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Algunos comentarios sobre el momento internacional, sus arenas movedizas y las oportunidades para los revolucionarios

Cuatro elecciones y una sola crisis

Por Roberto Ramírez
 Socialismo o Barbarie, periódico, 02/04/04

En este año, cuatro elecciones han tenido y tendrán trascendencia mundial. Dos ya se han realizado y otras dos aún están por hacerse. Nos referimos a las elecciones parlamentarias de España y las regionales de Francia, ambas efectuadas el mes de marzo pasado, y a las elecciones al Parlamento Europeo (en junio próximo) y las presidenciales de Estados Unidos (en noviembre).

Más allá de lo que en ellas realmente se juegue o se haya jugado, quizás lo más importante es que reflejan un momento mundial peculiar. El editorialista del principal diario de Francia, Le Monde, lo define bien cuando dice que mundialmente estamos “en momentos en que todo se mueve, todo parece ser puesto en cuestión, comenzando por los grandes equilibrios geoestratégicos...” (Jean-Marie Colombani, Le désaveu, Le Monde, 29/03/04). Estas reflexiones las hace para pintar el marco internacional en que se ha producido la catástrofe electoral del gobierno francés en las elecciones regionales. Pero también son válidas como encuadre de las otras votaciones.

Cada una de estas elecciones muestra una combinación diferente y original, pero de los mismos elementos y factores que operan a escala mundial, y que se pueden resumir así:

La globalización del capital no ha inaugurado una era de prosperidad general sino una brutal polarización económico-social entre las distintas clases dentro de cada país, y entre países ricos y países pobres a escala mundial. El neoliberalismo, que fue el dogma político, económico e ideológico de esta transformación, hoy está desacreditado y cuestionado, pero al mismo tiempo no aparecen alternativas reales en los marcos del capitalismo.

Parte fundamental de este cuadro es la actual política del imperialismo yanqui. Con Bush, EEUU se ha embarcado en un curso unilaterialista y hegemonista, que apunta  establecerse como el “superimperialismo” que gobierne al mundo, basado en su poderío militar. Por eso, ha decretado una “guerra mundial contra el terrorismo”, que le da el pretexto para invadir cualquier país (preferentemente si tiene petróleo). Frente a esto, hay dos contestaciones de naturaleza opuesta. La de las masas trabajadoras y populares, y la de sus rivales imperialistas, que han conformado el eje franco-alemán-europeo y que tienen otro proyecto de “orden mundial” capitalista.

La explotación, el desempleo y la miseria crecientes (en los países pobres pero también dentro de los mismos estados imperialistas) y ahora el azote de una guerra sin fronteras ni final a la vista, han desencadenado la respuesta de amplios sectores de las masas trabajadoras y populares. El descontento mundial se ha expresado en las formas más diversas de protestas, luchas y movimientos, desde las rebeliones populares en América Latina a los grandes movimientos contra la guerra en Europa e incluso en el mismo EEUU. En este crisol de movilizaciones, han surgido también al frente de ellas distintas vanguardias.

Esto implica que también se han abierto mundialmente espacios importantes para el socialismo revolucionario, para ganar sectores de esas vanguardias e incluso de las masas trabajadoras para la única salida posible: anticapitalista, socialista y revolucionaria.

Pero este no es un proceso fácil ni lineal, sino una lucha difícil, con idas y vueltas. Se trata ante todo de superar en los luchadores de vanguardia y también en las masas la falsa conciencia del “fracaso del socialismo”, de que el capitalismo es único sistema social posible y que sólo cabe intentar mejorarlo.

Las plagas de la explotación, el desempleo, la miseria y la guerra son todo lo que hoy puede ofrecer el capitalismo a la mayoría de la humanidad. Por eso, el rechazo es cada vez mayor. El gran problema es si este rechazo llega a transformarse en una alternativa real por la positiva. La opción de un capitalismo distinto y “humanizado” se demuestra cada vez más como una fantasía. No hay otro camino que relanzar la idea y la lucha por otro sistema, el socialismo.

En por todos esos factores que, en este momento mundial, efectivamente, “todo se mueve, todo parece ser puesto en cuestión”. Es que estamos muy lejos de alcanzar un punto de estabilidad y equilibrio, sea revolucionario o contrarrevolucionario, capitalista o socialista. La pelea está más abierta que nunca.

Con Aznar, ha caído el principal aliado de Bush y Blair

La masacre de Madrid del 11 de marzo decidió la suerte de Aznar, el gran aliado de Bush y Blair en su política de guerra imperialista. El horror del 11-M desnudó la mentira de que atacar Irak y luego ocuparlo para establecer una colonia petrolera, iban a garantizar la seguridad frente a las amenazas del “terrorismo internacional”. Por el contrario, al participar en el atraco petrolero a Medio Oriente, Aznar puso al pueblo español en la línea de fuego.

“La guerra es de ellos, los muertos de nosotros”: este lema de los manifestantes contra Aznar y su heredero Rajoy luego del 11 de marzo, define exactamente lo sucedido. La guerra fue y es “de ellos”, del imperialismo yanqui y sus socios del capitalismo inglés y español. Los muertos los puso el pueblo trabajador de España, que en un 90% se había opuesto a la aventura imperialista.

Pero la caída de Aznar y su Partido Popular no sólo es la consecuencia de una especial situación española —mayoritario rechazo popular a la guerra y obstinación del PP de llevarla adelante— sino también un síntoma de alcances mundiales. Tanto Bush como Blair no están pisando un terreno mucho más firme que el de Aznar. Sobre su futuro y continuidad también se abre un gran signo de interrogación.

Con esta situación general, se combinan en España tensiones políticas y sociales propias. El PP venía de un proceso de desgaste. No era de esperar un triunfo rotundo, como en las anteriores elecciones parlamentarias, donde Aznar había logrado mayoría absoluta en las Cortes [parlamento]. Es que además del tema Irak, comenzaban a hacerse más visibles las consecuencias dañinas de la política neoliberal aplicada por el PP en sus dos anteriores mandatos.

Imponiendo el empleo precario a gran escala y la brutal explotación de la mano de obra inmigrante (que en la agricultura asume rasgos esclavistas), y aprovechando los subsidios de la Unión Europea y también “las ventajas del atraso” en relación a Alemania y Francia, el capitalismo español bajo Aznar logró una performance superior a la media europea. Las burocracias sindicales de la UGT y CCOO colaboraron con Aznar y la patronal española para hacer pasar las medidas antiobreras, lo que se justificaba con una reducción del desempleo gracias a la precarización. Las superganancias del capital financiero español reforzaron asimismo la expansión de sus corporaciones y bancos (como Telefónica, Repsol, BBVA, etc.) en América Latina y otras regiones. Esta “bonanza” en la economía también se derramó sobre sectores de clase media, que se consolidaron como bases sociales de la derecha, antes franquista, ahora neoliberal y siempre “españolista” y monárquica. A esto se agregó un importante factor político a favor del PP: el rechazo al descabellado terrorismo de ETA arrojó en brazos del gobierno a amplios sectores de la opinión pública. El PSOE (Partido Socialista Obrero Español), como “oposición de su majestad”, no fue obstáculo para la política del PP, porque coincide en general con ella. En cuanto al PC-Izquierda Unida, toda su preocupación ha sido la de parecerse cada vez más al PSOE, lo que en las últimas elecciones lo ha llevado casi a desaparecer.

Pero este cuadro idílico para la derecha se venía deteriorando. La precarización del empleo es una carga cada vez más angustiante para los trabajadores. El enrolamiento de Aznar en la cruzada colonial en Medio Oriente hizo salir a las calles a millones de españoles. Junto con Gran Bretaña e Italia, España fue el país donde en febrero y marzo del 2003 se registraron las mayores movilizaciones antiguerra. Pero las luchas y movimientos sociales venían de antes de Irak. Se habían desarrollado importantes movilizaciones obreras y también de los movimientos “antiglobalización” o “altermundistas”, como las de Barcelona en marzo del 2002.

Sin embargo, las grandes movilizaciones obreras, altermundistas y antiguerra no llegaron a tener una expresión política realmente alternativa, capaz de proseguir la batalla y hacerlo en serio. Esto no sólo fue un obstáculo para la continuidad de esas luchas, sino también para poder librar un efectivo combate político contra Aznar y su mellizo “socialista”, Zapatero del PSOE.

Una de las causas (y a la vez, efecto) de este problema es la gran fuerza del autonomismo en la vanguardia española y la consiguiente debilidad del marxismo revolucionario. España constituye en ese sentido un ejemplo mundial de la esterilidad de las corrientes autonomistas. Las consecuencias de sus tonterías “antipartido” y “antipolíticas” –que pretenden aparecer como “revolucionarias” – han sido dejar el campo libre en el terreno político al PP y al PSOE (y al nacionalismo vasco y catalán) impidiendo la construcción de un partido, frente y/o movimiento político realmente alternativo para enfrentarlos. Por eso, en las recientes elecciones españolas tampoco intervino ninguna fuerza significativa, que levantara la consiga que presidió las jornadas de marzo del 2002 en Barcelona: “contra la Europa de la guerra y el capital”.

Esta situación hizo que el PSOE fuese el principal beneficiado del “voto castigo” contra Aznar y Rajoy. En Euzkadi y Cataluña, crecieron los nacionalistas que aparecen enfrentados a Aznar y al Estado monárquico español: el PNV (Partido Nacionalista Vasco) y ERC (Izquierda Republicana de Cataluña).

En verdad el PSOE, como señaló un comentarista, “se encontró con la victoria” electoral, casi sin buscarla. Su actitud inicial y la del PC-IU ante la masacre de Madrid no pudieron ser más infames: la “unidad nacional antiterrorista” y callarse la boca ante la fraude de Aznar de responsabilizar a ETA. Si esta falsedad le estalló al PP entre las manos y le hizo perder las elecciones, no fue gracias al PSOE ni a IU sino a las movilizaciones desde abajo que en Madrid y otras ciudades se autoconvocaron para repudiar la mentira y los crímenes de Aznar.

En verdad, gran parte del electorado no votó por el PSOE. Votó contra el PP. El sentido de gran parte del voto contra Aznar –antiguerra en Irak y antineoliberal en lo económico-social– coloca elementos de tensión con el futuro gobierno del PSOE. A esto se suma el fortalecimiento de las tendencias “soberanistas” en Euzkadi y Cataluña. El problema jamás resuelto de la unidad nacional de España, vuelve a ser otro componente que tensiona el cuadro político.

Zapatero ha ratificado que seguirá la misma política económica antiobrera y neoliberal del PP. Además es tan españolista, monárquico y “antisoberanista” como Aznar. Y aunque están dadas las condiciones políticas para abrir negociaciones de paz con ETA, Zapatero ha corroborado la línea de persecución policial. En cuanto a Irak, después de anunciar el retiro de las tropas españolas, ha introducido un “sí, pero...” Se irán... si las Naciones Unidas no resuelven que se queden... Si se llega a un acuerdo EEUU-Europa, y la ONU asume la tarea de encabezar la ocupación colonial de Irak, entonces se quedarán...

En síntesis: en varios problemas importantes, Zapatero marcha (o puede marchar) en dirección opuesta al voto que lo elevó al gobierno. Esta es una contradicción que Aznar no tuvo a iniciar su mandato. La cuestión es en qué medida los luchadores de vanguardia del estado español podrán llevar esta contradicción al terreno de las luchas obreras y de los movimientos sociales, y, sobre todo, de erigir una alternativa política, superando el estéril apoliticismo autonomista. El trotskismo, aunque débil y fragmentado, podría contribuir mucho a esto si, entre otras cosas, abandona el cadáver de Izquierda Unida, donde vegetan varias de sus corrientes. 

Francia: Un duro golpe a la (contra)reforma neoliberal

Paradójicamente, en el mismo mes fueron derrotados en las urnas Aznar –el gobernante de la Unión Europea que más apoyó a Bush y Blair– y Chirac –el gobernante que más se opuso a ellos–. Y las elecciones regionales francesas, especialmente en su segunda vuelta del 28 de marzo, fueron para el presidente Chirac y su primer ministro Raffarin un desastre peor que el del PP.

En este caso, el electorado francés votó en repudio de la (contra)reforma neoliberal impulsada por Chirac-Raffarin. El año pasado, el ataque al sistema de retiro (jubilaciones) motivó grandes movilizaciones obreras y populares que volvieron a poner en peligro, como en 1995, al gobierno de turno. Las direcciones sindicales, al no unificar estas protestas y luchas, las llevaron a la derrota y Chirac-Raffarin pudieron imponer su reforma del sistema de retiro.

Sin embargo, estas son apenas el comienzo de un plan más de fondo, que se suspendió para ser aplicado después de las elecciones regionales. La derrota ahora no sólo complica al gobierno sino que amenaza llevar la cuestión otra vez al terreno de la lucha de clases. Es que aunque ha sido repudiado en forma aplastante, Chirac y su parlamento siguen hasta el 2007, de acuerdo a la Constitución antidemocrática de la V República. Esta contradicción y la falta de salida electoral en los próximos tres años, puede llevar otra vez a Francia a situaciones como la de 1995 o la del 2003.

Esto con más razón, porque la recuperación electoral del PS (y en menor medida del Partido Comunista y los Verdes) no indican que las masas trabajadoras que les dieron la espalda en las elecciones presidenciales del 2002 hoy les han renovado la confianza. El voto por el PS y sus socios de la “izquierda plural” es otro ejemplo más del maldito mecanismo del “voto útil”, estimulado por la burguesía para encerrar a las masas en el corral de los sistemas bipartidistas.

En el caso de Francia, se descargó una violenta campaña pro “voto útil” por el PS contra el frente electoral de las organizaciones trotskistas Lucha Obrera (LO)–Liga Comunista Revolucionaria (LCR). En el 2002, los candidatos del trotskismo habían logrado unos tres millones de votos en las presidenciales. Ahora, el frente LO-LCR se redujo a algo más de un millón (más del 5% de los votos), cifra algo superior a las anteriores elecciones regionales. Esto indica, al mismo tiempo, un “piso” relativamente sólido de votos por la extrema izquierda.

La recomposición del PS, el PCF y los verdes difícilmente trascienda del plano electoral por el aprovechamiento del mecanismo del “voto útil”. Es que la “izquierda plural” sigue sin tener un programa alternativo al de Chirac. Ambos, derecha e “izquierda” coinciden en los temas de fondo de la (contra)reforma neoliberal. Siguen abiertas las oportunidades políticas para el trotskismo.

La contradicción entre el repudio electoral a Chirac y la necesidad de la patronal francesa de seguir adelante con la (contra)reforma neoliberal pone un serio elemento de tensión en la situación francesa.   

Esta necesidad de aplicar –tardíamente– las (contra)reformas neoliberales que el capitalismo anglosajón llevó adelante hace más de 20 años con Reagan y Thatcher obedece a profundas necesidades económicas y geopolíticas tanto del capitalismo francés como del resto de la Unión Europea.

Sectores de la izquierda reformista, como la mayoría de la dirección de ATTAC y los ideólogos de Le Monde Diplomatique, ven aquí una “contradicción” con el enfrentamiento de Chirac y el eje franco-alemán a la política de Bush. Así, el editorialista de Le Monde que antes citamos se lamenta que “la política exterior de Francia, totalmente dirigida hacia el distanciamiento con EEUU, hasta el punto de pensar que EEUU ha devenido un contra-modelo de sociedad, está evidentemente contradicha por la política interior, donde no se plantea otra cosa que la adaptación a esa «sociedad de mercado»... Chirac privilegia su duelo franco-mundial con EEUU... pero no ha sabido resolver la contradicción que existe con un modelo de cultura anglosajona que impone un eclipse del estado... y la adhesión de los franceses a un tipo de desarrollo donde el estado continúa jugando un rol central y protector”.

En verdad, ni Chirac ni la patronal franco-alemana se contradicen en lo más mínimo. Tanto la pelea interimperialista con EEUU como el estancamiento del capitalismo europeo exigen imponer el “modelo de cultura anglosajona”. Es decir, llevar adelante una ofensiva brutal contra los trabajadores, que liquide las grandes concesiones que perduran del “pacto social” de posguerra, mediante el cual la burguesía francesa, por intermedio del PCF, logró impedir la revolución obrera. Este no es, entonces, un  problema menor, sino todo un cambio histórico. De allí la carga de conflictividad que subyace en él y que, en intervalos, explota. Ahora, la contradicción entre el categórico rechazo en las urnas y las necesidades del capitalismo francés de imponer la (contra)reforma establece otra vez un escenario cargado de tensiones.

Elecciones europeas: un test crucial para Blair

En junio próximo, se realizarán las elecciones al Parlamento Europeo. Aunque esta institución cumple un rol más decorativo que de poder real, sus elecciones pueden ser un test político de suma importancia. Además, en el voto en las elecciones europeas suele pesar mucho menos el mecanismo del “voto útil” y el “voto por el mal menor”, que distorsionan los comicios. En Francia, por ejemplo, van a presentarse las mismas fuerzas políticas que compitieron en las elecciones regionales, pero esta vez con una carga menor del mero “voto útil” contra Chirac. El frente LO-LCR tiene  así planteada otra batalla en mejores condiciones que las elecciones regionales.

Las elecciones europeas pueden ser también una expresión de protesta en Italia, en relación a Berlusconi, que se alineó con Bush (aunque menos ruidosamente que Aznar) y que lleva a delante una ofensiva antiobrera como la de Chirac.

Pero es en el Reino Unido donde las elecciones europeas pueden tener trascendencia mundial. Allí Blair, el principal aliado de EEUU, lucha por sobrevivir. Aunque en las europeas no se juega formalmente su cargo de primer ministro, un resultado muy adverso podría ser un golpe fatal.

En los últimos meses ha quedado al descubierto la montaña de mentiras con que Blair ayudó a montar la farsa de la “armas de destrucción masiva”, el justificativo de la invasión de Irak. En la preparación y desarrollo de la guerra y, ahora, en la ocupación de Irak, Blair no es una comparsa de menor cuantía, como Aznar. El hundimiento de Blair sería un golpe cualitativamente más grave para Bush y su política de guerra.

En la crisis del gobierno del “nuevo laborismo” no sólo están pesando las cadenas de mentiras forjadas por Blair y que dieron pretexto a la guerra, sino también las atrocidades de la ocupación, donde las tropas británicas juegan un papel importante. Además, después de lo ocurrido en Madrid el 11 de marzo, es obvio que Gran Bretaña debe estar en la “lista de espera” de un gran atentado. Dos días antes de iniciar la invasión a Irak, Blair dijo que eso a iba garantizar la seguridad contra las amenazas terroristas. Ha sido exactamente lo opuesto, como lo demuestra Madrid. Sacar a Blair del gobierno y sobre todo a las tropas de Medio Oriente es, objetivamente, la medida más efectiva para evitar que en Londres se repita lo del 11 de marzo.

En febrero y marzo de 2003, las movilizaciones contra la guerra en Gran Bretaña estuvieron entre las mayores del mundo y las más grandes de la historia de ese país. La dirección de estas movilizaciones fue la Stop the War Coalition (Coalición para Parar la Guerra), un amplio frente único que abarca desde corrientes marxistas revolucionarias (como el Socialist Workers Party) hasta sectores del propio laborismo en ruptura con Blair y, además, organizaciones de la comunidad islámica, que en Inglaterra es una minoría importante. Estas tienen en verdad un carácter de “representación nacional” de pakistaníes y miembros de otras nacionalidades antes colonizadas por el Imperio Británico y que luego emigraron a Gran Bretaña, donde viven como una minoría oprimida y discriminada racialmente, que además sufre los ataques físicos de los nazis del BNP (British National Party).

El hecho inédito es que estas fuerzas (que siguen coaligadas en Stop the War Coalition) han decidido intervenir en las elecciones europeas con candidatos propios, opuestos al Nuevo Laborismo de Blair, y por supuesto, a los conservadores. Para eso han constituido Respect  – The Unity Coalition (Coalición Unitaria Respect). O sea, se presenta en la arena electoral una fuerza que es la continuidad política del movimiento antiguerra.

El sistema electoral del Reino Unido es uno de los más antidemocráticos del mundo (no existe representación proporcional y sólo se elige un candidato por distrito). Esto ha reforzado el secular sistema bipartidista (primero conservadores y liberales y, luego, conservadores y laboristas). Pero las elecciones europeas imponen una restringida representación proporcional.

Respect presenta candidatos en Inglaterra y Gales (en Escocia, los luchadores contra la guerra tienen la opción del SSP – Partido Socialista Escocés). Sería un paso muy progresivo si en las elecciones europeas el sistema bipartidista británico fuese horadado en alguna medida por Respect.

Elecciones en EEUU: ¿sobrevivirá Bush?

La última de la elecciones será la más trascendental. En septiembre, se elige presidente en EEUU.

Aprovechando el atentado del 11 de septiembre, Bush dio un salto cualititivo en un política mundial que en verdad el imperialismo yanqui ya había esbozado con Clinton.

La ofensiva encabezada por Bush fue la respuesta a las crecientes dificultades económicas, políticas y de dominio mundial del imperialismo yanqui. Para eso se apoya en el único factor en el que tiene una superioridad neta: el militar.

Pero esta política no sólo se aplica hacia afuera, por ejemplo invadiendo y ocupando Irak, sino que también se desarrolla puertas adentro contra la clase trabajadora y los sectores populares. Este es el aspecto menos ruidoso, pero no menos importante de la política neo-conservadora de Bush y que también puede tener un peso importante en las próximas elecciones. El hecho es que, por esa combinación de factores, hay una crisis política de la administración Bush, a seis meses de los comicios donde se juega su reelección.

A un año de la invasión, lo de Irak presenta un cuadro desastroso para Bush. La resistencia irakí castiga con fuerza creciente a los ocupantes imperialistas, a pesar de que no está unificada y que no se han saldado las divisiones étnicas (árabes y kurdos) y religiosas (sunnitas y chiitas). Pero además se han destapado ante la opinión pública las falsificaciones con que se justificó esa guerra colonial. Tras derrumbarse la fábula de las “armas de destrucción en masa” de Irak, ahora se viene abajo la mentira de que Saddam tenía relaciones con Al Qaeda y responsabilidad en los atentados del 11 de septiembre. Las escandalosas revelaciones de Richard Clarke, ex Coordinador Nacional de la lucha contra el terrorismo, revelan cómo Bush y su vicepresidente simplemente inventaron todas esas historias, contradiciendo los mismos informes de sus servicios de inteligencia.

Pero los vientos de descontento en EEUU y su posible incidencia en las elecciones de noviembre no sólo soplan desde Irak. También nace  de cuestiones democráticas, sociales y económicas atacadas por su política neo-conservadora. Bush ha impuesto una brutal legislación represiva con el pretexto de la lucha antiterrorista, ataca el derecho al aborto y despliega una ofensiva contra la clase trabajadora y los sindicatos para bajar el salario y generalizar la esclavitud laboral (que en EEUU se llama “Wall-Martization”; o sea establecer en todas partes las degradantes condiciones de trabajo de los supermercados Wall-Mart).

Todo esto ha determinado que de la aprobación abrumadoramente mayoritaria que Bush tenía después del 11 de septiembre, se fuera pasando gradualmente a una polarización de la opinión pública, que la ha divido en partes prácticamente iguales. Asimismo, dentro de cada polo, se asiste a una radicalización de posiciones.

Frente a cada cuestión –Irak, temas sociales, empleo, relaciones laborales, aborto, casamientos gay, etc.– las posiciones se polarizan casi mitad y mitad, y en cada una de las partes, las posiciones más radicales se fortalecen. Por ejemplo, en el movimiento antiguerra de EEUU se ha ido produciendo una decantación hacia la izquierda, después de la crisis que significó no haber logrado impedir la invasión a Irak.

Pero, al mismo tiempo, este cuadro de polarización y radicalización, se combina con un grave problema. Como señala una organización trotskista de EEUU, “la actual radicalización se ve obstaculizada por la ausencia de una genuina oposición política a Bush”. (ISO, Polarization and Radicalization, Pre-Convention Bulletin N° 1, 2004)

En efecto, el Partido Demócrata y más aun el candidato que propone, John Kerry, no difieren gran cosa de los republicanos en ninguno de los temas candentes. Entre los precandidatos demócratas, Kerry es uno de los más cercanos a las posiciones de Bush. Y su campaña electoral la ha iniciado tratando de “correr a Bush por la derecha”. Así, lo critica por ser muy blando con el dictador Chávez de Venezuela.

El sistema bipartidista de EEUU es el caso más extremo de fraude político “democrático”. No se trata simplemente, como en otras épocas –por ejemplo, en la década del 30– de optar entre dos partidos igualmente burgueses pero con propuestas diferentes. Hoy, en todas las cuestiones fundamentales, es casi imposible distinguir entre republicanos y demócratas.

Relacionado con esta situación está el hecho de que una parte importante del potencial electorado de EEUU –especialmente los trabajadores y los pobres– ni siquiera se inscribe en los padrones (un requisito antidemocrático indispensable para poder votar). Además, las elecciones no se realizan los domingos, sino en días laborables. Es un obstáculo más contra el voto de los que trabajan. Así, votan las capas más acomodadas y/o con mayor nivel político o cultural. De esa manera, con menos del 20% de los votos potenciales (y unos mil millones de dólares para invertir en la campaña) hasta una bestia como George W. Bush puede llegar a la presidencia.

El curso belicista y archireaccionario de Bush ha abierto un gran debate en la izquierda norteamericana, en el activismo sindical y en la vanguardia de los importantes movimientos contra la guerra, en defensa del aborto, etc.: ¿Hay que votar por el “mal menor”, por Kerry contra Bush, o tratar de presentar una opción independiente de ruptura con el bipartidismo o, simplemente, no votar?

Tanto los demócratas, como las burocracias sindicales y los sectores “progresistas” que capitulan a ellos, están haciendo una fuerte presión con el lema: “cualquiera antes que Bush”. Esto ha dividido a la vanguardia y a sectores que anteriormente trabajaron por una ruptura del bipartidismo.

Así, en las anteriores elecciones, por primera vez en décadas, adquirió fuerza real una candidatura de ruptura con el bipartidismo. Fue la de Ralph Nader, un famoso publicista “anticorporaciones”. Su programa no es socialista sino “anticorporativo” (una ideología de izquierda pequeñoburguesa y de “democracia radical”, con larga tradición en EEUU). Sin embargo, la candidatura de Nader era progresiva como un fuerte intento de abrir la jaula del bipartidismo. Ahora, Nader vuelve a presentarse, pero las fuerzas que lo sostuvieron, en primer término el Green Party, están divididas entre el “voto útil” por Kerry contra Bush o seguir sosteniendo una alternativa independiente.

Esta grave limitación política de la izquierda y la vanguardia en EEUU no significa sin embargo que cualquier resultado de las elecciones de noviembre será lo mismo. Kerry no constituye una verdadera alternativa a Bush, ni siquiera en términos políticos burgueses. Sin embargo, la derrota de Bush sería un síntoma importante de la gravedad de la crisis que ha generado en el imperialismo yanqui su curso hegemonista y belicista, y del rechazo que eso provoca.

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