Teoría e historia

El programa de transición para la revolución socialista[1]

Por Guillermo Pessoa
Para Socialismo o Barbarie, 06/03/08

Engels decía que algunos al repetir constantemente una serie de “formulitas” del llamado materialismo histórico, creían tener resueltos todos los problemas y de esa manera se ahorraban el estudio de la historia. No es arbitrario empezar recordando esto, porque el propósito del artículo es la reivindicación de un trabajo escrito hace 70 años, pero no como si el mismo fuese un Talmud depositario de un conjunto de verdades inconmovibles que no requieren de la adecuación al marco de la situación y el momento concretos. Una vez señalado esto, digamos también que el mismo recoge y resume toda una serie de enseñanzas y experiencias de la lucha de los trabajadores, bagaje del que de ninguna manera se puede hacer tabla rasa.

León Trotsky redacta el Programa de Transición... en el mes de marzo de 1938 [2] con la decisión – resolución que le llevó años tomar – de crear la IV Internacional, heredera histórica de aquélla fundada por Marx entre otros, y que ahora tanto el stalinismo como la socialdemocracia venían a enterrar (el primero incluso, disolvió la III Internacional a comienzos de la década del cuarenta). El Programa – como su mismo autor recalca – no había sido escrito para las redacciones o las tertulias domingueras. Lo era para que lo tomasen en sus manos amplios sectores oprimidos. Si bien el marco general era de profunda reacción, ésta tenía que derrotar aun a vastos sectores en lucha:

“En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesamente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en este camino con el aparato burocrático–conservador de su propia dirección.”

Y aquí encontramos un dato más que significativo. Esta “inquietud” que se corporiza en grandes luchas y hasta levantamientos con el proletariado a su frente, es una característica que va a estar ausente luego de finalizada la Segunda Guerra. Este “corrimiento” de la escena histórica del proletariado por lo menos como sujeto central en los próximos treinta años, es algo que el texto naturalmente, no puede dar cuenta; pero que sí será fundamental no perderlo de vista a futuro, en aras de toda política – como la que expresa el Programa... – que se asienta en ese hecho objetivo. Dicho de otra manera: no es este escenario de “clase obrera que lucha incesantemente y direcciones traidoras que frenan continuamente” la coordenada más fuerte de las décadas siguientes. De allí la importancia de no absolutizar algunas afirmaciones de 1938. Lo mismo – sería extenso desarrollarlo aquí – en cuanto al señalamiento de que “las fuerzas productivas han dejado de crecer”. Otra vuelta de tuerca: lo anterior – aun con dichos cambios de coyuntura – no desautoriza, sino por el contrario reafirma, la aseveración cardinal que señala que “la crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado”.

El texto puntualiza también los elementos objetivos/subjetivos que se requieren para el alumbramiento de una sociedad nueva, ellos son: a) el desarrollo de las fuerzas productivas y un nivel pronunciado de la técnica y la industria a escala mundial, b) la existencia de una clase medianamente uniforme y que contenga todas las potencialidades en su ser social para ser el artífice de la transformación y c) la conciencia de este sujeto en cuanto a dicho papel que le toca jugar por su lugar objetivo (y está en itálica porque lo objetivo nunca es “puramente” objetivo sino subjetivo también) en la producción social. Trotsky advierte que las dos primeras premisas se hallan realizadas pero no aún la tercera. Por eso la necesidad de una organización internacional y que ésta cuente con un programa para aplicarlo en la realidad. Veámoslo:

“La tarea estratégica del próximo período – período pre revolucionario de agitación, propaganda y organización – consiste en superar la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la falta de madurez del proletariado y de su vanguardia (confusión y descorazonamiento de la vieja dirección, falta de experiencia de la joven). Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Ese puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera y conduciendo invariablemente a una sola y misma dirección: la conquista del poder por el proletariado.” (Negritas nuestras)

Y en este párrafo – si se nos permite decir – se halla todo el arte de una política revolucionaria. No por casualidad el Programa tiene dos apartados que ponen en guardia tanto contra el oportunismo como contra el sectarismo. Dentro de ese finísimo espacio se juega la política correcta. Es tan equivocado – y lo que es peor: funesto por decir lo menos – partir de las condiciones y necesidades actuales sin tener en cuenta el grado de conciencia de la clase, como también por anclarse en esta última, ignorar aquéllas. La clave de todo es “encontrar el puente”, atravesar esa ribera que conduzca a la única democracia posible. O para decirlo mejor: a la única democracia real y no formal; política pero también social: la conquista del poder por el proletariado y sus aliados. Ya que hablamos de aliados, toda esa “pintura” sectaria que intencionalmente se ha hecho sobre Trotsky queda desmentida por el Programa... Chacareros, campesinos medios y pobres, pequeña burguesía propietaria y no propietaria tienen su lugar y se contemplan sus intereses específicos en el texto. Claro está, esto inscripto bajo la hegemonía de la única clase capaz de transformar la sociedad capitalista:

“Los comités de fábrica y solamente ellos pueden asegurar un verdadero control sobre la producción, llamando en su ayuda, como consejeros y no como ´tecnócratas´, a los especialistas honestos y afectos al pueblo: contadores, estadísticos, ingenieros, sabios, etc.”

Aspectos y tareas que tienen que ver con la situación de la URSS como de los países coloniales, semicoloniales y por eso mismo atrasados, tienen desarrollo y especial atención en el Programa... Lo mismo para los problemas que atañen directamente a la juventud y la mujer trabajadora. Intentaremos en otros artículos hacer referencia a los mismos. Pero si tuviésemos que elegir un fragmento que sintetice magistralmente el espíritu del Programa... no dudamos que sería el que precisamente utilizaremos para culminar esta nota. Recogiendo la mejor tradición marxiana que en el siglo XX supieron seguir Lenin y Rosa Luxemburgo entre otros, se afirma:

“Buenos son los métodos que elevan la conciencia de clase de los obreros, la confianza en sus fuerzas y su espíritu de sacrificio en la lucha. Inadmisibles son los métodos que inspiran el miedo y la docilidad de los oprimidos contra los opresores, que ahogan el espíritu de rebeldía y de protesta, o que reemplazan la voluntad de las masas por la de los jefes, la persuasión por la coacción y el análisis de la realidad por la demagogia y la falsificación”.


Notas:

1: Todas las citas son de Trotsky, León. El programa de transición para la revolución socialista. Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1973.

2: Para un breve contexto del momento histórico, ver artículo anterior: A setenta años de un texto clave. León Trotsky: Su moral y la nuestra. SoB edición digital 10/02/08