Un giro televisivo a la realidad

Por Ariel Orbuch 

El debate sobre la tinellización de la política que lanzó el gobierno en su intento por censurar las críticas a De la Rúa tiene como trasfondo la vuelta a la realidad de la televisión al calor de la crisis del país y de la irrupción del movimiento de desocupados a la escena.

 

El enviado vuela por arriba del Congreso y la Casa Rosada mientras repite el estribillo "¿cómo estamos hoy, en nuestra nación?", en una pregunta que en realidad encierra una afirmación crítica. Los raporteros admiten que se nutren de los diarios del día para sacar el material de sus ácidas intervenciones sobre la realidad. La clase política, incluidos los opositores Elisa Carrió y Hugo Moyano, aparece junta e indiferenciada en la Casa del Gran Cuñado. En su mayor parte, El Show de Videomatch se convirtió en un programa de humor político, económico y social en el que perdieron espacio las cámaras ocultas y los contadores de chistes.

El giro en el contenido transformó a Marcelo Tinelli en un adversario del gobierno. La preocupación por la imagen de De la Rúa alteró al Ejecutivo, pero también provocó la reacción de los máximos dirigentes del justicialismo que alertan sobre el daño que puede significar para las instituciones de la democracia la ridiculización de la imagen presidencial y, en un segundo plano, la de los legisladores y los jueces.

¿Tinelli se convirtió de repente en un comunicador con sensibilidad a los padecimientos populares? Para despejar cualquier duda al respecto sirve tener en cuenta que es un exitoso empresario de los medios, fundador de la cámara de productores de televisión junto a los también yuppies famosos Adrián Suar y Mario Pergolini. En sus posmodernas oficinas no les tiembla el pulso para acordar hacer uso de su poder con el fin de establecer políticas de rebajas salariales. Tampoco para echar mano a cada uno de los instrumentos que les dio la reforma laboral con el objetivo de maximizar sus ganancias a costa del sueldo de sus trabajadores.

A Tinelli le preocupa su negocio que en televisión es rating, que, a su vez, se transforma en publicidad. En los noventa pasó de mediocre periodista deportivo a conductor estrella por su olfato para advertir el triunfo arrasador del menemismo en todos los terrenos, incluido el ideológico, y trasladar la fiesta a la pantalla. Una década después, advierte que se acabaron las expectativas de realización en el consumo para los trabajadores. Toma nota de cómo vive la mayoría de la población, la catástrofe cotidiana y el creciente cuestionamiento a la realidad en las rutas pero también en la cabeza de la gente. Desde su visión mercantilista y con su excepcional empirismo se avivó de que hoy no puede dejar de lado la política. Su rápida reconversión lo mantiene en el podio de la televisión argentina.

 

El ring de Mauro

 

Otro de los que comprendió el cambio en la situación es Mauro Viale, aunque pese a su nuevo rumbo por ahora no logra retornar a las grandes ligas de la TV. Ahora está en el Canal 26 de Pierri y lejos de la masividad que supo conseguir con el pico máximo durante el Caso Cóppola con Samantha, Natalia y compañía. Las peleas en pleno estudio paralizaban frente al televisor a millones de personas.

Ahora, relegado al cable, las contiendas suelen girar alrededor de lo que pasa en el país con panelistas que van desde la derecha hasta los legisladores porteños de izquierda, como para que nunca bajen los decibeles. En los buenos viejos tiempos, Mauro solía tratar de vez en cuando temas políticos, en algunas oportunidades con represores como invitados, pero ese espacio ocupaba un lugar marginal entre los números de su circo.

En su nueva versión, Viale discute con los dirigentes de la Unión Industrial Argentina si hay una salida distinta a la que plantea Cavallo, apura al cura Farinello para que le explique cómo va a hacer para revertir el desastre social desde la banca a la que se postula y agranda las brechas entre los polemistas para mantener la tensión, el gran secreto de su gastada fórmula.

Viale advirtió tempranamente la irrupción del movimiento de desocupados y en la primera marcha de la Matanza al Ministerio de Trabajo D'Elía y Alderete frenaron un segundo el paso para explicar en estudios la posición que le iban a llevar a Bullrich. En más de una oportunidad, integrantes del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados se manifestó frente al canal para pedir la libertad de Raúl Castells.

La apuesta es volver a los primeros planos con gritos y peleas pero pasó el tiempo de la Momia y llegó el de la crisis y los piquetes.

 

El show de la noticia

 

En los dos últimos Mundiales de fútbol, Mónica y César presentaban las noticias desde Estados Unidos y Francia. La represión de los gendarmes en Cutral Có –en lenguaje periodístico enfrentamiento entre manifestantes y gendarmes– tenía su lugar después del interesante comentario de Batistuta sobre el gol que hizo o el que se erró. El noticiero se había transformado en un show en el que la política perdía cada vez más espacio ante los chismes de los famosos, la nueva jirafa que llegaba al zoológico y los desfiles de modas.

Pero alertas a las planillas de rating hubo que empezar a hablar de la posibilidad de que Argentina entre en cesación de pagos, del peligro de una devaluación y de los cortes de ruta. Gustavo Silvestre y Marcelo Bonelli, los columnistas de política y economía, respectivamente, ganaron espacio en pantalla.

Eso sí, siempre bajo el formato del espectáculo, con las noticias presentadas con títulos de telenovela y animaciones digitales sobre protagonistas de la realidad para darle un toque "simpático". Y con el feliz y ejemplar matrimonio al frente. Porque la televisión es una gran familia que desde sus distintos géneros se tuvo que empezar a ocupar, obviamente a su manera, de la realidad política, económica y social. 

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