolucionario. Y, por supuesto, es nuestra intención que la revalorización –necesariamente crítica– de otras tradiciones teóricas del marxismo sea un aporte más a la monumental tarea, que sin duda compartimos con muchos otros, de reafirmar la alternativa socialista sobre bases revolucionarias y no dogmáticas.

Finalmente, nos place adelantar que próximamente nos abocaremos a un plan de trabajo teórico sobre la obra del Marx “maduro”, que comenzará con la edición de una selección amplia y cuidada del tomo i de la obra cumbre de Marx, El capital.

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