Debate

Al conmemorarse 20 años de la caída del Muro de Berlín

Sobre el texto y la presentación del libro
“El veredicto de la historia”, de Martín Hernández
(*)

Por Ana Vázquez
Con la colaboración de Manuel Rodríguez
Para Socialismo o Barbarie, 22/12/09

Cuba: Análisis peligroso

Un análisis simplista de
consecuencias oportunistas

El autor sostiene que el proceso de restauración en Cuba está terminado: Cuba es un país capitalista, atípico, pero capitalista al fin y al cabo. Esto nos parece un error. Nos remitimos a la crítica que hiciera Roberto Ramírez, en su artículo sobre la Revolución Cuba en la revista SoB 22: "Los compañeros confunden el primer mes de embarazo con el noveno, o peor aún, con el niño ya nacido. ¿Es que hay una nueva burguesía cubana? ¿Es el Estado cubano un estado capitalista? A pesar de que se diga que la dirección de la revolución fue pequeño–burguesa, ¿lo sigue siendo hoy en día, luego de administrar por más de 50 años la Revolución y el Estado cubano?

En Cuba, la burocracia dirigente viene discutiendo largamente sobre qué camino seguir, en el marco de la desaparición física de la generación revolucionaria y las tensiones económicas y sociales crecientes que está produciendo el vertiginoso avance de medidas restauracionistas. La asociación del estado burocrático cubano (particularmente de sus fuerzas armadas) y el imperialismo europeo y canadiense presiona hacia una restauración hacia 'a la China' y no 'a la Miami', pero no está dicho que lo logren, esto es, que derroten al pueblo trabajador cubano y que se le quite la independencia del imperialismo."

Nos parece un análisis simplista, que se para sobre el proceso de restauración para darlo prontamente por terminado, simplificando el rol de la burocracia y de su asociación con el capital extranjero. Un análisis que probablemente lleve a los compañeros de la LIT a una posición antidefensista y adoptar una posición oportunista con respecto a la lucha contra la restauración del capitalismo en la isla. Como ejemplo, lo expresado en la presentación del libro, a cargo de Ángel Luis Parras, donde propone participar de un movimiento de masas restauracionista, "para pelearle la dirección a los capitalistas", so pena de quedar en frente único en los hechos con la burocracia.

Con este análisis simplista, de consecuencias oportunistas, cualquier perspectiva de organización y movilización independiente de la clase obrera y las masas populares queda negada, y a los revolucionarios nos queda "pelear la dirección" en las movilizaciones de masas de derecha, como intenta hacer la LIT en Venezuela e intentó hacerlo en Argentina en relación a la crisis del "campo". (Manuel Rodríguez)

Recogiendo la intervención del compañero en su presentación y la lectura del texto, vamos a dar nuestra opinión al respecto, como parte de la contribución a este debate que, aunque lleva 20 años, tiene consecuencias actuales y políticas de primer orden para el desarrollo de la lucha de clases y la organización de los revolucionarios. Si bien el libro es una recopilación de artículos escritos en el espacio de una década, no da cuenta de las elaboraciones orgánicas a proyectos políticos en curso, como las del nuevo MAS y la Corriente Socialismo o Barbarie Internacional, de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional (orientada por el PTS de Argentina), o incluso de su propia corriente, como Las esquinas peligrosas de la historia, de Valerio Arcary. En el mismo sentido, tampoco termina de examinar críticamente, a la luz de la experiencia política de las últimas décadas los rasgos objetivistas y sustituístas del morenismo, fundamento teórico–político en el que se base, ni tampoco desarrolla sus principales postulados, particularmente en relación a la revisión que hizo Moreno de la Teoría de la Revolución Permanente.

1.– La primera reflexión que queremos hacer es que las consecuencias de la caída del Muro fueron decisivas para el acontecer histórico posterior. Para nosotros esa es la discusión fundamental: qué perspectivas se abrieron y cuáles fueron los resultados de esas perspectivas en estos 20 años.

2.– Por esta misma razón no vamos a empezar la polémica con las caracterizaciones (aunque sí son fundamento de nuestras posiciones y las vamos a explicar) sino qué se abrió (o no) con la caída de los regímenes stalinistas.

3.– Para nosotros, la caída de estos regímenes fue un paso adelante desde el punto de vista de que desbloqueó la perspectiva socialista revolucionaria, usurpada por la burocracia de los equivocadamente llamados "países socialistas". Pero al mismo tiempo debemos decir que este enorme avance se vio "trabado", mediatizado, por la crisis de subjetividad abierta ante el "fin del socialismo". La crisis de alternativa se concretó en la creencia entre las amplias masas y sectores importantes de la vanguardia de la imposibilidad de transformar el capitalismo y avanzar hacia una perspectiva revolucionaria. El impacto en los luchadores no fue solamente de escepticismo político, sino también de rechazo a la política y a la organización. La prédica por parte de la burguesía del "fin del socialismo" y "las ideologías" impregnó esta etapa inmediata posterior a la caída del stalinismo. Fue una etapa de derrota, de avance del neoliberalismo en todo el mundo, a la que contribuyó notablemente la incorporación directa y salvaje de las economías no capitalistas de Europa del Este a la nueva configuración neoliberal, globalizada de la economía mundial.

4.– Al cerrarse esta etapa e iniciarse un proceso de rebeliones populares en el nuevo siglo, este proceso se trasladó inmediatamente a la realidad de las nuevas movilizaciones y organizaciones que surgieron al calor de las rebeliones populares en Latinoamérica. Abundó y se desarrollaron los movimientos: de desocupados, indigenistas, populares. Todos atravesados por concepciones reformistas, populistas, autonomistas. Como correlato la organización de organizaciones revolucionarias se vio abroquelada y enflaquecida ante el avance de "nada de política, nada de organización" y ante esta ausencia de perspectiva revolucionaria. Cuestión que cruza a toda la vanguardia revolucionaria y a las dificultades en la construcción de organizaciones militantes.

Esto último, que el compañero Hernández lo menciona al contestar una de las preguntas después de su informe, nos parece un problema crucial. Porque lo que se ha abierto con la caída del stalinismo y los nuevos ascensos en la lucha obrera y popular es la recomposición del movimiento obrero y por lo tanto, de los revolucionarios y ese es nuestro problema. Porque es el problema del sujeto, de la clase obrera y sus organizaciones para transformar las rebeliones en toma consciente del poder.

Así lo expresamos en Construir otro futuro, 1.1. La crisis de la alternativa socialista, p. 17:

"Y sin embargo, el derrumbe del estalinismo en Europa del Este –un cataclismo histórico que ha supuesto el trastorno de todo tipo de relaciones sociales y políticas a escala mundial– ha significado el fin de su yugo histórico sobre la clase trabajadora, y que, finalmente, ésta tenga la posibilidad de reconstruirse o refundarse sobre nuevas bases, socialistas y revolucionarias. El desafío es, entonces, no caer en el derrotismo, sino (re)formular un proyecto revolucionario que, apoyado en la premisa marxista de que 'la liberación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos', esté a la altura de las necesidades y ubique a nuestra organización/corriente sobre una nueva perspectiva estratégica."

Pero en estos momentos, con la caída del Muro de Wall Street esta recomposición se potencia y adquiere la posibilidad estratégica de que la clase obrera sea la que tome el centro de la escena. Posibilidad que se está expresando en forma embrionaria aún, pero que es un índice hacia el cual los revolucionarios debemos apostar nuestras fichas.

Ausencia del sujeto

Tanto en la convocatoria como en el texto se insiste en este trabajo como una contribución al debate sobre el Este. Debate que nosotros también opinamos que es fundamental, pero enmarcado en un contexto de la lucha de clases actual, teñido por estas terribles contradicciones que enfrentamos desde la caída del Muro. Contradicciones que han dado surgimiento, insistimos, a rebeliones profundas, pero también a mediaciones burguesas y populistas que han entorpecido una salida revolucionaria y permitido el avance de la derecha en la región. (Hablamos de la región latinoamericana que son los países donde estamos insertos tanto SoB como la LIT).

Pero respetando que el texto no tenga este ángulo, disentimos metodológicamente con el mismo en que se analiza el fenómeno de los procesos de restauración capitalista y el carácter de los estados surgidos sin mencionar al rol de la clase obrera.

Ausencia de su rol en dos situaciones históricas distinta. Una, desde el punto de vista del papel de la clase obrera en la lucha por la toma del poder. Otra, desde el punto de vista de la clase obrera en su ubicación desde la toma del poder como fue en Rusia en el 17 y la posterior etapa de transición, como clase dominante en la sociedad post–revolución.

Aquí corresponde a remitirnos a nuestra concepción de que las revoluciones de posguerra, tanto como las ocupaciones del Ejército Rojo de los países del glacis, no fueron revoluciones socialistas. Fueron: "...revoluciones abortadas desde el punto de vista obrero y socialista, que no consumaron verdaderas dictaduras del proletariado ni lograron abrir un verdadero proceso de transición al socialismo, en ausencia total y completa de la clase obrera en el centro del proceso y de la tendencia a la disolución del Estado y del trabajo asalariado." (Revolución y socialismo en el siglo XXI, R. Sáenz, SoB 17–18)

Ausencia también absoluta del rol de la clase obrera en el estado de transición, posterior a la afirmación de la burocracia, con autodeterminación, organismos de poder, control efectivo sobre el Estado.

Sin esto, ¿de qué estado obrero podemos hablar? Es maquillar a la burocracia para una película de ficción decir tal cosa.

Un estado obrero sin obreros en el poder

En el libro se define un estado obrero por tres categorías: a) nacionalización de los medios de producción y los bancos; b) control del comercio exterior y c) planificación de la economía, asimilando las relaciones de producción a estas formas jurídico–estatales. Son categorías abstractas de por sí si no analizamos el quién lleva adelante esas medidas.

Esa es nuestra diferencia fundamental con los compañeros cuando definen la vuelta al capitalismo por la pérdida de la ejecución de estas funciones por la burocracia de los estados obreros.

Para nosotros la vuelta al capitalismo vino de la mano de la transformación de un estado que ya había dejado de ser obrero degenerado y convertido en un estado burocrático, donde la clase obrera no tenía ninguna injerencia.

Y aquí nos parece la más apropiada la definición de Rakovsky, a quien el libro desprecia y tergiversa como si fuera una definición absurda, a la que Trotsky no le dio importancia. Tanta importancia le dio que polemizó con él este aspecto como parte también de una polémica más integral sobre la política y el programa de los trotskistas frente al stalinismo. No sólo porque lo consideraba un gran revolucionario, sino porque estaba en Rusia, no a miles de kilómetros como él.

Además de la conocida Carta a Valentinov (Los peligros profesionales del poder), se encuentran las Cartas de Astrakán donde intercambia una fluida correspondencia con Trotsky. Parte de las respuestas de Trotsky no están traducidas del ruso (están disponibles en ese idioma en la biblioteca electrónica Wikipedia). Todo este estudio lo desarrolla Pierre Broué, fundador del Instituto león Trotsky de Francia y uno de los mayores historiadores del movimiento trotskista, en dos "cahiers" dedicados a Rakovsky.

Para ilustrar si Trotsky tenía en cuenta lo que opinaba Rakovsky como dirigente revolucionario, basta citar como unos de los ejemplos que le dedicó su libro Literatura y revolución. En los Escritos, Tomo V, volumen II, se refiere a él en estos términos: "En el transcurso de su exilio el viejo luchador dejó de ser un ser humano para pasar a ser un símbolo, no sólo para la Oposición de Izquierda Internacional sino también para amplios sectores de la clase obrera en general".

Por otro lado, en el libro se reduce a la posición de Rizzi posiciones del trotskismo de la posguerra que no se ven reflejadas en la misma. Esto ocurre con la teoría del capitalismo de estado, defendida particularmente por el ya difunto Tony Cliff y su corriente IST, y el planteo de Después del estalinismo, de Andrés Romero. Ni tampoco menciona la elaboración de Pierre Naville, una de las más originales de toda la posguerra, donde Naville profundiza la teorización sobre la transición al socialismo, alrededor del concepto de la explotación mutua (que puede transformarse en explotación no orgánica si la clase obrera no es la clase efectivamente dominante), el imperio de la ley del valor a nivel mundial (con la consecuente unidad de la economía mundial) y, derivado de esto último, la importancia de la relación salarial, como fundamento de la explotación.

Por supuesto que coincidimos en que Trotsky previó el curso posterior de la URSS si no había una revolución política. Pero en el proceso que ya estaba en curso, Rakovsky tuvo la visión más aguda, más del sujeto. Visión que lamentablemente los trotskistas ignoramos durante décadas.

¿La burocracia siempre fue restauracionista?

El libro insiste en que Trotsky acertó en el proceso de restauración que se iba a producir indefectiblemente si la burocracia seguía gobernando. Agrega que su error fue de pronóstico al plantear que ésta vendría fruto de una contrarrevolución violenta. Esa contrarrevolución sangrienta fueron para el autor, las masacres de Hungría, Checoslovaquia, Tianamenn y muchas más.

El texto agrega que: "Los acontecimientos actuales (la restauración del capitalismo en Rusia) son la culminación, en el terreno de la economía, de un proceso sangriento que comenzó en el terreno de la política. Y esa violencia, de la cual se valió Stalin para mantenerse en el poder (poder sin el cual no se puede entender la actual restauración), se ejerció por décadas, no sólo en la URSS sino en los nuevos estados obreros burocratizados. (...)". (El veredicto... p.113)

Concluye que la contrarrevolución sangrienta fue ejercida por Stalin y sus seguidores hasta la caída del Muro y que eso configuró el carácter "violento" de la restauración, ejercido durante décadas de represión burocrática.

Como si 40 años no fueran nada, creemos que la represión burocrática no siempre estuvo al servicio de la restauración. Aquí se asimila el proceso de consolidación de la burocracia con el de la restauración, como si éste fuera uno único y lineal. ¿Acaso puede subsistir décadas un estado obrero deformado luego de una sangrienta contrarrevolución? Y más aún ¿puede seguir considerándoselo obrero? ¿Cuál fue la contrarrevolución entonces?

Con los acuerdos de Yalta y Postdam se abre un nuevo orden mundial donde se consolida el poder burocrático con el reparto del mundo entre las potencias triunfantes y la entregada total de la revolución en Europa. Ese es el fundamental legado de Stalin. Este legado instauró el dominio del stalinismo en el mundo sobre el movimiento obrero con una fuerza que trabó toda irrupción de revolución obrera. Pero Stalin no inició ningún curso restauracionista como proyecto político para profundizar su dominio. Tentaciones y ofertas habrá tenido seguro, por parte del imperialismo. Presiones objetivas también. Pero su política fue afirmar su dominio burocrático y no ceder sus territorios ni su poder ante el avance imperialista. Por eso fueron una burocracia tan poderosa y por eso su caída también provocó un nuevo orden mundial.

Pero para nosotros el proceso restauracionista fue ganando terreno entre las cúpulas burocráticas que se prendieron en él y se transformaron en la nueva burguesía después, con el desarrollo de la crisis económica y política dentro de los países del Este.

Para nosotros no fue violenta porque los trabajadores tenían una absoluta confusión sobre el devenir capitalista y los cambios que traerían en sus condiciones de vida porque ya no veían "conquistas socialistas que defender".

¿Cuáles fueron la reivindicaciones de los trabajadores y el pueblo del Este?

Coincidimos con el texto de que las masacres que menciona fueron contrarrevoluciones sangrientas. Pero fueron procesos encabezados en algunos lugares, como Polonia, por la clase obrera, por el movimiento estudiantil como en China o más populares y promovidos por la intelectualidad en otros.

Pero todos fueron procesos en contra de la burocracia, de sus medidas de gobierno o de exigencia de libertad política, de expresión o sindical. Ningún alzamiento del 89 fue para defender conquistas del "estado obrero". ¿Qué país se levantó en defensa de las estatizaciones, de la planificación económica, del monopolio del comercio exterior? Ninguno. Las tendencias obreras y estudiantiles verdaderamente socialistas fueron reprimidas brutalmente en las diferentes rebeliones que protagonizaron los pueblos de Europa del Este contra la ocupación soviética y la burocracia que ésta respaldaba en la década del 50 y 60. Luego de estas contrarrevoluciones, los trabajadores no tenían conquistas que defender, ya habían sido ultrajadas por la burocracia.

Sus conquistas se habían vuelto una mascarada, que envolvía una explotación del obrero vía un plusvalor que iba a las arcas de acumulación burocrática. Explotación que no era ejercida por una clase orgánica, pero por algo más que una mera burocracia, que transformó al proletariado nuevamente en clase oprimida, no sólo desde el punto de vista de sus "libertades democráticas", sino de su ubicación en las relaciones de producción, en la estructura.

Por eso estuvieron atados de pies y manos para resistir el avance capitalista.

Reflexiones finales

Para nosotros, pretender abarcar en forma muy resumida problemas teóricos y políticos como los aquí planteados, desde el análisis de Trotsky, las polémicas con sus contemporáneos, las posteriores a su asesinato, la restauración en países tan disímiles como Rusia, China o Cuba, exceden la intención de este texto que presentamos en nuestra página. Nuestras elaboraciones publicadas en las revistas Socialismo o Barbarie (nº 17/18, los artículos Crítica a la concepción de las revoluciones "socialistas objetivas" y Las revoluciones de posguerra y el movimiento trotskista, nº 19, China 1949: una revolución campesina anticapitalista, nº 22, Cuba frente a una encrucijada y Sobre la naturaleza de las revoluciones de posguerra y los estados "socialistas") y en distintos materiales, así como las polémicas encarnadas en debates con otras corrientes, incursionan en estos complejos temas. Pero, insistimos, sin pretender abordar todos los aspectos en debate, suscribimos estos apuntes e impresiones sobre el libro del compañero Martín Hernández, como una contribución desde nuestra corriente al debate.

Y agradecemos a los compañeros de la LIT y el FOS de Argentina la invitación a la presentación del libro.


(*) Dirigente del PSTU–Brasil y la LIT.