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maniobras conjuntas

Relaciones entre Rusia y Venezuela

“Ladran Sancho…”

Por Diego Ghersi
APM, 19/09/08

El entendimiento entre Moscú y Caracas soporta críticas por sus aspectos militares, sin embargo, la relación implica una apuesta en todos los campos para escapar a la lógica del poder de Estados Unidos.

El actual desarrollo de las relaciones bilaterales entre Venezuela y Rusia ha sido factor noticiable como nunca antes en la historia de ambos países y las correspondientes informaciones generadas están siempre acompañadas de un tinte alarmista, por estar principalmente relacionadas con cuestiones de cooperación militar.

Si se revisa el pasado será difícil encontrar un momento en que ambas naciones hayan alcanzado el actual grado de cooperación. La explicación del fenómeno estriba en la absoluta vigencia que la Doctrina Monroe mantuvo desde su enunciación en 1823 hasta la última década del siglo XX.

La famosa frase “América para los americanos” significó el trazado de una virtual línea divisoria que alejaba del Nuevo Mundo (América) a los intereses de las potencias extra continentales (Europa) reservándolos para el usufructo exclusivo de Estados Unidos.

El cambio operado en los escenarios mundiales durante el último decenio ha puesto en tela de duda la condición de “patio trasero” que Latinoamérica representaba para el coloso del norte, a punto tal que las nuevas perspectivas regionalistas hacen posible discutir el orden histórico con alguna pretensión de éxito.

El acercamiento del Gobierno bolivariano a Rusia responde básicamente a esa lógica y busca profundizarse en dos aspectos: la obtención de una alianza estratégica disuasiva con un “hermano mayor” más a la altura del contendiente y la adquisición de armamento que por motivos ideológicos y de precio no podrían adquirirse en otros mercados.

Por el lado ruso resulta inadmisible la disputa con Estados Unidos por el control de la zona del Caúcaso (Ver: “El eterno Gran Juego por la llave del mundo”, APM 24/08/2008).

Desde Moscú se considera que la intervención de Washington el territorio eurasiano es una flagrante violación del reparto del mundo que imperara hasta la caída de la Unión Soviética.

Es así que en respuesta, las autoridades rusas se sienten con libertad para retribuir gentilezas estrechando sus lazos con un líder del territorio americano.

Desde Caracas, la alianza estratégica con Rusia significa materializar el rechazo provocado por las continuas intromisiones de Washington en asuntos regionales y, en particular, ejercer una respuesta contundente a la amenaza de la IV Flota Naval de ese país sobre los recursos naturales sudamericanos.

El mismo mandatario venezolano, Hugo Chávez, ha otorgado a la relación bilateral el carácter de “alianza estratégica”, en el marco de la cual se fundamentan los ejercicios navales combinados dispuestos para noviembre. (Ver: “Una apuesta fuerte por la disuasión”. APM 13/09/2008).

Por su parte, la visita que realiza el vice primer ministro ruso, Igor Sechin, por Cuba y Venezuela ha sido interpretada por los analistas como un intento de Moscú por incluir a La Habana en la alianza.

Al importante despliegue militar se sumó esta semana el aterrizaje de dos bombarderos supersónicos rusos Tu-160 en el aeródromo Libertador de Venezuela tras cruzar el Océano Atlántico, travesía durante la que fueron escoltados por cazas rusos Su-27.

Ambas unidades, pertenecen a la aviación estratégica rusa y cada una es capaz de portar doce cohetes de crucero con ojivas nucleares o convencionales y 40 toneladas de bombas, condición que convierte al Tu-160 en el avión de guerra más grande de la historia.

Este aterrizaje es un ensayo que provee a la aviación estratégica rusa de una base amiga en territorio americano, cosa que no sucedía desde los mejores tiempos de cooperación entre la Unión Soviética y Cuba.

Es importante agregar que la aviación estratégica moscovita vuela "con regularidad" sobre aguas internacionales en los océanos Atlántico, Pacífico y Ártico (Ver “Sobran comensales para las tortas polares”. APM. 08/08/2008), y que Rusia recién reanudó en 2007 sus vuelos estratégicos incluyendo zonas patrulladas por Estados Unidos y la OTAN. Dichos patrullajes estaban suspendidos desde 1992.

Más allá de cuestiones estratégicas la actualidad diplomática binacional tiene un fuerte y concreto impacto en el comercio internacional de armas.

Según lo informado al diario Kommersant por el director de Russian Technologies Sergui Shemezov, ambos países sostienen hoy conversaciones sobre el suministro de sistemas antiaéreos y de vehículos blindados, incluyendo BMP-3 de transporte de tropas.

Asimismo, Venezuela también estaría interesada en comprar aviones Su-35 que empezarán a fabricarse en 2010 y que se sumarían al programa venezolano de compra de armas que ya ha significado la adquisición de 24 aviones cazabombarderos Sujoi 30-Mk2, 100 mil fusiles Kalashnikov y helicópteros.

Simultáneamente, desde el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres se sostiene que las compras de armas rusas por Venezuela contribuyen a desestabilizar la región al "envalentonar", al presidente Hugo Chávez quien ya lleva invertido en el proyecto aproximadamente 3500 millones de dólares.

Sin embargo, el gobierno bolivariano sostiene -en palabras de su vicepresidente Ramón Carrizalez- que “la relación y cooperación con Rusia se encuentra dentro de la política exterior que desarrolla el Gobierno Bolivariano, y que busca promover la consolidación de un mundo pluripolar, que brinde otras alternativas para el desarrollo de nuestro país, en el ámbito energético, económico, industrial y militar”.

En ese sentido, comisiones de ambos países trabajan en proyectos comunes como la instalación en Venezuela de una fábrica de municiones para los fusiles AK-47 Kalashnikov o el establecimiento de plantas rusas relacionadas con la industria del petróleo. Según las palabras de Carrizalez, los intercambios tienen la ventaja de incluir el “paquete tecnológico”, cuestión novedosa que históricamente había sido olvidada en las importaciones del estado generando la dependencia del país a su eventual vendedor.

Es necesario retrotraerse a la participación de Ernesto “Che” Guevara en la reunión que la “Alianza para el Progreso” llevara a cabo en Punta del Este en 1961, para recordar tantas críticas hacia el accionar de un país como las que hoy recoge el gobierno de Venezuela.

Ambas instancias tienen en común el intento de escapar a las políticas que, dirigidas desde Washington, pretenden encapsular en el concepto de “patio trasero” a los territorios al sur del Río Grande. En ese sentido los cuestionamientos se parecen más a un “ladran Sancho” que a argumentos racionales.