Inglaterra

"La marcha más grande por la paz desde la guerra de Vietnam"

Por Virginia de la Siega

El 21 de setiembre, se fundó en Londres la Coalición Contra la Guerra (Stop the War Coalition), un frente único de la Comisión por el Desarme Nuclear (CND) –vieja organización pacifista–, el Movimiento Nacional por los Derechos Civiles, Musulmanes por la Paz y la Justicia, Acción Joven por Palestina, representantes de la NUS –agrupación de estudiantes universitarios– y sindicatos como UNISON –empleados del Estado–. También estaban personalidades como Tom Dalyell, Harold Pinter, George Monbiot, Tariq Ali, John Pilger, Alex Callinicos, y dirigentes de la Socialist Alliance y de Globalise Resistence. Muy pronto, filiales de la Coalición se extendieron por las principales ciudades y pueblos de Inglaterra y Escocia.

Las primeras marchas fueron pequeñas, dos, tres mil personas en Londres. Casi mil en Oxford. Cientos concentrados en George Square, en Glasgow, Escocia.

A través de Internet, la consigna era reunirse el día que comenzaran los ataques contra Afganistán si se iniciaban antes de las seis de la tarde. Si empezaban después, la cita era a las seis del día siguiente. Con el inicio de los ataques, comenzó la vigilia de los miércoles a las seis de la tarde.

El símbolo de la lucha: las flores blancas, que representan a los afganos muertos.

El objetivo: llevar la mayor cantidad de gente posible a Londres el 13 de octubre.

La marcha

Si comparamos los que marcharon el 13 de octubre en Londres con los 300.000 que lo hicieron en Italia, se diría que la marcha fue floja. Pero si tenemos en cuenta la desmovilización de las masas inglesas, que no terminan de recuperarse de la derrota que les infligió la ofensiva neoliberal de Thatcher, continuada sin tregua por Tony Blair, hay que decir que la marcha mostró un reanimamiento. Fue la marcha más grande por la paz desde la guerra de Vietnam.

A las 11, en Marble Arch –el punto de reunión–, había una cantidad de policías impresionante, pero también una cantidad de gente que los organizadores habían soñado, pero no esperado.

Los manifestantes venían de todas partes de Inglaterra, eran de todas las edades. Muchos llegaban desde lejos en ómnibus alquilados. Otros venían de más cerca por las suyas. Numerosas mujeres y parejas con los chicos de la mano y bebés en cochecitos.

La organización de la marcha fue sensacional, considerando que la gente desfila sola, sin encuadramiento. Todo el mundo marchó con su pancarta. Como las consignas estaban prefijadas, cada convocante hizo su pancarta y los manifestantes las llevaban sin importar de qué organización eran. Desde antes de las 11, activistas volanteaban las entradas del subte y hacían firmar contra la guerra. A partir de las 12 se comenzó a organizar la columna para que la cabeza partiera desde Hyde Park a las 13. Salimos con puntualidad inglesa.

La Plaza Trafalgar, donde terminó la marcha, estaba llena de gente. El aspecto era de un carnaval, con los chicos bañándose en las fuentes, las pancartas por el piso, y la gente comiendo y tomando en la plaza. Los oradores se sucedían sin parar. Viejos luchadores contra la guerra de Vietnam, políticos como Tony Benn y Michael Foot, que mandaron largas adhesiones, y jóvenes representantes de la comunidad musulmana y palestina. Con respecto a Inglaterra propiamente dicha, fue un ataque al racismo de una sociedad que hace a la comunidad musulmana responsable del atentado y a un gobierno que prepara leyes para coartar las libertades democráticas y controlar a los "terroristas"; léase, los inmigrantes ilegales.

Pronto comenzaron a llegar noticias de que en George Square, en Glasgow (Escocia), estaba ocurriendo lo mismo, y todos sabían que también en Italia y en otras capitales de Europa la gente estaba marchando.

Crece la oposición al imperialismo y la guerra

Lo que la marcha dejó en claro, fue que, como dijo The Economist, el gobierno está perdiendo la guerra de la propaganda. Salen a la luz las atrocidades de los bombardeos, y la gente se pregunta qué sentido tiene esta guerra esquizofrénica de misiles seguidos por sopa concentrada. El papel de organizaciones como Christian Aid y Oxfam, es en ese sentido, importantísimo. Nadie los puede acusar de "terroristas". Es por eso que sus denuncias contra el gobierno tienen tanta trascendencia.

Junto a ellos, el papel jugado por la comunidad musulmana es también muy importante. La columna de Musulmanes por la Paz y la Justicia llevó unas 4.000 personas. Marcharon cantando consignas en urdú y en inglés, con sus mujeres vestidas con burka y chador a la cabeza, llevando a sus hijos de la mano y con brazaletes y vinchas verdes de apoyo a Palestina. Las seguían los hombres, jóvenes y viejos. Quedó claro el sufrimiento de una comunidad que, desde los atentados, es más vulnerable aun a los ataques de la racista sociedad británica.

Si hubo un mensaje que llegó a todos fue: "Hay que frenar esta guerra". Pero nadie se engaña. El lugar de los que se inmolaron en las Torres Gemelas está listo para ser ocupado por cientos de miles de jóvenes palestinos, saudíes, egipcios, iraquíes... Ellos ven cómo sus familias son humilladas, explotadas y mueren en la pobreza y el hambre, mientras el gobierno israelí y los gobiernos corruptos de la burguesía árabe, apoyados por el imperialismo, deciden sobre la vida y la muerte de pueblos enteros. Ellos ven a la población indefensa de Afganistán morir aplastada por la mayor maquinaria militar del planeta ante el silencio cómplice de esos gobiernos.

La tragedia es que esos jóvenes están dispuestos a morir en aras de un ideal falso. Lo que queda oscurecido por el sufrimiento de las masas árabes es que el responsable final de esta tragedia es este sistema capitalista de opresión. Esto es lo que une al movimiento contra la guerra con el movimiento contra la globalización. La marcha del 17 de noviembre será un nuevo paso en el sentido de hermanarlos.

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