Después de las Torres...

Por Roberto Ramírez

Aprovechando el atentado, la "Santa Alianza" imperialista lanza un ataque contra los trabajadores y los pueblos del mundo

El 11 de setiembre fue servida en bandeja al gobierno de EE.UU. la posibilidad de organizar una "Santa Alianza" imperialista, cuyos objetivos van mucho más allá de la cobarde masacre que está haciendo en Afganistán.

Hoy el elemento determinante del escenario mundial, el principal peligro para los trabajadores y los pueblos del mundo, es esta Santa Alianza pretendidamente "antiterrorista" que, bajo la dirección del imperialismo norteamericano, reúne a sus socios de Europa occidental y Japón, los gobiernos de Rusia y China, y a otros Estados, también del mundo árabe y musulmán. El triunfo o la derrota de este intento va a decidir el curso futuro de la situación mundial.

Otra vez en busca del "Nuevo Orden"

En 1989/91 desaparecía la Unión Soviética. Con ella se eclipsaba también un "orden mundial", un sistema de Estados que habían regido el planeta desde que en 1945 los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. y la URSS, se repartieron el mundo y establecieron un conjunto de "reglas de juego". Esos 45 años no habían sido "tranquilos". Pasaron muchas cosas. Pero, de una u otra manera, incluso las grandes revoluciones, quedaron encuadradas, "encasilladas", en ese "orden mundial" (por ejemplo, Cuba).

Al mismo tiempo que se hundía la URSS, se producía en 1990/91 una guerra, la del Golfo, contra Irak, cuyas derivaciones a largo plazo resonaron el 11 de setiembre sobre Nueva York.

George H. Bush (padre) era presidente de EE.UU. Proclamó entonces que, a partir de allí, se establecía un "nuevo orden mundial", en reemplazo del que había regido desde la Segunda Guerra.

Diez años después, si en algo están de acuerdo los analistas, sean de izquierda o de derecha, es que lo que impera es un fenomenal desorden planetario. Que cada vez más cosas y problemas están fuera de control.

Es indiscutible que el capitalismo logró expandirse por todos los rincones, que el imperialismo domina el mundo, y que en ese cuadro EE.UU. tiene la supremacía. Pero una cosa es el dominio. Otra, que los dueños del mundo hayan podido "poner orden".

El mismo origen del dramático atentado es sólo una más de las cosas "fuera de control". Es atribuido a corrientes políticas que en su momento fueron peones de EE.UU. y cuyos jefes tuvieron incluso negocios comunes con la actual familia presidencial. (Ver "Los Bush y Bin Laden, socios en los negocios y amigos íntimos")

Bush (hijo) quiere retomar ahora la tarea en la que fracasó Bush (padre). El reiterado intento de imponer un "nuevo orden" tiene como punto de partida la expedición colonial a Afganistán y las horrendas matanzas que no han hecho más que empezar. Es un escarmiento sanguinario, que sirva de ejemplo para aterrorizar a los pueblos del mundo. Pero, como dijimos, los objetivos van mucho más allá.

Del "giro de Seattle" al "giro de las Torres"

Los atentados a las Torres se dieron en una situación mundial en la cual al capitalismo en general y a EE.UU. en especial se le venían complicando las cosas.

El siglo XXI se abrió con vientos que soplan en otra dirección que los de 1989/91. Pasó la hora de la borrachera de comienzos de los 90, cuando la burguesía celebraba mundialmente el "fracaso del socialismo", la victoria de la "economía de mercado" en versión neoliberal, y la marcha triunfal de la "globalización", que arrasaba con todo. En la Argentina, recordemos, comenzaban los días de gloria del dúo Menem-Cavallo.

En vísperas del nuevo siglo empezaron a invertirse esas tendencias. Las barbaridades del capitalismo globalizado —polarización social, desempleo, miseria, exclusión, bancarrota de regiones y países enteros, desastres ecológicos— muestran una realidad muy distinta de lo prometido en las fábulas neoliberales. La ruina de Argentina es sólo un detalle más en este cuadro mundial.

Esto ha generado un cuestionamiento a la globalización y sus consecuencias, a la configuración neoliberal del capitalismo y, aunque en menor medida, también al sistema mismo. Globalización y neoliberalismo dejaron de ser las dos "vacas sagradas" que no se ponían en tela de juicio.

Este cambio ideológico refleja y a su vez anticipa un crecimiento sostenido de la resistencia y las luchas. En ese cuadro, uno de los fenómenos más importantes (e inquietantes para el capitalismo) ha sido el surgimiento de los movimientos antiglobalización. Poco antes del atentado se había realizado la gran movilización internacional de Génova, que atrajo la atención de las masas de todo el mundo.

Asimismo, a nivel de la economía, se dibuja el comienzo de una recesión mundial de perspectivas cada vez más inquietantes. Es otro de los hechos que está escapando de control.

Para darle un nombre a estas transformaciones que contrastan con el "clima" de los 90, las habíamos llamado "el giro de Seattle", por la movilización que fue el campanazo que anunció los cambios de la situación mundial.

Ahora podríamos decir que Bush y el imperialismo quieren dar "el giro de las Torres". O sea, "poner orden", imprimir un giro ultra reaccionario al conjunto de la situación mundial.

"Quien no está con nosotros, está con los terroristas"

Esta frase de Bush resume el intento. Es lo que oíamos aquí bajo la dictadura. Ahora se generaliza a escala mundial. Quien no estaba con Videla y no apoyaba la represión, era terrorista o amigo o cómplice del terrorismo. Hoy quien no apoye a Bush, está con Bin Laden.

Bajo Videla, la otra cara de los secuestros y desapariciones era el Plan Martínez de Hoz. Ahora —como dejó bien claro Bush en la cumbre de los países del Asia-Pacífico— la guerra se hace por la "economía de mercado". La cruzada no es por el Santo Grial, sino por el Dios Dólar. Y quien se oponga a ella, será tratado de "terrorista". Tal es la lógica que el gobierno norteamericano pretende imponer mundialmente.

Pero, hay también otra pauta no menos importante... y peligrosa. Por primera vez en los tiempos modernos, un Estado declara la guerra... no se sabe a quién... a un "terrorismo" sin nombre, apellido ni domicilio conocidos. En estos momentos, sin pruebas serias, el "terrorismo" se personifica en Bin Laden y Afganistán. Mañana puede asumir otros rostros y países, como ya se ha dicho en Washington.

Tienen un poco de razón los analistas que sostienen que en verdad no hay una "guerra" —en el sentido estricto del derecho internacional—, sino sólo agresiones y matanzas discrecionales perpetradas por EE.UU. y sus aliados.

Un Estado inicia una guerra contra otro (ejemplo, EE.UU. y Japón en 1941). O, en un país, dos poderes se combaten con las armas (ejemplo, el Estado burgués colombiano y las FARC). En ambos casos, hay una delimitación (más o menos precisa) de los sujetos en conflicto, objetivos, teatro de operaciones, etc.

Por el contrario, la deliberada vaguedad e indefinición de la declarada "guerra contra el terrorismo" da para todo. Por ejemplo, para bombardear y/o invadir cualquier país al que se acuse de "apoyar" o simplemente "acoger" a "terroristas". Y eso, sin aportar mayores pruebas, como sucede con Afganistán.

Estas no son especulaciones. Ya en Washington se discute abiertamente quién sigue en lista de espera luego de Afganistán. Irak es candidato firme. Pero también se están tomando medidas en relación a América Latina. (Ver "El terrorismo de Bush sobre América Latina").

Si esta "guerra mundial" no tiene límites en el espacio, menos aun los tiene en el tiempo. Ya dijo Cheney, vice de Bush, no va a terminar "en el transcurso de nuestras vidas". ¿La Guerra de los Cien Años en el siglo XXI?

Una tercera pauta completa la estrategia del imperialismo. Si hay de verdad una "guerra mundial" (y no piratescas expediciones coloniales), entonces todo debe subordinarse y girar alrededor de ella.

Es algo excelente para enfrentar los reclamos, sobre todo cuando la recesión se generaliza. Es ideal para hacer pagar la crisis mundial a los trabajadores, los pobres y los países reventados, como el nuestro. Ya Bush dio el ejemplo en EE.UU. al meter mano a los fondos de la Seguridad Social, algo difícil antes de la oportuna "guerra mundial". Y el FMI endurece los "aprietes" a los países en quiebra de América Latina, con el argumento de que hoy la prioridad es la guerra.

Pero no se trata sólo de sus consecuencias a nivel económico. Se abre el camino a un abanico de atropellos mucho más amplio.

Montada en este triciclo infernal —1) el que no está con EE.UU. es terrorista; 2) guerra mundial contra no se sabe quién; 3) todo se subordina a ganar la guerra—, la Santa Alianza está llevando adelante una serie de acciones y discutiendo otras. Veamos algunas de las más importantes.

* La principal en estos momentos es el infame ataque al pueblo de Afganistán. Aunque parece haber distintas opiniones en el gobierno de EE.UU., es evidente que por lo menos un sector desea una colosal masacre que aterrorice al mundo y sirva de escarmiento. Sea como sea, la guerra contra Afganistán es el centro de gravedad de la ofensiva imperialista.

* Criminalizar los movimientos antiglobalización, como el de Génova. Ya el primer ministro de Italia, Berlusconi, salió a identificar a los "violentos" de Génova con los "terroristas" de la Torres.

* Agravar las legislaciones represivas. EE.UU. ha dado el ejemplo con la nueva "Ley Antiterrorista", que da carta blanca al FBI y la policía para hacer allanamientos, intervenir teléfonos, meter mano en Internet, etc.

* Desarrollar una coordinación internacional de las policías y "servicios" para espiar y perseguir a los luchadores y "subversivos" a escala mundial. En América Latina, además de impulsar la intervención en Colombia, más al sur se está resucitando el Plan Cóndor (la coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur), usando el cuento de los "terroristas" de la Triple Frontera.

* Se intenta promover nuevos pactos políticos y militares o adecuar los existentes, con más bases a lo largo y ancho del planeta. La diplomacia de EE.UU. está tejiendo una red militar-represiva mundial, que tiene como punto de partida a la OTAN, y que trata de incluir a Rusia, China y los Estados musulmanes vasallos, como Egipto y Pakistán. Se trata no sólo de "legalizar" el papel de gendarme mundial de EE.UU. con asistencia de esos socios menores, sino de crear una estructura represiva permanente, de acción rápida para sofocar rebeliones, bombardear pueblos insumisos, etc.

* Dentro de todo esto, aparecen objetivos económicos no menos importantes. El principal de ellos es evidentemente reforzar el control colonial y militar de las inmensas reservas petroleras y vías de transporte del crudo en la región que va desde el Mar Caspio a Pakistán, donde Afganistán es fundamental. EE.UU. intenta repetir a gran escala la artimaña de la Guerra del Golfo. Emplazó bases y tropas en Arabia Saudita, que se quedaron después de terminada la guerra. (Ver "Una guerra con olor a petróleo")

El "giro reaccionario" no está consumado: lo puede derrotar la lucha de los trabajadores y los pueblos.

El imperialismo yanqui comienza esta batalla, apoyándose en dos factores nefastos generados por el atentado (y luego por el pánico del antrax): primero, una mayor unidad interimperialista (y burguesa, en general); el segundo, y el más importante, la confusión de millones de trabajadores (especialmente en EE.UU.) que caen en la trampa "patriótica" de "unidad nacional" con sus burguesías.

Sin embargo, sería un error dar por hechos los planes del imperialismo de un vuelco reaccionario global. Eso aún está en disputa. Al mismo tiempo que logra constituir esa Santa Alianza, afloran las contradicciones y comienza la resistencia a las medidas reaccionarias y a la guerra.

La matanza en Afganistán, en vez de alentar la sumisión de los pueblos pobres del planeta, está multiplicando su odio a EE.UU. Esto es aun más cierto para las masas de los países musulmanes que, aunque en su mayoría no se identifiquen con los fundamentalismos, ven esto como una nueva agresión colonial. Es un factor que choca con la sumisión a EE.UU. de los dictadores y reyezuelos de Egipto, Arabia Saudita, Pakistán, etc., y amenaza su estabilidad.

A esta contradicción se suma lo de Palestina. El gobierno de Israel aprovecha la ocasión para redoblar sus propias matanzas. Para poder incorporar a Arafat a la Santa Alianza y calmar los ánimos en la región, Bush por primera vez ha hablado de "Estado Palestino con capital en Jerusalén Este". Pero esas son palabras. Los hechos son los tanques de Israel ocupando las zonas autónomas y exterminando palestinos.

Hasta ahora, la única "victoria" de EE.UU. en esta "guerra" ha sido la muerte de miles de civiles, y el éxodo de otros centenares de miles de refugiados que están pereciendo de hambre, frío y enfermedades en las fronteras. Mientras tanto, el 25 de octubre, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, declaró que "será muy difícil capturar a Bin Laden". ¿Pero no era ése el objetivo de la "guerra"? ¿Para qué entonces los bombardeos de civiles?

Rumsfeld cambia el propósito de la guerra: ahora de lo que se trata es que "el régimen talibán sea derrocado". Para eso sería necesario luchar en tierra, lo que EE.UU. teme. Quiere, en cambio, que de ese trabajo sucio se encarguen las pandillas "señores de la guerra" opuestos a los talibán, pero tan reaccionarias como ellos. Pero, hasta ahora, no han sido capaces. También se demora la preparación de un gobierno títere encabezado por el ex rey.

Al hacerse evidente que la "guerra contra el terrorismo" consiste en la carnicería de uno de los pueblos más pobres y castigados del planeta, se ha iniciado un giro en la opinión pública de algunos países imperialistas. Una reciente encuesta en Alemania, revela que el 69% de la población quiere que se suspendan los bombardeos y que el 60% se opone a la "solidaridad ilimitada" del gobierno alemán con EE.UU. y al envío de tropas. (Il Manifesto, 25/10/01)

Pero el síntoma más alentador es que, desde los primeros días del conflicto, han comenzado a surgir movimientos contra la guerra en decenas de países, incluso en los mismos Estados Unidos.

En la medida que se desarrollen, será posible frustrar el intento de dar un vuelco reaccionario a escala mundial. Cuando Vietnam, el movimiento contra la guerra comenzó apenas cuatro o cinco años después de iniciada la intervención militar. Ahora, ha habido una respuesta casi instantánea, incluso en EE.UU., a pesar de la difícil situación que los luchadores deben enfrentar allí.

Ha comenzado, entonces, una pelea mundial. ¡El imperialismo puede ser derrotado!

 

 

Recuadro

Para derrotar los planes del imperialismo

Por un gran movimiento mundial contra la guerra

La guerra generó de inmediato respuestas en muchos países. Su unidad, crecimiento y masificación en un gran movimiento mundial sería decisivo.

Las respuestas han tenido dos expresiones principales. Una, en los países llamados "musulmanes". Otra, en los países imperialistas, EE.UU., Europa occidental y Japón. En otros lugares, como América Latina, las réplicas vienen más atrás, aunque también se realizaron manifestaciones.

Una parte importante de las movilizaciones de los países musulmanes ha sido al parecer hegemonizada por las direcciones fundamentalistas, como por ejemplo en Pakistán. Se plantea así un difícil problema político. La perspectiva de estas direcciones no es la unidad de acción nacional e internacional de las masas trabajadoras y populares contra el imperialismo, por encima de fronteras y religiones, sino la unidad de los "creyentes" contra los "infieles". Esa lógica reaccionaria establece un falso deslinde que hace el juego a Bush y sus socios. Si en la guerra de Vietnam se hubiesen planteado así las cosas, no se habría desarrollado el movimiento que en EE.UU. y el mundo detuvo la mano del imperialismo.

Es en Europa occidental pero también en EE.UU. y Japón donde se han desarrollado las movilizaciones más importantes.

Aunque el salvajismo de los atentados volcó a la mayoría de la población estadounidense en apoyo a Bush, una valiente minoría ha salido a la calle. En Europa, se han destacado las movilizaciones en Italia, Inglaterra y Alemania. Japón también fue escenario de demostraciones masivas. Asimismo, en decenas de países se han organizado frentes contra la guerra. En Francia, los más destacados intelectuales progresistas —con la consigna "No a la guerra imperialista"— han firmado un llamamiento para "construir una coalición internacional contra la guerra". (Ver recuadro)

Creemos que este llamado da en el clavo. Las incipientes respuestas a la aventura colonial imperialista pueden ampliarse en cada país y al mismo tiempo constituir un gran movimiento mundial, que dé una respuesta global a esta ofensiva también global del imperialismo. Asimismo, las fuerzas y experiencias acumuladas en los movimientos antiglobalización pueden contribuir mucho a ese objetivo.

 

Recuadro

Llamamiento a un Foro para construir una coalición internacional contra la guerra

"No a la cruzada imperial"

Con esa consigna, más de 130 personalidades de la cultura de Francia han hecho un llamamiento a "construir una coalición internacional contra la guerra". Convocan a una reunión internacional en París los días 7 y 8 de diciembre. El manifiesto lo firman entre otros Samir Amin, Daniel Bensaïd y François Chesnais.

"Cruzada con Jihad: la nueva guerra santa ha comenzado –dice el llamamiento–. Esta guerra no es la nuestra. En nombre del derecho y la moral del más fuerte, los ejércitos de Occidente admistran su justicia celestial... Bush ha prometido una guerra secreta contra el terrorismo, una guerra de sombras donde todos los golpes estarían permitidos...

"La crisis económica, la injusticia social y la miseria, consecuencias de la contrarreforma neoliberal, no datan desde el 11 de setiembre, aunque las empresas lo toman de pretexto para acelerar sus planes antisociales y los gobiernos aprovechan para reforzar el Estado carcelario y penal... Hoy, después de Seattle y Génova, atacar las raíces de la violencia es organizar la solidaridad entre los movimientos sociales del Norte y del Sur, la alianza de los movimientos contra la guerra y de resistencia a la globalización de mercado. Ésta es la vía de un nuevo internacionalismo, la única forma de romper el engranaje mortal de guerra santas y cruzados seculares."

Por Roberto Ramírez

Aprovechando el atentado, la "Santa Alianza" imperialista lanza un ataque contra los trabajadores y los pueblos del mundo

El 11 de septiembre fue servida en bandeja al gobierno de EE.UU. la posibilidad de organizar una "Santa Alianza" imperialista, cuyos objetivos van mucho más allá de la cobarde masacre que está haciendo en Afganistán.

Hoy el elemento determinante del escenario mundial, el principal peligro para los trabajadores y los pueblos del mundo, es esta Santa Alianza pretendidamente "antiterrorista" que, bajo la dirección del imperialismo norteamericano, reúne a sus socios de Europa occidental y Japón, los gobiernos de Rusia y China, y a otros Estados, también del mundo árabe y musulmán. El triunfo o la derrota de este intento va a decidir el curso futuro de la situación mundial.

Otra vez en busca del "Nuevo Orden"

En 1989/91 desaparecía la Unión Soviética. Con ella se eclipsaba también un "orden mundial", un sistema de Estados que habían regido el planeta desde que en 1945 los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. y la URSS, se repartieron el mundo y establecieron un conjunto de "reglas de juego". Esos 45 años no habían sido "tranquilos". Pasaron muchas cosas. Pero, de una u otra manera, incluso las grandes revoluciones, quedaron encuadradas, "encasilladas", en ese "orden mundial" (por ejemplo, Cuba).

Al mismo tiempo que se hundía la URSS, se producía en 1990/91 una guerra, la del Golfo, contra Irak, cuyas derivaciones a largo plazo resonaron el 11 de setiembre sobre Nueva York.

George H. Bush (padre) era presidente de EE.UU. Proclamó entonces que, a partir de allí, se establecía un "nuevo orden mundial", en reemplazo del que había regido desde la Segunda Guerra.

Diez años después, si en algo están de acuerdo los analistas, sean de izquierda o de derecha, es que lo que impera es un fenomenal desorden planetario. Que cada vez más cosas y problemas están fuera de control.

Es indiscutible que el capitalismo logró expandirse por todos los rincones, que el imperialismo domina el mundo, y que en ese cuadro EE.UU. tiene la supremacía. Pero una cosa es el dominio. Otra, que los dueños del mundo hayan podido "poner orden".

El mismo origen del dramático atentado es sólo una más de las cosas "fuera de control". Es atribuido a corrientes políticas que en su momento fueron peones de EE.UU. y cuyos jefes tuvieron incluso negocios comunes con la actual familia presidencial. (Ver "Los Bush y Bin Laden, socios en los negocios y amigos íntimos")

Bush (hijo) quiere retomar ahora la tarea en la que fracasó Bush (padre). El reiterado intento de imponer un "nuevo orden" tiene como punto de partida la expedición colonial a Afganistán y las horrendas matanzas que no han hecho más que empezar. Es un escarmiento sanguinario, que sirva de ejemplo para aterrorizar a los pueblos del mundo. Pero, como dijimos, los objetivos van mucho más allá.

Del "giro de Seattle" al "giro de las Torres"

Los atentados a las Torres se dieron en una situación mundial en la cual al capitalismo en general y a EE.UU. en especial se le venían complicando las cosas.

El siglo XXI se abrió con vientos que soplan en otra dirección que los de 1989/91. Pasó la hora de la borrachera de comienzos de los 90, cuando la burguesía celebraba mundialmente el "fracaso del socialismo", la victoria de la "economía de mercado" en versión neoliberal, y la marcha triunfal de la "globalización", que arrasaba con todo. En la Argentina, recordemos, comenzaban los días de gloria del dúo Menem-Cavallo.

En vísperas del nuevo siglo empezaron a invertirse esas tendencias. Las barbaridades del capitalismo globalizado —polarización social, desempleo, miseria, exclusión, bancarrota de regiones y países enteros, desastres ecológicos— muestran una realidad muy distinta de lo prometido en las fábulas neoliberales. La ruina de Argentina es sólo un detalle más en este cuadro mundial.

Esto ha generado un cuestionamiento a la globalización y sus consecuencias, a la configuración neoliberal del capitalismo y, aunque en menor medida, también al sistema mismo. Globalización y neoliberalismo dejaron de ser las dos "vacas sagradas" que no se ponían en tela de juicio.

Este cambio ideológico refleja y a su vez anticipa un crecimiento sostenido de la resistencia y las luchas. En ese cuadro, uno de los fenómenos más importantes (e inquietantes para el capitalismo) ha sido el surgimiento de los movimientos antiglobalización. Poco antes del atentado se había realizado la gran movilización internacional de Génova, que atrajo la atención de las masas de todo el mundo.

Asimismo, a nivel de la economía, se dibuja el comienzo de una recesión mundial de perspectivas cada vez más inquietantes. Es otro de los hechos que está escapando de control.

Para darle un nombre a estas transformaciones que contrastan con el "clima" de los 90, las habíamos llamado "el giro de Seattle", por la movilización que fue el campanazo que anunció los cambios de la situación mundial.

Ahora podríamos decir que Bush y el imperialismo quieren dar "el giro de las Torres". O sea, "poner orden", imprimir un giro ultra reaccionario al conjunto de la situación mundial.

"Quien no está con nosotros, está con los terroristas"

Esta frase de Bush resume el intento. Es lo que oíamos aquí bajo la dictadura. Ahora se generaliza a escala mundial. Quien no estaba con Videla y no apoyaba la represión, era terrorista o amigo o cómplice del terrorismo. Hoy quien no apoye a Bush, está con Bin Laden.

Bajo Videla, la otra cara de los secuestros y desapariciones era el Plan Martínez de Hoz. Ahora —como dejó bien claro Bush en la cumbre de los países del Asia-Pacífico— la guerra se hace por la "economía de mercado". La cruzada no es por el Santo Grial, sino por el Dios Dólar. Y quien se oponga a ella, será tratado de "terrorista". Tal es la lógica que el gobierno norteamericano pretende imponer mundialmente.

Pero, hay también otra pauta no menos importante... y peligrosa. Por primera vez en los tiempos modernos, un Estado declara la guerra... no se sabe a quién... a un "terrorismo" sin nombre, apellido ni domicilio conocidos. En estos momentos, sin pruebas serias, el "terrorismo" se personifica en Bin Laden y Afganistán. Mañana puede asumir otros rostros y países, como ya se ha dicho en Washington.

Tienen un poco de razón los analistas que sostienen que en verdad no hay una "guerra" —en el sentido estricto del derecho internacional—, sino sólo agresiones y matanzas discrecionales perpetradas por EE.UU. y sus aliados.

Un Estado inicia una guerra contra otro (ejemplo, EE.UU. y Japón en 1941). O, en un país, dos poderes se combaten con las armas (ejemplo, el Estado burgués colombiano y las FARC). En ambos casos, hay una delimitación (más o menos precisa) de los sujetos en conflicto, objetivos, teatro de operaciones, etc.

Por el contrario, la deliberada vaguedad e indefinición de la declarada "guerra contra el terrorismo" da para todo. Por ejemplo, para bombardear y/o invadir cualquier país al que se acuse de "apoyar" o simplemente "acoger" a "terroristas". Y eso, sin aportar mayores pruebas, como sucede con Afganistán.

Estas no son especulaciones. Ya en Washington se discute abiertamente quién sigue en lista de espera luego de Afganistán. Irak es candidato firme. Pero también se están tomando medidas en relación a América Latina. (Ver "El terrorismo de Bush sobre América Latina").

Si esta "guerra mundial" no tiene límites en el espacio, menos aun los tiene en el tiempo. Ya dijo Cheney, vice de Bush, no va a terminar "en el transcurso de nuestras vidas". ¿La Guerra de los Cien Años en el siglo XXI?

Una tercera pauta completa la estrategia del imperialismo. Si hay de verdad una "guerra mundial" (y no piratescas expediciones coloniales), entonces todo debe subordinarse y girar alrededor de ella.

Es algo excelente para enfrentar los reclamos, sobre todo cuando la recesión se generaliza. Es ideal para hacer pagar la crisis mundial a los trabajadores, los pobres y los países reventados, como el nuestro. Ya Bush dio el ejemplo en EE.UU. al meter mano a los fondos de la Seguridad Social, algo difícil antes de la oportuna "guerra mundial". Y el FMI endurece los "aprietes" a los países en quiebra de América Latina, con el argumento de que hoy la prioridad es la guerra.

Pero no se trata sólo de sus consecuencias a nivel económico. Se abre el camino a un abanico de atropellos mucho más amplio.

Montada en este triciclo infernal —1) el que no está con EE.UU. es terrorista; 2) guerra mundial contra no se sabe quién; 3) todo se subordina a ganar la guerra—, la Santa Alianza está llevando adelante una serie de acciones y discutiendo otras. Veamos algunas de las más importantes.

* La principal en estos momentos es el infame ataque al pueblo de Afganistán. Aunque parece haber distintas opiniones en el gobierno de EE.UU., es evidente que por lo menos un sector desea una colosal masacre que aterrorice al mundo y sirva de escarmiento. Sea como sea, la guerra contra Afganistán es el centro de gravedad de la ofensiva imperialista.

* Criminalizar los movimientos antiglobalización, como el de Génova. Ya el primer ministro de Italia, Berlusconi, salió a identificar a los "violentos" de Génova con los "terroristas" de la Torres.

* Agravar las legislaciones represivas. EE.UU. ha dado el ejemplo con la nueva "Ley Antiterrorista", que da carta blanca al FBI y la policía para hacer allanamientos, intervenir teléfonos, meter mano en Internet, etc.

* Desarrollar una coordinación internacional de las policías y "servicios" para espiar y perseguir a los luchadores y "subversivos" a escala mundial. En América Latina, además de impulsar la intervención en Colombia, más al sur se está resucitando el Plan Cóndor (la coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur), usando el cuento de los "terroristas" de la Triple Frontera.

* Se intenta promover nuevos pactos políticos y militares o adecuar los existentes, con más bases a lo largo y ancho del planeta. La diplomacia de EE.UU. está tejiendo una red militar-represiva mundial, que tiene como punto de partida a la OTAN, y que trata de incluir a Rusia, China y los Estados musulmanes vasallos, como Egipto y Pakistán. Se trata no sólo de "legalizar" el papel de gendarme mundial de EE.UU. con asistencia de esos socios menores, sino de crear una estructura represiva permanente, de acción rápida para sofocar rebeliones, bombardear pueblos insumisos, etc.

* Dentro de todo esto, aparecen objetivos económicos no menos importantes. El principal de ellos es evidentemente reforzar el control colonial y militar de las inmensas reservas petroleras y vías de transporte del crudo en la región que va desde el Mar Caspio a Pakistán, donde Afganistán es fundamental. EE.UU. intenta repetir a gran escala la artimaña de la Guerra del Golfo. Emplazó bases y tropas en Arabia Saudita, que se quedaron después de terminada la guerra. (Ver "Una guerra con olor a petróleo")

El "giro reaccionario" no está consumado: lo puede derrotar la lucha de los trabajadores y los pueblos.

El imperialismo yanqui comienza esta batalla, apoyándose en dos factores nefastos generados por el atentado (y luego por el pánico del antrax): primero, una mayor unidad interimperialista (y burguesa, en general); el segundo, y el más importante, la confusión de millones de trabajadores (especialmente en EE.UU.) que caen en la trampa "patriótica" de "unidad nacional" con sus burguesías.

Sin embargo, sería un error dar por hechos los planes del imperialismo de un vuelco reaccionario global. Eso aún está en disputa. Al mismo tiempo que logra constituir esa Santa Alianza, afloran las contradicciones y comienza la resistencia a las medidas reaccionarias y a la guerra.

La matanza en Afganistán, en vez de alentar la sumisión de los pueblos pobres del planeta, está multiplicando su odio a EE.UU. Esto es aun más cierto para las masas de los países musulmanes que, aunque en su mayoría no se identifiquen con los fundamentalismos, ven esto como una nueva agresión colonial. Es un factor que choca con la sumisión a EE.UU. de los dictadores y reyezuelos de Egipto, Arabia Saudita, Pakistán, etc., y amenaza su estabilidad.

A esta contradicción se suma lo de Palestina. El gobierno de Israel aprovecha la ocasión para redoblar sus propias matanzas. Para poder incorporar a Arafat a la Santa Alianza y calmar los ánimos en la región, Bush por primera vez ha hablado de "Estado Palestino con capital en Jerusalén Este". Pero esas son palabras. Los hechos son los tanques de Israel ocupando las zonas autónomas y exterminando palestinos.

Hasta ahora, la única "victoria" de EE.UU. en esta "guerra" ha sido la muerte de miles de civiles, y el éxodo de otros centenares de miles de refugiados que están pereciendo de hambre, frío y enfermedades en las fronteras. Mientras tanto, el 25 de octubre, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, declaró que "será muy difícil capturar a Bin Laden". ¿Pero no era ése el objetivo de la "guerra"? ¿Para qué entonces los bombardeos de civiles?

Rumsfeld cambia el propósito de la guerra: ahora de lo que se trata es que "el régimen talibán sea derrocado". Para eso sería necesario luchar en tierra, lo que EE.UU. teme. Quiere, en cambio, que de ese trabajo sucio se encarguen las pandillas "señores de la guerra" opuestos a los talibán, pero tan reaccionarias como ellos. Pero, hasta ahora, no han sido capaces. También se demora la preparación de un gobierno títere encabezado por el ex rey.

Al hacerse evidente que la "guerra contra el terrorismo" consiste en la carnicería de uno de los pueblos más pobres y castigados del planeta, se ha iniciado un giro en la opinión pública de algunos países imperialistas. Una reciente encuesta en Alemania, revela que el 69% de la población quiere que se suspendan los bombardeos y que el 60% se opone a la "solidaridad ilimitada" del gobierno alemán con EE.UU. y al envío de tropas. (Il Manifesto, 25/10/01)

Pero el síntoma más alentador es que, desde los primeros días del conflicto, han comenzado a surgir movimientos contra la guerra en decenas de países, incluso en los mismos Estados Unidos.

En la medida que se desarrollen, será posible frustrar el intento de dar un vuelco reaccionario a escala mundial. Cuando Vietnam, el movimiento contra la guerra comenzó apenas cuatro o cinco años después de iniciada la intervención militar. Ahora, ha habido una respuesta casi instantánea, incluso en EE.UU., a pesar de la difícil situación que los luchadores deben enfrentar allí.

Ha comenzado, entonces, una pelea mundial. ¡El imperialismo puede ser derrotado!

 

 

Recuadro

Para derrotar los planes del imperialismo

Por un gran movimiento mundial contra la guerra

La guerra generó de inmediato respuestas en muchos países. Su unidad, crecimiento y masificación en un gran movimiento mundial sería decisivo.

Las respuestas han tenido dos expresiones principales. Una, en los países llamados "musulmanes". Otra, en los países imperialistas, EE.UU., Europa occidental y Japón. En otros lugares, como América Latina, las réplicas vienen más atrás, aunque también se realizaron manifestaciones.

Una parte importante de las movilizaciones de los países musulmanes ha sido al parecer hegemonizada por las direcciones fundamentalistas, como por ejemplo en Pakistán. Se plantea así un difícil problema político. La perspectiva de estas direcciones no es la unidad de acción nacional e internacional de las masas trabajadoras y populares contra el imperialismo, por encima de fronteras y religiones, sino la unidad de los "creyentes" contra los "infieles". Esa lógica reaccionaria establece un falso deslinde que hace el juego a Bush y sus socios. Si en la guerra de Vietnam se hubiesen planteado así las cosas, no se habría desarrollado el movimiento que en EE.UU. y el mundo detuvo la mano del imperialismo.

Es en Europa occidental pero también en EE.UU. y Japón donde se han desarrollado las movilizaciones más importantes.

Aunque el salvajismo de los atentados volcó a la mayoría de la población estadounidense en apoyo a Bush, una valiente minoría ha salido a la calle. En Europa, se han destacado las movilizaciones en Italia, Inglaterra y Alemania. Japón también fue escenario de demostraciones masivas. Asimismo, en decenas de países se han organizado frentes contra la guerra. En Francia, los más destacados intelectuales progresistas —con la consigna "No a la guerra imperialista"— han firmado un llamamiento para "construir una coalición internacional contra la guerra". (Ver recuadro)

Creemos que este llamado da en el clavo. Las incipientes respuestas a la aventura colonial imperialista pueden ampliarse en cada país y al mismo tiempo constituir un gran movimiento mundial, que dé una respuesta global a esta ofensiva también global del imperialismo. Asimismo, las fuerzas y experiencias acumuladas en los movimientos antiglobalización pueden contribuir mucho a ese objetivo.

 

Recuadro

Llamamiento a un Foro para construir una coalición internacional contra la guerra

"No a la cruzada imperial"

Con esa consigna, más de 130 personalidades de la cultura de Francia han hecho un llamamiento a "construir una coalición internacional contra la guerra". Convocan a una reunión internacional en París los días 7 y 8 de diciembre. El manifiesto lo firman entre otros Samir Amin, Daniel Bensaïd y François Chesnais.

"Cruzada con Jihad: la nueva guerra santa ha comenzado –dice el llamamiento–. Esta guerra no es la nuestra. En nombre del derecho y la moral del más fuerte, los ejércitos de Occidente administran su justicia celestial... Bush ha prometido una guerra secreta contra el terrorismo, una guerra de sombras donde todos los golpes estarían permitidos...

"La crisis económica, la injusticia social y la miseria, consecuencias de la contrarreforma neoliberal, no datan desde el 11 de septiembre, aunque las empresas lo toman de pretexto para acelerar sus planes antisociales y los gobiernos aprovechan para reforzar el Estado carcelario y penal... Hoy, después de Seattle y Génova, atacar las raíces de la violencia es organizar la solidaridad entre los movimientos sociales del Norte y del Sur, la alianza de los movimientos contra la guerra y de resistencia a la globalización de mercado. Ésta es la vía de un nuevo internacionalismo, la única forma de romper el engranaje mortal de guerra santas y cruzados seculares."

Sumario