Debates

Una vuelta de tuerca a las “Tesis equivocadas”
de Emir Sader

Por Guillermo Pessoa (*)
Para Socialismo o Barbarie, julio 2010

En su edición del sábado 17 de julio, el diario Página 12 publica un artículo del Secretario General de CLACSO, Emir Sader cuyo título es “Tesis equivocadas”. Allí polemiza con determinadas afirmaciones y propone alternativas a las mismas.

Intentaremos brevemente polemizar con éstas y para ello tomaremos tres grandes bloques de problemas que el texto plantea y que están íntimamente relacionados. Ellos son: 1) el tema del sujeto de la transformación y el poder, 2) la caracterización del estado y la política y por último 3) el socialismo y la posición de la izquierda ante algunos de los gobiernos latinoamericanos surgidos en el siglo XXI.

Uno. Las primeras dos afirmaciones que Sader desmonta, son aquéllas que señalan que inevitablemente esta crisis actual conducirá al fin del capitalismo y que eso permitirá cambiar el mundo sin tomar el poder. Las justísimas criticas al automatismo y el horizontalismo de estirpe hollowayano de las mismas, tienen su parte propositiva para el autor cuando señala: “La mayor equivocación de esta visión es considerar que un modelo, una hegemonía o un sistema social termina sin que sea derrumbado y sustituido por otro cuando el Sur del mundo – u otro bloque – proponga alternativas y sea capaz de construirlas”.

La perfecta aseveración en cuanto a que todo cambio de cualquier tipo que éste sea, requiere de un sujeto que lo lleve a cabo, evitando así todo determinismo naturalista o supra histórico, se diluye ante la forma algebraica en que aquél es presentado. Renglones más abajo, intenta una aproximación mayor a la definición al mencionar a los movimientos sociales bolivianos que se conformaron como fuerza política. Igualmente todavía no ganamos en mayor precisión. ¿Qué clase o alianza de clases conforman dicho bloque?. Esta matriz que guarda un parentesco – creemos que nada casual – con viejas elucubraciones populistas y nacionalistas en nuestro continente, contrariamente a éstas que bregaban por la colaboración de clases con la así llamada "burguesía nacional"; Sader no plantea esta alternativa explícitamente. Quizás porque ha corrido mucha agua bajo el puente histórico. Autores dísímiles como Atilio Borón o Samir Amin, por nombrar sólo dos de los más conocidos, señalan abiertamente – munidos de un material empírico considerable – la inexistencia de dicho sujeto social en esta parte del mundo. Es más, un artículo de otro integrante de CLACSO que el mismo diario publicó días atrás, concuerda con dicha apreciación. Citamos:

“Porque los lazos de vinculación de las burguesías “externas” con las “internas” conforman un entramado complejo, que deviene de las formas en que se engarzan en el mercado mundial. (...) Salvo, podríamos decir, el más complejo caso brasileño, las burguesías latinoamericanas no se plantean ensayar estrategias propias y diferenciadas de inserción en el mercado mundial. En general, se consolidan como meras poleas de transmisión de los intereses dominantes a escala global, sin pretensión alguna de ensanchar sus márgenes de acción ni de liderazgo relativamente autónomo. Su función se resume en viabilizar la expresión del capital global en el territorio nacional, como socios menores que, además, anhelan ser parte de ese núcleo central que les es territorialmente negado.” (1)

Dos. Sader pareciera decirnos que ante la ausencia de dicho sector, sería el estado el encargado de cumplir las tareas progresivas – nunca explicitadas con claridad – del actual momento histórico. Dicha categoría – e institución concreta – la de estado, es presentada sin adjetivación alguna. Quizás por el temor a que se lo tilde de "reduccionista", el secretario de CLACSO, omite adherir a la concepción marxista de que éste representa a la clase o al sector de clases dominantes. Opinamos que todo acercamiento a una definición estatal debe partir de allí. Que luego existe una autonomía relativa, que nunca la burguesía gobierna directamente el estado sino que lo hace con un personal político específico, que economía y política como nunca antes son ámbitos separados en el capitalismo. Todo ello es cierto, pero con el recaudo de no perder de vista la premisa fundante. Sader afirma: “Los gobiernos progresistas de América Latina se están valiendo del Estado sea para regular la economía, para inducir el crecimiento económico, para desarrollar políticas sociales, etc (...) asocian el reimpulso al desarrollo económico con la elevación constante del empleo formal y el aumento del poder adquisitivo de los salarios.”

Bien. Dejaremos para el próximo punto, desentrañar esto que el autor – y naturalmente, no sólo él – denomina "gobiernos progresistas". Toda aseveración debería estar apoyada en un arsenal empírico verificable. Podemos entender que por la extensión del artículo de marras, Sader, no decidiera incluirlo. Pero opinamos que en verdad eso se debe a que no podría – aun en nuestro país con el siempre dispuesto INDEK – validar lo que afirma. La regulación de la economía tiene muy poco que ver con las políticas keynesianas básicas que por citar un caso, el primer peronismo exhibió (aquí parcialmente la excepción sería Chávez); el crecimiento económico queda desmentido por la sola enunciación de la conformación de los PBI de cada país en donde – aun en Brasil – la primarización de su economía sigue siendo excluyente. Casi como en una cruel paradoja, se escribe esto mientras la Argentina sufre producto de una semana de frío una crisis energética considerable y cuando no hace mucho parte de Brasil se inundó a ojos vista luego de dos días de intensas lluvias. Las políticas sociales no pasan del asistencialismo más crudo, el empleo se recuperó en relación al 2001 pero con tasas de explotación más que considerables ("las tasas chinas") y el aumento del poder adquisitivo de los salarios sólo está en la imaginación del secretario general de CLACSO.

Eso no quita que producto de un proceso de ciertas rebeliones populares en la región (Bolivia, Ecuador y Argentina serían sus picos más altos) el neoliberalismo crudo de la década de los noventa, entrara en crisis material e ideológica. Las relaciones de fuerza entre las clases variaron y la propia crisis (defaults, crecimiento de la pobreza e indigencia, movimientos desocupados que se organizan, puebladas, etc) llevaron a que las timoratas burguesías latinoamericanas y sus estados acentuarán los roces con el amo del Norte, que pese a que Sader no lo entiende así, cuenta con una crisis de hegemonía cierta que no lo convierte en un tigre de papel pero tampoco con la impunidad con la que contaba en la última década del siglo pasado. Pero todo esto no provocó un nuevo período de acumulación capitalista ni permitió que estas naciones abandonaran su lugar en el sistema imperialista mundial, el de países atrasados y dependientes.

Tres. El último bloque de problemas amerita un pequeño señalamiento. La izquierda – incluso antes de Marx – contaba con diversos posicionamientos y programas que tenían que ver con su caracterización de la realidad. Ya a comienzos del siglo XX, una de las divisiones más importantes – sino la más importante – es aquélla que se da entre los que postulan la colaboración e clases y los que bregan por la independencia de clase de los sectores oprimidos. Más que las teorías y los libros, está toda la experiencia histórica del pasado siglo para intentar saldar dicha discusión. Desde China a América Latina y desde Rusia a cualquier región africana, la misma contará con validación empírica. Nos permitimos señalar que todo gobierno burgués es contrarrevolucionario en relación al proyecto de construir el socialismo como sociedad efectivamente controlada por la clase trabajadora. Partiendo de esa premisa, ella no impide discriminar entre gobiernos más concesivos con las masas y otros que no lo son. "El mal menor" o "el progresismo" contra la "derecha más cruel y descarnada" parafraseando a cierto sentido común "progre". Distinguir entre ambos no debe llevar a apoyarlos políticamente – o apoyar alguna de sus medidas, aunque es una obligación utilizar éstas y defenderlas si son atacadas – sí, militarmente en el caso de un intento de golpe de estado o contrarrevolución fascista. Insistimos: no es un recetario apriorístico. Es la estrategia que nos parece más adecuada luego de revisar la historia de los últimos 160 años de la historia humana.

Sader por el contrario, enarbola magníficamente la primera de las posiciones mencionadas. Primero partiendo de un hecho no siempre exacto: aquéllo de que la izquierda no dio cuenta del fracaso de los socialismos reales y cómo éste influyó en la mentalidad de los sujetos sociales. Si bien es verdad que muchas corrientes (incluso algunas que se denominan trotskistas) no hizo beneficio de inventario alguno sobre la caída de los socialismos reales, muchas otras sí lo hicieron y no permanecieron atadas a un corpus teórico/interpretativo rígido y osificado. Y por ende, tuvo su correlato en la praxis política desarrollada. Esto lo lleva al autor ha pontificar en cuanto a que “(será necesaria) una larga y profunda lucha política e ideológica, para volver a colocar el socialismo a la orden del día”.

Pensamos exactamente lo contrario. El socialismo como proyecto alternativo a la actual crisis mundial no sólo que está a la orden del día sino que es el único realmente capaz de superar la misma, a riesgo de caer en la regresión más profunda. Claro está que eso efectivamente, no está actualmente en la cabeza de las masas a nivel mundial (aunque nos hallemos mejor que hace quince años atrás en ese aspecto) pero precisamente por ello, es tarea de los revolucionarios (partidos, movimientos, intelectuales) hacer propaganda de este proyecto, difundirlo. Casi como decía el querido William Morris, la tarea no es otra que la de "Haced socialistas". Sader no comparte este criterio. Amigablemente diría que es producto de quien está al margen de las formas concretas por las cuales avanza la historia en el continente. Lo realista, lo posible, lo único concreto es apoyar a los gobiernos progresistas de la región como los de Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina. Breve digresión: extraño progresismo el del gobierno Lula quien es señalado por casi todo el establisment norteamericano como el "modelo" de gobierno a imitar en la región.

Viejos vinos en odres nuevos. No otra cosa es la política que nos propone Sader. La justa crítica a todo determinismo y la reivindicación de un sujeto actuante junto a la revalorización de la política y la toma del estado y el poder para corporizar los proyectos; devienen en conclusiones tan añejas, que el mismísimo Marx ya desenmascaraba en la última parte de su Manifiesto Comunista (el capítulo menos leído, sin duda alguna). La demarcación de la realidad en dos campos: uno progresivo y el otro reaccionario. La necesidad de aquellos que luchan por una transformación de encolumnarse con el primero. El desprecio por todo proyecto que cuestione esto bajo los motes de "sectarios", "poco realistas y concretos", y otros etc más. Algo que ya teorizaban políticos de fuste como Bernstein, Plejanov, Martov y muchos otros. La Historia que en verdad "no hace nada", sí puede servir como campo nutricio para develar errores, corregir estrategias y principios y evitar no tropezar más de una vez con la misma piedra. Es la tarea de todos los que nos reclamamos revolucionarios hacer ese balance y obrar en consecuencia.


(*) Guillermo Pessoa / Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, julio 2010

1.– Después de la globalización neoliberal. ¿Qué Estado en América latina? por Mabel Thwaites Rey, Página 12, 13/7/10


Tesis equivocadas

Por Emir Sader (*)
Página 12, 17/07/10

La crisis actual significó el fin del neoliberalismo, de la hegemonía norteamericana y conducirá al fin del capitalismo.

– La mayor equivocación de esta visión es considerar que un modelo, una hegemonía o un sistema social termina sin que sea derrumbado y sustituido por otro cuando el Sur del mundo –u otro bloque– proponga alternativas y sea capaz de construirlas. El neoliberalismo no ha terminado, se modera con grados de apoyo estatal.

Se puede y se debe cambiar el mundo sin tomar el poder.

– El proyecto de transformaciones profundas de la sociedad “por la base” sin que desemboque en la alteración de la relaciones de poder, no conduce a ningún proceso real de transformaciones de las sociedades latinoamericanas. Por el contrario, los movimientos sociales –como los bolivianos– que transformaron su fuerza social en fuerza política son los que protagonizan procesos reales de cambio en el mundo.

El Estado nacional se convirtió en un elemento conservador.

– Los gobiernos progresistas de América latina se están valiendo del Estado sea para regular la economía, para inducir el crecimiento económico, para desarrollar políticas sociales, entre otras funciones. Son los gobiernos neoliberales los que desdeñan al Estado y transforman sus funciones en mínimas, dejando espacio abierto para el mercado. Los procesos de integración regional y de alianzas en el Sur del mundo tienen también a los Estados como protagonistas indispensables.

La política se tornó intrascendente.

– Falsa afirmación. Los gobiernos progresistas de América latina rescataron el papel de la política y del Estado. Si no hubieran hecho eso, no podrían reaccionar como lo hacen ante la crisis.

En nuestras sociedades hay millones de “inaptos para el empleo”.

– Esta afirmación, originalmente de Fernando Henrique Cardoso, buscaba justificaciones para los gobiernos oligárquicos: que gobernarán siempre sólo para una parte de la sociedad, excluyendo a los más pobres, ahora bajo el pretexto de un supuesto “desempleo tecnológico” que prescindiría de gran parte de los trabajadores. Los gobiernos progresistas asocian el reimpulso al desarrollo económico con la elevación constante del empleo formal y el aumento del poder adquisitivo de los salarios.

Los movimientos sociales deberían mantener su autonomía con relación a la política.

– Los movimientos sociales que obedezcan a esa visión abandonarán la lucha por la construcción de hegemonías alternativas, aislándose, cuando no desapareciendo de la escena política, cuando se pasa de la fase de resistencia a la de construcción de alternativas. Hay que recordar que movimientos como los indígenas de Bolivia formaron un partido –el MAS–, lucharon y eligieron a su principal líder como presidente de la República. En otros países, los movimientos sociales participan en bloques de fuerzas de apoyo a los gobiernos progresistas manteniendo su autonomía, pero participando directamente en la lucha por la construcción de una nueva hegemonía política.

Sólo se sale del neoliberalismo a través del socialismo.

– Hay quienes afirman que como el capitalismo ha llegado a su límite con el modelo neoliberal –sea por la mercantilización general de las sociedades, sea por la hegemonía del capital financiero–, sólo se saldría de él con el socialismo. No se tienen en cuenta las regresiones en los factores de la construcción del socialismo, del Estado, de la política, de las soluciones colectivas, del mundo del trabajo, entre otros. Las transformaciones introducidas por el neoliberalismo –entre ellas, la fragmentación social y el “modo de vida norteamericano” como forma dominante de sociabilidad– representan obstáculos que sólo podrán ser vencidos en una larga y profunda lucha política e ideológica, para volver a colocar el socialismo a la orden del día.

La alternativa a los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay sólo está a la izquierda y no a la derecha.

– El fracaso de los intentos de construcción de alternativas radicales a la izquierda de esos gobiernos confirma que la polarización política se da entre los gobiernos progresistas y las fuerzas de derecha. Esta situación ha llevado a que frecuentemente sectores situados a la izquierda de esos gobiernos tengan objetiva e incluso conscientemente que aliarse con el bloque de derecha, terminando por definirse sin equidistancia de ambos bloques, viendo al bloque progresista como enemigo fundamental.

Los actuales procesos de integración son de naturaleza capitalista.

– Esa visión descalifica todos los procesos de integración regional, porque no se realizarían mediante una ruptura con el mercado capitalista internacional, porque representarían integraciones en el marco de sociedades capitalistas. Se incluirían no sólo Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina, sino también Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador. Se deja de comprender la importancia de la creación de espacios de intercambio alternativos a los tratados de libre comercio. No se entiende la importancia de la lucha por un mundo multipolar, debilitando la unipolaridad imperial norteamericana. No se entiende cómo el ALBA promueve formas de intercambio alternativas al mercado, a las reglas de la OMC, en la dirección de lo que se llama “comercio justo”, solidario, de complementariedad y no de competencia.

Existe una izquierda buena y una izquierda mala.

– Quien sostenga esta posición quiere dividir a la izquierda, intenta cooptar a sus sectores más moderados y aislar a los más radicales. La izquierda es antineoliberal y no está a favor de los TLC, privilegia las políticas sociales y rechaza los ajustes fiscales con los matices que tiene cada uno de los gobiernos progresistas.

El período actual es de retroceso en América latina.

– Algunos sectores, con criterios desvinculados de la realidad concreta, difunden visiones pesimistas, desalentadoras, de América latina. A veces usan el criterio de la posición que ocupan los movimientos sociales en cada país con relación a la constitución de los gobiernos para definir si hay avances o no, en vez de definir la naturaleza de esos movimientos en función de la posición que tienen en relación con esos gobiernos. Subordinan lo social a lo político, sin darse cuenta de los extraordinarios avances del continente, mayores si se comparan con la década anterior y con el marco internacional profundamente marcado por el predominio conservador. Es un pesimismo producto del aislamiento social, de quien está al margen de las formas concretas por las cuales avanza la historia en el continente.

En elecciones como la uruguaya, brasileña y argentina, para la izquierda da lo mismo quién gane.

– Se dice eso como si la victoria de Lacalle o de Mujica representaran la misma cosa, o como si el retorno de los “tucanes” o la victoria de Dilma Yousseff tuviera el mismo sentido, como si la sustitución de los Kirchner por Duhalde, Reutemann, Cobos o algún otro prócer de la derecha argentina significaran lo mismo para el país. Consideran que se trataría de “contradicciones interburguesas”, sin mayor incidencia, desconociendo el alineamiento de las principales fuerzas políticas y sociales de cada uno de los dos campos, pero sobre todo las posiciones de profundización y extensión de los procesos de integración regional o de los TLC, de prioridad de las políticas sociales o de ajuste fiscal, del papel del Estado, de la actitud con relación a las luchas sociales, al monopolio de los medios privados, al capital financiero entre otros temas, que diferencian claramente a los dos campos.

El nacionalismo latinoamericano contemporáneo es de carácter burgués.

– Desde que comenzaron a resurgir ideologías nacionalistas en América latina con Hugo Chávez, hubo gente que se apresuró a compararlo con Perón, a descalificarlo como “nacionalismo burgués” o simplemente como nacionalismo que nada tenía que ver con la lucha anticapitalista, etcétera. Usaron aquí también clichés sin hacer análisis concretos de las situaciones concretas. El nacionalismo de gobiernos como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador –que recuperan para el país los recursos naturales fundamentales de que disponen– es parte integrante de la plataforma antineoliberal y anticapitalista de esos países. Cada fenómeno adquiere naturaleza distinta, según el contexto en que está inserta cada reivindicación, conforme cada gobierno asume un carácter diferente. En el caso del actual nacionalismo, en América latina está promoviendo, además de lo anterior, procesos de integración regional que le dan un carácter no sólo nacional sino latinoamericanista.


(*) Secretario general de Clacso.